Por The New York Times | Ed Augustin and Frances Robles
Cuba, un país con un gobierno comunista que desde hace tiempo está acostumbrado a la escasez de todo tipo y a las fallas del servicio eléctrico, está sumido en una crisis tan grave que podría desencadenar descontento social.
El domingo por la noche regresó la luz en el barrio de La Habana donde vive Lidia Núñez Gómez —por primera vez desde el viernes por la mañana—, así que se apresuró a utilizar su cocina eléctrica para preparar los muslos de pollo y la carne de cerdo congelada que su hijo le había enviado desde Estados Unidos.
La carne escaseaba, y pronto habría otro corte de electricidad por lo que Núñez Gómez, de 81 años, necesitaba evitar que los alimentos se pudrieran.
Su hija, Nilza Valdés Núñez, de 61 años, con furia en la voz y lágrimas en los ojos, hizo un balance de los meses de apagones, además de la escasez de alimentos y gas.
Mientras una tormenta tropical azotaba la costa oriental del país y un apagón de cuatro días sumió a todo el país en la oscuridad, resumió cómo habían estado los últimos días: “Malísimamente mal”.
“La carencia de luz, la carencia de gas, y todos los otros problemas que uno tiene aquí”, dijo Valdés Núñez, haciendo una pausa para llorar, “te ponen mal”.
Cuba, un país comunista que desde hace tiempo está acostumbrado a la escasez de todo tipo y a un servicio eléctrico irregular, está sumido en una crisis tan grave que, según los expertos, amenaza con desencadenar disturbios sociales.
Ya han estallado algunas protestas callejeras y el presidente ha advertido que castigará severamente a quienes promuevan el desorden.
Durante meses, millones de personas han sufrido escasez de alimentos en las tiendas locales y cortes de electricidad que duraron horas. Pero un apagón de un día entero no era usual hasta finales de la semana pasada.
El viernes, justo después de que las autoridades anunciaran la cancelación de actos culturales y clases universitarias de fin de semana para ahorrar la energía, se produjo un apagón en todo el país.
También se cortó el suministro de agua, lo que enfureció a muchos cubanos, que consideraron esa interrupción como la situación que sobrepasaba los límites.
Las autoridades cubanas se esfuerzan por volver a restablecer la luz para evitar el descontento generalizado, una amenaza potencial para el control del poder por parte del gobierno.
Desde los años posteriores al colapso de la Unión Soviética —el antiguo mecenas de Cuba— que fueron especialmente duros, el país no había experimentado tal serie de dificultades repentinas.
El número de personas que han emigrado en los últimos años no tiene precedentes en la historia de Cuba. Podría decirse que el grado de desesperanza de la población también es inédito. Los expertos dijeron que la amenaza de inquietud social es real, lo que probablemente conllevaría una dura represión de los derechos humanos.
Cerca de 2 millones de personas —casi el 20 por ciento de la población— han abandonado el país en los últimos dos años, lo que ha privado a la nación de su fuerza de trabajo, según analistas y estimaciones.
“Es un caos. En realidad, la palabra que utilizaría es ‘caos’”, dijo Omar Everleny, economista cubano en La Habana. “Quien estaba pensando en irse, ahora está acelerando esos planes. Ahora estás oyendo ‘voy a vender mi casa y me voy’”.
El lunes se restableció el suministro eléctrico en gran parte de La Habana, la capital, pero las autoridades cancelaron las clases en todo el país hasta el miércoles para tratar de ahorrar energía. La red eléctrica se está dividiendo en sistemas más pequeños para evitar que un fallo deje sin electricidad a todo el país.
El gobierno cubano culpa de la crisis eléctrica al embargo comercial de Estados Unidos y a las sanciones intensificadas por el gobierno de Trump, que restringen de manera considerable el flujo de dinero del gobierno cubano. El Departamento del Tesoro estadounidense bloquea a los buques petroleros que han suministrado crudo a Cuba, lo que eleva los costos de combustible de la isla, ya que el país dispone de un número limitado de proveedores.
