Por The New York Times | Katie Rogers y Annie Karni
WASHINGTON— Debería haber sido una pregunta fácil.
La semana pasada, en Guatemala, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, se sentó con el presentador de la NBC Lester Holt, quien la interrogó sobre la razón por la que no había visitado la frontera entre Estados Unidos y México como parte de su labor para examinar las causas fundamentales de la migración. Tras la tercera pregunta relacionada con la frontera, la vicepresidenta al parecer no aguantó más.
“Nunca he ido a Europa”, dijo Harris, “No entiendo cuál es tu punto”.
La respuesta dejó perplejos a varios funcionarios gubernamentales que sabían que Harris se había preparado a profundidad para la pregunta. Al desviarse del guion, la vicepresidenta les dio a los republicanos combustible para un ciclo de noticias que duró más que su viaje de dos días. En otra aparición, su mensaje contundente a los migrantes en nombre del presidente Joe Biden —“No vengan”— fue criticado por los legisladores del ala progresista de su propio partido.
El viaje cristalizó algo crucial sobre la vicepresidencia de Harris: ya sea que cumpla con el guion —como lo hizo al decirle a los migrantes que no vinieran— o se desvíe de él, no podrá satisfacer a todos. Ahora que tiene en su agenda dos de los temas más polarizantes, migración y los derechos de votación, el riesgo de cometer equivocaciones es tan alto y los problemas tan espinosos que incluso sus aliados afirman que Harris se encuentra en una situación imposible de ganar.
Harris, una política que siempre ha tenido dificultades para definirse a sí misma, está tratando de hacerlo ahora en tiempo real, con dos problemas que podrían complicar su propio futuro político y potencialmente volcar algunas de las ambiciones centrales de Biden para su legado.
“Sencillamente, han estado desprevenidos con la inmigración y se han causado ellos mismos una importante vulnerabilidad política”, dijo Richard N. Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, a quien Harris recurrió para obtener asesoría sobre política exterior durante las elecciones, sobre la estrategia del gobierno de Biden para responder al incremento de migrantes en la frontera. “Es una mala suerte para ella que esta sea su tarea. Dadas estas circunstancias, no podrá tener éxito”. . como algo positivo para el gobierno.
Harris es consciente de lo que está en juego.
Según entrevistas con 20 asistentes, aliados y exasesores de la Casa Blanca, Harris está tratando de darle forma a su vicepresidencia al abordar asuntos políticos difíciles de manejar, desarrollar relaciones que como senadora no era conocida por cultivar y apegarse a los objetivos del presidente, incluso cuando parte de lo que dice en este momento contradice lo que afirmó solía creer.
“Ese es el puesto para el que se comprometió”, dijo en una entrevista Gil Duran, estratega demócrata y exasesor de Harris. Como senadora, Harris firmó una carta en la que criticó al gobierno de Donald Trump por su uso de una regla de salud pública para rechazar a los solicitantes de asilo en la frontera, una postura que contradice la política actual del gobierno de Biden.
Sin embargo, Duran señaló que la acogida de los demócratas a las advertencias del gobierno de Biden a los migrantes “podría lucir muy diferente en unas elecciones en el futuro y esa es la audiencia a la que Harris se está dirigiendo ahora”.
Harris, una senadora carismática que entró a las elecciones presidenciales de 2020 provocando comparaciones con Barack Obama, no llegó al caucus de Iowa en parte porque nunca supo qué temas enfatizar. Como vicepresidenta, Harris comenzó su mandato como una generalista, en gran parte para aprender los ritmos de un presidente que aún estaba conociendo.
Al principio, tuvo dos opciones, elaboradas por Ron Klain, jefe de gabinete de Biden. Podía desarrollar una agenda limitada y profundizar en algunos temas especializados. O podía pasar la mayor parte de su tiempo junto a Biden. Harris, quien desde que se unió a Biden en la fórmula presidencial ha estado ansiosa por demostrar que es una jugadora de equipo, eligió con entusiasmo la primera opción.
