Contenido creado por Cecilia Franco
Personas

Personas

Juan Casanova: “El punk no fue una excusa para generar riquezas, fama y lucir bonito”

Año de nacimiento: 1966. Lugar: Montevideo. Profesión: cantante. Curiosidad: lo apasiona la música de Beethoven y tiene un retrato suyo

31.08.2021 14:56

Lectura: 30'

2021-08-31T14:56:00-03:00
Compartir en

Por Federica Bordaberry

 

Que se despertó y reconoció que la señora que tenía cerca era su mamá, que estaba contra la ventana y estaba corriendo las cortinas, que entraba el sol y que hacía una temperatura agradable, que su madre tenía su chismosa pronta para ir a hacer los mandados, que él estaba en pañales y era un bebé.

Que su abuela y su tía gritaban con excitación que el hombre había llegado a la Luna, que estaban frente a una televisión Phillips en blanco y negro, que él tenía alrededor de tres años.

Que lo despertaron en la mitad de la noche, que quienes lo despertaron fueron los militares, que salió al corredor del edificio a esa hora de la madrugada, que vio que Sudamtex se estaba prendiendo fuego, que eso era frente a su casa, que cree que los tupamaros habían hecho un atentado, que tenía alrededor de cinco años.

Esos son los tres recuerdos más latentes que tiene Juan Casanova de su infancia.

De su nacimiento sabe poco y nada porque nunca hizo preguntas al respecto. Su padre murió hace no tanto, pero su madre cuando él tenía catorce, debido a una enfermedad. Con ella aprendió a dibujar y con ella empezó la pasión por Beethoven. Aún conserva un retrato del pianista que dibujó su mamá.

Creció en un apartamento en Cordón y, dentro del mismo edificio, vivía también el resto de su familia. Entre ellos, su primo Víctor Nattero, con quien compartiría futuro. También fue el mayor de cuatro hermanos y nieto de una pareja de abuelos con razas mixtas. En casa de esos abuelos, los maternos, se crió bastante. Era en Palermo.

“Desde muy chico siempre fui un bicho, en el sentido en que me relacionaba más con los libros que con la gente, típico ratón de biblioteca”, dice Juan. Fue abanderado en la escuela, fue lector, tuvo acceso a una biblioteca enorme.

El marido de una tía suya, que también vivía en Palermo, tenía una biblioteca gigantesca. Estanterías y estanterías, tomos y tomos, primeras ediciones, autógrafos y libros dedicados. Tuvo toda la lectura que podía tener y le gustó Quiroga, las Mil y una noches y la literatura uruguaya.

Cuando pasó a liceo, la interacción se volvió mucho más salvaje. Perdió la inocencia de los niños y se enfrentó al mundo, que puede ser muy cruel. “Ahí fue todo un desquicio y casi que no tuve adolescencia porque entré muy chico en Los Traidores”. Dice que una vez que fue consciente de la realidad en la que vivía se puso a hacer lo que sentía que tenía que hacer.

“Era una persona muy tímida, jamás se me hubiera ocurrido ponerme a cantar, no estaba en mis planes y no soy un cantante de vocación”, dice. Lo suyo era, más bien, la física, la literatura, incluso la filosofía.

Pero a los quince años, su primo Víctor, junto a Pablo Dana, lo invitó a su banda porque necesitaban un cantante. Así, apareció Los Traidores, una banda que con el tiempo dejaría una huella en la historia del rock posdictadura.

“Para mí el punk rock cayó como anillo al dedo, fue una herramienta muy importante para poder expresar toda la frustración y lo que sentías. Además, el punk rock a nosotros nos llegó muy temprano y era una música que cualquier joven, de cualquier parte del mundo, sin mucho conocimiento, podía expresar”, dice Juan.

Años después, Juan se encontró sobre el escenario del Teatro de Verano, tocando con sus tres compañeros de banda. Estaba abarrotado de gente, como nunca más lo vio, y el público cantaba sus canciones. De algún modo, entendió que sin quererlo le habían puesto voz a un montón de personas que no había tenido la fortuna de expresarse como lo habían hecho ellos.

¿Cómo fue empezar a cantar de repente?

