Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti @javier.noceti
El flaco alto y con el pelo cano y desgreñado que tengo en frente -y elige tan cuidadosamente sus palabras- bien podría ser un personaje de una novela de Claudio Invernizzi (64). Vaya si ha tenido una buena vida el flaco: hijo del gran artista “Tola” (José Luis) Invernizzi, militante de izquierda como toda su familia, terminó preso por pintar un muro contra la dictadura en Piriápolis. Envejeció rápido y aprendió en lo que él llama su “universidad”. Dejó el básket porque el exceso de entusiasmo por el deporte no era correspondido con pericia para la práctica del mismo. Y casi sin buscarlo -¿o sí?- una amiga le facilitó un empleo en una agencia de publicidad. Ahí, tardíamente, el flaco se hizo publicista. Y qué publicista: fue premiado en Uruguay y el exterior, y es reconocido como un maestro de jóvenes creativos.
Hace tres años fue sometido a una cirugía por un tumor en el conducto colédoco, o como él explica, “la cabeza del páncreas”. “Eso en el 97% de las veces es maligno. Tuve la suerte de que en mi caso no lo fuera. Me saqué la grande. Quedé en el 3%. Viviré hasta los 100 o 101, jeje. Pero en el camino dejé un pedazo de páncreas, un pedazo de estómago, todo el duodeno, la vesícula, etc”, me explicó en un mensaje por Whatsapp tras la entrevista en su casa de Palermo. “Fue un cambio importante en el metabolismo, pero sin consecuencias graves y las mismas ganas de seguir para adelante de siempre”, agregó.
Ya un escritor maduro, Invernizzi está presentando El pasado es un montón de cosas inconclusas (Estuario editora), el segundo libro de una trilogía que comenzó con La memoria obstinada de Puerto Vírgenes y que culminará con otro que tiene a medio escribir y hoy, transitoriamente, lleva por nombre Trece mil papeles color salmón. Sí, al flaco le gusta bautizar a sus novelas con títulos largos.
En esta charla en una sala de su casa, donde escribió y escribió durante gran parte de la pandemia (y se enamoró de un puñado de personajes), habló de la militancia, la cárcel, la publicidad y su rol como publicista detrás de las dos últimas campañas presidenciales del Frente Amplio. Dice que la coalición de gobierno tuvo en cuenta lo que su fuerza política ignoró: la “inteligencia comunicacional”.
“En 2019 fui publicista de una campaña en la que me encontré con cosas que salían que yo ni siquiera sabía que se estaban haciendo”, dijo. “Yo me enteraba por la prensa quiénes eran las candidatas a vicepresidenta que estaban en la vuelta. Eso te da la pauta de cómo funcionó toda la operación. ¿Quién era que trasladaba a la prensa los nombres de las potenciales candidatas a vice? ¿Quién manoseaba los nombres con tanta libertad y generaba ese estado de inseguridad permanente? ¿Qué pasó con la inteligencia comunicacional? Eso yo no te lo puedo responder”, confiesa. Asegura que este gobierno, en cambio, comunica muy bien, aunque se ha equivocado y ha cometido algunas “picardías”, pero está lejos de ser una agencia de publicidad gobernando.
"Era enero, recién había cumplido 18. En Piriápolis salimos cuatro amigos a pintar muros con el mensaje 'Abajo la dictadura'. Corría el mito de que como las pintadas estaban tan altas, había sido yo. La verdad es que nos vieron"
-¿Qué querías ser de chico cuando fueras grande?
-Quería ser escritor. ¡Quería ser poeta! Creía que los poetas eran gente importante, y andá a saber si no lo son. Después quise ser basquetbolista, y con gran sabiduría alguien me dijo: “No es por acá, capaz que es mejor que te dediques a otra cosa”. En algún momento se me cruzó la medicina por delante. Pero lo que siempre estuvo presente fue la literatura.
-Venís de una familia de militantes de izquierda. Es más, alguna vez dijiste que toda tu familia estuvo presa. Con tu hermano incluso coincidiste en una cárcel, y le tocó fumar un tabaco brasilero que nadie quería...