Cuando Biden decidió asignarle el Triángulo Norte —una tarea que él había asumido durante sus ochos años como vicepresidente de Barack Obama— la movida se percibió como “un sacrificio por el equipo”, afirmó uno de sus exayudantes, quien habló bajo condición de anonimato para preservar las relaciones.
Hace más de un mes, Harris comenzó a tener conversaciones tanto con el presidente como con Klain sobre otra área en la que sentía podía ser eficaz. En el Senado, había trabajado en la legislación sobre derechos electorales y había copatrocinado dos de los proyectos de ley expansivos que estaban hundiéndose en la cámara. Además, como la primera mujer negra y de ascendencia asiática en ocupar su cargo, el tema tenía una importancia personal.
Harris le dijo a Biden que le encantaría tomar la iniciativa en el tema. Biden estuvo de acuerdo.
“Me alegra que Harris no esté esperando a que alguien le sirva en su plato lo que debe estar en su menú”, dijo Donna Brazile, quien dirigió la campaña presidencial de 2000 del vicepresidente Al Gore. “No se me ocurre un tema mejor para ella”.
Los desafíos del nuevo rol de Harris se presentaron casi de inmediato: el senador Joe Manchin III de Virginia Occidental, quien es percibido como un bastión moderado crucial que podría ayudar a sus compañeros demócratas a aprobar una ley expansiva de derechos de voto, dijo públicamente la semana pasada que no podía apoyarla.
También dijo que estaba en contra de eliminar el obstruccionismo legislativo, una promesa que pone en peligro gran parte de la agenda del gobierno de Biden, incluyendo los derechos de voto.
La decisión de Manchin dejó al descubierto otra realidad política para Harris: no tenía relaciones lo suficientemente sólidas con legisladores clave para negociar sobre ese tema ni sobre varios otros que enfrenta el gobierno. Dado que la aprobación de cualquier legislación sobre el derecho al voto parece cada vez menos probable, muchos demócratas esperan que Harris desempeñe un papel importante en la organización de grupos de derechos civiles, empresas privadas y líderes comunitarios para repeler cientos de leyes restrictivas introducidas en las cámaras estatales lideradas por republicanos en todo el país. La próxima semana, Harris recibirá a un grupo de demócratas de Texas que el mes pasado bloqueó la aprobación de una legislación que habría dificultado el voto a los ciudadanos de Texas.
“Va a ser necesario un suplente de alto perfil que diga: ‘Ellos hicieron esto a propósito así que debes presentarte a votar’. Eso podría ser lo que Harris termine haciendo”, dijo Jennifer Palmieri, quien se desempeñó como directora de comunicaciones de la Casa Blanca durante el gobierno de Obama.
Muchos de sus predecesores tuvieron problemas con las limitaciones de la vicepresidencia, pero Harris, la primera mujer de color en ese cargo, se enfrenta a otro tipo de escrutinio. Se ha convertido en blanco de ataques de los medios de comunicación conservadores, que hasta ahora no han encontrado una forma de atacar directamente a Biden. Además, cada acción que hace está siendo vista a través del lente de su propio futuro político. Al elegirla como su compañera de fórmula, Biden, en esencia, la eligió como la principal candidata demócrata para sucederlo.
Sin embargo, por ahora, Harris todavía está aprendiendo a desempeñar un papel que su jefe conoce mejor que casi nadie.
Consciente de la gran inversión que hizo en Harris al elegirla como su vicepresidenta, Biden se ha asegurado de que reciba los mismos materiales informativos que él, además de incluirla en la mayoría de sus reuniones, porque, como dijo un funcionario de la Casa Blanca, quiere que absorba su forma de pensar. Ambos reciben sus informes diarios y clips de medios en iPads.
Harris también tiene una reunión individual semanal con Klain. Según varios asistentes de Biden, ese nivel de inclusión en el trabajo diario de la Casa Blanca nunca se le ofreció a Biden cuando se desempeñó como vicepresidente.
“El trabajo del vicepresidente es muy difícil porque los consejos que das no se perciben y las tareas que realizas quedan totalmente a discreción del presidente y su personal”, dijo David Axelrod, un importante exasesor de Obama. “Para los políticos acostumbrados a roles principales, eso puede llegar a ser muy frustrante”.