Traumático. Me acuerdo de la primera vez que me subí a un escenario, yo no tenía ni idea cómo cantar. Cantaba con Víctor porque éramos fanáticos de los Beatles. Escuchábamos todo el día los discos y cuando terminábamos de escuchar los discos pasábamos a escuchar los programas de radio que pasaban música de los Beatles. Eso, obviamente, me quedó, pero fue muy difícil el hecho de expresarme en español. Sabía que no quería cantar en inglés, idioma que entendía poco, y eso fue todo otro tema. Era lograr expresarte en español cuando toda la música que escuchás es en inglés, pero me parecía como una especie de deber expresarme en español, el lenguaje con el que me comunicaba cotidianamente. Eso fue sumamente traumático y las primeras veces que canté, por decirle así porque por muchos años balbucee básicamente, me arreglé como podía. Fue sumamente traumático a los 16 años, cuando arrancamos, y recién a los 50 aprendí a cantar. 

¿Qué marcó esa diferencia?

Una libertad en el manejo de la herramienta. Ahora puedo interpretar las canciones libremente, puedo cambiar las palabras, las melodías, manejarme dentro de los tiempos con una soltura que no tenía. Ahora puedo decir que canto, que comprendo cómo poder expresar mejor una emoción. Aprendí cuando no tuve más remedio, ahora canto.

Y cuando empezaron con Los Traidores eran menores de edad, ¿cómo hacían para tocar?

Tocábamos donde podíamos. Los primeros toques eran en casas y después tocamos en la calle. Armábamos en cualquier esquina y siempre caía la policía. Siempre se armaba bardo. Pronto hubo productores y gente lista, que nunca falta, que vio el negocio y enseguida pasamos a firmar un contrato discográfico y participar de cosas y festivales.

¿Los instrumentos de dónde venían?

Hay una anécdota de los Pistols en la que dicen que le robaron los instrumentos a Bowie. Nosotros hicimos algo similar. Nuestros primeros instrumentos nacen, capaz, de un origen no tan honesto. Después nos renovábamos como podíamos. De hecho, para grabar nuestro primer disco Níquel nos prestó toda la equipación porque nosotros no teníamos nada. Es una anécdota que siempre menciono porque gracias a Níquel pudimos grabar nuestro disco, porque nos prestaron los instrumentos, los equipos y todo. No teníamos nada y eso también era una realidad. Éramos una banda punkie y éramos muy pobres, siempre lo fuimos. Nunca capitalizamos el hecho cuando fuimos conocidos, nuestro viaje siempre fue otro. El mío, particularmente, siempre fue underground. No quería, y no quiero ni quisiera, estar en las zapatillas del Seba Teysera, por ejemplo. Le admiro mucho el poder hacerlo y sé que tiene un costo enorme para él. Yo no me la banqué, cuando vi que podía llegar a ese umbral de convertirme, de repente, en un referente popular y masivo ya no me gustó la cosa y hubo un límite. Ahí ya empecé a autoboicotear mi popularidad.

¿De qué forma te autoboicoteaste?

De muchas maneras. Por ejemplo, Traidores con Montevideo Agoniza logró un tremendo impacto. Teniendo seis temas censurados, o sea con lados B, Traidores logró un impacto muy fuerte. Para Los Traidores era muy fácil volver a repetir la fórmula en otro disco. Hubiéramos sido como los Ramones, muchos discos de los mismos y sabés que tenés cierto éxito. Eso nunca pasó con Traidores, nunca nos atamos y asumimos muchos riesgos.

Mucha gente, al segundo disco, nos odió. Al tercero, nos odió más y así. Pero por eso nosotros nunca transeamos, nunca tuvimos una ideología política. Siempre fuimos anarcos, los odiamos a todos por igual. Nunca nos pegamos al éxito, a las fórmulas fáciles, es todo una postura el mundo del punk rock que, para mí, fue real. No fue una excusa para generar riquezas, fama y lucir bonito. Yo no tengo nada en la vida, me importa un carajo porque nada te podés llevar con vos.

¿Cómo fue aquel ciclo en el que tocaron, Cabaret Voltaire?

