Ese domingo faltaban siete días exactos para las elecciones internas en Uruguay. Ese 23 de junio, cruzaba por Benito Blanco y Av. Brasil a las 5:30 de la tarde un grupo de personas con banderas atadas en el cuello, con tambores sostenidos por cintas atravesadas en el pecho, con remeras celestes y pelucas. Podrían haber sido hinchas de la selección uruguaya de fútbol, porque esa noche Uruguay disputaba su lugar contra Panamá en la Copa América, pero eran militantes políticos.
Casi todos llevaban alguna referencia a Laura Raffo, a la lista 71 o al Herrerismo.
Raffo, hija del político Juan Carlos Raffo, la hija del medio, la que fue al Liceo Francés, la que vivió en el Prado y en Pocitos, la que prefirió la economía a la literatura, la primera en recibirse de economista en su generación, la que hizo una tesis sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres, la que trabajó en prensa en El Observador, en Radio Setiembre, en Zona Urbana, en Telemundo, la que fue panelista en Todas Las Voces, la que trabajó muchos años en el sector privado, la que hizo un MBA a los 28, la que mintió en alguna entrevista sobre querer ser madre para que la contrataran, la que tuvo mellizos, la que se postuló como candidata a intendenta por la coalición multicolor las elecciones pasadas y obtuvo un 40% de los votos. La misma que, ese domingo, recorrió puntos de militancia y entregó listas con su nombre en Buceo, Parque Rodó y Malvín.
Según encuestas como la de Equipos del viernes 21 de junio, a Raffo la votará alrededor del 25% (con un margen de error que superan el 4%) de los nacionalistas. Esa misma encuesta les da a los otros precandidatos blancos un 64% en el caso de Álvaro Delgado, y un 11% en el de Jorge Gandini.
En este trayecto hacia las internas, Raffo protagonizó distintos episodios con los que se fue perfilando y mostrando ante la opinión pública. El 28 de febrero de este año subió una foto a sus redes sociales comiendo un choripan a las 12 de la noche en Villa Soriano. El 29 de mayo publicó una foto en Tambores, Tacuarembó, cruzando el campo. “Ni la lluvia nos impidió llegar a Tambores”, escribió, logrando que se volvieran virales esas fotos, provocando memes y muchísimos comentarios en las publicaciones originales. Algunos le aplauden, otros se burlan y otros la insultan.
Raffo también es la misma que cuando José Mujica declaró “yo, si fuera blanco, no lo voto a Delgado porque es más atractiva la piba”, respondió pidiendo más respeto hacia las precandidatas mujeres en este Uruguay 2024. O la que, cuando en 2023 fue entrevistada por el periodista Gabriel Pereyra, lo confrontó diciéndole “¿esto es una entrevista o vengo a que me hables en mal tono? Vamos a bajar dos cambios”.
La vida de barrio
Raffo nació el 22 de setiembre de 1973, hija de Marta Degeronimi y Juan Carlos
Raffo, senador durante el gobierno de Lacalle Herrera (1990–1995) y ministro
de Transporte y Obras Públicas durante el último año de ese mandato. Antes llegó Verónica, su hermana mayor, y Juan Carlos, su hermano menor. Ella ha
dicho que era la del medio, “la que andaba despeinada y quería ser cantante”.
El primer recuerdo es este: “Estar en el comedor diario, en el cocina, de la casa donde nací. Recuerdo apurarme para terminar de comer porque después podíamos salir a jugar al patio. Había unos platos de melamina medio transparentes”.
Eso: el apuro, la velocidad, el hambre por lo siguiente. Gran parte de la vida profesional de Raffo sería así, con hambre por lo siguiente.
Y, de hecho, ella misma dice haber nacido apurada. “Es un cuento de mi madre, de que cuando todavía faltaban 15 días para la fecha de parto rompió bolsa”, dice Raffo a Montevideo Portal.
