Por The New York Times | Alan Feuer and Nate Schweber

Un autolavado en Guadalajara en el que según un testigo del juicio, Oscar Nava Valencia, sobornó a García Luna en 2008. (U.S. Dept. of Justice via The New York Times) Culiacán, bastión del Cártel de Sinaloa. (Brett Gundlock/The New York Times) Drug Abuse and Traffic Bribery and Kickbacks Drug Cartels Corruption (Institutional) Sinaloa Cartel Barragan, Villarreal Garcia Luna, Genaro Guzman Loera, Joaquin Valdez Villarreal, Edgar Mexico United States Los jurados del proceso contra el exfuncionario mexicano han escuchado relatos de asesinatos, secuestros, cargamentos de drogas y supuestos sobornos pagados por el Cártel de Sinaloa.

El juicio a Genaro García Luna, quien fue un alto funcionario de seguridad en México y que ahora es acusado en Estados Unidos de aceptar sobornos de capos de la droga, ha tocado una serie de temas típicos de los casos que involucran cárteles. Los miembros del jurado han oído hablar de asesinatos sangrientos, de cargamentos de narcóticos e incluso de un gato blanco llamado Perico, en referencia a la cocaína.

También han oído hablar, por supuesto, de la acusación principal contra García Luna: que mientras actuaba como rostro público de la guerra contra las drogas en México, recibía en secreto millones de dólares del mayor grupo criminal del país, el Cártel de Sinaloa.

El juicio, que entra ahora en su tercera semana, se celebra en el tribunal del Distrito Este de Nueva York, en el centro de Brooklyn. Los fiscales afirman que, con la ayuda de García Luna, el Cártel de Sinaloa pudo enviar grandes cantidades de droga a zonas de la ciudad, incluidos los vecindarios de Queens y Brooklyn, que están bajo la supervisión del tribunal federal.

Se espera que el juicio dure alrededor de un mes más y el caso de la fiscalía seguirá presentando un desfile de testigos del mundo de la droga. Entre ellos podrían figurar Édgar Valdez Villarreal, estrella del fútbol estadounidense en una secundaria de Texas que saltó a la fama como traficante en México, y Édgar Veytia, ex fiscal general del estado de Nayarit, en la costa del Pacífico.

Es probable que la defensa contrataque alegando lo mismo que hizo cuando comenzó el juicio el mes pasado: que los testigos de la acusación mienten y que, más allá de sus declaraciones, no existen pruebas concluyentes de que en algún momento García Luna aceptara un soborno.

Estos son los puntos clave de los testimonios de la semana pasada.

Un soborno en un autolavado

El lunes, el jurado escuchó a Óscar Nava Valencia, exlíder del Cártel Milenio, quien aseguró haberle pagado personalmente a García Luna. Nava Valencia declaró que en 2008, cuando buscaba protegerse de un rival violento, dio a García Luna 3 millones de dólares en efectivo en una reunión secreta en un autolavado.

Nava Valencia, conocido como El Lobo, explicó al jurado el contexto del pago: su otrora aliado en el Cártel de Sinaloa, Arturo Beltrán Leyva, se había vuelto en su contra luego de que Nava Valencia eligió apoyar a una facción rival de la organización durante una guerra civil sangrienta, y requería de la ayuda de García Luna.

Según su versión, organizó una reunión en la oficina del segundo piso de Estetic Carwash, un negocio de autolavado en Guadalajara, capital de Jalisco. Nava Valencia añadió que García Luna trajo a uno de sus principales lugartenientes, Luis Cárdenas Palomino, quien también ha sido acusado en el caso federal, pero sigue bajo custodia en México.

El testimonio de Nava Valencia, presentado después de un relato similar detallando un soborno por parte de Sergio Villarreal Barragán, conocido como El Grande por su tamaño imponente y quien fuera uno de los principales ayudantes de Beltrán Leyva. El mes pasado, Villarreal Barragán apareció en la corte y le contó al jurado que él y Beltrán Leyva le habían dado a García Luna más de 14 millones de dólares durante un negocio de narcotráfico en una bodega a principios de la década de 2000.

En el careo, Nava Valencia admitió que temía declarar contra García Luna, quien había dirigido el equivalente mexicano del FBI y que tuvo un cargo en el gabinete del gobierno de Felipe Calderón, que era el presidente de México en ese entonces.

De hecho, durante una entrevista con los fiscales apenas hace dos meses, dijo Nava Valencia, brevemente se retractó de sus declaraciones de que conocía a García Luna.

La confusión, le dijo al jurado, surgió por el hecho de que a él y a su familia los habían amenazado porque cooperó con las autoridades. No dio detalles de la amenaza.

“Estaba preocupado por mi familia en México”, declaró Nava Valencia. “Siento que estoy en peligro”.

Un secuestro, seguido de una fuga

El martes, los jurados escucharon a otro testigo cooperante, Israel Ávila, un contador del Cártel de Sinaloa, quien ofreció un atisbo de la relación tumultuosa entre García Luna y Beltrán Leyva.

