Por The New York Times | Li Yuan
Hace cuatro años, a muchos jóvenes chinos les gustaba usar la etiqueta #AmazingChina (China asombrosa).
Hace dos años, afirmaban que China era el estudiante más brillante en la materia de control pandémico y exhortaban al resto del mundo, en especial a Estados Unidos, a “copiarle la tarea a China”.
Ahora, muchos de esos jóvenes creen que son la generación más desafortunada desde la década de los ochenta, conforme la persistente búsqueda de Pekín de la política de “cero COVID” genera caos. Los empleos son difíciles de conseguir. Las pruebas frecuentes para detectar la COVID-19 dictan su vida. El gobierno está imponiendo cada vez más restricciones a su libertad individual al mismo tiempo que los presiona para casarse y tener más hijos.
“No puedo soportar la idea de que tendré que morir en este lugar”, mencionó Cheng Xinyu, de 19 años, una escritora en la ciudad de Chengdu, al suroeste de China, quien contempla la posibilidad de migrar al extranjero antes de que el puño de hierro del gobierno caiga sobre ella.
Tampoco se puede imaginar teniendo hijos en China.
“Me gustan los niños, pero no me atrevo a tenerlos aquí porque no podré protegerlos”, comentó y dio como razón preocupaciones como que los trabajadores de control pandémico irrumpen en los apartamentos para rociar desinfectante, matar a las mascotas y exigir a los residentes que dejen las llaves en las cerraduras de su apartamento.
Cheng es parte de una nueva tendencia conocida como la “filosofía de huir” (o “runxue”, por “correr” en inglés), que fomenta el salir de China para buscar un futuro mejor y más seguro. Ella y millones de personas compartieron un video en el cual un joven discute con policías que le advierten que su familia será castigada por tres generaciones si él se rehúsa a ir a un campamento de cuarentena. “Esta será nuestra última generación”, les respondió a los policías.
Su respuesta se convirtió en un meme en línea que las autoridades censuraron después. Muchas personas jóvenes se identificaron con el sentimiento, expresaron que estaban reacias a tener hijos ante un gobierno cada vez más autoritario.
“No traer niños a este país, a esta tierra, será la acción más caritativa que puedo hacer”, escribió un usuario de Weibo con la etiqueta #TheLastGeneration (la última generación) antes de que fuera censurado. “Como personas comunes que no tienen derecho a la dignidad individual, nuestros órganos reproductores serán nuestro último recurso”, publicó otro usuario de Weibo.
La “filosofía de huir” y la “última generación” son los gritos de guerra para muchos chinos de veintitantos y treinta y tantos años que están angustiados por su país y su futuro. Están ingresando a la fuerza laboral, se están casando y decidiendo si tener o no hijos en uno de los momentos más sombríos del país en décadas. Censurados y reprimidos políticamente, algunos están considerando mostrar su rechazo mientras que otros quieren protestar no teniendo hijos.
Esta es una forma de pensar muy diferente para los miembros de una generación previamente conocida por su inclinación nacionalista.
Crecieron a la par de China, conforme el país se convertía en la segunda economía más grande del mundo. Trolearon a los críticos del historial de derechos humanos de Pekín y boicotearon muchas marcas occidentales por desprecios percibidos de su patria.
En ocasiones, se quejaban sobre sus jornadas laborales agotadoras y la falta de movilidad social ascendente. Sin embargo, aunque estaban menos seguros de su futuro personal, tenían confianza en que China sería grandiosa de nuevo (como su líder máximo prometió).
Esta primavera, se ha vuelto cada vez más claro que el gobierno no puede cumplir sus promesas y que el Estado tiene expectativas diferentes para la vida de sus gobernados.
Una nueva encuesta a más de 20.000 personas, la mayoría mujeres cuya edad oscilaba entre los 18 y los 31 años, descubrió que dos terceras partes de ellas no querían tener hijos. El gobierno tiene una agenda diferente: impulsar a la gente a que tengan tres hijos para rejuvenecer una de las poblaciones en más rápido envejecimiento del mundo.
Doris Wang, una joven profesionista en Shanghái, aseguró que nunca había planeado tener hijos en China. Experimentar el confinamiento estricto durante los dos últimos meses ha reafirmado su decisión. Los niños deberían jugar en la naturaleza y con otros niños, comentó Wang, pero están confinados en apartamentos, atraviesan ronda tras ronda de pruebas para detectar la COVID-19, mientras los trabajadores de control pandémico les gritan y escuchan los anuncios severos a través de los altavoces en la calle.
“Incluso los adultos se sienten muy deprimidos, desesperados y poco saludables; eso sin mencionar a los niños”, relató Wang. “En definitiva, tendrán problemas psicológicos que resolver cuando crezcan”. Contó que planea migrar a un país occidental para que pueda tener dignidad y una vida normal.
Agravando las frustraciones, los titulares están plagados de malas noticias sobre los empleos. Habrá más de diez millones de graduados universitarios en China este año, una cifra récord. Sin embargo, muchas empresas están despidiendo a trabajadores o congelando la cantidad de personal mientras intentan sobrevivir los confinamientos y la mano dura regulatoria. Para los jóvenes chinos, los controles sociales cada vez más estrictos son igualmente depresivos. Es imposible medir cuántos jóvenes chinos se han desilusionado por el puño de hierro del gobierno en los últimos confinamientos, los cuales han afectado a cientos de millones de personas. Pekín tiene control total sobre los medios de propaganda, internet, los libros de texto, las escuelas y casi todos los aspectos que podrían tocar las ondas mentales del público chino.
No obstante, el creciente desencanto en línea es inconfundible. Además, las personas siempre encontrarán maneras de escapar a la represión. En “1984”, Winston escribió un diario. En “The Unbearable Lightness of Being” (“La insoportable levedad del ser”), Tomáš y Tereza se mudaron al campo.
“Cuando descubres que como individuo tienes cero capacidad de combatir el sistema del Estado, tu única salida es huir”, concluyó Wang, la joven profesionista de Shanghái. Tiendas cerradas y acordonadas en Shanghái, el 15 de marzo de 2022. (Qilai Shen/The New York Times) Tiendas cerradas y acordonadas en Shanghái, el 15 de marzo de 2022. (Xinmei Liu/The New York Times)
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