La primera parte de su niñez transcurrió en El Prado, sobre todo en las calles Av. Agraciada y Gil, donde tiene aquel primer recuerdo. Ahí vivió hasta los 8 años, antes de mudarse a Pocitos. La rodeó una gran familia porque tenía a sus primos, a sus tíos y a sus abuelos cerca. Por Gil vivía su tía, por Agraciada su abuela materna. Había una puertita que conectaba su casa con la de sus otros abuelos, los paternos. Andaba con sus primos por la calle y respiró esa experiencia de crecer en un barrio.
Y los olores de lo que cocinaba su abuela Lidia, la que vivía al lado, y su abuelo Mario, que hacía las tostadas con pan flauta del día anterior sobre la hornalla. “Si yo me quedaba a dormir en lo de mis abuelos me despertaba con ese olor a tostadita y a tomar el café con leche. A las tostadas le poníamos manteca y azúcar; son recuerdos súper lindos”, comenta.
Su madre, según dice, era una mujer tradicional. Conoció a su padre en la Facultad de Derecho y después dejó su carrera y su trabajo para criar a sus hijos. Sin embargo, inculcó a sus hijos (o al menos eso es lo que permeó en los recuerdos de Raffo) la importancia de la independencia: la carrera, el trabajo, no depender de la pareja.
También muy presente. Preparaba a sus hijos para ir a la escuela con los uniformes, las colas de caballo bien tirantes, las guitarreadas, las canciones de María Elena Walsh. Allí es donde todo se mezcla con su padre. Las canciones del Partido Nacional, las lapiceras de colores que les traía de la oficina donde trabajaba, la militancia.
La política desde siempre
“Soy la que admiraba a su abuela Lidia y caceroleaba con ella contra la dictadura”, escribe Laura Raffo en una carta que preludia su programa de gobierno. En su vida, los recuerdos de los blancos, del Partido Nacional, están desde siempre.
Obviamente, estuvo su padre y el vínculo que él tuvo con la política uruguaya. Eso implicó que Raffo, todavía una niña, fuera testigo de las denuncias de corrupción que cayeron sobre varios jerarcas del Partido Nacional después de finalizado el gobierno de Lacalle Herrera.
Vivió, entonces, lo bueno y lo malo de la política. “Viví el entusiasmo (…), pero después me tocaron las malas. Me tocó que se dijeran mentiras de mi viejo, me costó que lo señalaran con el dedo por algunas infamias. Por lo tanto, también quedás con una herida”, dice.
“Yo nací en epoca de dictadura y en mi casa había una efervescencia por la vuelta a la democracia que nos la transmitieron muchisimo”, acota Raffo.
Por lo tanto, la infancia de Raffo fue una llena de recuerdos políticos (algunos dulces, otros amargos) y banderas nacionalistas. Ha dicho que por su memoria pasan escenas como la de sus primos tocando la guitarra y cantando el cancionero blanco en fogones, como “De poncho blanco” con la letra de Julián Murguía, relatando el final de la vida de Aparicio Saravia en Masoller durante la guerra civil en 1904.
“Una batalla perdida / la ganó una sola bala. / Una batalla ganada / la perdimos por un tiro. / Dios maldiga la memoria / del que apretó ese gatillo. / Malhaya del malnacido / que nos dejó sin caudillo”, dice la canción.
Cantar jingles de memoria con 7 u 8 años, las campañas políticas de la mano de su padre, pintarse la cara, las caceroleadas, las caravanas por el interior del país. Evoca escenas en actos políticos y que llegaran las Fuerzas Armadas a disolverlos. “Me acuerdo de salir corriendo en estampida al grito de ‘ahí vienen los milicos’, y nos íbamos corriendo porque nos disolvían”, dice. O escenas de relevancia para el país entero como “ir a buscar a Wilson al puerto con toda la familia y no llegar, nunca llegar, porque era tanta la cantidad de gente que no llegabas al puerto”.
“Una familia muy política te
marca”, comenta Raffo. Porque era de lo que se hablaba en su
casa, lo que hablaban sus padres, lo que hablaban los que hacían política con
su padre, lo que hablaban sus abuelos, lo que hablaban sus tíos.
El lugar de sus amores
A sus 11 años, en 1984, Raffo se mudó a Parque Batlle y enseguida después a Pocitos, cerca de la Plaza Gomensoro. Ese fue el barrio donde pasó la adolescencia y parte de la adultez. En Benito Blanco se subía, de forma diaria, al 121 para ir al Liceo Francés en el Centro, donde hizo primaria y secundaria.
