Monseñor Jacinto Vera y Durán, el primer obispo de la historia del Uruguay, será proclamado beato de la Iglesia Católica por el Papa Francisco, quien aprobó un milagro obtenido por la intercesión del sacerdote, según anunció la Santa Sede en su boletín oficial.
“Es un motivo de júbilo y gratitud para todo el Uruguay”, expresó la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU) que nuclea a todos los obispos del país, en un comunicado. “Su próxima beatificación nos impulsa a renovar nuestro impulso misionero y nuestro deseo de servir al país y a su gente”, añadieron.
Tras el anuncio, el cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, dijo a Montevideo Portal que desde la iglesia uruguaya aspiran que en mayo del 2023 sea la beatificación, cuya ceremonia se realizaría en la capital uruguaya. “El papa suele enviar a un cardenal de la Curia Romana a presidir la celebración”, comentó.
“Es un fuerte impulso para la evangelización, porque Jacinto prácticamente organizó la iglesia uruguaya. Cuando él asumió como vicario apostólico —como se le denominaba al jefe de la iglesia uruguaya en ese momento— no teníamos obispo, la iglesia estaba muy desorganizada, sin vida religiosa, sin congregaciones religiosas casi, no había prensa católica, ni instituciones laicales. Cuando él muere, 20 años después, está la diócesis, hay seminario, hay congregaciones, hay colegios católicos. Es decir, es el gran impulsor de la evangelización en el Uruguay”, apuntó.
“Nosotros creemos que puede también impulsarnos a un renovado esfuerzo evangelizador y que va a traer mucha gracia, mucho don de Dios para toda la iglesia uruguaya este acontecimiento”, dijo el arzobispo montevideano.
El milagro reconocido por el papa Francisco es uno de 1936, cuando la niña María del Carmen Artagaveytia, de 14 años padecía una importante infección luego de una operación de apendicitis. Según contó Sturla, en un momento en que se temía un desenlace fatal, un tío de la niña llevó una estampita con una reliquia de Jacinto Vera, para que se pusiera sobre la herida. “Durmió esa noche y a la mañana siguiente estaba totalmente curada”, contó.
“Yo creo que además hay que señalar lo que fue Jacinto en el contexto de un Uruguay muy dividido. Él fue además un gran pacificador en el Uruguay. En la Defensa de Paysandú (1864-1865), él se hizo presente, y en la isla, que justamente empezó a llamarse isla de la Caridad, dio asistencia a los heridos de guerra. Después en la guerra de Timoteo Aparicio, la Revolución de las Lanzas, intentó una mediación para detener la guerra”, sostuvo el sacerdote.
“Fue un hombre muy reconocido en el Uruguay y muy querido por los uruguayos, más allá de que tuvo sus polémicas, sus enfrentamientos, pero a su muerte hay un reconocimiento unánime de la sociedad uruguaya a su persona”, añadió.
Jacinto Vera, el obispo gaucho
Nacido en Desterro, actual Florianópolis, cuando Brasil era aún parte del Reino de Portugal, el 3 de julio de 1813
Nació en julio de 1813 en el Océano Atlántico, cuando su familia viajaba en barco desde las Islas Canarias a la Banda Oriental. Fue bautizado en Nossa Senhora do Desterro, actual Florianópolis, cuando Brasil era aún parte del Reino de Portugal. Tras unos años de vivir allí, su familia continuó el viaje hacia el sur y se establecieron en la zona del actual Maldonado, entre San Carlos y Maldonado.
En 1832 comenzó su camino hacia el sacerdocio, estudiando entre 1836 y 1841 con los curas de la Compañía de Jesús (Jesuitas) en Buenos Aires. El 28 de mayo de ese año fue ordenado sacerdote y destinado a la catedral de Nuestra Señora de Guadalupe en Canelones.
Fue nombrado vicario apostólico de Uruguay en 1859, participó en 1870 en el Concilio Vaticano I y viajó a Jerusalén.
El 15 de julio de 1878 fue proclamado obispo de Montevideo, convirtiéndose en el primero en la historia uruguaya. Falleció durante una misión en Pan de Azúcar, el 6 de mayo de 1881.
Beato
El término, que viene del latín beatus, significa feliz o bienaventurado. La beatificación es el último paso previo a la canonización, que es cuando la Iglesia Católica declara a una persona "santa".
“El beato llega al ‘honor de los altares’, sus imágenes pueden ser veneradas en las Iglesias, se celebra su memoria litúrgica, es decir, que habrá un día en el año en que será su fiesta (en general el día de su muerte, llamado dies natalis) donde en la misa y otras celebraciones del día se lo recordará especialmente, como se hace con los santos”, explica la Arquidiócesis de Montevideo en su página web.
Al verificarse el primer milagro por la intercesión de la persona se proclama la beatificación; cuando se confirma el segundo milagro, se la canoniza.
Sturla dijo que puede estar en el horizonte la canonización de Jacinto Vera, aunque pueden pasar varios años para que eso pase, dado que la causa por su beatificación comenzó hace ya varias décadas. “Lo que pasa es que ahora tiene que haber un nuevo milagro que se pueda comprobar, obtenido a partir del día de hoy, es decir, desde que se ha anunciado la aprobación y la próxima beatificación. Un milagro obtenido por la intercesión de Jacinto a partir del día de hoy puede servir para que, haciendo todos los exámenes correspondientes Jacinto pueda ser declarado santo”.
Una santa, tres beatos y tres siervos de Dios en el palmarés nacional
El 15 de mayo de este año la religiosa María Francisca de Jesús Rubatto (Italia, 1844-Montevideo, 1904) fue canonizada por el papa, que había aprobado su segundo milagro en febrero de 2020, por lo que se convirtió en la primera santa del Uruguay, aunque no nativa.
En marzo de 2001, el papa Juan Pablo II beatificó a dos hermanas uruguayas, Dolores y Consuelo Aguiar-Mella, por el martirio que sufrieron, el 19 de septiembre de 1936, cuando fueron asesinadas por las “milicias rojas”, durante la Guerra Civil Española. Por este motivo, Jacinto Vera se convierte en el cuarto uruguayo en ser beatificado.
La iglesia uruguaya impulsa la solicitud de beatificación de otras tres figuras: el padre Cacho, como se conoce al sacerdote Ruben Isidro Alonso (1929-1992), el médico y político de la Unión Cívica Salvador García Pintos (1891 - 1956), un destacado activista contra el aborto que impulso su tipificación como delito en la ley 9.763 y el joven Walter Chango, nacido en 1921 y fallecido en 1939. Los tres son Siervos de Dios, como se denomina a los candidatos a beatos.