Ávila le dijo al jurado que cuando el cártel estalló en una guerra, Beltrán Leyva quiso saber si García Luna apoyaría a su lado o al bando de su principal rival, Joaquín Guzmán Loera, el capo conocido como El Chapo, quien hace cuatro años fue condenado en un juicio en el mismo tribunal de Brooklyn.

Cuando García Luna no respondió, relató Ávila, Beltrán Leyva hizo que lo secuestraran, una respuesta notablemente atrevida contra un integrante del gabinete presidencial.

El secuestro duró una semana y, según han dicho otros testigos, concluyó sin causarle daño a García Luna. Poco después de que fue liberado, él y Beltrán Leyva al parecer quedaron en términos amistosos y volvieron a trabajar juntos. A finales de 2008, dijo Ávila al jurado, García Luna ayudó a su jefe a huir de un operativo realizado por las autoridades en una casa en Acapulco.

El escape se logró con algo de subterfugio por parte de las fuerzas del orden. Unos subordinados de García Luna disfrazaron a Beltrán Leyva como policía federal, dijo Ávila, y lo sacaron de la casa.

El Conejo sube al estrado

El relato del secuestro de García Luna lo corroboró el miércoles otro testigo del mundo del hampa: Harold Mauricio Poveda-Ortega, un traficante colombiano que durante años fue el principal proveedor de cocaína de Beltrán Leyva.

Conocido como el Conejo (y porque su producto estaba marcado con un logotipo idéntico al de Playboy Enterprises), Poveda-Ortega le dijo al jurado que Beltrán Leyva una vez admitió haber secuestrado a García Luna en un ataque de ira luego de que sospechó que había tomado partido por Guzmán Loera en el enfrentamiento del cártel. No contento con solo retenerlo, declaró Poveda-Ortega, Beltrán Leyva dijo que deseaba decapitarlo.

“Iba a enviar su cabeza para que la gente viera que nadie podía hacerlo tonto”, dijo Poveda-Ortega al jurado.

La lucha interna entre Beltrán Leyva y Guzmán Loera y sus aliados fue extremadamente violenta y, a menudo, ocasionó bajas entre los policías federales y los funcionarios leales a ambas facciones.

A inicios del juicio, el jurado escuchó la historia de uno de esos oficiales de policía asesinados, Édgar Millán Gómez, quien se había aliado con Guzmán y fue asesinado por un escuadrón profesional de matones en 2008, en uno de los momentos más álgidos de la lucha entre las facciones.

En su declaración del miércoles, Poveda-Ortega comentó que intentó disuadir a Beltrán Leyva de matar a García Luna, preocupado de que hubiera graves repercusiones.

“Le dije, ‘No no lo hagas’”, recordó Poveda-Ortega. “Vamos a tener problema tras problema. El gobierno va a venir por nosotros con toda su fuerza”.

Primeras advertencias

Una de las revelaciones del juicio es que hubo señales de alerta sobre los vínculos de García Luna con el Cártel de Sinaloa mucho antes de que la imputación federal en su contra volviera a Brooklyn en 2019.

Ya desde 2008, un oficial de la policía mexicana, Francisco Cañedo Zavaleta, presentó una denuncia ante las autoridades de México sobre un episodio que atestiguó que lo llevó a creer que García Luna tenía relación con el cártel.

El jueves, Cañedo Zavaleta, quien ya no es agente de policía, le dijo al jurado que presentó su reporte luego de ver que García Luna se subía a un coche con Beltrán Leyva y un ayudante, Édgar Valdez, en una carretera en las afueras de Cuernavaca, la capital de Morelos. El exoficial recordó que la reunión sucedió poco después de que se diera la noticia de que Millán Gómez, el oficial de policía aliado al Chapo, había sido asesinado.

La denuncia terminó por filtrarse a la prensa, que reportó el encuentro como un secuestro. Cañeda Zavaleta pagó caro su franqueza: poco después lo acusaron de narcotráfico y lo detuvieron. Al final, según le dijo al jurado, fue absuelto de todos los delitos.

Eventualmente, los agentes de la ley de Estados Unidos recibieron su propio informe sobre los vínculos de García Luna con el cártel de parte de una fuente que aseguró tener conocimiento de primera mano: Sergio Villarreal Barragán, el traficante conocido como El Grande, quien testificó el mes pasado.

Luego de su detención en México, Villarreal Barragán, quien fue oficial de policía antes de ponerse a trabajar para Beltrán Leyva, le dijo a funcionarios de EE. UU. que García Luna había estado recibiendo sobornos del cártel, según Miguel Madrigal, un agente de la DEA asignado a México en ese momento y quien testificó el jueves.

“Habló de arreglos de negocios que tenía cuando Sergio era agente de policía e integrante de la organización de los Beltrán”, dijo Madrigal.