La Gomensoro “es el lugar de mis amores porque se entrelazan mis recuerdos con los recuerdos del barrio, de la gente que te cruzabas paseando el perro, tomando un mate, leyendo un libro; tomaba el ómnibus siempre en la misma parada y te ibas cruzando con la misma gente en el trayecto, los que se bajaban en las escuelas, en los trabajos, te saludabas y a veces sabías los nombres”, recuerda.
La suya fue una adolescencia, según dice, de muchas amigas, de compartir con su hermana dos años mayor porque iban al mismo liceo; de rebeldía, de ser la hermana del medio, de cuestionar, de debatir, de efervescencia.
Y de una dicotomía entre la
literatura y la economía.
En un lugar residen todos los poemas que escribió y que su madre aún guarda. Ganó el Premio Nacional de Literatura en la categoría Obra Inédita de Poesía. Tomó clases semanales con Jorge Medina Vidal, el poeta uruguayo fallecido en 2008.
En un lugar de su ser residen también los libros que le regalaba su madre cuando tenía 8 o 9 años. “Primero eran los de Enith Blyton, que escribía sobre aventuras de adolescentes, misterio, casos a resolver. Pero, en realidad, el primer libro que recuerdo y lo leíamos todas las noches era Mujercitas. Nos lo leía mi madre en la cama a mi hermana y a mí. Nos iba leyendo capítulo tras capítulo, y después nos hacía empezar a leer a nosotras”, dice Raffo.
Por otro lado, había un profesor en el Liceo Francés que, para enseñar Introducción a la Economía, llevaba titulares de diarios y enseñaba qué conceptos económicos había detrás de eso. Entender desde joven que la Economía es una ciencia social porque tiene que ver con el ser humano y sus conductas. O captar que los números permiten entender esas conductas, pero que allí subyace algo social, psicológico, conductual.
En el medio, la propia Raffo:
“Me acuerdo de que Jorge Medina Vidal me decía que si me anotaba en Facultad de Economía iba a perder toda mi veta literaria y mi manera de expresarme. Era como un dilema. Cómo, si me gustaban tanto las letras, me podían gustar tanto los números. La verdad, me gustaban las dos cosas. Finalmente, fui por la Economía y no creo que haya sido incompatible”.
Es cierto, no lo fue.
La economía y
el despertar feminista
Cursó la carrera de economista en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La República. Se recibió en 1998 y fue, junto con su amiga Magdalena Furtado, la primera en hacerlo de su generación. Y lo hicieron con una tesis sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres en Uruguay.
Si los recuerdos de los 8 años los tiene claros, los que vinieron durante sus estudios universitarios mucho más. El día que se anotó, junto a sus amigos Tuti (Magdalena Furtado) y Rafa. Su número de alumna. Las clases teóricas de primer año en el cine de 18 de Julio, el frío que hacía ahí adentro, la luz mortecina, el decano dando clase a viva voz cuando se rompía el micrófono, irse a tomar un cortado al bar de al lado, sacar apuntes viendo poco al pizarrón, reservar lugar temprano en la madrugada para poder entrar a la clase de matemática, cursos de 180 años, que se fumara en clase, dar exámenes y agolparse contra la cartelera para ver si habían salvado o no. Profesores dictando clase como Alberto Couriel, Daniel Olesker, que participaron de los gobiernos del Frente Amplio, o Jorge Caumont y Ariel Davrieux, de otro palo político. De las clases de Danilo Astori “es imposible no acordarse”, comenta. Daba Economía del Uruguay y, en un orden extremo, ponía en el pizarrón los capítulos con números romanos.
“Es un recuerdo de que te templa el carácter”, sentencia Raffo.
De todo aquello, una de las situaciones que más le atravesó fue la investigación para su tesis. “En el año 98 no se hablaba públicamente de la brecha salarial. No existía el tema. Había datos puntuales de medición de la brecha en un año específico, pero no había un estudio dinámico de cómo había evolucionado la brecha, que fue lo que hicimos nosotras”, dice.
