Al comienzo de este período de gobierno, el entonces ministro del Interior Jorge Larrañaga se reunió con el jefe de seguridad presidencial, Alejando Astesiano, y el subdirector ejecutivo de la Policía Nacional, Jorge Berriel. Larrañaga tenía dos objetivos en ese encuentro: que Berriel y Astesiano se conocieran para intercambiar sus números de celulares, y explicarle al jerarca policial que “todo lo que precisara” el custodio del presidente Luis Lacalle Pou, se lo diera.
“Jorge le explicó a Berriel que él se encargaría de la seguridad del presidente y del resto de la familia Lacalle. Por eso, si Astesiano escribía, era importante”, dijo una fuente cercana a Larrañaga a Montevideo Portal.
En el Ministerio del Interior argumentan que puede haber dos tipos de custodios: los fríos y los cercanos. Estos últimos, inspirados en una relación más cercana con el mandatario, suelen tener más responsabilidades por fuera de las que establece el protocolo. Este último perfil se corresponde con el trabajo que desempeñaba Astesiano.
El director de Convivencia y Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior, Santiago González, explicó a Montevideo Portal que “un custodio presidencial no tiene por qué ir a buscar el auto de la esposa del presidente porque está roto”. Y agregó: “Pero ¿que lo haga está mal? No. Lo que está mal es que no vele por la seguridad del presidente de la República”.
Las responsabilidades de Astesiano
Más allá de la confianza y la relación de cercanía, hay protocolos sobre cómo y qué debe hacer el jefe de la seguridad presidencial, y, en particular, el decreto 16/006 del año 2006 regulaba sus funciones. Por lo que, más allá de velar por la integridad física de Lacalle, también estaba al mando de la seguridad interna de la Torre Ejecutiva, el establecimiento Anchorena, y las residencias presidenciales de Suárez y Reyes y de Punta del Este.
Además, estaba encargado de manejar todos los recursos que fueran utilizados para la seguridad presidencial. A modo de ejemplo, podía preseleccionar personal y evaluar si estaban capacitados para integrar el equipo de custodios.
Astesiano debía controlar los viáticos que cobraban cada uno de los integrantes de su equipo, así como también estar al tanto de cómo estaba la flota de vehículos oficiales. El decreto establece incluso que los autos y camionetas —o cualquier tipo de medio de transporte— deben estar siempre listos para ser utilizados.
El exfuncionario debía saber quién entraba a la Torre Ejecutiva y brindar las autorizaciones necesarias para el ingreso al edificio. Este aspecto también aplicaba para el resto de los recintos presidenciales.
La normativa deja claro que el jefe de la custodia presidencial debe procurar la seguridad del mandatario. En ese sentido, es responsable de los viajes oficiales que hace Lacalle.
Astesiano debía coordinar todo lo necesario para prevenir contratiempos y que Lacalle —y la comitiva que viajara junto a él— llegaran a destino y volvieran a Uruguay en sanas condiciones. Tanto para esto como para los viajes nacionales, el excustodio debía hablar con las correspondientes autoridades policiales, militares o de Cancillería.
La relación con el Ministerio del Interior
En el citado decreto se establece que el jefe de la custodia puede requerir “en cualquier momento apoyos y recursos” del Ministerio del Interior, así como también de otros organismos públicos y privados.
Estas instituciones “están obligadas a suministrar la colaboración directa, el apoyo o la información que le sea solicitada”. En esta línea, si el excustodio quería, podía solicitar información de cualquier hecho policial que entendiera que afectaba la tarea que desempeñaba su equipo.
Esto último podía hacerlo en comunicación directa con jerarcas del Ministerio del Interior o cualquiera de las jefaturas policiales del Uruguay.