Por Valentina Temesio
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Era 2002 y Uruguay estaba en “plena crisis”. El Ministerio de Relaciones Exteriores había abierto un concurso de ingreso para funcionarios de carrera. Se presentaron un total de 250 aspirantes: solo quedaron nueve mujeres, ningún hombre. Pasaron pruebas anónimas y después llegó el momento de la etapa de entrevistas cara a cara.
Para el mundo diplomático, dice Valeria Csukasi en diálogo con Montevideo Portal, esa situación “generó un escándalo”. Les decían que no iban a “durar nada”; que las mujeres eligen destinos que quieren sus esposos; que no quieren irse al exterior porque tienen hijos; que optan por destinos “acá en la vuelta”.
De esas nueve, ocho continúan trabajando dentro de la cartera. Una se convirtió en la vicecanciller del gobierno de Yamandú Orsi: Csukasi. La flamante jerarca, que fue una negociadora clave en el tratado del Mercosur y la Unión Europea para luego ser enviada por el excanciller Francisco Bustillo a Malasia, busca una Cancillería paritaria, con una mirada basada en la igualdad de género.
Entrevistada por Montevideo Portal, Csukasi habló sobre las políticas de género que implementará la Cancillería, su vínculo con Bustillo y de la actualidad de Uruguay en el Mercosur.
En el marco del 8 de marzo, Cancillería presentó compromisos para avanzar en igualdad de género. Uno de ellos fue “la integración paritaria en todos los ámbitos”. ¿Cómo está integrado el Gabinete hoy en día?
Tenemos un ministro varón, una subsecretaria mujer, un director general de Secretaría varón. Del resto de las direcciones, que son ocho, hay tres directoras generales y cinco directores generales. Pero, en algunos casos, esos directores generales están secundados por directoras generales adjuntas mujeres. Entonces, no llegamos a la paridad, que hubiera sido mi objetivo.
¿Se contempló?
Se contempló bastante. Estamos mejorando, y eso tiene impacto directamente en los tribunales. Por eso lo estamos planteando.
¿Por qué?
Porque las direcciones generales no son solamente las que controlan la temática cotidiana de la Cancillería ni las que se dedican a hacer el seguimiento de la política exterior, sino que quienes ocupan la dirección general son quienes representan en un tribunal de elección de destinos de calificación del funcionario, de ingreso y de ascenso en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Entonces, si vos tenés muchos varones en esas elecciones generales, los tribunales, que es lo que ha sucedido históricamente, son mayoritariamente masculinos. Si vos integrás más mujeres a las direcciones generales, en esos tribunales empiezan a ver caras visibles de mujeres que también son embajadoras, directoras generales. Es todo un gran paquete. Como no llegamos a la paridad y nunca va a estar garantizada porque habrá épocas en las que habrá más mujeres y otras en las que habrá más varones, lo que queremos hacer es crear una norma que establezca por reglamento que, en los tribunales de ascenso, de ingreso, en las juntas de calificaciones, va a haber tantas mujeres como varones.
¿Qué cambiaría?
Por lo menos vas a sentir a las mujeres que son entrevistadas en un ingreso más cómodas. Ayuda a visibilizar que las mujeres somos el 50% de la planilla del servicio exterior. Las diplomáticas somos las mismas que los diplomáticos. Sin embargo, cuando vos preguntás a la gente o cuando hablás en las universidades con estudiantes, asumen que los diplomáticos son más que las mujeres.
Si el Gabinete no es paritario, aseguremos que a la hora de evaluar aceptar o no aceptar haya tantas mujeres como varones, porque la perspectiva de varones y mujeres es diferente. Las mujeres tendemos a saber que si una compañera acaba de tener un bebé no puede dedicarse el mismo tiempo durante una licencia por maternidad que un varón a la función, que no puede quedarse después de las 18:00 porque tiene que llevar a los chiquilines a la escuela o de mañana. Esas cosas las mujeres las tenemos incorporadas.
¿Cómo van a capacitar a los funcionarios para llevar a cabo las nuevas políticas de género?
Hay trabajo con Inmujeres que se inició, con la Oficina Nacional de Servicio Civil también. La idea ahora es preparar una formación que esté acorde con la tarea diplomática.
¿Cuál sería?
