José no se animaba a denunciar a Gustavo Penadés. Lo veía en la tele, lo escuchaba en la radio cuando navegaba por Twitter y le aparecían recortes de audio, lo oía hablar de leyes, del Parlamento y “de todo eso que saben los políticos”.
José, nombre ficticio, dice que no se animaba a denunciar por “el qué dirán”, pero también por “el qué pasará”. El joven que ahora tiene 22 años, pero conoció al exsenador cerca de los 15. Se traslada en el tiempo y el lugar a José Ignacio para responder a la pregunta de cómo se vinculó con Penadés.
“Fue raro. Lo vi pasar un par de veces esa semana de verano y un día paró. Me invitó a subir para ir a comer una hamburguesa. Terminamos y yo pensé que nos volvíamos, pero en determinado momento fuimos hasta un motel. Me subí al auto, no recuerdo la marca, y cuando me dejó en donde estaba parando me dio algo así como $ 2.000”, rememora el joven en diálogo con Montevideo Portal.
José viene de una familia “humilde, pero trabajadora”, y ese verano en el que conoció a Penadés sus padres estaban cuidando la casa de unos ciudadanos argentinos.
—¿Cuándo te diste cuenta de que lo que pasó fue un delito?
—Al tiempo. Obviamente no viví con normalidad aquello que había pasado, pero no entendía mucho. Cuando pasaron los años dije: “Ah, pará, esto estuvo mal”. No tuvimos sexo, sí me hizo practicarle sexo oral y darle muchos besos en la boca.
El joven decidió radicar la denuncia varios meses después de que la militante Romina Celeste Papasso hiciera pública la situación. Recuerda que cuando miraba la televisión y veía a algunas autoridades desconfiar de la palabra de las víctimas, se “reía para no llorar”.
La decisión de acudir a la Fiscalía se dio luego de hablar con algunos amigos y contarles lo que había vivido. José asegura que nunca dijo nada de lo que pasó aquel verano y que sus padres se enteraron el día después de que prestó su testimonio ante el Ministerio Público.
Ante la pregunta de cómo reaccionaron, respondió: “Mejor de lo que yo pensé. Al principio estaban sorprendidos, pero luego de que pasó el tiempo se fueron acomodando las cosas”.
—¿Cómo viviste la imputación?
—Sorprendido, porque nunca pensé que fuera por tantos delitos. Pero viste que muchos piensan que para nosotros es como una especie de triunfo y no lo es. Durante todos estos meses recordé más que nunca lo que me había pasado a mí con el senador.
La verdad cumplida de Romina
Cuando Romina Celeste hizo público lo que había vivido a manos de Penadés y la Fiscalía abrió la investigación de oficio, hubo un momento de descreimiento hacia su palabra y luego, en la medida que la causa tomó relevancia, los hechos que había narrado la militante daban cuenta de una situación que no solo la comprendía a ella.
En la entrevista que mantuvo Romina Celeste Papasso con Montevideo Portal en la que contó lo que había sucedido y señaló a Penadés como culpable, la militante reflexionó: “Vos sabés que es la verdad, y tarde o temprano la verdad o la persona que hace el bien siempre gana. Así que me voy a quedar como espectadora a ver qué pasa y que se maten los que se tienen que matar”.
Ahora Papasso dice que lo que le dio fuerzas para superar el temor que tenía al comienzo fue la conferencia de prensa que brindó Penadés, en la que anunció una denuncia por difamación e injurias que nunca llegó. “Ahí dije que había que redoblar la apuesta, que si quería guerra la iba a tener”, comentó.
La denunciante no niega el miedo que sintió durante todo el proceso, pero se dio cuenta también de que debía seguir porque cada vez se sumaban más víctimas. “Cuando vi todo lo que estaba pasando, me di cuenta de que había destapado algo mucho más grande”, agregó.
La militante decidió hacer público lo que había vivido porque, en una rueda de prensa luego de que escupiera a una funcionaria municipal, Penadés dijo que ella no formaba parte de las filas blancas.
A los ojos de algunos, Romina Celeste actuó con revanchismo, pero ella aclara que lo que lo que gatilló todo fue que se le “removieron un montón de recuerdos asquerosos”. “Estaba convencida de que tenía que decirlo”, expresó.
Esos mismos recuerdos la acompañan desde marzo de este año y la etapa más dura fue cuando se sometió a las pericias psicológicas por parte de Fiscalía. Cada vez que salía, parecía que le “había pasado un camión por arriba”.
“Ahora me sigo acordando, pero menos. Aprendés a convivir con ciertos dolores, porque es eso o tirar la toalla”, dice.
Mastropierro y las amenazas
Jonathan Mastropierro, el otro perfil público que tiene la causa, también se animó a denunciar a Penadés luego de que lo hiciera Romina. Ellos no se conocían y entablaron contacto luego de que hablaran por redes sociales.
Mastropierro se presentó ante la militante como “Mateo” y le dio su apoyo al decirle que le creía y que sabía que lo que decía era cierto porque él había vivido algo similar. Mastropierro conoció al exsenador a través del ex docente de Historia Sebastián Mauvezín, con quien entabló un vínculo tras “matchear” en una aplicación de citas.
Al comienzo las charlas eran normales, como dos personas que se conocen en este tipo de plataformas. Fotos y posibilidades de pactar una cita, hasta que en un momento Mauvezín le preguntó si estaba dispuesto a conocer a Penadés. Él le dijo que sí. Luego explicó ante los medios que aceptó el dinero porque trabajaba de eso.
En los últimos meses, el joven denunció ante Fiscalía que estaba siendo perseguido por la Policía. Según su versión, un efectivo llamado Federico Rodríguez se acercó para conseguir información del resto de las víctimas.
Incluso, como informó Montevideo Portal, Mastropierro aparece en el centro del flujograma que se incautó del teléfono de Penadés. De su cara salen flechas que establecen supuestos vínculos entre todos los denunciantes.
El policía Rodríguez, de acuerdo con la información que reunió Fiscalía, cumplía órdenes por parte del director del ex-Comcar, Carlos Taroco, quien fue imputado en las últimas horas.
Por otro lado, Mastropierro fue condenado en 2019 por cometer cinco delitos de estafa contra Unicef en Uruguay y una financiera local. Para llevar adelante los actos ilícitos se hacía llamar “Jonathan Mastropierro Rockefeller”, a pesar de que su verdadero nombre es Jonathan Gabriel Mastropierro Olivera.
La operativa criminal se basaba en que Mastropierro solicitaba servicios de empresas de remises y se hacía pasar por vicembajador juvenil de la ONU. Así era que el joven cargaba el costo de estos servicios a cuenta de dicha institución, pero una vez que las compañías contratadas pretendían cobrarlos, se daban cuenta de que habían sido víctimas de estafa.
En el caso de la financiera, la Justicia pudo comprobar que el joven realizó diferentes compras con números de tarjetas de crédito de clientes de dicha empresa, que eran obtenidos de forma fraudulenta.