-Jaja, eso es verdad, sí. Estábamos en el cuartel de Melo, se formaban comunidades para administrar las cosas que iban entrando, y en un tiempo a mí me tocó administrar el tabaco. Y había un tabaco que no lo quería nadie. Un día cayó un guardia diciendo que había un preso en el calabozo que preguntaba si había tabaco para fumar. Yo dije: “¡cómo no!” Le dimos ese tabaco que nadie quería para el que estaba en el calabozo. Lo fumó, y cuando llegó a nuestra celda preguntó quién fue el hijo de puta que le había dado ese tabaco. Había sido yo, y no sabía que era para mi hermano…
-Vos también estuviste preso en dictadura por pintar una pared en Piriápolis, cuando tenías 18 años. ¿Qué cosas te empujaron a la militancia activa?
-En primer lugar, yo no tenía una militancia activa. Era el año 75, Piriápolis es un lugar chico, sí había militado en la Juventud Comunista, pero en ese momento era muy poca cosa la que se hacía. Había hecho alguna que otra pintada, había repartido algunos volantes, pero no era una militancia orgánica. Tenía una militancia bastante disfuncional. Yo estaba volcado al básquetbol, y estaba terminando el liceo. Era enero, recién había cumplido 18 años. Había venido un amigo de Buenos Aires con un spray, y salimos cuatro amigos a pintar muros con el mensaje “Abajo la dictadura”. Corría el mito de que como las pintadas estaban tan altas, el único que podía haberlas pintado era yo, pero no. La verdad es que nos vieron, salimos de noche y nos vieron…
-Y fuiste torturado. En octubre pasado identificaste al coronel retirado Eduardo Ferro como uno de los torturadores que actuaban en el Batallón de Ingenieros 4 de Laguna del Sauce. ¿Se siente algo parecido al alivio cuando un torturador va preso? ¿O qué se siente?
-Yo fui como testigo, no solo en el caso de Ferro sino también en el de (Dardo) Barrios. Lo de Ferro es posterior, porque quien estaba conmigo fue quien lo reconoció, quien hizo la denuncia, y a raíz de él miré la foto de este… personaje, joven, y lo identifiqué con uno de los rostros que casi 40 años atrás me había torturado. El caso de Barrios es diferente, era el jefe del S2 en el cuartel. Lo de alivio o no alivio… no me detuve a pensar o meditar.
Yo lo que creo es que es una responsabilidad colectiva, y no un hecho individual. Es una responsabilidad como especie, colectiva, que obliga al traslado de las experiencias y al traslado de la justicia, porque es el único camino que la historia ha probado que tiene suficiente eficiencia para que los hechos no vuelvan a repetirse. La monstruosidad, la falta de valores que hacen a la condición humana están mucho más cerca de lo que uno podría pensar, en los seres humanos. Tenemos que crear sistemas que puedan prevenir esas formas de odio, de salvajismo, esas aventuras tan primitivas y antihumanas.
"Yo me despertaba tipo 6.30 horas, e inventaba jingles… Le inventaba jingles a la yerba que teníamos, al malhumor de mi hermano. Quiere decir que por ahí atrás había un publicitario, sin saber qué era la publicidad"
-De joven eras periodista, después te tiraste hacia la publicidad, área de la comunicación donde sos un gran referente. ¿Vos elegiste a la publicidad, o viceversa?
-La publicidad fue un fenomenal azar. Creo que la publicidad me llegó a mí, y me enamoré. Sin embargo, cuando miro hacia atrás, en algunos momentos de mi vida en los que yo quería dedicarme a la literatura o al periodismo incluso, o cantante de rocanrol… Mirá, cuando quise tocar la guitara rítmica y tener una banda de rocanrol, tenía una guitarra Norton, con un amplificador Norton, y antes que la banda hiciera su primer ensayo ya tenía el nombre de la banda, y después del primer ensayo ya estaba pegando volantes en los árboles alrededor del liceo anunciando un hipotético recital que iba a haber en el Pabellón de las Rosas. Quiere decir que la comunicación ya andaba por ahí… Por supuesto que nunca se hizo ese recital.