Lo que nosotros necesitamos es que se entienda que en este mundo que es tan diferente, donde vos vivís dos años en Uruguay y después te vas a cualquier país del mundo por cinco años, que trabajás en una Embajada con solamente un jefe o una jefa y un o una funcionaria más, es un mundo chiquitito. Queremos explicar qué es la violencia, qué es la violencia simbólica, qué es la violencia en el discurso, qué es el acoso laboral, qué es el acoso sexual. Pero necesitamos que quienes son jefes y jefas y funcionarios y funcionaras entiendan esa lógica.
Para transmitirlo después.
Sí. Además, hay algo en este movimiento y el renovado vigor de la agenda feminista dentro de la Cancillería surge de un caso que para nosotras es paradigmático, que es sobre una colega que estando en funciones consulares durante su licencia por maternidad querían obligarla a atender el teléfono del consulado —es el que te suena a las 2:00, a las 3:00 porque un uruguayo o una uruguaya tuvo una emergencia donde sea y vos tenés que responderle en el momento—. A esta colega, en plena licencia por maternidad, su entonces jefe le discutía que a él le tenían que dar instrucciones de que la licencia por maternidad aplicaba en el exterior (porque se ve que no le aplicaba la legislación uruguaya) y que, además, el teléfono consular era parte de esa licencia: si total, ella estaba en la casa y seguro iba a estar despierta porque iba a estar amamantando.
En Desayunos informales destacaste que ser embajadora es un orgullo “más para una mujer y más para una mujer joven”. ¿Por qué?
Hace un par de años se me dio por hacer una maestría en Género y Políticas Públicas, en FLACSO, y cuando tuve que decidir el tema para la tesis decidí estudiar las diferencias y desigualdades entre mujeres y varones en la carrera diplomática tomando 20 años de generaciones de ingreso desde el 1994 al 2004. Una de las cosas que nos dicen a nosotras es que las mujeres no hemos llegado a ciertos cargos dentro de la carrera y no estamos tan presentes en las embajadas y demás porque antes no entrábamos tantas, pero que como ahora como entran más, ya vamos a llegar. Me lo decían a mí cuando entré hace 23 años en la carrera y lo siguen diciendo ahora.
La tesis concluyó que entran la misma cantidad; si mirás los concursos de ascenso, las mujeres y los varones ascienden en un promedio de años idéntico. Es decir que cuando ofrecés un examen anónimo, mujeres y varones compiten. ¿Dónde aparece la diferencia? En el momento que hay que designar en cargos de jefatura de misión en el exterior o en cargos de dirección dentro de la propia Cancillería. De golpe, las mujeres desaparecen.
En el momento en el que desaparece el concurso, que es el que te ofrece la igualdad, y te eligen a dedo, no hay mujeres. Ese es el tema: cuando eligen mujeres nos tenemos que alentar a decir que sí, incluso cuando es tan lejos como irte a Malasia. Tenemos que empezar a decir que sí, porque también tenemos que empezar a normalizar. Esa es una apuesta que hoy por hoy ya no se justifica con que no hay tantas mujeres. En las embajadas que son de importancia política no llegan casi nombres de mujeres; los nombres que nos siguen llegando son de varones. Eso demuestra que, en la elección, los que eligen, que son varones, siguen designando varones.
Hablando de Malasia, cuando el excanciller Bustillo te relevó se tomó como un “castigo”.
Sí. Es terrible que ser designada embajadora sea considerada un castigo. Es porque le estamos errando a la forma en la que consideramos la función. Estamos para la función, y no hay mejores ni peores. Es verdad que hay diferencias en la relación bilateral, hay países como Argentina, Brasil, Estados Unidos, España, China, que tienen una agenda bilateral con Uruguay, que es mucho más potente. Lo que no quita que algunos entiendan que hay embajadas —o destinos— que son castigo y otras que son premios.
¿Por qué sentís que tu relevo fue interpretado como un castigo?
Para mí no era castigo, fue una experiencia maravillosa. Pero si en el momento en el que vos pedís instrucciones de qué es lo que tenés que hacer en ese destino te dicen ‘comprate un traje de baño nuevo porque hay unas playas muy lindas’, no creo que te estén mandando mucho pensando en que vas a ir a trabajar, casi te están diciendo te vas de vacaciones. Después, los destinos los hacemos nosotras, trabajamos, generamos los espacios. Gran parte de nuestra tarea como diplomáticos y diplomáticas es generar esos espacios. En esos países, en los que la relación está poco desarrollada, es donde hay más para hacer. Tenés toda la cancha para jugar. Por eso terminaron siendo dos años y medio riquísimos desde lo cultural, lo profesional y lo familiar —mi hija nació allá—.