Me acuerdo poco. Me acuerdo que fue en la Alianza Francesa, que estuvo muy bueno. Fue uno de los mejores shows de Traidores que recuerdo de aquellas épocas. Me acuerdo que teníamos televisores y que un amigo los partió a hachazos como parte de la puesta en escena. Me acuerdo de las primeras fotocopias que hicimos como afiches, que todavía conservo una. Me acuerdo de poco porque, en realidad, chupábamos mucho. Tomábamos mucho alcohol y la mayoría de las cosas si no me las comentás no me acuerdo. Es la triste realidad, pero este país siempre fue de gente de boliche y este país se hizo en los boliches tomando caña. El punk rock no fue diferente, por lo menos en mi caso.

Se habla de Los Traidores como uno de los emblemas del rock posdictadura, ¿ustedes sabían que estaban haciendo historia?

No, nunca sos consciente de esas cosas. Nunca te das cuenta mientras pasa que estás dejando una huella. Lo que sí me di cuenta desde muy temprano es que le estábamos poniendo voz a mucha gente que no se podía expresar. De eso sí fuimos conscientes y fue también como un peso. Que estaba haciendo historia, de algún modo me enteré hace unos diez años un día que participé de una encuesta en la cual participaban muchos músicos y Montevideo Agoniza fue elegido el disco más popular entre todos. O cuando voy a la casa de Juan Campodónico y me muestra que Montevideo Agoniza es su disco de cabecera, o Sebastián Teysera que tiene como cuatro, o cuando de repente invito a los amigos a compartir conmigo en un escenario y los amigos vienen. Más allá de todo, responden y están.

Entonces, no tenían nada calculado.

Y no porque éramos unos pendejos inconscientes, esa es la realidad. No tanto como, por ejemplo, el último disco que grabé en estudio el año pasado, Data. Ahí sí te das cuenta que estás a la altura del momento histórico y que sos de los muy pocos que dice algo.

¿Esa inconsciencia también estaba a nivel compositivo?

Con Traidores lo que pasó con el primer disco y con todos los demás fue que primó la improvisación en el sentido de la intuición. Las canciones que surgían en el primer disco surgían espontáneamente. El segundo disco ya está un poco más pensado, pero sin fórmula, siempre con intuición.

El único momento en que la intuición no primó en las composiciones capaz que fue en Radio Babilonia, que ahí sabía más específicamente lo que quería decir y tenía más herramientas como para poder expresar mejor lo que quería decir. De ahí en más, lo conceptual empezó a pesar y empecé a usar los recursos literarios que había adquirido con los años y también lo que aprendí de neurociencia. Empecé a aplicar más la cabeza y usar más lo conceptual, establecer un marco sobre qué es a lo que quiero referirme y usar las herramientas para poder expresarme de manera más acertada. Entonces, a partir de Radio Babilonia, los discos posteriores ya son más elaborados.

¿Y a nivel educativo cómo avanzaste? ¿Seguiste estudiando?

No, era lo que me hubiera gustado hacer, pero yo hago todo lo que hago con todo mi ser. Entonces, si me dedico a otra cosa hago otra cosa, no compongo canciones. Por ejemplo, no supe hacer como Pedro Dalton, no supe congeniar el dibujo con la música. Para mí fue dedicarme de lleno y nunca más dibujé. Si me hubiera dedicado a la pintura o a dibujar, no hubiera hecho canciones.

Componer canciones, de repente, son procesos tremendamente largos. La gente piensa que hacer canciones es fácil y no lo es. Sobre todo, escribir letras, que es a lo que me dediqué, si bien algunas las hice con otros autores, las que hice yo me costaron muchísimo. De pronto estuve elaborando durante cuatro años catorce frases para un tema y no es el mejor tema del mundo. Yo tengo que estar conforme con que lo que quiero decir esté reflejado ahí. Es un trabajo enorme, sé que en este país de mierda piensan que lo que yo hago no es trabajar, pero la verdad que me cago en sus putas calaveras.

Esto ha sido un trabajo que también, de algún modo, he visto siempre como un servicio. Si no lo usas para hacer plata como hacen todos con todo lo que hacen en este mundo, entonces tiene que haber otra razón y la mía fue esa. Yo creo que, de algún modo, entendí que podía estar poniendo voz y ayudando a otra gente a expresarse. La gente que a lo largo de todos estos años se me ha acercado a decirme que una letra le llega, de esos testimonios he recogido. Me pasa en el día a día que me para gente que no conozco, que me agradece y quedás shockeado. Ahí es cuando digo que valió la pena, lo hice por esa persona a la que le llegó y le sirvió para algo.

