Con la Operación Océano, la mayor causa judicial de explotación sexual de adolescentes en la historia uruguaya, todavía en curso, un libro se mete en profundidad en la historia detrás de estos casos con gran repercusión mediática. Se trata de Operación Océano. Primer Acto. Chats, testimonios y documentos del mayor juicio penal de explotación sexual (Banda Oriental), de Eduardo Barreneche y Alfredo García.
El libro "permite aproximarnos a víctimas y victimarios desde distintos ángulos, conocer sus vínculos a través de extensos chats, declaraciones judiciales y reflexiones personales", indica su contratapa.
Operación Océano comienza con un hecho ocurrido el 16 de marzo de 2020 en la rambla Sur, cuando un pescador vio cómo una chica pedía ayuda desde el agua y desaparecía luego. Su cuerpo fue hallado cuatro días después en la desembocadura del Solís Chico; se trataba de una chica de 17 años con un dragón tatuado en un pie.
Este suceso inició una cadena de acontecimientos que acabó por destapar una serie de casos de explotación sexual de menores, a través de la identificación de un empresario apodado El Paraguayo, con el que se había vinculado la joven muerta y también una amiga suya.
Los chats
El libro cuenta con transcripciones de varios chats de los imputados con las víctimas. En ellos, hay un denominador común: hombres de gran poder económico vinculándose con menores. A veces, intentando corroborar si eran mayores de edad. En otras ocasiones, no.
"A veces los hombres les preguntaban la edad, ellas se declaraban mayores de 18 y ellos daban por buena la respuesta, aunque desde su apariencia fuera evidente que se trataba de menores de edad. En ocasiones comunicaban su edad verdadera, aun más de una vez, sin que sus interlocutores acusaran recibo", escriben Barreneche y García.
Los chats muestran a los imputados pidiendo fotos de las menores desnudas, negociando precios y en algunas ocasiones hay incluso diálogos en los que las víctimas no solicitaban dinero sino otro tipo de pagos, como pedidos de delivery de comida. Los nombres enteros de los formalizados figuran en todos los chats, que muestran cómo eran los contactos y las negociaciones para concertar los encuentros.
Hay chats en los que las jóvenes aclaran expresamente que son menores y son los imputados los que no pueden creerlo e insisten en que tienen cuerpo de mayores.
"La modalidad de las jóvenes era poner anuncios en páginas web, principalmente Locanto y Badoo, además de tener perfiles en Tinder, Happn -la cual es promocionada en Google, en inglés, para «solteros maduros», aunque la app en español es ofrecida con la ambigua leyenda «Para mayores de 17»- y aplicaciones similares", explican en el libro.
"Era común que los anuncios explicitaran el deseo de establecer relaciones duraderas que incluyeran sexo bajo el formato de sugar daddy, es decir una joven por una parte y un hombre mayor de 40, por otra, que retribuye ese servicio con dinero, perfumes, lencería y tratamientos de belleza, entre otros", prosiguen los autores.
Era habitual que el hombre les pagara a las chicas por el encuentro inicial cifras que iban de $ 1.000 a US$ 100 a cada una, señala la investigación. Días después el individuo volvía a contactarse y se citaban en otro lugar, por donde pasaba a buscar a una o ambas, para luego ir a un hotel o una vivienda, donde mantenían relaciones sexuales y a veces pasaban la noche. Esta nueva retribución oscilaba entre $ 1.500 y US$ 300 a cada una.
Algunos imputados ofrecían también droga. "El tema que no consigo alguna sustancia ahora. Recién para el finde. Sabes que yo te doy la sustancia. No me va dar guita por sexo", dice uno de los hombres en los chats a una de las menores, que aclara que está en el liceo. "Cuando cobre te compro dos ricas pasti", agrega el hombre.
El libro transcribe también la conversación entre uno de los imputados y una menor de 13 años. El hombre le ofrece comprarle una hamburguesa y luego, cuando ella se niega, detalla la proposición. "Te cuento un poco lo que propongo. Por cada vez que nos veamos, me comprometo a hacerte un obsequio como forma de pago, es una relación de derechos y compromiso entre los dos. Por ejemplo querés comprarte una prenda o zapatos o la entrada para el cine o un baile, me decís y dentro de una cifra podemos arreglar. A cambio te pido el encuentro en la forma que yo tenga deseo de hacerlo. Vos y yo o trío o si te necesito como acompañante en una salida. Pensaba más o menos en un monto de 700 pesos por salida, el obsequio... si querés algo más", dice.
Palabra de fiscal
La fiscal Darviña Viera es entrevistada en uno de los capítulos del libro. En la nota, Viera explica cómo la investigación se inició en Maldonado con una denuncia que hace un adulto -no especifica si es hombre o mujer- sobre una supuesta denuncia de abuso sexual a una adolescente (la mencionada al comienzo de la nota). El denunciado, el empresario apodado "El Paraguayo", a su vez, hace una contradenuncia por difamación. "Ahí se comienza a investigar", cuenta.
También narra que todo indica que la joven que fue hallada sin vida -y que se vinculó con algunos de los imputados- se suicidó. Los imputados regalaron viajes (prometían también viajes al exterior que no se concretaron), o paseos en barco. Hubo pagos en efectivo, pero, dice Viera, hay que recordar que el delito está consumado ya con la promesa de pago.
"Yo supongo que sabían (que cometían un delito). Si se vinculan con una persona, por lo menos les tiene que generar la duda si es mayor de 18 años o una adolescente. Y no lo hacían. Por más que la persona le diga «tengo 18». "Pero aunque lo aparentaran (ser mayores), les tenía que generar una duda. Estaban ante una persona desconocida hasta ese momento. Tenían que cerciorarse de que tenía 18", insiste la fiscal.
El libro intercala también capítulos más personales, con la narración en primera persona de Barreneche mientras cuenta cómo se desarrolló la investigación y el impacto que le provocó.
"Mientras leía, tomé nota mentalmente de las palabras que ella elegía para expresarse y no me costó imaginar su voz y sus gestos, seguramente típicos de una adolescente. Habla como mi hija de 17 años, me dije", narra sobre una de las víctimas.
Agrega que luego de un intenso día de trabajo llegó a su casa cansado. "Tiré el portafolios encima de un sofá y me dirigí hacia el dormitorio de mi hija. Con la luz proveniente delotro cuarto, miré el rostro afilado de mi hija, que dormía. Nada le inquietaba. Tenía sus necesidades básicas satisfechas, amor y contención. Solo debía preocuparse por sus notas y la relación con su pareja, que tenía su misma edad. Pensé en esa chica a la cual iban a buscar al liceo hombres que, en algunos casos, eran mayores que su propio padre. Y sentí compasión", concluye.