Por The New York Times | William J. Broad

En términos de poder destructivo, las armas nucleares de la Guerra Fría hicieron ver diminuta a la bomba atómica estadounidense que destruyó Hiroshima. El mayor estallido de prueba de Washington fue 1000 veces más potente; el de Moscú, 3000 veces. En ambos bandos, la idea era desalentar los ataques con amenazas de grandes represalias (con una destrucción mutua asegurada). El impacto psicológico era tan alto que los ataques nucleares llegaron a ser vistos como impensables.

En la actualidad, tanto Rusia como Estados Unidos tienen armas nucleares que son mucho menos destructivas (su poder es tan solo una fracción de la fuerza de la bomba de Hiroshima y su uso tal vez es menos atemorizante y más factible).

La preocupación acerca de estas armas más pequeñas se ha disparado ahora que, en el contexto de la guerra en Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha advertido sobre su poderío nuclear, ha puesto sus fuerzas atómicas en alerta y ha instruido a su Ejército que realice ataques peligrosos contra plantas nucleares. El temor es que si Putin se siente acorralado en el conflicto, podría decidir detonar una de sus armas nucleares menos potentes (lo que rompería el tabú fijado hace 76 años tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki).

Algunos analistas indican que los militares rusos han practicado desde hace tiempo la transición de la guerra convencional a la nuclear; en especial, como una manera de obtener ventaja tras las derrotas en el campo de batalla. Además, agregan los analistas, el Ejército que posee el mayor arsenal nuclear en el mundo ha explorado una variedad de opciones para escalar el conflicto de entre las cuales Putin podría escoger.

“Hay pocas posibilidades, pero van en aumento”, comentó Ulrich Kühn, un experto nuclear en la Universidad de Hamburgo y el Fondo Carnegie para la Paz Internacional. “La guerra no va bien para los rusos y la presión de Occidente se está incrementando”, opinó.

Putin podría disparar un arma hacia un área despoblada en lugar de contra militares, afirmó Kühn. En un estudio de 2018, expuso un escenario de crisis en el que Moscú detonaba una bomba sobre una parte remota del mar del Norte como una forma de anunciar ataques venideros más mortales.

“Se siente horrible hablar de estas cosas, pero tenemos que considerar que se están convirtiendo en una posibilidad”, aseguró Kühn en una entrevista.

Washington prevé que habrá más movilizaciones atómicas de parte de Putin en los próximos días. Es probable que Moscú “dependa cada vez más de su disuasorio nuclear para mandar una señal a Occidente y proyectar fortaleza” a medida que la guerra y sus consecuencias debiliten a Rusia, declaró Scott D. Berrier, teniente general y director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes el jueves.

El presidente estadounidense, Joe Biden, viajará a una cumbre de la OTAN en Bruselas esta semana para hablar sobre la invasión rusa a Ucrania. Se prevé que los temas a tratar incluyan la respuesta que daría la alianza si Rusia emplea armas químicas, biológicas, cibernéticas o nucleares.

James R. Clapper Jr., un general retirado de la Fuerza Aérea que fungió como director de inteligencia nacional durante el gobierno de Barack Obama, señaló que Moscú había reducido su límite de uso atómico después de la Guerra Fría, cuando el Ejército ruso se desorganizó. En la actualidad, agregó, Rusia considera las armas nucleares como utilitarias en lugar de impensables.

“No les importó”, afirmó Clapper sobre los militares rusos que se arriesgaron a liberar radiación hace unas semanas cuando atacaron el sitio del reactor nuclear de Zaporiyia (el más grande no solo de Ucrania, sino de toda Europa). “Avanzaron y le dispararon. Ese es un indicador de la actitud rusa de liberalismo. No hacen las distinciones que nosotros hacemos sobre las armas nucleares”.

Putin anunció el mes pasado que pondría a las fuerzas nucleares rusas en “régimen especial de servicio”. Pavel Podvig, un investigador veterano de las fuerzas nucleares rusas, expresó que lo más probable era que la alerta había preparado al sistema de comando y control ruso para la posibilidad de recibir una orden nuclear. “Putin está usando la disuasión nuclear para hacer lo que quiere en Ucrania”, aseveró Nina Tannenwald, una politóloga de la Universidad de Brown que hace poco hizo un perfil sobre los armamentos menos poderosos. “Sus armas nucleares evitan que Occidente intervenga”.

Una carrera global por las armas más pequeñas se intensifica. Aunque tales armas son menos destructivas en comparación con los estándares de la Guerra Fría, hay estimaciones modernas que muestran que si el equivalente a media bomba como la de Hiroshima se detonara en el centro de Manhattan, mataría o lesionaría a medio millón de personas.

El problema con estas armas es que socavan el tabú nuclear y hacen las situaciones de crisis incluso más peligrosas. Por su naturaleza menos destructiva, afirman los críticos, pueden fomentar la ilusión de control atómico cuando, de hecho, su uso puede desatar una guerra nuclear a gran escala de un momento a otro. Una simulación creada por expertos en la Universidad de Princeton comienza con Moscú haciendo un golpe nuclear de advertencia; la OTAN responde con un pequeño ataque y la guerra consiguiente causa más de 90 millones de bajas en las primeras horas.