A mí todo esto de estar en la música me complicó muchísimo la vida y lo hice metido con todo, con alma y vida, pero con esa idea de servicio. Con la idea de, de algún modo, ayudar a expresarse al que no puede y expresar cosas que en nuestra sociedad no todos se animan o no todos pueden expresar. También entiendo que no vivimos en una democracia plena, no hay libertad de expresión plena y hay que dar combate. Lograr expresar lo que realmente pienso y siento es muy difícil, no puedo decir lo que pienso sobre todo en este tiempo en que todo el mundo se ofende. No podés decir lo que pensás porque, lamentablemente, hay como una falta de pensamiento crítico, está todo muy polarizado y las personas carecen de profundidad. La mayoría de las personas solo odian y carecen de profundidad en sus análisis e interpretan lo más linealmente posible. Entonces, es muy complejo.

Ahora estoy escribiendo una canción nueva que se la tuve que mostrar a mis amigos abogados y me dijeron “esto no, vas a ir preso, esto tampoco, vas a ir preso”. Me acomodé porque no quiero ir preso, me parece una ridiculez, pero me da una pauta de que legalmente no hay libertad de expresión.

De lo segundo que me tuve que preocupar fue de acomodar las cosas para las personas que me iban a acompañar en esa composición. Entonces, me tengo que cuidar. Es el cuádruple de trabajo hacer una canción en los temas que estoy tratando. En Radio Babilonia, la canción y el disco, en realidad, es “Radio, otra cosa” que no puedo decir porque hay leyes mordaza que no me dejan expresar. Así es un laburo enorme el hacer canciones. Además de que no quiero ser ningún héroe ni mártir.

Trato de manejarme con inteligencia, con las herramientas que he aprendido a usar para decir lo que puedo de la mejor manera que puedo y entendiendo que, además, hay una tremenda polarización en la sociedad y que te van a odiar y te van a amar por las mismas razones. Leyendo una letra vos polarizás en dos segundos entre la gente que te ama o te odia. La idea es que yo no importo, lo que importa es lo que se quiere decir, lo que se expresa. Lo que trato es hacerte pensar. Yo no tengo ninguna verdad revelada que comunicar. Yo lo que tengo son muchas preguntas y lo que me interesa sí, y es mi intención, es hacer pensar al que me escucha. Sale un poco con de lo que hice con Data, la narrativa del terror oficial. Todos los putos medios del mundo dicen “tené miedo” y yo digo “pensá”, “cuestioná la narrativa del terror”. Eso es lo que me importa, no hacer cabeza, sino que piensen.

Entonces, ¿cuál es para ti la relación entre música y mensaje?

Yo soy muy defensor de lo que es la canción popular. Eso es lo que me interesa: estrofa, estribillo. No me interesa complicarla demasiado y prefiero la música que tiene letras y que tiene parte cantada. Sin embargo, la música es un fenómeno que tiene un alcance tremendo porque son diferentes capas de interpretación, no sé cómo explicarlo adecuadamente.

Si yo tuviera algo que decir que fuera simple, lo escribo en una servilleta de papel y te lo leo. Una canción ya lleva otra cosa, lleva implícitas emociones. Lleva implícito otro tipo de alcance. Por eso la música es tan importante y por eso la música se censura.

Volviendo un poco a Traidores, ¿cómo fue grabar aquel Montevideo Agoniza?

Fue todo una locura porque nunca habíamos grabado y porque tuvimos muy poquitas horas para grabar un disco. No fue más de una sesión de un día y se grabó así como se pudo. Las cintas en las que se grababa nuestro disco eran cintas recicladas, le pasaban por arriba a las grabaciones de otros, era todo una demencia. No es el disco que hubiéramos querido grabar por los temas censurados y por un millón de cuestiones, pero fue todo tan naive que por eso creo que quedó en la historia.

Si hay algo que tiene el Montevideo Agoniza es que es natural, es real, lo que pasa es de verdad, pero después fue un infierno. Todas las grabaciones de los tres primeros discos con los hijos de puta de Orfeo, con la basura de Alfonso Carbone y todas esas mierdas, fue una experiencia re traumática y creo que a pesar de ellos se hizo historia.