Cuando me quisieron mandar, me estaban mandando a un lugar que, de alguna forma, se veía como secundario para la política exterior del Uruguay. Eso es algo que queremos cambiar como administración, porque la política exterior de Uruguay tiene prioridades que no pasan por lo cómodo, lo difícil, lo lejos, lo cercano, lo bueno del clima.
¿Cuál es tu lectura sobre por qué te mandaron a Malasia?
Nunca sabré. Yo lo transformé en una oportunidad, como he hecho toda la vida en todo lo que me ha tocado.
¿Qué sentiste?
Nunca sabré. Puedo tener ideas varias, pero de qué sirve pensar en lo que imagino que fue lo que sucedió. Al final del día, es eso: si te tiran limones, hacé limonada.
¿Ya habías tenido algún problema con Bustillo?
No. Creo que es la primera vez que tengo problemas con alguien en la carrera; tiendo a ser al revés. Tampoco sé si fue un problema. Habrá que preguntárselo a él.

Valeria Csukasi. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal
Tuviste un rol clave en el tratado del Mercosur y de la Unión Europea. ¿Qué expectativas tiene esta Cancillería?
Muy positivas. Yo creo que es cuestión de tiempo que ese acuerdo se firme y entre en los Parlamentos para su discusión. Va a ser un cambio tremendo en términos comerciales para Uruguay, pero también en la dimensión del Mercosur y en qué tan en serio se toman al Mercosur como socio comercial. Así que lo que estamos haciendo ahora es apostar a que al menos desde el lado de Uruguay reforzamos los argumentos a favor del acuerdo acá, que no es tan necesario porque hay una coincidencia de todo el sector político, sindical, empresarial y demás, de que el acuerdo es importante. Pero también estamos asegurándonos de que en Europa lo entiendan de la misma manera y que empujan igual que nosotros. Seguramente, algunos países no van a estar del todo de acuerdo.
Francia...
Es un ejemplo. Yo no pierdo las esperanzas, por más que estamos tratando de concentrar los esfuerzos en otros países, para asegurarnos de que el apoyo es mayoritario y hay excepcionalmente algunas voces contrarias.
¿Se estima algún plazo?
Si queremos ser optimistas, que sea este año. Por lo menos la firma y la entrada a los Parlamentos. Si fuese así, yo creo que ya sería un tremendo logro. Vamos a empujar para eso.
Otro de los temas que conciernen al Ministerio de Relaciones Exteriores es Javier Milei, que busca flexibilizar el Mercosur y está interesado en firmar un TLC con Estados Unidos. ¿Cómo lo tratará la Cancillería uruguaya?
Ayer en una reunión del grupo Mercado Común del Mercosur, Argentina presentó una nueva propuesta. Ya había dos, ahora presentó una tercera, que tiene un formato que es bastante más acotado: que pide que los cuatro países del Mercosur negociemos acuerdos marcos (es como la introducción a un acuerdo). Si vamos por ese camino, que es mucho más genérico, hay que ver si Brasil lo acepta, si Paraguay lo acepta, que son los dos países que siempre han estado opuestos. Para Uruguay siempre ha sido un tema en agenda, no ha cambiado con el paso de los años ni con el tiempo de gobierno que hemos tenido. Siempre hemos pedido flexibilizar a la hora de poder negociar con otros, así que vamos a ver si esta tercera propuesta, que fue presentada muy en el momento, por lo que no hay todavía reacciones, es una base para negociar.
Nosotros seguimos teniendo una línea que es muy clara: si podemos negociar con el Mercosur juntos, es mucho mejor. Porque es más eficiente a la hora de negociar y atrae mucho más a los socios comerciales. Si no es posible, tal vez tratamos de ver otras alternativas, incluido la posibilidad de flexibilidad. Recién estamos empezando el debate.
El ministro Mario Lubetkin anunció que Uruguay no reconocería ni a Nicolás Maduro ni a Edmundo González Urrutia como presidentes venezolanos. ¿Uruguay tendrá representación diplomática en ese país durante este gobierno?
Todavía no está decidido. Es una posibilidad. El canciller ya ha dicho que uno de los temas que vamos a estar trabajando durante los próximos días es la eventualidad de atender las necesidades consulares. Es decir, de los ciudadanos y ciudadanas uruguayas en Venezuela y los venezolanos y venezolanas en Uruguay, que también nos lo piden. ¿Cómo lo hacemos? Todavía no está decidido, es algo que hay que estudiar, hay que ver las figuras, las posibilidades. Veremos si en estas semanas hay una definición al respecto.
Por Valentina Temesio
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