Ningún tratado de control de armas regula las ojivas menores, conocidas en ocasiones como armas nucleares tácticas o no estratégicas, con el fin de que las superpotencias nucleares fabriquen y desplieguen tantas como deseen. Rusia tiene tal vez 2000, según Hans M. Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear en la Federación de Científicos Estadounidenses, un grupo privado en Washington. Además, Estados Unidos tiene alrededor de 100 en Europa, una cantidad limitada por disputas de políticas nacionales y las complejidades políticas de ubicarlas en bases entre los aliados de la OTAN, cuyas poblaciones a menudo se resisten y protestan la presencia de las armas. A lo largo de los años, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN han buscado competir con el arsenal ruso de armas nucleares menores. Todo comenzó hace décadas, cuando Estados Unidos empezó a mandar bombas para aviones de combate a bases militares en Bélgica, Alemania, Italia, Turquía y los Países Bajos. Kühn notó que la alianza, en contraste con Rusia, no realiza simulacros de campo para practicar una transición de una guerra convencional a una nuclear.

En 2010, Obama, quien desde hacía tiempo había abogado por un “mundo sin armas nucleares”, decidió renovar y mejorar las armas de la OTAN, al convertirlas en bombas inteligentes con aletas maniobrables que perfeccionaron su nivel de precisión. Eso, a su vez, les dio a los estrategas de guerra la libertad de reducir la fuerza explosiva variable a tan solo el dos por ciento de la fuerza de la bomba de Hiroshima.

La capacidad de explosión reducida hizo que romper el tabú nuclear fuera “más asimilable”, advirtió en ese entonces James E. Cartwright, vicepresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos durante el gobierno de Obama. Aun así, respaldó el programa debido a que el alto grado de precisión disminuía el riesgo de daño colateral y bajas civiles. Sin embargo, tras años de retrasos en el financiamiento y en la fabricación, la bomba renovada, conocida como el misil B61 Modelo 12, no se desplegará en Europa sino hasta el próximo año, narró Kristensen.

Los constantes refuerzos rusos y las lentas respuestas estadounidenses motivaron al gobierno de Donald Trump a proponer una nueva ojiva en 2018. Su fuerza destructiva se consideraba de apenas la mitad del equivalente de la bomba de Hiroshima, según Kristensen. Fue desplegada en la flota de la nación de catorce submarinos con misiles balísticos.

Aunque algunos expertos advirtieron que la bomba, conocida como W76 Modelo 2, podría tentar más a un presidente a ordenar un ataque nuclear, el gobierno de Trump argumentó que el arma reduciría el riesgo de una guerra, pues garantizaría que Rusia enfrentara la amenaza de contrataques equivalentes. Fue desplegada a finales de 2019.

“Todo se trata de psicología, de psicología letal”, señaló Franklin C. Miller, un experto nuclear que respaldó la nueva ojiva y, antes de dejar el sector público en 2005, ocupó cargos en el Pentágono y la Casa Blanca durante tres décadas. “Si tu oponente piensa que tiene una ventaja en el campo de batalla, intenta convencerlo de que está en un error”.

Cuando era candidato a la presidencia, Biden calificó a la ojiva menos poderosa como una “mala idea” que haría a los presidentes “más proclives” a usarla. Sin embargo, Kristensen dijo que parecía improbable que el gobierno de Biden retirara la nueva ojiva de los submarinos de la nación.

No queda claro cómo respondería Biden al uso de un arma nuclear por parte de Putin. Los expertos especulan que una posible respuesta de Estados Unidos a una pequeña detonación rusa, podría ser disparar una de las nuevas ojivas lanzadas por submarino a las áreas silvestres de Siberia o contra una base militar dentro de Rusia. Miller, el exfuncionario nuclear del gobierno y expresidente del comité de políticas nucleares de la OTAN, opinó que una explosión como esa sería una forma de indicarle a Moscú que “esto es serio, que las cosas se están saliendo de control”.

Estrategas militares indican que una réplica de ojo por ojo devolvería la responsabilidad de una mayor escalada a Rusia, lo que le haría sentir a Moscú su intimidante peso y, en un contexto ideal, evitaría que la situación se saliera de control a pesar de los peligros de hacer malos cálculos y cometer accidentes que existen durante la guerra.

En un contexto más sombrío, Putin podría recurrir a sus armas atómicas si la guerra en Ucrania se expande a Estados vecinos que pertenecen a la OTAN. Todos los miembros de la OTAN, incluyendo a Estados Unidos, están obligados a defenderse entre sí (potencialmente con salvas de ojivas nucleares). Un misil B61 Modelo 12 es preparado para pruebas acústicas en los Laboratorios Nacionales Sandia en Albuquerque, Nuevo México. La configuración explosiva en su ojiva nuclear es de solo el dos por ciento del equivalente a la bomba de Hiroshima. (Randy Montoya/ Laboratorios Nacionales Sandia vía The New York Times)