Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Juan Manuel López
Juan Ceretta (50) encontró su vocación de pura casualidad. Terminó el liceo por presión familiar y decidió empezar Derecho porque veía que en un día de trabajo podría ganar lo mismo que su padre en un mes pintando casas. Y porque estudiando para ser abogado le escapaba a las matemáticas, también. Pero en quinto año se topó con casos simulados -tipos los de la serie de Matlock o La ley y el orden- y allí comenzó a interesarse más. Recién se dio cuenta que había elegido el camino correcto cuando conoció el Consultorio Jurídico de la Facultad de Derecho, una asignatura que primero lo tuvo como ayudante y hoy como titular del grupo.
Ahí se dio cuenta que el abrazo de un padre llorando por haberle conseguido un medicamento de alto costo para su hijo o el dibujo de un niño agradecido le generaban mayor satisfacción que casos en los que había trabajado en un estudio jurídico particular, donde muchas veces le tocó defender causas en las que no creía. Y así eligió ganar un poco menos, pero irse a dormir tranquilo y con una sonrisa de realización personal como yapa.
Sólo atendiendo en la "defensoría de pobres", como se le llamaba antes (pobres y vulnerables, si quiere, ahora), el año pasado atendió junto a sus alumnos de la Udelar unos 200 casos, el año anterior 150 y en lo que va del 2019 ya van 160. Es gente que necesita acceder a una Justicia que no es sólo ciega, sino también sorda y muda para ellos. Y a veces, a esos vulnerables (que atienden Ceretta y sus estudiantes) les basta sólo con que los escuchen con atención.
Además, está al frente de la Clínica de Litigio Estratégico, una materia semestral, que permite que ellos -él y sus alumnos- elijan casos emblemáticos, mediáticos, sensibles y que afecten a todo un colectivo, donde poder hacer la diferencia y curtir la piel con los pies en el barro. En esta asignatura, por ejemplo, recientemente se aliaron con el comisionado parlamentario de cárceles, y ya se están viendo los frutos: se está desalojando el complejo (e indigno) módulo 8 del Comcar, y sus reclusos están siendo realojados.
Ceretta, quien vivió en carne propia el combate a un cáncer de tiroides maligno, decidió dedicar su vida a mejorar la de otros, sabiendo que así mejoraba la propia. Para sufrir, de chico eligió la verdiblanca de Racing de Sayago, la excusa perfecta para compartir fines de semana enteros con sus hijas adolescentes.
-¿Qué querías ser de grande cuando eras chico? ¿Abogado?
-Pah, creo que como todos los uruguayos quería ser futbolista. Llegué a la abogacía medio de casualidad. El liceo lo hice porque para mis viejos era un mandato terminarlo. Antes de terminar el liceo había empezado a laburar con mi viejo, que es pintor de casas, laburaba medio día con él y después iba al liceo. Ya ahí me di cuenta que si laburabas, la cosa era más sencilla. Yo veía que con lo que un abogado trabaja un día, yo tenía que laburar un mes con mi viejo para ganar lo mismo. Entre eso y la presión de mi vieja, a los ponchazos llegué la Universidad. Elegí Derecho por descarte, porque no tenía matemáticas. Cuando llegué a quinto año y empezamos con los casos simulados, dije: "Esto me gusta". Y después, cuando entré al Consultorio Jurídico, ahí me apasioné. El contacto con la gente empezó a marcarme el perfil, y entré al consultorio primero como aspirante o ayudante, igual trabajaba como abogado para sobrevivir. Yo ganaba un juicio acá en el consultorio y la satisfacción era mucho mayor a ganar un juicio como particular, porque muchas veces yo no creía en lo que tenía que defender. Acá yo quiero ganar los casos porque me siento parte. Y le fui dando prioridad a esto.
-¿En qué consiste el trabajo del consultorio jurídico de la Facultad de Derecho? Es una asignatura de la carrera de Derecho, pero tiene un pie en el barro, actúa en casos y juicios reales.
