Por The New York Times | Anton Troianovski
MOSCÚ — Hundido en una silla, con la corbata roja torcida y una enunciación estilo staccato con la que enfatizaba cada denuncia, el presidente Vladímir Putin pronunció un discurso el lunes 21 de febrero que sonó como un llamado a la guerra.
También fue la culminación de un aluvión de propaganda orquestado por los medios estatales rusos en los últimos días: una demostración cruda de cómo el Kremlin puede usar su dominio del espectro radioeléctrico para sentar las bases de una decisión política que podría causar un dolor generalizado.
Para el martes por la tarde, el mercado de valores de Rusia había vuelto a caer y estaba un 20 por ciento a la baja en menos de una semana mientras las empresas se preparaban para las nuevas sanciones perjudiciales de Occidente. Y los costos potenciales y mucho más trágicos en caso de que Putin decidiera continuar con una invasión a Ucrania todavía parecían incalculables.
Pero para los millones de rusos que ven la televisión, la narrativa de los últimos días ha sido completamente distinta: estruendos y destellos de fuego de artillería. Imágenes borrosas de restos humanos. Mujeres y niños llorando y huyendo. Un llamamiento separatista al presidente. Una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de Putin. Un discurso dramático a la nación.
Y lo que suceda a continuación es un misterio.
Durante meses, mientras Washington advertía sobre una inminente invasión rusa a Ucrania, la poderosa máquina de propaganda de Rusia descartó y parodió los rumores bélicos.
Sin embargo, el fin de semana pasado, todo cambió. Desde el territorio ocupado de Ucrania hasta los pasillos del Kremlin, se conformó, pieza por pieza, la justificación de una posible invasión y se le presentó a la población rusa a través de una difusión implacable en la televisión estatal.
Para el martes, las noticias de la mañana en Channel 1, una estación dirigida por el Estado, anunciaban un “momento histórico”.
“Han terminado ocho años de miedo”, declaró el presentador, en referencia a los residentes del este de Ucrania ocupado por separatistas quienes, según las afirmaciones infundadas del Kremlin, están siendo objeto de un “genocidio” por parte de las fuerzas ucranianas.
“Sin duda alguna debemos ayudar a esas personas”, dijo Margarita Kurdyukova, una jubilada de 60 años en Moscú, mientras explicaba por qué apoyaba la decisión de Putin. “Gracias a nuestro gobierno por al menos haber salvado a los niños y las mujeres”.
No obstante, es demasiado pronto para saber cómo reaccionaría la mayoría de los rusos a las decisiones de Putin; hasta ahora no se percibe nada del júbilo generalizado que acompañó su anexión de Crimea en 2014. El martes, mientras los medios estatales rusos afirmaban que Ucrania estaba atacando a las regiones separatistas respaldadas por Rusia, cuyas independencias fueron reconocidas por Putin el lunes, no se sabía con certeza hasta qué punto llegaría el Kremlin en la escalada del conflicto.
“Cientos y pronto decenas de miles de ciudadanos ucranianos y rusos podrían morir por culpa de Putin”, publicó en las redes sociales Alexéi Navalni, el líder encarcelado de la oposición. “Sí, Putin no dejará que Ucrania se desarrolle y la hundirá en el pantano, pero Rusia pagará el mismo precio”.
Los legisladores de la cámara baja de la Asamblea Federal, la Duma Estatal, insinuaron el martes que la campaña del Kremlin contra el gobierno pro-occidental del presidente Volodímir Zelenski de Ucrania no terminaría con el reconocimiento por parte de Putin de los territorios separatistas en la región de Donbás, al este de Ucrania.
Un diputado nacionalista, Andréi Lugovói, afirmó que esperaba que el reconocimiento marcara “el comienzo del regreso de toda Ucrania a su seno histórico”. Otro diputado, Sergéi Mironov, fustigó a Zelenski y lo calificó como un “cobarde, mentiroso y sinvergüenza”.
El tono indignado y orgulloso fue una continuación de la ráfaga de noticias del fin de semana diseñada para mostrar a una Ucrania respaldada por Estados Unidos como la agresora, a pesar de que ha insistido en no tener planes de montar una ofensiva contra los territorios controlados por los separatistas. Los medios estatales aprovecharon las advertencias occidentales de una posible invasión rusa para pintar a Estados Unidos y a sus aliados como belicistas.
En el noticiario semanal más importante de la televisión estatal rusa, el presentador, Dmitri Kiselyov, enumeró este domingo a los líderes internacionales que, según él, se beneficiarían de la guerra: el primer ministro del Reino Unido Boris Johnson, el presidente de Francia Emmanuel Macron y el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan.
“Todo esto es muy grave”, advirtió Kiselyov. “Ucrania está siendo literalmente arrastrada a una guerra con Rusia”.
Más tarde, el domingo por la noche, en un programa semanal llamado “Moscú. Kremlin. Putin.”, el portavoz del presidente, Dmitri Peskov, reforzó la noción de que, si bien la guerra podría estar cerca, no sería por decisión de Rusia.
“Permítanme recordarles que Rusia, a lo largo de toda su historia, nunca ha atacado a nadie”, dijo Peskov.
