Por The New York Times | Carlos Tejada and Julie Turkewitz
Iván Duque, presidente de Colombia. (Jean Chung para The New York Times) Colombia Duque, Ivan Politics and Government Income Inequality Peace Process Demonstrations, Protests and Riots Police Police Brutality, Misconduct and Shootings South Korea International Relations Revolutionary Armed Forces of Colombia SEÚL— Iván Duque arrasó en su llegada a la presidencia de Colombia en 2018 como un tecnócrata joven y poco conocido impulsado por un creciente movimiento de derecha. Aprovechó el enojo del público hacia un acuerdo de paz que dijo que había sido demasiado laxo con los insurgentes. Y advirtió que las propuestas de su oponente de izquierda podrían asfixiar el crecimiento constante del país.
Tres años y una pandemia global más tarde, es Duque quien preside un país con alto desempleo y un electorado iracundo, un mandatario a la defensiva sobre las medidas que ha tomado para controlar la violencia persistente de los militantes.
Duque asegura que sus políticas han presentado oportunidades para las clases medias y bajas, impulsado el espíritu empresarial y preparado el camino para que Colombia vuelva a los niveles de crecimiento prepandémicos. También ha ofrecido políticas sociales que podrían abordar los temas de comportamiento policial y desigualdad que este año ocasionaron enfrentamientos violentos en los que murieron decenas de personas.
“Los tres pilares de nuestro plan general de gobierno, que eran la legalidad, el emprendimiento y la igualdad, han estado dando resultados”, dijo Duque la semana pasada en una entrevista en Corea del Sur con The New York Times. “Obviamente fueron afectados por la pandemia. Pero creo que hemos demostrado nuestro espíritu resiliente”.
El legado de Duque —y de su mecenas, el incendiario expresidente Álvaro Uribe, que sigue dominando la política colombiana— está en riesgo. Los votantes colombianos acudirán a las urnas en mayo, cuando Gustavo Petro, el anterior alcalde de Bogotá y ex candidato presidencial que alguna vez fue guerrillero, podría convertirse en el líder más izquierdista de la historia del país en un momento en que los izquierdistas han vuelto a cosechar victorias en toda Sudamérica.
Duque ya no puede postularse, debido a los límites al mandato, y su partido aún no elige a su nuevo candidato. Aun así, su gobierno enfrenta los peores niveles de aprobación de su presidencia. La economía, el comercio y la inversión extranjera de Colombia fueron muy afectados por el coronavirus, lo que exacerbó tensiones sociales de larga data en torno a la desigualdad y el comportamiento policial.
También se ha visto sometido a una mayor presión para controlar a las insurgencias armadas de Colombia y acelerar el cumplimiento del acuerdo de paz del gobierno con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, a pesar de sus críticas a los términos del acuerdo en la campaña electoral de 2018.
En Corea del Sur, Duque buscaba oportunidades de comercio e inversión, como el crecimiento de la manufactura coreana y un incremento en las ventas de café, aguacates y plátanos colombianos. Incluso habló del rodaje de una película surcoreana en Bogotá: el presidente ha promovido desde hace mucho la inversión en las artes y la investigación.
El mandatario intenta “que los inversionistas surcoreanos se interesen en grande”, dijo Sergio Guzmán, de la consultora con sede en Bogotá Colombia Risk Analysis.
El desafío para Duque, añadió Guzmán, es que una victoria por parte de Petro podría dar marcha atrás a los logros de sus predecesores.
“Es un presidente débil”, dijo Guzmán. “Es un presidente que va de salida. Es un presidente cuyo legado más importante será imposibilitar a su sucesor de deshacer sus políticas”.
Duque estuvo en desacuerdo, al decir que sus esfuerzos —entre ellos los subsidios al salario y una propuesta para ampliar el acceso a la universidad— podrían ayudar a que la economía se recupere.
A pesar de ser protegido de Uribe, el líder carismático que aceleró la ofensiva del gobierno contra las FARC hace casi dos décadas, Duque nunca encajó del todo en el molde populista. Criado en una destacada familia política, el presidente de 45 años trabajó durante años en la banca de desarrollo. Habla un inglés tallado con el vocabulario de los think-thanks: “Voy a darle cifras muy concisas”, dijo en un momento antes de hacer justamente eso.
Fue electo luego de una campaña enfocada en el crecimiento económico y en modificar los términos del acuerdo de paz con las FARC, pero rápidamente enfrentó desafíos. En 2019, la frustración por la falta de oportunidades y un posible cambio al sistema de pensiones encendió una ola de protestas masivas. Lo mismo sucedió con una propuesta fiscal que este año intentaba cubrir un déficit que la pandemia exacerbó.