-El consultorio es una materia que está en el último año de la carrera de Abogacía. Vos estuviste estudiando siempre sobre casos inventados, y en el último año trabajás sobre casos reales, con gente de carne y hueso. Es como el Hospital de Clínicas para los médicos. Te vas a enfrentar a gente que viene a plantearte problemas y a través de la entrevista vos tenés que verificar si eso tiene una solución jurídica y cuál sería. Tiene otra particularidad: todo lo que hacemos es 100% gratuito porque no genera costo nuestro trabajo, tenemos convenios con casi todo el Estado y no tenemos que pagar prácticamente nada. O sea que los costos asociados a un juicio, que por lo general, no son baratos, tampoco los pagamos. A la gente que venga no la va a defender gente con experiencia, porque están haciendo sus primeras armas, pero están siempre tutoriados por docentes con experiencia en esto de litigar.
"Cuando salís de la audiencia con los papás y escuchan la sentencia de que su hijo va a recibir este medicamento, es imposible no emocionarte... o cuando cualquiera de ellos viene a visitarte y te trae un dibujo que te hizo o una foto de ellos"
El consultorio tiene más de 50 años de existencia, al principio estaba dirigido a personas con ingresos inferiores a determina suma (hoy es 34.000 pesos) y se ha extendido a través de la labor de quien fuera decano, el Dr. (Gonzalo) Uriarte, se fue extendiendo hacia otros grupos vulnerables. Ya no es sólo una "defensoría de pobres", como se decía antes, sino que es una defensoría de gente que tiene alguna vulnerabilidad, de alguna minoría, ahora trabajamos mucho con migrantes, yo trabajo con el sindicato de domésticas desde hace muchos años, personas trans cuando no existía la ley. Las causas de vulnerabilidad se cruzan: vos atendés a uno porque es migrante, pero también es pobre, lo mismo el trans. La idea es hacer juicios que sean un desafío, no que sean un trámite. La idea es poner a los estudiantes en juicios que no son changa, y se van a enfrentar a otros abogados que son buenos.
Tené en cuenta que soy el titular de uno de los 14 grupos. En total vos tenés 40 profesores trabajando en el consultorio y 700 estudiantes trabajando. Es un estudio polenta.
-Salvo la defensa penal, todo tipo de casos...
-Salvo casos penales. Solo tiene un consultorio especializado en penal pero hace la parte de la víctima. Eso surgió a partir del nuevo CPP. Es decir, rapiñan el almacén de la esquina y matan al almacenero, entonces la mujer del almacenero y los hijos quieren saber quién lo mató, quieren acceder a ese expediente penal, enterarse, saber qué pasó; además quieren recibir una prestación del BPS para víctimas de delitos violentos, tienen que hacer la sucesión, tienen que ver el alquiler del local donde estaba el almacén. Y los ayudamos con todo eso, en un convenio con Asfavide (Asociación de Familiares y Víctimas de la Delincuencia) y el Ministerio del Interior. Ese es el único que tiene un abordaje penal, pero desde el lado de atender a la víctima, no de la defensa.
-Hay una ventanilla y las personas interesadas, con bajo nivel socioeconómico, apelan a ustedes buscando ayuda jurídica gratuita, ¿para lograr qué? ¿Que el Estado o la Justicia los escuchen?
-El acceso a la Justicia. La persona viene con un relato, nosotros vemos si tiene un componente jurídico, y eventualmente se inicia el trámite que sea, desde discutir una jubilación, pedir una prótesis, una pensión alimenticia o lo que sea, como una entrevista con cualquier abogado.
-Has sido uno de los que más recursos de amparo ha procurado para hacerle llegar medicamentos de alto costo a personas que los necesitan y el Estado se los niega. En 2007 sólo hubo 8 casos de personas que buscaron que la Justicia obligara al MSP o al Fondo Nacional de Recursos (FNR) a que pague su medicamento de alto costo, pero en 2018 fueron 333. Los datos que manejás, me consta, son aún más alarmantes. Hoy por hoy es uno por día, sólo reclamos desde el consultorio jurídico de la Facultad de Derecho. ¿A qué atribuís este impresionante exponencial en los reclamos?
-A dos cosas. Una es que la gente se siente frente al Estado ya no como un súbdito, se siente como titular de derechos. Entonces si vos tenés un derecho y no se cumple, podés reclamar. La gente lo va asumiendo, no solo con la salud. No es que el Estado me da lo que quiere y si no me gusta, no lo voto en las elecciones que vienen. No, yo tengo derecho a esto y si no me lo das, te voy a hacer juicio. Ese es un cambio cultural, en el mundo entero. Después, la gente se va enterando que existe el consultorio y puede hacerlo gratis. Y en el caso de la ciencia, se suma el avance de la ciencia no se compadece con la velocidad de incorporación de las prestaciones. Aparecen cada vez más cosas y la velocidad en que vamos incorporando eso es mucho menor, por lo tanto cada vez hay un mayor desfasaje. También somos más demandantes las personas. Te pongo un ejemplo: hasta el año pasado hacíamos juicios para los sordos que necesitan implante coclear, para que puedan oír. Y este año se despertó la curiosidad de decir: "Soy sordo de los dos oídos, ¿por qué me voy a poner en un oído solo?"
