Renunció Manuel Esmoris a su cargo de presidente de la Comisión de Patrimonio. Finalmente, lo lograron. Y quedó demostrado que es imposible cambiar las cosas "desde adentro", que uno termina privilegiando su salud y su tranquilidad en lugar de andar haciéndose mala sangre por cualquier estupidez y de enfrentarse todo el tiempo a roscas y grupos que pelean por el podercito. A Manuel terminaron hartándolo la barrita de arquitectos y los "estilistas del patrimonio" que dan vueltas alrededor de la comisión quejándose por cualquier amague de novedad y peleando por pequeñas cuotitas de poder o de pantalla. A los "puristas de la conservación" les molestaba, por ejemplo, que se hicieran remeras o pins con los logos del Día del Patrimonio. Les molestaba que Manuel fuera de frente y puteara cuando fuera necesario, a veces a los gritos. Les molestaba tener al frente a un tipo enérgico, renovador, con ideas contemporáneas. Esa era la batalla que Esmoris tuvo que pelear con los de adentro. Y la perdió. La otra batalla, la pelea con los de afuera, era -paradójicamente- más sencilla para Manuel: se trataba de pararles el carro a los curradores y a los coimeros y a los buscadores de tesoros. Ahora la comisión queda, como estaba antes, en manos de ineptos que van a dejar que todo siga como está. Justamente, a eso es a lo que llaman patrimonio: a lo que se mantiene quieto todo el tiempo, a lo que no avanza, a lo que no se muestra. Una comisión ideal para que la presida un inútil, y no un tipo que se mueva.
(Nada. Eso. Que a Manuel le va a seguir yendo bien. A la Comisión de Patrimonio, en cambio...)
Leo "Rock que me hiciste mal, El rock uruguayo desde los 60 a nuestros días", de Fernando Peláez y Gabriel Peveroni. Repasa a cuatro manos las carreras, los artistas y los grupos más importantes de la música uruguaya, su importancia social, el modo en que se fueron concatenando y llegando al sitio que ocupan hoy. Hay material de antología, sobre todo en el aspecto fotográfico del asunto. ¡Aquella foto de Tabaré Rivero! ¡Hubo un tiempo en que Nasser hacía rock! ¡Y Jaime Roos tenía cerquillo!
(Sale 350 pesos. Edita Banda Oriental. Auspician Canal 10 y Coca Cola. Quizá por eso en la contratapa Macunaíma le da su "Bendición de dinosaurio". Pero qué necesidad)
Votaron los críticos de cine, y deteminaron cuáles fueron las mejores películas del año. Obviamente, todo es obvio y predecible. Caché fue elegida como la mejor, aunque se trata claramente de una película sobrevalorada en la que el director se hace el vivo y se cree más inteligente que los espectadores. En cine uruguayo, en un año con pocos estrenos, premiaron como mejor película a La perrera, de Manuel Nieto. Y bodrios como La marcha de los pingüinos y La historia del camello llorón. Pasan los años, y los críticos siguen oponiendo cine de calidad con éxito de público, y no se animan a premiar películas taquilleras. Sin ir más lejos, dejaron afuera a Scorsese y, aunque reconocieron a David Cronenberg como mejor director, no les dio el cuero para elegir a Una historia violenta como mejor película. Se olvidaron de Las muñecas rusas. No tuvieron en cuenta a Oldboy. Ni a Flores rotas. Ni a Crónica de una fuga. Ni hablar de películas "comerciales" como 16 calles o Munich. En fin... cada público tiene la crítica que se merece.
(El martes 19 presentaron el resultado de la votación con un acto en la sala chica del Metro. Les quedó grande)
Leo Mateo y Trasante. Treinta años, 1976-2006. Conversaciones con Jorge Trasante, de Daniel Figares. Está bárbaro por tres cosas: por el rescate histórico de uno de los mejores discos de la música uruguaya; por la forma en que están transcriptas las entrevistas, tan elaboradamente fieles que es como si uno escuchara hablar a Trasante, y por la cantidad y calidad de las fotos -la mayoría poco conocidas hasta ahora- de Enrique Abal Oliú. Trasante y Figares muestran una faceta poco conocida de Mateo, alejada del estereotipo: un tipo prolijo, puntual y coqueto, cuya "locura" tenía un método. Un músico genial y adelantado a su tiempo. Un hombre sensible y sentimental. Un hijo apegado a su madre, con quien vivía en una pensión de la calle Vázquez. El libro también recrea la época de los 70, cuando los músicos creaban en el secreto y la pobreza, cuando la dictadura no les daba la libertad que ellos necesitaban. Lo más discutible del libro es la introducción, escrita por Figares, donde aprovecha para decir que había tipos que acusaron a Mateo de "no comprometerse", cuando en realidad "son ellos los no comprometidos". Que había quienes ante Mateo "sentían vergüenza ajena, aunque era ÉL el que mendigaba". Que otros que lo criticaban "más tarde le afanaron todos los piques". Y que otros "vivieron y viven de sus restos". Dan ganas de preguntarle a Figares de quiénes habla. De preguntarle por qué él, que es tan directo -y lo digo sin ironía- no da los nombres de sus acusados. De preguntarle por qué sigue tan enojado, por qué se pone a rezongar en un libro que perfectamente podría definirse como un homenaje, una fiesta. Un libro fundamental que analiza un disco también fundamental, que apropiadamente se reedita en estos días.
(Lo editó Banda Oriental. Cuesta 350 pesos)
Volvemos al Teatro Metro por tercera vez, a pedido del público. El Termómetro Café Concert se presenta el viernes 22 a las 21:30. La banda invitada se llama Sinatras, que acaba de editar su disco Subibaja.
(100 mangos. Nada. Vayan, que es mi aguinaldo)