La propuesta de Duque tenía virtudes, dijo Luis Fernando Mejía, director del instituto colombiano de investigación Fedesarrollo, pero no pareció convencer al pueblo.
“Fue una reforma muy, muy buena” dijo, “pero no logró consolidar ese capital político y tener una estrategia adecuada para poder llevar a cabo esa reforma que creo que había sido muy importante”.
Duque también se encuentra en un estrecho espacio para formular políticas en tiempos de polarización, lo que hace que sea cada vez más difícil complacer a la base de su partido y a los votantes inconformes.
El paro por las modificaciones fiscales se convirtió en parte de un malestar más amplio por la desigualdad y la violencia policial. Algunos policías utilizaron fuerza brutal y letal contra los manifestantes.
En la entrevista, Duque se refirió a sus intentos de incrementar el escrutinio hacia la policía y equiparla con cámaras corporales. Pero dijo que los manifestantes habían sido impulsados por “gente que produce noticias falsas” y otros agitadores para azuzar la violencia.
Su acto de equilibrismo más difícil podría ser llevar a cabo el cumplimiento del acuerdo de paz con las FARC. En 2019, su propuesta para modificar los términos, entre ellos sentencias más duras por crímenes de guerra, fracasó por motivos legales. A nivel internacional, está bajo una intensa presión para hacer respetar el acuerdo, pero a nivel nacional su partido y otros conservadores lo critican.
A unas semanas del quinto aniversario del acuerdo, más de la mitad de sus disposiciones no se han implementado o recién han comenzado, según el Instituto Kroc en la Universidad de Notre Dame, una entidad independiente encargada de supervisar el acuerdo. Los grupos opositores y parte del electorado dicen que Duque perdió una oportunidad crucial para impulsarlo.
Duque y sus seguidores señalan que el marco temporal del acuerdo establece que sus principios se implementen a lo largo de 15 años. Durante la entrevista, dijo que había logrado más que su predecesor, Juan Manuel Santos, al implementar las revisiones de propiedad de la tierra y los planes de desarrollo del acuerdo de paz que darían empleos y oportunidades a los agricultores pobres y a los excombatientes.
“No solo hemos estado implementando, sino que los temas que hemos implementado serán decisivos para la evolución de los acuerdos”, comentó y añadió: “Hemos hecho un buen avance”.
Duque también debe equilibrar los intereses encontrados en el extranjero. Hay tensiones entre Estados Unidos —el aliado histórico de Colombia— y China, fuente creciente de negocios para el país. China, el segundo socio comercial de Colombia, después de Estados Unidos, ha invertido en minas en el país y logrado licitar contratos de obras.
Duque comentó que las empresas chinas habían ganado las obras en licitaciones abiertas y que las relaciones con Estados Unidos permanecían cercanas. “Intentamos construir nuestras relaciones con nuestros socios basándonos en las oportunidades comunes de inversión y comercio. Pero por lo general tengo que destacar que en el caso de Estados Unidos, nuestra alianza se remonta a casi 200 años y seguiremos viendo a Estados Unidos como número 1”.
Con Estados Unidos, las relaciones llegaron a un momento incómodo el año pasado cuando integrantes del partido de Duque apoyaron a Donald Trump y a los republicanos en la elección, lo que provocó una inusual reprimenda del embajador estadounidense.
“Creo que fue imprudente”, dijo Duque. “Creo que no se debió hacer”.
Estos ejemplos de polarización, dijo, han complicado los esfuerzos para solucionar los problemas profundos. El mundo está polarizado, dijo pues las personas “conectan la demagogia y el populismo con sentimientos violentos y algoritmos y gente que produce noticias falsas y manipula la verdad”.
Añadió: “por eso nos hemos concentrado en nuestra gestión en no promover la polarización, sino en conducir al país en la dirección correcta”.
Carlos Tejada reportó desde Seúl, y Julie Turkewitz desde Bogotá, Colombia.
Carlos Tejada es el subeditor en Asia de The New York Times y radica en Seúl, Corea del Sur. Ha trabajado en el este asiático como editor y reportero desde 2008. @CRTejada
Julie Turkewitz es jefa del buró de los Andes, que abarca Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana. Antes de mudarse a América del Sur, fue corresponsal de temas nacionales y cubrió el oeste de Estados Unidos. @julieturkewitz