Cuando me llevaron preso fue por pintar muros que decían “Abajo la dictadura” y que yo, estratégicamente, había resuelto que no debíamos firmarlo como UJC, sino como CNT, porque si firmábamos como UJC al otro día nos iban a ir a buscar. Sabían quiénes éramos. Por medidas prontas de seguridad, a mi hermano lo trasladaron a los 6 años, y a mí también a los dos años, y ahí coincidimos con mi hermano. Y yo me despertaba con la diana tipo 6.30 horas, me despertaba e inventaba jingles… Le inventaba jingles a la yerba que teníamos, al malhumor que le generaba a mi hermano. Quiere decir que por ahí atrás había un publicitario, sin saber qué era la publicidad.
-Nivel, Opción, Viceversa, tu gran lugar, y hoy dirigís la agencia Gurisa... Hoy sos un maestro de la publicidad, reconocido internacionalmente. Si tuvieras que enseñarle una sola cosa a un alumno de primer año del área de la publicidad. Si tuvieras que darle un solo consejo, ¿qué le dirías?
-Le diría que prepare el alma, porque en esta profesión como en cualquiera sólo se funciona si uno la desea y si uno se apasiona. Él sabría mucho más que yo cómo ha cambiado la publicidad a partir de las nuevas plataformas y la tecnología. Pero le diría que la creatividad no está en la tecnología, sino que está en los contenidos. Le diría que él va a poder ser creativo publicitario mientras comprenda que lo que hacen los anunciantes es tercerizar en él las emociones para que se pongan en contacto con el consumidor. Y le diría que la tecnología es una ejecutora del futuro, pero que el futuro está en la creatividad, porque el futuro es imaginación y sólo la imaginación accede a lo que puede sobrevenir.
-¿Notás una evolución en la publicidad uruguaya? ¿Ha ganado en creatividad?
-Cada época tuvo la publicidad que se correspondía. La publicidad le habla al promedio de sensibilidad de los mercados; si bien los sentimientos son los mismos, la emocionalidad de cada época es diferente. Por lo tanto, ese promedio de sensibilidad ha sido distinto. Cuando los precursores generaban aquella publicidad con enormes ilustradores, con gente formidable, con materiales de radio con el uso de las rimas, con gente en la publicidad que trabaja con los contenidos que se hacían en los medios, escribían parte de los teleteatros o hacían contenidos… Fue un momento fenomenal de la publicidad.
Después vinieron quiénes generaron una ruptura, quienes transgredieron lo que se venía usando y entendieron que la publicidad necesitaba ideas. Me gusta referenciar a la publicidad como “los poetas de los mercaderes”: la gente que necesita que se le ponga alma a los productos para que ellos tengan formas diferentes de expresarse cuando sus atributos son más o menos semejantes. Y después vinieron los vocacionales, que es la generación posterior a la mía. Es esa gente que a los 15 años te dice: “Yo quiero ser publicitario”. Hoy hay muy buenos publicitarios en el mercado.
Hoy estamos viviendo este fenómeno de la transversalización de la comunicación, que obliga a todos a repensar, obliga a las agencias de publicidad a que no olamos a viejo, a que estemos atentos a lo que está sucediendo. Y en este modo aprendizaje ir evolucionando en un mundo que te dice que todo es comunicación.
-Da la impresión que hoy ha virado hacia las redes sociales y esos anuncios impertinentes cuando pretendés leer una nota o ver un video de YouTube. ¿No es una mala idea insistir en que veas un aviso cuando querés consumir otro contenido?
-Sí. Pero yo creo que también era una mala idea que te apareciera un aviso cuando vos lo que querías ver era un programa de preguntas y respuestas o un informativo.
-Pero ya sabías que venía la tanda comercial y ahí iban a haber avisos…
-Y acá lo vas aprendiendo, porque todos estamos aprendiendo. De todas maneras, personalmente creo que no es una buena idea. Pero también está lleno de bloqueos de publicidad, usalos.