-¿Cuáles son los casos más difíciles de ganar?
-En materia de salud, cuando vos tenés una evidencia científica no muy clara. Una indicación off label -fuera de etiqueta o fuera de prospecto-, un medicamento es para tal cosa, pero yo tengo una enfermedad rara, no hay ninguna medicación, voy mal, voy mal, y el médico dice: "¿Y si probamos darle esto, que funciona para esto otro y es parecido?". Ese es difícil de ganar. Y si el medicamento no está en el Uruguay, más.
"Esperamos que pasara carnaval y abriera el MSP para ir a exigir que entreguen el medicamento, y Juan Carlos se murió durante la semana de carnaval. Ahí te replanteás: ¿qué hice mal? ¿En qué medida soy responsable?"
-No todas son malas. Hay buenas noticias, como cuando la Justicia dio lugar a una acción de amparo para que Catalina, una niña con atrofia muscular espinal recibiera un medicamento de alto costo. Proporcionalmente, ¿se gana o se pierden más casos?
-Son los más, por suerte. Te diría que ganamos el 90% de los casos que tenemos. Catalina, cuando hicimos el amparo, estaba en una silla de ruedas, no podía mover los brazos ni las piernas, y mirá el video que me acaba de mandar... Esta es Catalina: (narra lo que me muestra en un video en su celular), está sentada, mirá cómo mueve las manos, mirá cómo mueve las piernas, todavía no camina pero con estos avances, esta niña va a caminar. Empezó un tratamiento con el único medicamento que existe para esto. Entonces, cuando te llegan estos videos, te reconfortan, cuando hablás con los papás de Catalina, o de Gabriel, Oliver, Kaia, Loan... Loan es el hijo de un peón rural de Baltasar Brum. Ayer tuvimos una reunión con otra chiquita, Emma, y mañana viernes con otra. Todos esos niños tienen atrofia muscular espinal, una enfermedad para la cual hay un solo medicamento: el spinraza. Cuando vos salís de la audiencia con los papás de cualquiera de estos niños, y escuchan la sentencia de que su hijo va a recibir este medicamento, es imposible no emocionarte... o cuando cualquiera de ellos viene a visitarte y te trae un dibujo que te hizo o una foto de ellos. Es imposible no comprometerse cada vez más.
-¿Cuál fue el caso que más te afectó y te generó mayor impotencia?
-El caso de Juan Carlos fue el que más me impactó. Fue en el 2012, cuando empecé con los recursos de amparo. Era un paciente con cáncer de colon, y necesitaba un medicamento por el que venimos haciendo amparo hasta el día de hoy: el cetuximab. El cetuximab está probado desde 2004 en Estados Unidos y Europa, por la cátedra de Oncología en Uruguay desde 2009, no hay ninguna discusión científica, es un tema de plata. Y Juan Carlos fue uno de los primeros casos que agarramos, él estaba muy ilusionado con recibir el medicamento. Ganamos el amparo. Pero justo cuando ganamos, cayó (el feriado de) Carnaval, había que ejecutar la sentencia y el ministerio estaba cerrado. Esperamos que pasara carnaval y abriera el MSP para ir a exigir que entreguen el medicamento, y Juan Carlos se murió durante la semana de carnaval. Ahí te replanteás: ¿qué hice mal? ¿En qué medida soy responsable de esta omisión? Tiempo después yo estaba dando clase y me vienen a decir que había llegado un familiar de él, que quería hablar conmigo. Yo dije: "Pah, me viene a reprochar, con razón, que por qué no hice más, que estuvimos omisos", y todo lo contrario. Era el hijo y me vino a decir que el mejor momento de su padre había sido cuando yo lo llamé para decirle que habíamos ganado, y que él desde ahí había conseguido que había logrado su último objetivo, que él sabía que esa pelea era por los otros que venían después. Que no era sólo por él, era por todos los que necesitaban ese medicamento. Que se iba en paz, porque su última lucha la había dado y la había ganado. Y seguimos haciendo juicios por cetuximab, hasta el día de hoy.