El lunes, los medios rusos transmitieron denuncias separatistas de una escalada de ataques de las fuerzas ucranianas y una serie de declaraciones sin fundamento (que Ucrania supuestamente estaba bombardeando comunicaciones, puentes, una estación de filtración de agua y otras infraestructuras). La televisión estatal rusa informó desde la ciudad de Donetsk, controlada por los separatistas, que Ucrania había enviado saboteadores al territorio separatista.
En un canal de YouTube administrado por Vladímir Solovyov, otro presentador de la televisión estatal, un reportero en territorio separatista, describió la muerte de un residente local a causa de los bombardeos ucranianos.
“Quedó hecho pedazos”, narró. “Está ocurriendo un genocidio. La gente está siendo asesinada”.
Los funcionarios ucranianos insistieron en que su ejército no estaba preparando un ataque contra Donetsk y afirmaron que los separatistas estaban bombardeando su propio territorio.
Oleksiy Danilov, un alto funcionario de seguridad de Ucrania, advirtió el lunes que Rusia estaba librando una guerra descarnada de desinformación.
“Se está librando una gran y poderosa provocación informativa contra nuestro Estado”, afirmó Danilov. “Pero es necesario confiar solo en la información oficial”.
Sin embargo, cualquier protesta ucraniana fue ignorada en Rusia. Las fuerzas militares rusas dijeron que habían destruido dos vehículos de combate de infantería de las Fuerzas Armadas de Ucrania que habían cruzado al territorio ruso para intentar evacuar a los saboteadores ucranianos. Como resultado, según declaró el Ejército ruso, cinco personas habían muerto en el lado ucraniano. Es la primera vez durante la crisis que las fuerzas militares rusas afirman estar involucradas en un enfrentamiento directo y letal con las fuerzas ucranianas. Ucrania negó la existencia de tal incursión. Poco después, la televisión estatal mostró un video en el que los líderes respaldados por Rusia de los territorios separatistas hicieron un llamado directo a Putin para que reconociera su independencia, lo que claramente condujo a una reunión especial del Consejo de Seguridad del Kremlin ese mismo día.
El extraordinario espectáculo televisado pareció diseñado para legitimar la fatídica decisión de Putin, y presentó la decisión que tomó como una deliberada y firme, en una aparente refutación de los críticos que consideraban que el presidente estaba más aislado que nunca durante la pandemia.
El lunes por la tarde, Putin reunió a sus funcionarios de mayor rango en el cavernoso Salón Ekaterininsky del Kremlin, y presidió la improvisada reunión televisada de su Consejo de Seguridad. Debido al COVID-19, Putin estaba sentado en su propia mesa blanca con adornos dorados, y los funcionarios estaban dispuestos en sillas frente a él.
“Me gustaría recalcar que no comenté nada previamente con ninguno de ustedes”, dijo Putin en medio de la reunión, mientras acumulaba el suspenso como si estuviera en un programa de telerrealidad. “Lo que está sucediendo en este instante está sucediendo en una página en blanco, porque quería conocer sus puntos de vista sin ninguna preparación previa”.
Algunos funcionarios lucían visiblemente nerviosos, mientras que otros hicieron llamamientos poco disimulados a una ofensiva militar a gran escala contra Ucrania. Hasta hace poco, parecía que muchos rusos habían decidido dejar de hablar de una guerra inminente. Los encuestadores afirman que, si bien la posibilidad de una guerra es uno de los mayores temores de los rusos, no ha surgido ningún movimiento antibélico en las últimas semanas porque muchos simplemente no pueden imaginar esa situación o no ven cómo podrían influir en las grandes decisiones.
Los rusos “sienten que no pueden influir en absoluto en el proceso”, dijo Alexandra Arkhipova, antropóloga social de Moscú, quien descubrió que había habido relativamente poco debate en línea sobre una posible guerra con Ucrania antes del aluvión de propaganda de los últimos días. “Así que tratan de evitar el tema”.
El domingo, un puñado de activistas desplegaron carteles contra la guerra en la Plaza Pushkin del centro de Moscú y fueron arrestados de inmediato. Uno de los manifestantes, Lev Ponomarev, un activista de derechos humanos desde la era soviética, insistió en que, si bien por el momento muchos todavía no podían imaginar una guerra, la mayoría de los rusos se opondría si realmente ocurriera.
“Esta guerra no tendrá apoyo”, declaró Ponomarev en una entrevista el lunes. “Será el colapso de este régimen”. Un grupo de personas que abandonaron los territorios controlados por los separatistas en el este de Ucrania tras las afirmaciones rusas sobre un ataque de parte de Ucrania, observan el discurso televisado del presidente ruso Vladímir Putin en su habitación de hotel en Taganrog, Rusia, el lunes 21 de febrero de 2022. (Sergey Ponomarev/The New York Times) Un soldado ucraniano sostiene fragmentos de un proyectil de mortero cerca del frente en Novozvanivka, en el este de Ucrania, el lunes 21 de febrero de 2022. Ucrania afirma que las regiones separatistas han estado bombardeando su propio territorio como pretexto para iniciar una guerra. (Tyler Hicks/The New York Times)
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