"A mi me gusta decir que Puerto Vírgenes es un espejo imaginario de un Piriápolis imaginario. Es una gran distorsión de sus paisajes, es una gran distorsión en sus personajes, pero es el mundo que yo conozco, que me hechizó"
-Me voy a tu rol de escritor…
-¡Qué suerte que llegamos!
-Puerto Vírgenes es tu Santa María, aquella ciudad ficticia de Onetti. ¿Cuánto hay de ficción y cuánto de realidad? Es la Piriápolis de tu niñez, ¿pero qué más le agregó tu imaginación?
-Mi imaginación le agregó todo, así como la imaginación le agregará todo a ese proceso de deformación a la idea inicial que podía ser Piriápolis, pero sin isla, sin arroyo en el medio, como tiene Puerto Vírgenes. A mi me gusta decir que Puerto Vírgenes es un espejo imaginario de un Piriápolis imaginario. Es una gran distorsión de sus paisajes, es una gran distorsión en sus personajes, pero es el mundo que yo conozco, que me hechizó. No existió en la realidad ningún personaje llamado con los nombres de la novela, existe gente que se parece mucho a algunos personajes, hay guiñadas para muy poca gente que los va a referenciar, pero ningún personaje es el que fue, y hay muchos personajes inventados, hay otros que son el resultado de dos o tres personas, y hay dos o tres que intentan ser lo que fueron. Pero mi imaginación, la memoria y la reinvención es incontrolable.
-Has dicho que es un libro de "pequeños homenajes". ¿A quiénes?
-Ni uno mismo sabe cuándo está contando algo que sucedió o que no sucedió. Uno se pierde en esos episodios, salvo excepciones. Cuando quiero hacer homenajes y cuento cosas, hechos, que me hechizaron, que me fascinaron, que pueden ser anécdotas soeces, episodios de encuentros casuales, frases colgadas en algún libro, que puede ser el encuentro con alguien en algún momento, o una emoción determinada. Yo he sido un escucha dedicado de los grandes contadores orales, además de mi condición de lector. Tuve la suerte de encontrarme con muchos de ellos cuando estuve preso, hablo de gente de tantas extracciones distintas (sociales, económicas, religiosas, políticas incluso). Pero esos veteranos, que eran más jóvenes de lo que yo soy en este momento, me entregaron su sabiduría, eran un montón de Homeros recitando cosas de la vida. Cuentos contados con humor, con gracia…
Claudio Invernizzi necesita explicar qué tópicos lo asaltaron y quiso abordar, con historias ficcionadas, en la novela. Entonces, sin que se le pregunte, discurre en temas como la verdad, el miedo, y el derecho a ser un pusilánime. Entonces desarrolla un soliloquio respecto a las distintas verdades existentes y las cosas que se pueden hacer por ese sentimiento tan legítimo y humano como el miedo.
En la novela anterior, la memoria era clave en todo. Y en esta novela quedé atado en un momento, después del tercer capítulo, pensé: “Esto es la verdad, esto tiene que ver con la verdad”. Qué cosa tan manida la verdad… Yo en este libro quería buscar una historia que arranca con una bicicleta atada a siete metros de un eucaliptus, y a medida que iba avanzando me di cuenta que yo estaba hurgando en un lugar… En un momento un personaje dice: “Hay tantas verdades como respiraciones sobre la tierra”; en otro momento otro personaje reconoce que es como un canto rodado que arranca la verdad siendo de un tamaño de un espesor determinado y termina siendo polvo.
En esa búsqueda siempre hay cosas que van quedando por el camino. Lo que alguna vez fue verdad cuando mirás hacia atrás, después empiezan a asaltar las dudas. Y las dudas aparecen cuando voy escribiendo más adelante -en el séptimo o el vigésimo capítulo- con el miedo. El miedo sojuzgado a una verdad posible; el miedo como un monstruo que impide libertad de movimientos. El miedo que puede extenderse en el tiempo. Yo lo que quería contar eran historias, pero de alguna manera el miedo es central en la develación de esta historia. Las cosas que se pueden llegar a hacer por miedo, por temor, y otra cosa importante: el derecho al miedo, el derecho a temer, el derecho a asustarse, el derecho a ser un cagón.
