Por The New York Times | Michael Crowley
WASHINGTON — En una cálida noche de junio, Benjamin Wittes estaba sentado en una mesa de juego en la calle frente a la Embajada de Rusia en Washington, para dar inicio a su espectáculo de luces.
A su alrededor había una gran cantidad de cables y equipos, incluido un ordenador portátil y dos potentes proyectores de luz. Uno de ellos ondeaba una bandera ucraniana gigante azul y amarilla proyectada en la fachada blanca de la embajada.
Eso fue solo el comienzo. “Tenemos un pequeño ensayo que vamos a proyectar, línea por línea, en tres idiomas”, explicó Wittes, un destacado experto en leyes de seguridad nacional. “Trata sobre niños secuestrados”. Para el final de la noche, estaba proyectando un improperio en ucraniano acerca del presidente ruso Vladimir Putin sobre la imponente estructura de la embajada.
Desde que comenzó la guerra en Ucrania el año pasado, Wittes y sus amigos han estado proyectando mensajes en la embajada una vez cada tantas semanas. Claramente, está afectando a los rusos. Esa noche, los rusos estuvieron intentando tapar sus imágenes con sus propias proyecciones, incluidas dos Z blancas gigantes, un símbolo ruso nacionalista del esfuerzo bélico.
En una oportunidad, en la primavera de 2022, un foco ruso persiguió una bandera ucraniana por la fachada de la embajada en un juego casi caricaturesco del gato y el ratón que desde entonces ha sido visto millones de veces en línea. En abril, un hombre fornido con pantalones de mezclilla y una camiseta de los Orioles de Baltimore salió de la embajada y obstruyó en silencio los proyectores de Wittes con un paraguas abierto en cada mano.
“Libran guerras de focos con nosotros”, afirmó Wittes. “En realidad, es bastante infantil”.
También es la extraña nueva normalidad alrededor del principal puesto diplomático de Rusia en Estados Unidos. Es un escenario de protestas casi constantes, juegos de espionaje y en general un ambiente enrarecido mientras se desarrollan las relaciones más hostiles en décadas entre Estados Unidos y Rusia en el corazón de Washington. A miles de kilómetros del frente de guerra en Ucrania, el complejo de la embajada se ha convertido en una zona de combate a su manera.
El embajador ruso, Anatoli Antonov, la ha llamado “una fortaleza sitiada”. Dentro de sus altas vallas rodeadas de cámaras de seguridad, el recinto es una aldea autónoma, con un complejo de apartamentos para diplomáticos y sus familias, además de una escuela, un parque infantil y una piscina. En una tarde reciente, se podía ver a una niña andando en patineta cerca de un huerto.
En los últimos años, hasta 1200 miembros del personal ruso han trabajado en el complejo de la embajada. El Departamento de Estado no ha informado cuántos quedan —los niveles de personal aquí y en la Embajada de Estados Unidos en Moscú son actualmente un tema delicado— pero en enero de 2022, Antonov precisó la cifra en 184 diplomáticos y miembros del personal de apoyo.
Y aunque el personal de la embajada quizá esté entre los residentes menos bienvenidos de Washington, los funcionarios del gobierno de Biden están contentos de que estén aquí. Es fundamental mantener lazos diplomáticos incluso en los peores momentos, aseguran. Expulsar a los rusos por completo también significaría el fin de la presencia diplomática de Estados Unidos en Moscú, la cual, entre otras cosas, trabaja para ayudar a los ciudadanos estadounidenses encarcelados en Rusia.
Antonov se mudó de su residencia oficial en una casa histórica cerca de la Casa Blanca y ahora vive en la embajada, según personas que se comunican con él. Es un diplomático veterano que pasó años negociando acuerdos de control de armas con sus homólogos estadounidenses en Ginebra. Pero también se desempeñó como viceministro de Defensa cuando Rusia anexó Crimea en 2014 y ha sido sancionado por la Unión Europea.
A menudo se queja de sus escasos contactos con funcionarios del gobierno de Biden y miembros del Congreso —en una oportunidad Politico lo llamó “Anatoli, el solitario”— así como de las protestas y el “vandalismo” frente a las puertas de su embajada.
Las protestas son rutinarias, e incluyen cánticos contra Putin y transmisiones del himno nacional de Ucrania que atraen bocinazos de apoyo de los autos que pasan. Las casas en la calle del frente están adornadas con banderas ucranianas y lemas antirrusos. Los vecinos le gritan: “¡Slava Ukraini!” (“¡Gloria a Ucrania!”) a los rusos que entran y salen de ahí.
Bob Stowers, un residente local, contó que se detiene en cada una de las seis cámaras de seguridad en su caminata diaria, que pasa por la embajada, y sostiene un artículo noticioso sobre el líder de la oposición rusa encarcelado Alekséi Navalni. “Me hace sentir un poco mejor”, afirmó. Antonov podrá quejarse de la vida en Washington, pero las cosas son mucho peores para los estadounidenses en Moscú, aseguraron funcionarios estadounidenses.
Allí, las protestas fuera de la Embajada de Estados Unidos son comunes, aunque los funcionarios creen que, a diferencia de Washington, son organizadas por el gobierno anfitrión. Los diplomáticos estadounidenses son seguidos constantemente por la ciudad y, en ocasiones, intimidados por agentes de seguridad rusos. El día de enero en que la recién confirmada embajadora de Estados Unidos, Lynne Tracy, llegó por primera vez a su oficina, hubo un apagón eléctrico sin explicación.
Un ex alto funcionario estadounidense recordó un incidente reciente en el que alguien pegó una letra Z gigante en el techo del automóvil de un diplomático estadounidense que estaba dentro de una tienda de comestibles. La televisión estatal luego transmitió imágenes aéreas del auto entrando a la Embajada de Estados Unidos, según contó el exfuncionario.
En junio de 2022, la ciudad de Moscú le cambió el nombre al terreno alrededor de la Embajada de Estados Unidos y le dio una nueva dirección: Plaza de la República Popular de Donetsk 1. (El nombre hace referencia al gobierno no reconocido instalado por Rusia en una provincia ocupada del este de Ucrania).
Los rusos también tienen sus proyectores y han proyectado imágenes de masacres de las guerras de Estados Unidos en Irak, Vietnam y Afganistán en un edificio frente a la Embajada de Estados Unidos.
Mientras continúa la guerra en Ucrania, pareciera que nada de esto disminuirá pronto. Wittes, por su parte, está profundamente comprometido. “Se ha requerido de mucha energía, mucho dinero y mucha experimentación” para perfeccionar sus espectáculos de luces, afirmó. Además, dijo, “hace felices a los ucranianos”. Una casa en la calle frente a la embajada rusa en Washington exhibe banderas ucranianas y lemas contra la guerra, el 27 de mayo de 2023. (Kyna Uwaeme/The New York Times). Manifestantes plantan girasoles frente a la embajada rusa en Washington, el 27 de mayo de 2023. Los vecinos afirman que las flores plantadas en apoyo a Ucrania fueron desenterradas durante la noche. (Kyna Uwaeme/The New York Times).
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