-¿Te pasa mucho esto de ganar el juicio y no llegar a tiempo?
-Sí, constantemente. Nos pasa que estamos en juicio y el paciente fallece, o nos pasa que ganamos el juicio y el paciente deja de estar en condiciones de recibir la medicación. Es decir, se pierde la ventana terapéutica durante la cual el medicamento era útil. Y el médico te dice: "No sigan con esto, porque yo ya no se lo puedo dar", porque no le va a servir, o no lo va a resistir. Eso es cotidiano. Y así como hay medicamentos que curan o que cambian la vida definitivamente de los pacientes, hay otros cuyos beneficios son modestos, y los reciben, mejoran un poquito, y al poco tiempo te avisan que falleció.
Ahí uno se pregunta si todo este sistema es compatible con una terapéutica correcta. El médico debería hacer la indicación, vos ir con la receta a la farmacia y que te den el medicamento. Acá no: el médico hace la indicación, hay que ir a averiguar si se consigue o no, después acudir a un abogado, después nos tienen que traer los papeles a nosotros, después lo entrevistamos, conseguir la historia clínica, después la institución te dice "venga dentro de 15 días", ahí tenés que pelearla y decirle: "No, la necesitamos para hoy". Ahí viene con todo, fotocopiamos, el estudiante me hace una demanda, se la corrijo, le damos el ok, hay que fotocopiar todo esto, y después ir al juzgado y el juez te dará una cita para cuando pueda. Entonces vos te preguntás: ¿y si se lo hubiéramos dado enseguida? ¿Qué hubiera pasado? Pero todo ese tiempo, obvio que favorecer no le favorece al paciente...
-La moraleja es que la burocracia termina ganándole a la humanidad del Estado...
-Sí. Y te digo más: los jueces apuran para que salga rápido (juicios que duran una semana o tres días, algo que en Uruguay no existe), y después que lo ganaste, tenés que iniciar un trámite para que el ministerio lo cumpla. Llenar un formulario, ponerle timbre, conseguir una receta, sacarle fotocopia a la cédula, lo presentás en una ventanilla, ahí pasa a Adjudicaciones, de ahí a Compras, de Compras a Autorizaciones, de ahí a Comercialización... ¿Entendés? El paciente lo recibió, por fin, y a los dos meses se murió. Pero... ¿y si se lo hubiéramos dado el día que lo precisaba, y no tres meses después?
"En los últimos meses le dije a los voluntarios: 'No piensen en despachar gente. El único disparador debe ser: 'Cuénteme su problema' y hay que dejarlos hablar cinco minutos, escuchándolos'. Nos han dicho: 'Es la primera vez que me siento a contar esto y siento que me escuchan'".
-En Apuesta D10 de radio Universal me contaste que hubo episodios de desinteligencias en la ejecución de las sentencias. ¿Cómo cuáles?
-Me acuerdo el caso de Hugo. Ganamos, hicimos todo ese trámite, y el medicamento no llegaba, no llegaba, la esposa de Hugo iba al MSP y le decían: "Ya va a estar, espere". Iba a la mutualista y te decían: "No lo mandaron". Resulta que el MSP demoró dos meses en comprarlo, y cuando lo compró, se lo mandó la mutualista y ésta nunca le avisó al paciente que tenía el medicamento. Es más, Hugo falleció y la mutualista seguía mandándole a la casa gente para hacer fisioterapia, porque ni sabían que se había muerto. Toda una desinteligencia espantosa...
-Has trabajado en casos de porfiria, la enfermedad que atacó a la hija de la escritora chilena Isabel Allende, y ella se comunicó con ustedes...
-A esta altura ya tuvimos cuatro casos de porfiria. Es una enfermedad rarísima, hereditaria, y que puede tener empujes leves u otros que te causan la muerte directamente, te vas al CTI y te morís. Isabel Allende se entera porque Mery, quien va a venir a visitarnos en estos días, porque ya está lo más bien, necesitaba el medicamento con urgencia, entonces mientras hicimos el juicio (en tiempo récord), igual el novio decía: "Ella está en el CTI, lo necesita tomar hoy, y vos me decís que presentás el juicio mañana y la audiencia es pasado mañana. ¡Es hoy!". Entonces empezamos a movernos en redes sociales y a difundir que necesitábamos que empezara el tratamiento ya, porque económicamente conseguíamos la plata para la primera dosis (que incluso hubo que hacer trámites para la importación, porque no estaba en Uruguay)... Y resulta que en ese momento había en Uruguay unas dosis que estaban en tránsito a Chile para la familia Allende, ella se entera de este caso, y dejó de llevarse esas dosis, porque Mery tenía más urgencia. Ganamos ese juicio, ella se queda con las dosis, y quedó abierta la comunicación.
