Desde la muerte de Abel a manos de Caín en el Génesis bíblico, el fratricidio ha poblado la crónica roja y la literatura, cometido por los motivos más diversos.

En la mitología egipcia, el dios Osiris sucumbe en una conspiración urdida por su hermano malvado, Seth. En el drama shakesperiano Hamlet, este rey fenece asesinado por su hermano, quien lo hace morder por una serpiente venenosa.

Más acá en el tiempo, en su célebre Milonga de dos hermanos, el escritor Jorge Luis Borges narra el crimen de Juan Iberra, criminal que ultima a su hermano menor, celoso porque este había cometido más asesinatos que él.

Entre todos los posibles móviles —trascendentes o banales— para un fratricidio, hay uno que sin duda no imaginaron Shakespeare ni Borges: una torta frita. Sin embargo, así ocurrió en un reciente caso, según reportó en las últimas horas el periódico argentino Clarín.

El hecho ocurrió durante la mañana del domingo en la localidad de Villa Ángela, en la provincia de Chaco.

El informe detalla que una dotación policial acudió a una casa sita en la esquina de Montevideo y Formosa, en la que se había reportado la presencia de una persona herida.

Al ingresar al inmueble se encontraron con un joven de 18 años que presentaba una herida de arma blanca en el lado izquierdo del pecho. De inmediato se lo trasladó a un hospital, pero los médicos no lograron salvarle la vida.

De acuerdo con el testimonio de la madre del occiso, la herida mortal se produjo durante una disputa con su hermano Tristán, de 19 años. La mujer dijo que el hermano menor se había comido la última torta frita del desayuno, hecho que desató una discusión que poco después pasó a las vías del hecho. Durante la reyerta, Tristán tomó un cuchillo “tipo Tramontina” y aplicó la letal puñalada. El arma, manchada de sangre, fue localizada en el lugar.

El asesino fue atrapado poco más tarde y puesto a disposición de la Justicia.