Comenta que se les rieron, que les cuestionaron la idea, que les dijeron que no era una tesis para recibirse de economista. Agrega: “Por supuesto que tuvimos una tutora de tesis, Marisa Bucchelli, que nos dio para adelante e hicimos una tesis muy potente porque medimos el acortamiento de la brecha y nos dio un acortamiento”.
Lograron explicar que, al igual que en todos los países, existía una brecha entre la paga a los hombres y la paga a las mujeres, que no se explicaba por factores objetivos. Que, más bien provenía de factores o sesgos de discriminación y segregación del mercado laboral. Y que, a pesar de que la brecha se había achicado, todavía persistía.
Con esa tesis vino la realización más feminista: la de que el mundo no era igual de justo para las mujeres que para los hombres, que las mujeres podían sufrir abusos fuertes como microabusos, que económicamente padecían “el techo de cristal” y “el suelo pegajoso”, que tendría que mentir sobre sus ganas de ser madre para que le dieran un trabajo, que el machismo permeó hasta los lugares más inesperados.
“Yo creo que las mujeres nos enfrentamos desde chicas a un montón de factores que hacen que crezcas con noción de desigualdad. Desde que a un varón le digan ‘no llores como una nenita’ o ‘corrés como una nena’, ahí ya están marcando una diferencia. A medida que crecés y que tu cuerpo empieza a cambiar, siempre estás expuesta a que te digan una ordinariez por la calle, a que te metan un manazo, a un montón de situaciones de acoso y microacoso que son permanentes”, plantea Raffo.
A medida que vas entrando en el mercado de trabajo, dice Raffo, “te empiezan a suceder otras cosas. Por supuesto que en las entrevistas de trabajo, sostenidamente, me preguntaban acerca de mi condición de mujer en cuanto a si tenía pareja, si no tenía pareja, si pensaba tener hijos, con quién vivía. Era muy común que preguntaran eso (…) Yo tomé la decisión, en un momento de mi vida laboral, de mentir a cara de perro y decir que no me interesaba tener hijos porque sentía que eso me trancaba mis posibilidades de que me contrataran”.
Agrega: “Por eso me rebelo contra eso”.
El camino
periodístico
Su primer trabajo fue a los 22 años. Le sudaron las manos de los nervios dando clase como profesora de Economía en primer año en la Facultad de Ciencias Económicas, donde ella misma estudió. Al mismo tiempo, comenzó el periodismo.
Trabajó en El Observador cubriendo la Bolsa de Valores, cotización de mercados, políticas del Mercosur, y hasta llegó a ser editora del suplemento Café y Negocios. Después llegó Radio Setiembre junto a Néber Araújo y logró independizarse de la casa de sus padres con 24 años.
Dice que el primer aprendizaje que le dejaron los medios, en los que trabajaría durante más de 15 años, es “esa impronta y esa búsqueda permanente por la verdad y por los hechos”. Y agrega: “El periodismo te forja en cuanto a poder encontrar tres fuentes, confirmar una noticia, hacer un buen titular, ser profesional, los horarios a contracorriente, las guardias, los fines de semana, los feriados, quedarte hasta última hora, las madrugadas, trabajar cuando los demás no trabajan”.
Le templó el carácter, todo aquello, y el resto de las exigencias de la vida periodística.
Todo aquello, hasta que en 2003 llegó Zona Urbana en Canal 10. Mientras que Uruguay salía de una profunda crisis económica, ese programa de televisión que se llevó todo el rating del año por plantear un cruce constante entre espectáculo y periodismo, pero además por el equipo que lo llevaba adelante: Ignacio Álvarez, Gustavo Escanlar, Gabriel Pereyra, Cecilia Bonino y ella, Laura Raffo, encargada de los informes económicos.
“En su momento fuimos un programa de referencia en su estilo. Generó mucha exposición y ahí aprendí sobre la exposición. Yo no la tenía y, cuando empezás a salir en la tele, empezás a tenerla. La primera vez que salí al aire explicando economía decían, ‘esta rubia qué va a saber’. Después, eso se transformó en ‘che, Laura, ¿a qué precio va a estar el dólar?’”, comenta.