¿Cómo hace una banda para no repetirse, para tomar nuevos caminos, como hizo Traidores?

Con la búsqueda. En el segundo disco incorporamos teclado, fue un experimento. De repente no nos gustó mucho, pero ya estábamos en ese baile. La gente nos odió, los fanáticos de Traidores decían, “qué hacen estos putos ahora”, pero eso es una forma de amplificar lo que se dice. Si tenés instrumentos los usás, experimentás y ves si amplifica las posibilidades que tenés. Agregar instrumentos es como agregar colores a tu paleta y, a veces, los experimentos te salen bien y, a veces, no tan bien.

¿Cómo fue aquel episodio en el que tocaron en un acto del Partido Colorado que algunos interpretaron como forma de apoyo?

No nos llamaron para tocar para el Partido Colorado (PC). El PC organizó un festival y ni siquiera fue el PC, fue una lista dentro del PC. Fue a tocar la Tabaré y no sé que otras bandas y a nosotros nos chupó un huevo quién organizara. Nosotros no podíamos organizar nuestros propios shows y ahí nos ponían equipos, nos pagaban, fuimos a decir lo nuestro y punto. No nos importó nada.

Por ejemplo, el Frente Amplio nunca nos convocó para tocar en ninguna parte, pero hubiéramos ido y hubiéramos dicho lo que teníamos que decir. No me genera ningún tipo de trauma, ni me preocupa en lo más mínimo lo que la gente piense, no me interesa. De hecho, “Buenos días, Presidente” es para Sanguinetti y para nosotros era muy gracioso el hecho de poder tocar la canción y que esos idiotas nos pagaran para cantar en contra de ellos.

Esa es la realidad de lo que pasó, era muy gracioso para nosotros. Lo que interpretan los demás me chupa un huevo, que se mueran todos, no me interesa nada.

No escuchás a Los Traidores, ¿por qué?

Porque estoy harto de mí mismo. Me odio y odio todo lo que tiene que ver conmigo y las canciones. No me puedo soportar. No rindo culto a mí mismo, no escucho mi disco, ni tengo fotos, ni me escucho. Es natural en mí así, no soporto escucharme.

¿Cómo llega Assimo a tu vida?

Durante la crisis del 2002 nos juntamos con el Choncho y con Martín, que era el baterista histórico de Plátano Macho y de Elefante y estábamos muertos de hambre y destrozados. La vida nos había pasado por arriba y no estábamos tocando con nuestras bandas porque estábamos todos peleados. Simplemente, pasándola mal nos pusimos a componer canciones como una manera de sobrevivir, de salir adelante en lo peor.

Componer música y generar belleza es siempre lo que me parece que está bien. Es algo que es digno y es el mismo concepto que mi yo personal, Poesía de Guerra, tiene. Es eso, lo peor de la batalla es cuando estás muerto de hambre, cuando estás sin ningún tipo de esperanza.

A mí siempre lo que me quedó fue hacer poesía y hacer canciones. De algún modo, hicimos realidad esa frase que dice que los punks eran las flores en los cubos de basura. Es lo mismo. Es una idea que viene del budismo de que del barro nacen las flores de loto. Ese concepto encierra Poesía de Guerra, son los dos ladrillos constituyentes de mi existencia y por eso mi yo personal se llama así. Es eso, es transformar la mierda, la crueldad, la basura en la que vivís en lo más bajo que sos y tratar de dejar algo. De lo peor, dar algo. Esforzarte y hacer poesía y escribir, sea lo que sea, es dejar un poco de belleza en el mundo.

¿Assimo grabó discos?

Grabamos un disco que se llama La hoguera, que es muy poco conocido. Assimo tuvo muy poca fortuna porque en el momento en que llegamos a grabar el disco ya estábamos agotados y cansados los unos de los otros. Creo que lo llegamos a presentar y tocar un par de veces y quedó por eso. Yo creo que las mejores letras que escribí están en ese disco de Assimo. Una lástima que no hayamos podido grabar otro disco que comenzamos a esbozar, pero nos dispersamos porque no nos soportábamos más.

¿Cómo fue el tema con Legião Urbana?

