En las ciudades pequeñas los casos judiciales que abarcan temas como abusos sexuales, explotación o violaciones impactan y mucho en la sociedad. La cercanía que suele existir entre sus habitantes hace que la voz se corra rápido, y tenga un efecto imposible de silenciar. Esto sucedió en el caso de las mellizas de 17 años que eran explotadas sexualmente por su madre, quien a cambio recibía dinero por parte de hombres mayores.
Las dos menores provienen de un contexto de extrema vulnerabilidad, lo mismo que le pasó a su madre. Si bien la situación se detectó a tiempo y la investigación arrojó resultados rápidamente, porque la mujer fue enviada a prisión y otro hombre de 75 años está con prisión preventiva por cómplice, fuentes del caso comentaron a Montevideo Portal que la situación se daba por lo menos desde que las víctimas tenían 13 años.
La Fiscalía logró reconstruir que la madre conseguía clientes a través de vecinos y conocidos, por lo cual las víctimas no aparecen en ninguna página web que ofrece servicios de escorts menores. Según la declaración de la ahora condenada, el cobro se realizaba por hora y el precio iba desde los $ 1.500 a los $ 2.000 por una relación que incluía sexo oral y vaginal.
Los abusos eran semanales y, en muchas ocasiones, se constató que las víctimas estaban en más de una oportunidad con el mismo individuo a cambio de dinero. Pese a ello, ni los exámenes ni las pericias médicas arrojaron daños físicos.
Los especialistas informaron al Ministerio Público que percibieron “un claro acostumbramiento” de las menores a los sucesivos episodios de abuso. Incluso, cuando los técnicos del Instituto Nacional del Niño y Adolescente Uruguayo (INAU) las entrevistaron, no notaron un daño psíquico visible. “Ellas no entendían por qué su madre estaba siendo procesada; era normal para ellas e insisten en que sea liberada porque no hizo nada malo”, agregó una fuente del organismo.
Una historia de herencia
La investigación llevada adelante por la Fiscalía, a cargo de Ana Segovia, arrojó que la madre de las menores solía acercarse a personas mayores de edad, que generalmente estaban solas, para usufructuar sus jubilaciones o pensiones. Esto sucedió con el hombre de 75 años que fue imputado, sobre quien no queda claro si era pareja de la mujer, pero sí que vivían en la misma casa.
Lo cierto es que la madre de las mellizas estaba relacionada con la prostitución desde hace muchos años, algo que los investigadores suponen que viene como “una especie de herencia familiar”. Bajo este argumento se puede explicar que en la vivienda en la que convivían las adolescentes junto con su progenitora y —presuntamente— el individuo de 75 años, había una clara “normalización” de la explotación sexual.
Pese a esto, y a diferencia de lo que sucede en otros casos, ninguna de las víctimas presentaba síntomas de violencia física, maltrato o estado de desnutrición. De nuevo, el caso para los técnicos del INAU representa una cierta complejidad porque las menores habían normalizado la situación. “Ese es el daño más evidente y el más grave”, agregó la fuente.
Lo que sigue
Las mellizas cumplirán 18 años en los próximos meses, lo que habilita a que el INAU no tenga que continuar haciéndose cargo. La directora del organismo en Treinta y Tres, Rosario Barreto, comentó a Montevideo Portal que el equipo técnico decidió seguir haciendo un seguimiento del caso. Esto se ve apoyado por el trabajo que están llevando adelante los integrantes de la ONG Gurises Unidos, que buscan aunar esfuerzos para que la red de contención sea mayor.
Actualmente, las víctimas están en el hogar femenino La Cabaña, que funciona las 24 horas. Sin embargo, en las últimas horas surgieron algunas posibilidades de la mano de familiares que podrían hacerse cargo de ellas. Si bien no hay nada concreto ni cerrado, una tía que vive en Montevideo se ha mostrado disponible para asumir la crianza.
Si bien las dos menores vienen de un contexto vulnerable, al vivir en una ciudad del interior, tienen varios vecinos y conocidos que han funcionado como contenedores de la situación durante estos días. Barreto hizo hincapié en que no están solas porque, más allá del trabajo del INAU, la sociedad olimareña ha mostrado una gran “empatía”.
“Ahora quedará en manos de la sociedad y de nuestro trabajo poder desnormalizar algo que para las dos chiquilinas era la norma, que era brindar servicios sexuales a cambio de dinero. Esto ellas lo entienden como un ingreso válido y lo hacían bajo el argumento de que colaboraban económicamente en su casa”, concluyó Barreto.