Por The New York Times | Anton Troianovski
Durante mucho tiempo, el presidente Vladimir Putin se describió a sí mismo como el garante de la estabilidad de Rusia y protector inflexible de su condición de Estado.
Este fin de semana, la estabilidad rusa no apareció por ningún lado ni tampoco Putin, quien después de dar una breve declaración el sábado por la mañana desapareció durante el desafío más dramático a su autoridad en sus 23 años de reinado.
En su ausencia, dejó a los rusos estupefactos y cuestionándose cómo el líder de un grupo paramilitar, Yevgeny Prigozhin, pudo organizar un motín armado que amenazó con llegar hasta Moscú el sábado. Y esto generó preguntas incómodas sobre el futuro del presidente ruso: ¿qué impacto tuvo en la seguridad de los rusos la incapacidad del mandatario para impedir la revuelta… y en su permanencia en el poder?
El domingo, los rusos vinculados al Kremlin expresaron su alivio por el hecho de que el levantamiento de Prigozhin no desató una guerra civil. Sin embargo, al mismo tiempo, coincidieron en que Putin había dado tal imagen de debilidad que podría ser duradera.
Konstantin Remchukov, editor de un periódico de Moscú con conexiones en el Kremlin, mencionó en una entrevista telefónica que lo que antes parecía impensable ahora era posible: que la gente cercana a Putin intentara persuadirlo de no candidatearse para reelección en las votaciones presidenciales rusas de la próxima primavera. Remchukov agregó que, con los acontecimientos del sábado, Putin había perdido de manera definitiva su condición de garante de la riqueza y la seguridad de la élite.
La idea de que, “al estar en el poder, Putin proporciona estabilidad y garantiza la seguridad sufrió un fiasco el día 24”, opinó Remchukov. “Si hace un mes estaba seguro de que Putin se iba a presentar sin reservas porque era su derecho, ahora veo que las élites ya no pueden sentirse seguras sin reservas”.
“Estabilidad” fue el estribillo del Kremlin en medio del referendo de 2020 que despejó el camino para que Putin cumpliera dos mandatos más, hasta 2036. Y Putin describe la seguridad del Estado ruso como su principal motivación para invadir Ucrania.
Incluso en medio de los dieciséis meses de guerra en Ucrania, el principal interés del Kremlin ha sido la normalidad en casa. Putin ha opuesto resistencia a las solicitudes radicales para declarar la ley marcial o cerrar las fronteras del país. Para la élite, las nuevas oportunidades de negocio de la economía rusa en tiempos de guerra y un mercado nacional que de pronto se libró de la competencia de muchas empresas occidentales han compensado el escozor de las sanciones de Occidente.
No obstante, el desafío de Prigozhin a la autoridad del Kremlin este fin de semana cambió por completo ese cálculo. Prigozhin, el líder del grupo paramilitar Wagner, logró que sus fuerzas tomaran un cuartel militar ruso en el sur y luego envió una columna de soldados al norte, en dirección a Moscú, con la promesa de entrar en la capital. La crisis se apaciguó la noche del sábado, cuando Prigozhin aceptó retirar sus fuerzas gracias a un acuerdo que les permitió a él y a sus soldados no ser procesados.
Se evitó la amenaza inmediata. Sin embargo, en el proceso, Putin perdió algo más que su reputación de proveedor de estabilidad: el hecho de que Prigozhin y sus fuerzas no fueran castigados perforó la reputación del líder ruso como dirigente decisivo que no tolera la deslealtad.
Información de blogueros militares rusos en torno a que las fuerzas de Prigozhin habían derribado aviones de combate rusos agravó esa impresión. Putin también llamó traidor a Prigozhin después de que lanzó su insurrección y que el jefe mercenario cuestionó la lógica misma de Putin detrás de la guerra en Ucrania. Esas transgresiones parecieron desvanecerse con el acuerdo que puso fin a la crisis.
Según expertos, con esto, Putin parecía tener menos control sobre el Estado ruso de lo que se sabía. Y los adversarios extranjeros no tardaron en aprovechar el tema.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, señaló el domingo que la rebelión de Prigozhin reveló las grietas en el control de Putin sobre el poder. “Fue un desafío directo a la autoridad de Putin”, comentó Blinken en el programa “Face the Nation” de CBS.
Uno de los aspectos más confusos de la crisis fue por qué Putin permitió que se intensificara el conflicto público de Prigozhin con el Ministerio de Defensa de Rusia durante meses sin abordarlo. Prigozhin había manifestado sin pudor sus ataques y menosprecios en contra del liderazgo militar ruso.
Dos personas cercanas al Kremlin, quienes hablaron bajo la condición de permanecer en el anonimato para discutir sobre asuntos políticos delicados, primero que nada, describieron la crisis como el producto de un sistema de gobierno disfuncional que rozaba en el caos, lo cual expresa con claridad la palabra rusa “bardak”.
Según las dos personas, las decisiones en torno al manejo del levantamiento de Prigozhin se tomaron sobre la marcha el sábado, después de meses en los que Putin y su círculo íntimo evitaron enfrentar el problema en vez de encontrar una manera para lidiar con el iconoclasta jefe mercenario.
“Fue un asunto bastante irresponsable”, opinó en una entrevista Konstantin Zatulin, un experimentado miembro del Parlamento del partido de Putin, Rusia Unida. Según Zatulin, el riesgo que representaba Prigozhin “no se diagnosticó a tiempo, tal vez con la esperanza de que se fuera a resolver por sí solo”. Remchukov señaló que el miedo que desató el levantamiento de Prigozhin se podía sentir de varias maneras en la capital rusa. Mencionó que conocía a rusos prominentes que habían huido de Moscú el día de la rebelión. Por su parte, Remchukov comentó que se había quedado en Moscú, pero que había decidido no salir a conducir su Mercedes o su Bentley el sábado por temor a que las fuerzas de Prigozhin se lo pudieran confiscar si llegaban a la ciudad.
Sin duda, el sistema de Putin ha demostrado una resiliencia extraordinaria. Las sanciones no han colapsado la economía ni han provocado que los principales magnates de Rusia se pongan en contra del Kremlin. Una sofisticada maquinaria propagandística y una represión feroz han silenciado en gran medida el disentimiento público ante la guerra, a pesar de su enorme pérdida de vidas humanas.
Según este razonamiento, algunos expertos arguyen que sería prematuro predecir la desaparición del sistema.
“Como observadores de Occidente, lo que vimos ayer nos pareció bastante disfuncional y dramático”, opinó Hanna Notte, asociada sénior no residente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “Pero ese grado de disfuncionalidad puede ser muy duradero en un sistema así”. Vallas publicitarias que invitan a alistarse en las fuerzas armadas rusas en Moscú, el 20 de mayo de 2023. (Nanna Heitmann/The New York Times) El presidente de Rusia, Vladimir Putin, habla con reporteros durante una visita a Teherán, el 20 de julio de 2022. (Arash Khamooshi/The New York Times)