En los años `80 recuerdo que empezó el éxodo del interior a la ciudad de Montevideo y ahí tuve la suerte de conocer a una amiga, Anita Guerra, que venía de Río Branco. Ella fue la que me mostró Legião Urbana y piré. Dije, “esta banda me encanta”, era lo más parecido a Traidores. Me daba cuenta que las influencias que teníamos eran las mismas, la consideré una banda hermana.

La única vez que Legião Urbana salió de Brasil fue para tocar en el primer Montevideo Rock, en el ´86. Dicho sea de paso, Traidores no estaba invitado a tocar y tocamos igual, cerramos Montevideo Rock y tocamos de prepo, fue una demencia ese show.

El día anterior al que nosotros tocamos, tocó Legião Urbana. Los fui a ver expresamente. Llegué al escenario donde estaban tocando y sonaba maravilloso, era increíble la banda. En esos tiempos, la sociedad era extremadamente violenta, les tiraron de todo y Renato Russo se bajó del escenario prácticamente llorando. Yo vi eso y me impactó, nunca había visto algo así y fui para atrás del escenario, me senté al lado de él y lo abracé. Estuve como tres horas conversando con el loco, lo saqué de donde estaba y me cayó re bien. A Dado y a Marcelo, los otros dos fundadores, ni les hablé.

Veinte años después de eso, después de catorce años que hubiera muerto Renato Russo, me las arreglé para que Marcelo y Dado vinieran y se volvieran a juntar otra vez a tocar canciones de Legião Urbana acá en Montevideo. De ahí en más, no pararon de tocar.

Llegó un momento en que bajaste de los escenarios y pasaste a hacer cosas del estilo de Enlaces, ¿por qué pasaste de un lado al otro?

Todo esto tiene que ver con Poesía de Guerra, sobre su comienzo. Nace en el año 2000 porque, en ese tiempo, Víctor se fue a vivir a Argentina y no podíamos tocar con los Traidores. Yo me inspiré en una banda alternativa que habían armado el Mandril, el Enano de la Vela y el Rafa que se llamaba “Yo y el enano mandril”. Como ellos ya no podían tocar en lugares chicos porque La Vela Puerca ya había despegado, se las arreglaron para armar algo más chico y ahí convidaban a los amigos a tocar. Ese modelo yo nunca lo había vivido con los Traidores que era una cosa más monolítica, cerrada, sin apertura alguna. Eso me impactó, que me invitaran los amigos a cantar y romper las bolas e interpretar lo que se nos cantara fuera de toda presión.

Me inspiró a mí a generar Poesía de Guerra que es mi yo personal. Enlaces es como agrandar y abrir más la cancha con la idea de dar un mensaje de apertura e integración, de integrar diferentes estilos, diferentes rangos etáreos. Es tratar de unir en un mundo que cada vez se atomiza más y cada vez se polariza más. La idea es la de unir a través de la música. Esa fue la idea de Enlaces, la de lograr apertura, intercambios, seguir creciendo y aprendiendo, nutrirte de los demás, de los viejos y de los más jóvenes, tratar de apoyar gente joven.

Muchas cosas pasaron con Enlaces o Poesía de Guerra. Muchas amistades, muchas otras bandas han surgido y esa es la idea de poder, en mi caso, tratar de compartir lo aprendido de otros músicos que vienen de otros palos y seguir adelante. De algún modo, de no quedarse estancado en el pasado, ni en tu propio ghetto, sino colaborar, entender. Esa es la gran lección que yo aprendí de Sebastián Teysera y los amigos de la Vela Puerca, el abrir cancha, darte con los demás y salir adelante compartiendo, cosa que en los ´80 no pasaba.

También compusiste para otros, ¿cómo es eso dar el arte de uno a otro?

Me ha pasado que, como mi vida es la música, la mayoría de los amigos que tengo son todos músicos, todos artistas. Entonces, estás en un intercambio permanente, estás mostrando lo que vos hacés, lo que otros hacen. Te muestran a vos y estás influyendo, opinando y compartiendo. Como te digo, es una manera de crecer y no quedarse estancado. Además, con Enlaces hicimos especial énfasis en que los que tenían más experiencia tratar de ayudar a gente nueva.

