La japonesa Miyuki Ueta, de 49 años, murió el pasado sábado en la cárcel, donde esperaba el momento de ser ejecutada.
Según informa la agencia de noticias Kyodo, Ueta estaba condenada por drogar, robar y asfixiar a dos hombres: un chofer de auto de alquiler y el dueño de una tienda de artículos electrónicos. La motivación de los delitos habría sido económica, ya que debía dinero a las familias de ambas víctimas.
Arrestada en el año 2009, la doble homicida fue condenada a muerte en 2017.
Recluida en la Casa de Detención de Hiroshima, Ueta murió de manera repentina el 14 de enero. El médico del penal certificó el deceso, provocado por atragantamiento con comida.
El corredor de la muerte
Ueta no era la única persona que aguardaba por el verdugo en Japón. Según los registros del Ministerio de Justicia nipón, 105 reos se encuentran en esa desdichada situación.
En julio del año pasado, Tomohiro Kato, un oficinista de 39 años, fue ejecutado después de quitarle la vida a siete personas y dejar a otras 10 heridas en el distrito de Akihabara de Tokio, masacre cometida en 2008.
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