Una niebla baja, que roza el cemento de la avenida Fernández Crespo, y varios bidones de agua con arena y velas todavía apagadas rodean las inmediaciones del Palacio Legislativo sobre las nueve y media de la noche de este 26 de junio de 2023. Hace 50 años, en 1973, este mismo escenario estaba rodeado de militares y tanques de las Fuerzas Armadas.
Frente al edificio, la plaza Primero de Mayo alberga a quienes acudieron a la Vigilia por la Democracia. Se escucha música en vivo y se ven intervenciones artísticas, que buscan despertar la reflexión sobre el presente respecto al pasado, algunas latas de cerveza, velas encendidas y exposiciones de fotos de la huelga general que duró 15 días a partir del inicio de la dictadura. Hay personas de todas las edades, varios son adolescentes y jóvenes, también personas mayores y algunos políticos de traje y corbata, que acompañan el encuentro cultural que convocó el colectivo Jacarandá previo a la sesión conmemorativa del Senado por los 50 años del golpe de Estado.
El 26 de junio de 1973, la democracia uruguaya no era la undécima en el ranking mundial, como la posiciona en la actualidad The Economist. En ese sentido, la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, piensa: “Es un día para reflexionar que la democracia hay que defenderla todos los días, que nunca hay que estar conforme, siempre hay que buscar más diálogo y más discusión”. El joven nacionalista Santiago Gutiérrez Silva, nieto del político del Partido Nacional Héctor Toba Gutiérrez, que fue asesinado en dictadura, está alineado con la frenteamplista: “Lo del Parlamento hoy es muy importante, pero más importante que todo esto es cuidar el día a día”, dice.
El 26 de junio de 1973, la democracia uruguaya era oficialmente cancelada. Ese día, Mirta Toledo tenía 14 años, vivía en Las Piedras, y cuando se bajó del ómnibus para ir al liceo Héctor Miranda vio el Palacio Legislativo “rodeado de tanques y milicos a caballo”. “Me fui corriendo para mi casa”, cuenta. Hoy está en la explanada de la plaza en apoyo a Jacarandá y en memoria de su padre, Manuel Toledo, que fue asesinado en la cárcel. Cincuenta años después, a los 64, dice: “Es lindo tratar de disfrutar la vida y hacer cosas así, que generen cambios”.
Se acercan las 10 de la noche y desde el escenario piden aplausos a las personas que están en la explanada: “La gente de la izquierda, la gente de la derecha [expresa la vocera entre risas]… es un chiste. La gente del medio. La gente de ningún lado y de todos lados a la vez”.
En el Parlamento, personalidades del espectro público y político se acercan a la entrada del Palacio Legislativo, donde cada vez hay más bidones de plástico que rodean el perímetro del edificio, ordenados en dos filas paralelas, uno al lado de otro.
Puertas adentro
El grupo etario se alterna dentro del Salón de los Pasos Perdidos; la presencia joven es minoría. Hay al menos 200 sillas que miran hacia una pantalla gigante y las banderas nacionales —la de Uruguay, Artigas y los Treinta y Tres Orientales—. Entre los invitados están Sergio Puglia, Fito Garcé, Ignacio Munyo, Gerardo Sotelo, Yamandú Orsi, Carolina Cosse.
La campana del Senado anuncia el inicio, se enciende la pantalla y la vicepresidenta de la República, Beatriz Argimón, abre la sesión: “Hace 50 años la dictadura quiso callar a los representantes”. En imágenes se ve a Lucía Topolansky, José Mujica, Luis Alberto Lacalle, Julio María Sanguinetti y Luis Lacalle Pou sentados en fila.
Antes de comenzar, Argimón se toma el tiempo para “dejar en actas” y explicar que en la sesión ordinaria-extraordinaria número 31 que sucedió hace 50 años, el presidente del Senado en aquel momento, Jorge Sapelli, no presidió la sesión porque “estaba intentando evitar el golpe”.
Luego cuenta que, “a través de la tecnología del siglo XXI”, se propone reconstruir “una sesión del Senado que quedó para la historia”. El video tiene como protagonistas a tres senadores que expusieron el 26 de junio de 1973: Wilson Ferreira Aldunate (PN), Amílcar Vasconcellos (PC) y Enrique Rodríguez (FA). Es dificultoso entender y ver con claridad clips registrados hace 50 años, pero, al finalizar cada discurso, los invitados aplauden. Se escuchan sirenas y trompetas militares. Se ven titulares de prensa del momento y símbolos de las Fuerzas Armadas.
Finaliza la exposición y Argimón agradece a las diferentes instituciones, públicas y no públicas, que aportaron a la reconstrucción audiovisual: Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra, el Sodre, Cinemateca, medios de prensa, el fotógrafo Aurelio González, la Biblioteca del Poder Legislativo y los periodistas Alfonso Lessa y Nelson Fernández.
La sesión está por culminar mientras se acomoda el coro del Sodre y los representantes salen del plenario hacia el Salón de los Pasos Perdidos.
La misma prensa que, como dice Argimón, “convive” con los legisladores en el Parlamento, se acerca a intercambiar con los políticos. Se paran frente a las cámaras, son presentados a la ciudadanía, expresan la importancia de conmemorar lo sucedido un día como hoy hace 50 años.
Las personas se ordenan de a pie y se enfrentan al coro. La formación de los líderes de Estado se mantiene, pero ahora entonan el himno nacional en primera fila. El presidente canta con entusiasmo; se lo ve conmovido. Al finalizar no aplaude: sonríe, cierra los ojos brevemente, mira al frente. Se escucha un “viva la República” desde el fondo, Lacalle asiente.
El orden se desordena hacia la puerta principal del Palacio Legislativo, frente a la avenida de las Leyes, por donde todos parten. Al salir, la niebla está aún más espesa, pero las velas prendidas iluminan y rodean todo el edificio.
El intercambio político continúa. Para Wilson Ferreira Sfeir, otro joven nacionalista, nieto de Wilson Ferreira Aldunate, “este es un tema político y no político partidario”. Y Beatriz Argimón comparte que haber presidido esta sesión fue como “renovar votos a favor de la democracia”: “Como hice cuando era muy joven con la generación del 83; Pablo Mieres, Daniel Chasquetti, Fito Garcé, el presidente del Frente Amplio [Fernando Pereira], el del Partido Nacional [Pablo Iturralde], son fruto de una generación que supimos, siendo muy jóvenes, que el camino es la democracia”.
Intercaladas entre las figuras públicas hay tres mujeres que sostienen velas encendidas y se paran frente a la fachada del Parlamento. Una grita “nunca más golpe del Estado” en el murmullo del montón. Hace 50 años, Lilián tenía 10 y vivía en la calle Panamá, a pocas cuadras de este lugar. Recuerda que, al anunciarse el golpe, en su casa “empezaron a hablar los adultos; se paraban, las puertas estaban cerradas, no se podía hablar con los vecinos. Se sentía algo raro, el aire se había convertido en piedra”.
Así, entre gestos, palabras y sentimientos, se fueron sumando los recuerdos de la noche que se quiso evocar reflexivamente para nunca más repetir.