Además, es un desgaste. Yo no quería cantar más y hace algunos años que vengo cantando lo menos posible, por lo general alrededor de mi cumpleaños que es el 16 de setiembre. La idea también era ponerme a producir para otras personas porque tengo un cansancio enorme. Voy a cumplir 55 años, estoy harto. Sin embargo, también pasó que a raíz de los nefastos sucesos acaecidos en 2020, recibí muchísimas llamadas de muchísima gente que me dijo, “ahora todo tiene sentido en las canciones, ahora todo cierra”. Eso me dio como un impulso para decir, “tengo que estar” aunque me pese y es un poco eso, el sentir que hay que seguir estando, seguir dando hasta el último minuto, hasta que ya no aguante más.

El último disco de Traidores fue Primavera digital en 2002, ¿nunca más se plantearon hacer otro disco?

Lo intentamos, pero es muy difícil. A esta altura, las relaciones humanas son extremadamente complejas y después de tantos años se hace muy difícil. Se intentó componer y no se pudo y yo sentí el llamado, de algún modo, y me puse a componer con quien podía y chau.

Este año se cumplen veinte años de Poesía de Guerra.

Se cumplían el año pasado, pero no nos dejaron tocar. Entonces, vamos a hacerlo ahora. Siguen siendo los veinte años, pero en circunstancias especiales.

¿Cómo fue la primera vez que tocaste con Poesía de Guerra?

No se llamaba así. En realidad, la convocatoria fue a título personal. Fue en el Teatro Stella y venía, justamente, de eso, de participar de las convocatorias del Enano, del Mandril y del Rafa. Copié el formato, invité como a veinte músicos. Daniel Jacques fue un pilar, Gastón Daverede y Andrés Arrillaga y después desfilaron quince o veinte músicos más. Continué haciéndolo como una forma de trabajar y de mantenerme transmitiendo la obra. A parte, al estar liberado del peso de Traidores, de contextos monolíticos, también me daba para hacer otro tipo de canciones y estar más libre. Por ejemplo, me permití hacer canciones que me gustaban y que me habían influido de otras bandas, de diferentes estilos e invitar gente que venga de otros palos, que enriquezca la obra ya hecha, que colabore y que inspire obra nueva.

¿Cómo elegís el repertorio y los invitados show a show?

Cada show es cambiante. Durante muchos años solo toqué con Guzmán Mendaro. Era una locura porque invitaba a gente a tocar. Incluso, invitaba a la gente del público, algo que siempre me interesó hacer con Poesía de Guerra. Luego de ese primer show ya empezamos a llamarle Poesía de Guerra. Siempre tuvo un formato cambiante, siempre con banda e invito según el ánimo, según con quién esté compartiendo, con quién tenga ganas de tocar.

Este es un poco especial y resume veinte años. Está dividido en dos partes. La primera voy a tocar con Mendaro, es más bien acústico, ese tipo de interpretación. En la segunda parte pasan otras cosas y se suma la banda. Siempre fue eso, según el ánimo, según los momentos, si el momento me pide algo y puedo hacer algo.

Poesía de Guerra para mí significa libertad, no estar atado a nadie, poder interpretar canciones en las cuales yo ayudé a componer y canciones que me han influido y que me gustan con total libertad. Que sea mi show personal también es un poco engañoso porque nunca toqué ningún instrumento, nunca me interesó. Entonces, mi show personal quiere decir que me tomo la libertad de invitar a quien yo quiero que me acompañe y elijo el repertorio. Pero yo nunca podría haber compuesto un tema si no fuera por todos los colegas y amigos que han puesto música. Esa es la realidad de las cosas, yo solo no hubiera sido nada.

Al igual que Enlaces, Poesía de Guerra tiene mucho de la música compartida, ¿qué genera en ti poder hacerlo así? ¿Por qué genera satisfacción?

Porque es libertad. Sobre todo, darle la libertad a los demás. Acá vienen y tocan según su corazón y lo que les parece. No hay un General acá estricto que agarra y te dice qué tocar. Convoco a los demás porque me gusta que den su propia interpretación, para que le den su corazón y su arte a lo que se hace. Entonces, para mí es libertad en el sentido de liberarme también de mí, de apoyarme en los demás. Eso creo que es el gran valor que podemos decir que tiene Poesía de Guerra.