-Tu nueva novela, El pasado es un montón de cosas inconclusas es la continuación de La memoria obstinada de Puerto Vírgenes. ¿Te quedaste con muchas cosas inconclusas, y por eso la segunda parte?
-No es la continuación, es totalmente independiente de la primera novela. Lo que pasó fue que me quedé enamorado de algunos personajes, y no me los podía sacar, no quería terminar con ellos. Uno vive protegiéndose con la literatura. Decía Ray Bradbury: “Uno tiene que vivir borracho de escritura para que la realidad no lo destruya”. Vos trabajás con la realidad, pero escribiéndola también te protegés de ella. Yo escribí protegiéndome, y escribí un mundo. Cuando me despedí de mis personajes, la noche que me fui a dormir me dije: “Esto está terminado”. Pero sentía que no podía despedirme de mis personajes. Y ahí me propuse escribir una trilogía, pero no con lógica de continuidad. Son tres libros independientes.
Fijate que la que estoy escribiendo ahora llega hasta el año 2050, por ejemplo, y se enmarca en una situación de neo-federalismo. Espero que después del tercer libro se termine esta pasión que tengo por los personajes, aunque durante la pandemia me hicieron una compañía increíble y fundamental.
-En La memoria obstinada de Puerto Vírgenes la dictadura pasa por la historia, pero no se queda. En esta novela sí, hay una revisión a la dictadura, hacés hincapié en el año 1973 y también desfilan ingleses como William Beck, comunistas, guerrilleros y la búsqueda de un famoso sable corvo parecido al de San Martín. En tu libro anterior dijiste en charla con Gustavo Rey que esa novela de espías era una excusa para escribir literatura. ¿En El pasado es un montón de cosas inconclusas también, o tenías otra finalidad añadida?
-Creo que finalidades añadidas aparecen siempre, subyacen detrás de las historias que se cuentan. Si yo quisiera escribir de la dictadura, lo haría desde la no-ficción, si quisiera escribir en los hechos, publicaría los testimonios que dejé dictados sobre la cárcel, que es no-ficción. Pero esto es literatura con inspiraciones reconocibles para el narrador. En este caso el narrador sabe de lo que está hablando, pero agrega imaginación. Sabe de los olores, sabe de los miedos, de los sabores, de las calles sometidas a la falta de libertad. Pero no se cuela porque no fue mi experiencia. La fue en parte, pero, ¿esto pudo haber sucedido en la dictadura? Acá se habla de un sable que supuestamente fue de San Martín, yo que sé… El OPR-33 había robado la bandera de los Treinta y Tres Orientales. No tiene nada que ver con ese hecho, eh. Es 100% literatura, lo viví así, lo escribí así. Y subyacen cosas que -una vez más- tienen que ver con la verdad y con el miedo.
"Yo lo que quería contar eran historias, pero el miedo es central en esta historia. Las cosas que se pueden llegar a hacer por miedo, y otra cosa: el derecho al miedo, el derecho a temer, el derecho a asustarse, el derecho a ser un cagón"
-Me voy a la política. Fuiste el publicista detrás de la campaña de Daniel Martínez. Es tuya la frase de "El nuevo impulso" o "el cambio del cambio". Has dicho que no te considerás dentro del marketing político, sino un publicitario interesado en política. ¿Qué diferencia vender un detergente en la góndola del super de vender un candidato político?
-Yo trabajé en dos campañas presidenciales: en 2014 para un candidato que iba a ganar y ganó (Vázquez) y otra para un candidato que iba a perder, y que casi gana (Martínez). Digo que iba a perder por lo que decían las encuestas, en noviembre de 2018 el FA tenía una intención de voto del 29%. En este caso (2019) yo fui publicista de una campaña en la que me encontré con cosas que salían que yo ni siquiera sabía que se estaban haciendo. Quiere decir que el publicista detrás de la campaña es una parte de la publicidad que se hizo de la campaña, y que responde a un montón de factores que existieron durante ese proceso.