En esos minutos de aire no había corbatas, no había trajes, no había un periodismo “de prestigio”, sino que más bien había un Gustavo Escanlar haciendo un informe sobre los beneficios de beber la propia orina, y un Escanlar bebiendo su propia orina en vivo. Todos eran menores de 40 años (Escanlar tenía 41), todos eran más o menos conocidos, y todos rompieron los récords televisivos.
Raffo fue la primera en bajarse del programa, en parte para dedicarse más de lleno a la comunicación corporativa, en parte por la maternidad, pero a los medios no los soltó. Aunque viró, supo estar de 2010 a 2019 haciendo una columna de análisis económico en Telemundo y, en 2021, como panelista en el programa Todas Las Voces, conducido por Daniel Castro y Viviana Ruggiero. Además, mantuvo una columna de opinión en el diario El Observador.
“Eso me dio una cercanía con la gente increíble, que valoro muchísimo. Hasta el día de hoy, cuando voy a visitar cualquier pueblo, como Topador en Artigas, me da una alegría enorme que alguien me diga, ‘Laura, yo siempre te escuchaba en tu columna en el 12 y por vos me compré el juego del living en cuotas’. Eso me dijeron una vez”, recuerda Raffo.
Del otro lado del mostrador
Con 28 años, hizo un máster en Administración de Empresas (MBA) en la Escuela de Negocios de la Universidad Montevideo. Y, al terminarlo, entró por primera vez en el mundo corporativo. Su primer cargo gerencial fue en Manpower, una empresa de recursos humanos. Después fue la época de Zona Urbana y, después de aquello, Microsoft (a cargo de Uruguay, Paraguay y Bolivia entre 2004 y 2008). En el medio, fundó la empresa Advice.
“Fue un cambio grande. Empecé a detectar que me gustaba mucho el mundo de la empresa cuando fui editora del suplemento Café y Negocios, que informaba sobre los distintos mercados, las nuevas empresas que se instalaban en Uruguay, las asociaciones empresariales, y empecé a hacer muchas entrevistas a gerentes de empresas, a directores, algunas incluso a empresarios que llegaban de Argentina. Empecé a descubrir que me interesaba mucho el mundo de la empresa y de la gestión”, dice Raffo y aclara que esa fue la razón por la que hizo un MBA.
Por 2005 se casó (9 años más tarde se divorciaría) y en febrero de 2007, con 34 años, fue madre de mellizos: Ignacio y Francisco.
A aquello le siguió un puesto como directora en New Zealand Farming Systems y PGG Wrightson, y ser directora ejecutiva de Endeavor, una fundación que promueve el desarrollo de emprendedores en Uruguay. Junto al BID fue que promovió un programa desarrollo de emprendedoras mujeres, llamado Más Emprendedoras. Y, junto a la fundación Voces Vitales, creó la “caminata de mentores”. Además, integró el Consejo Directivo de la Organización de Mujeres Empresarias del Uruguay (OMEU) de la cual es miembro fundadora.
Llegó a ser socia de la representación para Uruguay y Paraguay de ESPN. Luego, entre 2018 y 2020 integró el consejo directivo de la filial uruguaya del Banco Santander. Y, más adelante, consultora en comunicación para SURA (entre 2013 y 2017). En 2016 escribió un libro, publicado por Penguin Random House, que superó las cinco ediciones: “La economía al alcance de todos”, que le valió el premio Bartolomé Hidalgo en la Feria del Libro. Sirvió como directora e inversora de Mind Nutrition, primer emprendimiento de Medicina Funcional en Uruguay y la región, apoyado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII).
De la economía a la política
“Sentía como un llamado, una cosa de mis raíces, del Partido Nacional, de cantar los jingles, de vibrar con la militancia que, durante veinte años, las viví solamente puertas adentro porque la tarea que hacía no me permitía hacerlo públicamente. Eso me empezó a latir muy fuerte adentro y sentía que estábamos llegando a una oportunidad única porque volvía al gobierno el Partido Nacional y la Coalición”, comenta Raffo.