-¿Hay negligencias o incluso mala fe de parte de algunos estamentos del Estado?
-Nosotros somos eternos agradecidos a la Justicia. Nosotros vamos con estos casos a los juzgados y les trastoca toda la rutina, y así y todo, los funcionarios, los alguaciles, actuarios, los jueces, el notificador, siempre tuvieron la mejor disposición con estas causas. Primero reaccionan: "¡Otro amparo más!", pero enseguida empatizan y colaboran para agilizar el trámite. Con los colegas abogados tenemos buena colaboración con todos, inclusive con los del FNR o el MSP. Están cumpliendo su labor. Somos muy críticos con la institucionalidad, con los jerarcas que toman las decisiones. Mala fe no sé, pero negligencia y falta de humanidad o sensibilidad sí, lo vivimos cotidianamente.
-¿Cuántos niños con atrofia muscular espinal hoy están esperando su medicación?
-Actualmente son 32. Para cinco ya conseguimos la medicación. Y si Dios quiere esta semana sumaríamos dos más, si ganamos los juicios, y hay cuatro o cinco demandas que ya están prontas para la semana que viene. Los seguiremos haciendo de uno o de a dos.
-También trabajaste en el caso de un chico que necesita un cardiodesfibrilador para evitar una muerte súbita. Dijiste que es un caso "interesante" y "dramático" a la vez. ¿Por qué?
-Porque ese chiquilín -que no quiere que se conozca su nombre porque sus amigos no lo saben y le da vergüenza- tiene una malformación cardíaca que la heredó de su padre. Pero su padre no sabía que la tenía, entonces cuando lo concibió a él, ni siquiera sabía que tenía esa enfermedad. Esa malformación te va deteriorando el corazón y necesitás distintas terapias para ir llevándola, al punto tal que lo primero que necesitó este chico es que le hiciéramos una ablación en el corazón (como una cauterización de una de las conexiones del corazón). Tuvimos que hacer un juicio de amparo para eso porque la ablación que está incluida entre lo que tienen que dar los prestadores está pendiente su reglamentación. Ahí tenés la omisión del MSP: nunca se dictó la reglamentación, entonces es como si no existiera. Fuimos a juicio, como él es menor de 16 años, fueron los padres. La jueza condenó al MSP a hacerle la ablación, se le hizo el procedimiento de ablación a él, fue un éxito, pero ya sabíamos que el problema no se solucionaba con eso. Y a los pocos meses vino porque necesitaba implantarse un cardiodesfibrilador. Y fuimos por otro juicio. A ese juicio su papá ya no pudo ir porque había empeorado su situación y estaba a la espera de un trasplante de corazón.
"El FNR funciona así: 'tal prestación, la pongo en la lista o no la pongo en la lista'. Si la pongo, todos los que encajen en esa descripción, van a acceder al medicamento, y si no entra en la lista, no. Ellos creen que eso es igualdad".
El padre tenía la misma enfermedad, o sea que el hijo podía ver su destino reflejado en la situación de su padre. Fuimos a esa audiencia, fue su cardiólogo, fue el que implanta el cardiodesfibrilador, que es el dispositivo que cuando hacés un episodio de muerte súbita te desfibrila automáticamente, y se programa para la persona. Los testigos fueron contundentes, el de él era un caso de manual, para el que se necesitaba el cardiodesfibrilador porque el FNR lo paga pero solo para los que se murieron y resucitaron, que es lo que se denomina como "prevención secundaria". "Te moriste, resucitaste, entonces te lo ponemos, porque sabemos que lo vas a necesitar". Si tu médico te dice: "Vos vas a tener un episodio de muerte súbita seguro, lo que no sé será mañana o dentro de tres meses", ahí no te lo cubre, porque nunca te moriste. Ese es el protocolo del FNR. Las revistas de cardiología dicen que es una abominación no ponerle un cardiodesfibrilador a estas personas... Estamos hablando, además, de un aparato que sale 400.000 pesos, no millones de dólares, y que esas personas están certificadas, no trabajan, no producen. Estamos perdiendo plata. Olvidate de los derechos humanos, solo desde el punto de vista económico, es pésimo negocio no ponerle el aparato.