Además, las centrales eléctricas cubanas tienen cerca de medio siglo de antigüedad y el gobierno ha pospuesto importantes tareas de mantenimiento y mejoras, dejando que la red eléctrica dependa de una infraestructura en mal estado, envejecida y poco fiable, según los analistas. La escasez de combustible agravó el problema, dijeron las autoridades.
“El país está viviendo una situación excepcional, está marcada por dos eventos fundamentales y que son muy complejos: por un lado tenemos una emergencia energética y, por otro lado, estamos en una fase de alarma ciclónica para las provincias orientales”, dijo el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Reconoció la grave situación, pero después de que algunas personas protestaran públicamente en La Habana, también lanzó una clara amenaza de que serían procesadas con todo el peso de la ley.
“No vamos a aceptar ni vamos a permitir que nadie actúe provocando hechos vandálicos y mucho menos alterando la tranquilidad ciudadana de nuestro pueblo”, dijo el presidente. “Y eso es una convicción y eso es un principio de nuestra revolución”.
Los apagones y los problemas relacionados con la pandemia de coronavirus desencadenaron protestas significativas en 2021, en las que miles de personas salieron a la calle. Cientos de personas fueron enviadas a prisión.
Muchos jóvenes descontentos han abandonado el país desde entonces, lo que en realidad podría acabar siendo un salvavidas para el gobierno cubano. No solo se han ido millones de personas descontentas, sino que suelen enviar dinero a su país, lo que evita un colapso total de la economía.
Además, muchos disidentes, activistas y periodistas independientes que criticaban de manera abierta al gobierno se vieron obligados a exiliarse.
La mayoría de los cubanos preferirían marcharse antes que protestar colectivamente, dijo Ted Henken, investigador especializado en Cuba en el Baruch College de Nueva York, “especialmente cuando el gobierno ha demostrado claramente su voluntad de reprimir violentamente a los manifestantes y encarcelar incluso a quienes protestan pacíficamente o a quienes publican sobre dichas protestas en las redes sociales”.
Cada vez que Lázaro Manuel Alonso, periodista de un medio de comunicación estatal, publicaba una actualización optimista sobre los avances en el restablecimiento de la electricidad este fin de semana, cubanos de todo el país respondían, haciéndole saber que seguían a oscuras.
“Ya en Pinar vamos por 80 horas y sin esperanza”, publicó un usuario.
Habían pasado 72 horas sin luz en Santo Suárez, dijo otro usuario, “y ni hablar que tampoco hay agua”.
“Estamos embarcados en Alamar”, publicó otro usuario de Facebook.
En el este de Cuba, zonas que no se habían inundado antes estaban bajo un metro de agua tras el paso del huracán Oscar, que tocó tierra el domingo, informó el gobierno cubano. Unas 15.000 personas habían sido evacuadas de Imías y otra ciudad cercana.
En Baracoa y Maisí, ambas en la provincia de Guantánamo, más de 1700 viviendas sufrieron daños en los tejados, y otras decenas se derrumbaron parcialmente.
También fueron afectados los cultivos de café.
Sebastián A. Arcos, director interino del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de Florida, en Miami, dijo que sería imprudente especular sobre si los problemas amenazan el futuro de la Revolución cubana. Recuerda que estaba convencido de que el gobierno cubano se derrumbaría tras la caída de la Unión Soviética. Y eso fue hace más de 30 años.
Díaz-Canel asumió el cargo en 2019, pero el expresidente Raúl Castro, un marxista comprometido que junto con su hermano Fidel dirigió la revolución que tomó el poder en 1959, sigue teniendo una influencia enorme, dijo Arcos.
“Es un momento crítico y dramático”, dijo Arcos, quien abandonó Cuba en 1992 tras pasar un año en prisión por intentar huir de la isla. “Muestra de forma muy dramática el colapso de la economía cubana tras 65 años de mala gestión por parte de este régimen”.
es una reportera del Times que cubre América Latina y el Caribe. Lleva más de 25 años informando sobre la región. Más de Frances Robles.