Del periodismo, a lo corporativo y, finalmente, al mostrador más lejano: la política. En 2020, Raffo fue convocada por el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, para ser candidata única de la Coalición Multicolor (la agrupación formada por los partidos de derecha en las últimas elecciones) para la Intendencia de Montevideo.
Logró, en aquel entonces, un 39,3%
de los votos, siendo la candidata única más votada. Sin embargo, el Frente
Amplio logró un 52,1%, haciendo a Carolina Cosse (que obtuvo el 21% de los votos
de su partido) intendenta de Montevideo.
Con aquello, comenzó la vida política de Laura Raffo.
“Después de esta carrera en el sector privado, ya desde hacía tiempo que venía sintiendo que, del mismo modo que cumplí un ciclo con lo del periodismo, venía cumpliendo un ciclo en las corporaciones”, dice Raffo.
Lo siguiente fue fundar el Centro de Estudios Metropolitano para elaborar diagnósticos sobre Montevideo, que continúa funcionando. Lo siguiente también fue ser electa por la Convención Departamental del Partido Nacional en Montevideo como presidenta de la Comisión Departamental de Montevideo hasta 2023. Lo siguiente a aquello fue el comienzo de su carera como precandidata a la Presidencia de la República con el Partido Nacional.
Entonces, en julio del año pasado, creó el Movimiento Sumar, un sector nuevo dentro del partido al que perteneció su padre y el que siempre apoyó. Se prendieron a su campaña sectores históricos como el Herrerismo (sobre todo la lista 71), Alianza Nacional y Movimiento Nacional de Rocha.
Pero el apoyo no es solo del Herrerismo en general, sino de dirigentes de ese movimiento como Rodrigo Blás (Maldonado), Sebastián Andújar (Canelones), Mabel Quintela (Treinta y Tres) y Alejandra Inzaurralde (Lavalleja).
Y, lo que propone, a grandes rasgos, es esto: una visión humanista por sobre las ideas de izquierda o de derecha, las pymes como motor de la economía uruguaya, la desburocratización del Estado, la creación de empleo para jóvenes y quienes no han terminado el liceo, propuestas nuevas de seguridad basadas en prevención, represión y reinserción, mejoras para el agro, un lugar para las mujeres, bajar el costo de vida. Que, según dice, sus fortalezas son las ganas de ir para adelante, su carácter forjado a través del mundo empresarial privado y a través del periodismo, su experiencia corporativa y el sentido de urgencia que ello puede traer, la eficiencia, el equipo joven, la innovación, el cambio. En resumen, "sumar".
Todo esto, en un Partido Nacional y, específicamente cerca de un Herrerismo al que han apoyado figuras que, en este último tiempo, se han vuelto polémicas para la política. Allí están, por ejemplo, Gustavo Penadés, imputado por 22 delitos sexuales, y Luis Alberto Heber, que renunció al Ministerio del Interior tras el caso de la entrega del pasaporte al narcotraficante uruguayo Sebastián Marset.
En entrevista con Seré Curioso, el programa televisivo de VTV, declaró:
“Mi reflexión es la misma que dije cuando empezó la investigación por parte de Fiscalía. Dije: esto está en manos de la Justicia. Y no tuve mayor relación con Penadés a partir de ese momento. Me parecía que era importante, frente a un tema tan delicado y que podía implicar el sufrimiento de menores de edad, que Penadés diera un paso al costado. Hablé con él alguna vez más, a medida que se desarrollaba el caso, pero realmente en cuestiones políticas nada más tuvimos que hacer”.
Señaló que “en esto fui una de las personas quizás más frías, y tuvo mis costos políticos también haber sido fría con la situación. Pero me pareció que, ante una acusación así, lo que había que hacer era dejar en manos de la Justicia la actuación”, afirmó la referente del movimiento Sumar.
Consultada por Montevideo Portal, afirmó: “Precisamente, porque somos un nuevo equipo, una nueva generación, yo siento que eso de lo reputacional a mí realmente me pasó por el costado. No tienen nada que ver conmigo, ni con esta generación que estamos creando. Venimos con toda la fuerza”.