Sigo con este caso: hicimos el amparo, declararon todo perfecto, los médicos se indignaron, nosotros re contentos pensábamos "este juicio ya está ganado", y en eso la jueza dice: "Yo le quiero preguntar al chiquilín: ¿Vos te querés poner esto?" y el muchacho dice: "No". "¿Y por qué no te lo querés poner?". Y él contesta: "Primero porque le tengo miedo a la operación, y segundo, le tengo cierto temor a ponerme una cosa que me va a dar un choque eléctrico". Estuvo bueno porque la sentencia condenó a ponerle un cardiodesfibrilador y nos condenó a someterlo a tratamiento psicológico, para aceptar el cardiodesfribrilador. Pero mirá lo que pasó: lo operan, le ponen el aparato, y al otro día, fallece el padre. Cuando le avisan que el padre había muerto, él hace un paro cardíaco, y el cardiodesfibrilador lo resucita... Y después que me llama la mamá llorando y me cuenta que había muerto su esposo, pero el aparato le salvó la vida a su hijo... Yo después se lo conté todo a la jueza para que vea que ella tuvo mucho que ver con eso. Unos días después me llama el muchacho para pedirme que le consiguiera una copia de la declaración del padre en el primer juicio, que la quería tener de recuerdo. Yo le dije: "Yo te consigo eso, voy a hablar con la jueza, le saco fotocopia y te consigo eso, pero vos me tenés que conseguir el papel certificando que estás yendo al psicólogo". Y negociamos.
-¿En qué tipo de decisiones ves que ante casos dramáticos y de vida o muerte de uruguayos -muchas veces, jóvenes- la burocracia le gana a la sensibilidad y la empatía?
-Creo que en todos los casos, las 40 personas que vienen todos los jueves a plantearnos cosas de salud, el primer problema que tienen, más allá de su dolencia, es que nadie las escuchó. O que hubo muy poca predisposición a escucharlas. A tal punto, que en los últimos meses yo le dije a los voluntarios que trabajan acá conmigo: "No piensen en atender y despachar gente. El único disparador debe ser: 'Cuénteme su problema' y hay que dejarlos hablar cinco minutos, escuchándolos, sin interrumpirlos". Nos han dicho: "Es la primera vez que me siento a un lugar a contar esto y siento que me escuchan". No me dicen "no, no se puede", "no está incluido". Y muchas veces vienen llorando, como hace unos días, una mujer joven que vino de afuera y quedó sorda y solo quería poder escuchar a su hija de 8 años. Que la gente necesita que la escuchen te demuestra que el sistema está muy deshumanizado. Es gente que va por un hijo o un padre y las respuestas son: "No está en el formulario".
-El FNR tuvo casi 12 millones de dólares que no gastó el año pasado. ¿Por qué, entonces, te parece que se hace fuerza para no pagarle medicamentos a un adolescente que precisa un medicamento para poder vivir?
-Porque cuando vos se lo pedís, no estudia los casos. El FNR funciona con un sistema que se llama de lista taxativa, es decir: "tal prestación, la pongo en la lista o no la pongo en la lista". Si la pongo, todos los que encajen en esa descripción, van a poder acceder al medicamento, y si no entra en la lista, no. Puede ser un chiquilín o un niño, no importa.
-Entonces, los que están al frente de ese organismo son meros burócratas...
.Y... ellos creen que eso es igualdad. Y para mí no, porque dentro de ese universo a los que vos le das el medicamento, hay un millonario, un pobre, uno de clase media.
-Hablaste en un evento de la Universidad argumentando contra la reforma de seguridad de Jorge Larrañaga, a plebiscitarse en octubre. ¿Por qué crees que esa reforma es inconveniente?
-Porque todas las medidas que plantea no son una solución para la seguridad. Coincido en que hay un problema en la seguridad, pero lo que propone la reforma no he encontrado ningún argumento que me diga que esas medidas son adecuadas. Es más, muchas de esas medidas se han venido tomando y el resultado ha sido nefasto, no sólo en este gobierno, sino en los últimos 40 años. Acá pusimos militares en el borde de las cárceles, pusimos militares en las fronteras, es el camino de pensar que la militarización influye positivamente en el combate a la inseguridad. Y yo estoy convencido de que no es así. El camino pasa por hacer todo lo que no estamos haciendo: trabajar en la rehabilitación.