Habla de mí, pero también habla y cuenta múltiples historias que hemos compartido a lo largo de muchísimos años, por ejemplo, con amigos que voy a invitar. No son todos los que quisiera, no puedo invitarlos a todos. No puedo hacer el show que quiero, realmente, pero se le acerca mucho y tengo a mis amigos de fierro ahí. Son muchísimas historias que contar y dejo que se cuenten solas en el escenario.

¿Cómo manejás aquella timidez que tenías de chico?

Ahora, un poco más tranquilo, pero me acuerdo que durante los shows de Los Traidores, por los 25 años de Montevideo Agoniza, tenía ataques de pánico y la pasé muy mal. No quería ni salir a escena y fueron tremendamente duros esos shows, muy difíciles y, desde ahí, empecé a cantar lo menos posible. En Enlaces yo me dedicaba a la producción y cantaba dos temas, entonces lo podía sobrellevar mejor y últimamente estoy más amigo de la cosa. Ahora también me siento más libre, puedo hacer arriba de un escenario lo que se me canta, no tengo problema en que si un tema no me gusta como lo estoy haciendo, lo paro y lo vuelvo a empezar.

Ya puedo estar más libre y siento menos responsabilidad, de algún modo. Lo puedo disfrutar más y para mí es fundamental el equipo de gente con el que salgo a tocar. Eso, sobre todo. Por eso, estoy muy agradecido en estos tiempos tan convulsionados y difíciles para todos que estos amigos se pongan la camiseta y me den su tiempo vital. Es muy emocionante y me da el apoyo anímico que necesito para salir a la cancha seguro.

¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?

No tengo uno. No recuerdo nada que haya pasado que me haya puesto feliz. Una cosa que me causa lo más parecido a una felicidad es cuando estoy luchando durante meses para resolver una canción, porque mi vida pasa por hacer canciones y a veces la paso mal. No me sale y estoy luchando y lleno cuadernos con pequeñas variaciones de lo mismo, cuando consigo que diga lo que yo quiero decir y entra bien, la métrica, la letra, eso me da algo muy parecido a una felicidad. En realidad, es una sensación de alivio enorme y es lo más parecido a la felicidad. Después, no creo que existan estados felices, para nada, todo es pasajero en la vida.

¿Y el día más triste?

Ahora me entristece la situación actual de la sociedad si bien no soy un pesimista total. Creo que toda esta mierda que nos está pasando a nivel mundial, de algún modo es algo necesario y la humanidad va a florecer. Pero estos son momentos muy tristes, todos ellos.

¿En qué momento de tu vida sentiste mayor libertad?

Ahora, cuando me puedo subir a un escenario. Hoy por hoy me siento libre de poder interpretar. Por lo demás, pienso que vivo en una sociedad que no es democrática y que estamos en una tiranía global.

¿Algo que la vida te haya hecho aprender a los golpes?

Básicamente, a no ser un egoísta de mierda. Si te la creés, perdés. Son lecciones que uno aprende rápido. A no creerte más que los demás son lecciones que todos aprendemos a los golpes. Más te cuesta, más te va a doler. Creo que un buen antídoto para no creértela fue darme cuenta que así como había un montón de gente que me quería por lo que hacía, el otro 90% no le interesaba nada y la misma cantidad de gente te odiaba por lo mismo.

Siempre eso me sirvió, pero por supuesto me sirvió como para mantenerme parado sobre mis pies y nunca creerme la gran estrella. Eso sirve en este país porque esto es muy chiquito y todos nos conocemos. Aunque uno, muchas veces, sigue siendo un egoísta de mierda y ya no lo digo a nivel musical, en la vida misma. Ahí la vida se encarga de corregirte y darte palo. Lindo mensaje ese de que “la vida te da solo pa´ quitarte” y “es lo bueno que tiene el dolor”, como cantan los amigos. O aprendés o vas a ser enseñado a patadas en el orto.

¿Qué es lo más valioso que tenés en la vida?

Las personas que me bancan a muerte. No quiero decir quiénes son, es obvio que todos los músicos que me acompañan. Me siento muy afortundado y lo más valioso no tiene que ver conmigo, sino con las personas a lo largo de todos estos años que me han ayudado y sostenido.

Si tuvieras que juzgar tu propia vida, ¿irías al cielo o al infierno?

Al purgatorio, queda mucho por aprender.

 

Por Federica Bordaberry