El respaldo al mandatario aumentó en cuatro puntos porcentuales desde diciembre de 2019, cuando logró un apoyo del 87 %, a pesar de que Filipinas es el mayor foco de la COVID-19 en el Sudeste Asiático, con unos 322.500 casos y más de 5.700 muertes.
Según el sondeo de Pulse Asia publicado este lunes, el 5 % de los entrevistados desaprueba la gestión de Duterte en los últimos meses, mientras que un 4 % se muestra indeciso.
El mayor aumento de los apoyos, con un 11 %, proviene de las clases sociales más pobres, a pesar de haber sido las más golpeadas durante la pandemia que ha dejado sin trabajo a cerca de la mitad de la población activa filipina.
Duterte es uno de los líderes mundiales con mayor respaldo popular, que no ha bajado del 65 % en todo su mandato y ha alcanzado uno de sus récord en medio de la peor crisis sanitaria y económica en años en Filipinas, que entró en el segundo trimestre en recesión por primera vez en tres décadas.
Grupos de la oposición, organizaciones civiles y la comunidad médica han criticado duramente la respuesta a la pandemia de Duterte, que ha impuesto una de las cuarentenas más largas y estrictas del mundo, particularmente en Manila.
Sin embargo, un sondeo publicado en junio por Social Weather Station (SWS), la otra gran encuestadora del país, reflejó que un 84 % de filipinos cree que el estricto confinamiento vale la pena si sirve para contener la COVID-19, aunque un porcentaje similar de la población, un 83 %, admitió que su calidad de vida ha empeorado durante la pandemia.
Una de las paradojas que envuelven la figura de Duterte es que el elevado índice de apoyo a su gestión en general no va acompañado de un fuerte respaldo a sus políticas estrella, como la guerra contra las drogas o el acercamiento diplomático a China.
Un 93 % de los filipinos repudia la postura pasiva de Duterte en su disputa territorial con el gigante asiático en el Mar de China Meridional, mientras que un 76 % rechaza las violaciones de los derechos humanos y el baño de sangre de su campaña antidrogas, que ha matado a unas 30.000 personas, según organizaciones humanitarias.
Sus comentarios sexistas, sus insultos a la Iglesia en la nación con más católicos de Asia, así como sus ataques la libertad de prensa y la persecución judicial de sus críticos en la democracia más antigua de la región, tampoco han agrietado su reputación interna.
Con información de EFE