-Te has metido a estudiar el sistema carcelario. ¿Por dónde deben pasar los cambios en el sistema penitenciario?
-Los cambios pasan por trabajar diferente con esas personas. No necesitamos poner el ejemplo de Suecia, está acá nomás el ejemplo: Punta de Rieles. Está acá nomás, funciona con un presupuesto de morondanga, porque no le dieron millones de dólares para que lo hicieran. Es "lo atamos con alambre", y aún así tenés un resultado de reincidencia que no tiene nada que ver con el resto del sistema penitenciario. Uruguay no precisa hacer un experimento, en su mismo sistema tiene el ejemplo de lo que funciona bien. Y es mentira que los que van a Punta de Rieles (a la unidad 6) son elegidos. Es mentira eso. Es cierto que cuando vas, tenés que ganarte las cosas, pero también se trabaja con lo peor, eh. Si vos tenés ese ejemplo y el resto que te muestra el sistema penitenciario es un espanto, no se puede tratar así a las personas y después pensar que por arte de magia van a salir y van a ser maravillosos ciudadanos. El secreto está en cómo tratemos a las personas ahí adentro, si las seguimos tratando así de mal, lo vamos a pagar con inseguridad afuera.
-El Tribunal de Apelaciones confirmó el fallo de la jueza Blanca Rieiro que obligó a dos sectores del módulo 8 del Comcar y trasladar a 150 personas allí recluidas en condiciones "contrarias a la dignidad humana", según advertía el recurso de habeas corpus que colectivo que presentaste tú junto a Juan Miguel Petit. Los ministros de Apelaciones confirmaron el fallo y muchos reclusos ya fueron trasladados. Diez estudiantes de la Clínica de Litigio Estratégico -también a tu cargo- participaron de ese trabajo en conjunto con Petit, ¿no es cierto?
-Tenían 15 días para realojar a esas personas, y hasta el 30 de setiembre para acreditar el cumplimiento de un proyecto que cambie las condiciones de todo el Comcar, no sólo del módulo 8. La Clínica tiene el funcionamiento inverso al Consultorio: en lugar de recibir gente, nosotros elegimos los casos. Pero elegimos casos que tengan una repercusión mayor, temas más desafiantes, que afecten a un colectivo. Con Petit tenemos una muy buena alianza. Fijate que los muchachos que hicieron el primer semestre de la clínica, participaron en ese habeas corpus, con la preparación del caso, con la sentencia de primera instancia, ahora en segunda instancia, y también con un habeas corpus que presentamos en Mercedes.
Es una experiencia sumamente enriquecedora porque te permite estar en contacto con la realidad. Te puede gustar el derecho penal, pero después chocás con la realidad. Y esos trabajos te permiten eso, y para los estudiantes es muy interesante ver cómo se cruzan las distintas ramas, porque estudiaste criminología, derecho penal, o derechos humanos, pero entrás a la cárcel y está todo mezclado: constitucional, derechos humanos, penal, criminología, todo está metido ahí.
-¿Se disfrutan estas pequeñas victorias, ya sea conseguirle un medicamento de alto costo a quien lo necesita o mejorarle la vida en la cárcel a un grupo de personas?
-No se disfruta la victoria, se disfruta cambiarle en algo la vida a alguien. Si nosotros obtenemos el medicamento sin necesidad de hacer el juicio, el sabor es el mismo. Lo que te satisface y te hace volver feliz a tu casa es verle la carita de contento a ese chiquilín, o el abrazo del papá del niño, que te dice "gracias por habernos ayudado" o "volví a creer en la Justicia". No es el hecho de ganar, sino de utilizar estas herramientas para incidir en la vida de alguien.
-Uno puede entender que el Estado es frío, insensible, pero los funcionarios públicos que trabajan para el Estado son personas, tienen hijos... ¿Cómo se entiende, a veces, cierta falta de humanidad ante casos de jóvenes enfermos con toda una vida por delante?
-En el caso de los jerarcas, yo no lo entiendo. En el caso de los funcionarios... bueno, hay funcionarios del MSP que nos mandan a los pacientes para que les hagamos un recurso de amparo. Y hemos visto como abogados o funcionarios han renunciado o han pedido pase en comisión porque no aguantan seguir con esto. No puedo generalizar en todos los funcionarios. Pero a los jerarcas, que son los que podrían torcer esto, no los entiendo.
-Tengo entendido que algo te pasó, en tu vida privada, que tuvo que ver con este leit motiv de buscar un acceso a la Justicia por medicamentos de alto costo. ¿Te tocó atravesar alguna enfermedad dolorosa, quizás?
-A mí me tocó personalmente, sí. Yo sufría de la vesícula, y en julio de 2011 tuve un ataque en la vesícula horrible, estaba solo con mis hijas, me acuerdo. Fui a verme y me dijeron que tenía que operarme, que era una operación sencilla. Había que pagar para que te hicieran la paraloscopía. Me dijeron: "Te sacamos la vesícula y en dos días te vas para tu casa". Me operé, salió todo bien, a los dos días me quise ir, el médico me dice: "Te vas a tener que quedar unos días más, en observación. Estábamos operando y vimos un bultito en el cuello que no nos gusta nada". Pelee para irme, pero no hubo caso. El doctor me dice: "Para mí, tenés un tumor en la tiroides, pero tenemos que saber qué es". Me hicieron ecografía, después una punción. Y el médico me dice: "No te preocupes Juan, porque el cáncer de tiroides es mucho más común en las mujeres, y si fuera, sólo el 10% es maligno, y si fuera maligno, sólo el 10% es mortal"... Todo era el 10%, pues bien, me tocaron todos los 10%: era agresivo, maligno y mortal. Entonces, a la semana siguiente de haberme sacado la vesícula me estaba operando de tiroides. Me saqué la tiroides, después a la semana empecé quimioterapia para el tratamiento de eso, y ahí seguí como cualquier otro enfermo oncológico con controles y tratamiento. Muchas cosas que veo reflejadas en casos que vienen acá.
"Lo que te satisface y te hace volver feliz a tu casa es verle la carita de contento a ese chiquilín, o el abrazo del papá del niño, que te dice 'gracias por habernos ayudado' o 'volví a creer en la Justicia'. Es utilizar estas herramientas para incidir en la vida de alguien"
Capaz que sí, que inconscientemente esto que me pasó tuvo que ver, que despertó cierta sensibilidad en mí al haber pasado por algunas cosas. Todavía me marca cuando viene algún caso con el mismo diagnóstico que el mío, donde vos ves pacientes que han empeorado, o alguno ha fallecido.
-Sos un connotado hincha de Racing. ¿Cómo te lleva el cargo de jefe de la Mesa Ejecutiva de la AUF?
-Por ahora, bien. Sabía que era un desafío importante porque llegué a propuesta del presidente de la AUF (Ignacio Alonso), no de un club. Sabía que en Primera División la mayoría de los clubes no apoyaron este ejecutivo. O sea que de todo el organigrama del gobierno de la AUF el que menos apoyo tiene la asociación es en este núcleo. Así que sabía que iba a ser una tarea compleja en el relacionamiento, pero también es un desafío.
¿Sabés qué pasa? Cuando yo voy a las reuniones de la Mesa Ejecutiva y los "gravísimos problemas" son si vamos a jugar en Florida o en Montevideo, si hay luz o no hay luz... yo me divierto. Es como ir a descansar después del consultorio jurídico de la Udelar. Lo que puedo aportar es bajarle un poco el dramatismo. Es un baño de calma.
-Entre tantas tareas, ¿tenés tiempo para dedicarle a tus hijas (Constanza de 18 y Abril de 15)?
-Sí, los fines de semana. Van conmigo a ver a Racing, son enfermas, peores que yo. Vamos sea a donde sea, fuimos a Melo, a Colonia, a donde sea. Mis fines de semana son jugar al fútbol sábado y domingo de mañana, los fines de semana voy a ver a Racing, y antes entre semana me tomaba una tarde para ir a buscarlas al liceo, estar juntos un rato, pero se me está complicando cada vez más por trabajo.
-¿Sos feliz?
-Sí, soy feliz con lo que hago. Encontré como una cosa en el trabajo algo que me gusta, que me apasiona. Para mí, ir a trabajar es ir a hacer algo que me gusta. No me imagino haciendo otra cosa que en esto, y eso ya es bastante.