La diferencia es que los detergentes en la góndola no hablan, y los candidatos a presidentes hablan en las entrevistas y hablan en los estrados.
-No pocos frenteamplistas han confesado que uno de los debes del Frente Amplio estuvo en la comunicación. No saber comunicar bien. ¿Coincidís?
-Sí, sí, comparto. Yo no trabajé para los gobiernos del Frente Amplio, trabajé para dos campañas presidenciales, pero también me hago cargo, y me hago responsable. Acá hay un tema: si uno genera un espacio único de responsabilidad corre el riesgo de hacer fracasar la autocrítica. La suma de elementos que tienen que ver con la interpretación de la realidad, con la gestión, con la acción del FA en general (piensa, procura elegir muy bien las palabras), sumado a lo que el adversario gestionó, a lo que el adversario comunicó y propuso, son las responsabilidades finales de la derrota.
Yo creo que lo que no se entendió claramente es que hoy no se trata de la comunicación como un hecho aislado, la propaganda como un hecho aislado. Hoy el mundo trabaja en torno a la inteligencia comunicacional. ¿Qué significa inteligencia comunicacional? Ni más ni menos que lo que hacían los romanos. Es parte integrada, parte fundamental de la política. La inteligencia comunicacional significa saber cuándo vas a marcar agenda en determinado momento, cuándo vas a neutralizar, cuándo vas a comunicar en redes sociales los hechos que estás haciendo, qué logotipo vas a usar… Es decir, hoy el mundo gira introducido en un aro semi artificial que es la inteligencia comunicacional, que es hacer parecer la realdad de una manera mientras ese parecido a la realidad resista, hasta que la realidad la haga pedazos.
La izquierda no lo terminó (o no lo terminamos) de entender en el momento en que había que comprenderlo. Cómo vos establecés algo, en qué momento, cuál es la oportunidad de hacer qué cosas, y cuándo. La campaña tiene ejemplos de errores que se pagaron caro: el proceso de elección de la candidata a vicepresidenta, por decirte algo. Para que tengas una idea, yo me enteraba por la prensa quiénes eran las candidatas que estaban en la vuelta. Eso te da la pauta de cómo funcionó toda la operación. ¿Quién era que trasladaba a la prensa los nombres de las potenciales candidatas a vice? ¿Quién manoseaba los nombres con tanta libertad y generaba ese estado de inseguridad permanente? ¿Qué pasó con la inteligencia comunicacional? Eso yo no te lo puedo responder. Sí sé quiénes estaban, pero no sé quién fue, cuántos comandos satelitales o individuales actuaron en la campaña.
Pero el problema no estuvo en quién fue elegida como candidata a vicepresidenta. Ella cuando llegó cayó en ese mismo hueco que se estaba viviendo y en una especie de desconcierto. No fue la elección; fue el proceso. Más temprano te dije que “casi se gana”. Casi se gana por la militancia, casi se gana por la reserva de los uruguayos. Los frenteamplistas iban a salir a buscar el voto, iba a haber un momento de reconexión después de un FA abatido, desconcertado, iba a llegar un momento de reconexión. Se salió a pelear el voto, y vaya si trabajó la militancia. Pero la gente que votó lo hizo porque guardaba una gran reserva del tipo: “Después de todo, no todo estaba tan mal y eso ya lo conocemos, y lo nuevo por venir no lo conocemos”. Te hablo de una reserva republicana ante unos episodios que se dieron ante de la segunda vuelta por parte de la coalición que incorporaba elementos que hacían desconfiar del voto. Ya el tiempo dirá, ya se está viendo cómo fueron las cosas…
"No se entendió (en el FA) que hoy no se trata de la comunicación como un hecho aislado. Hoy el mundo trabaja en torno a la inteligencia comunicacional. ¿Qué significa? Ni más ni menos que lo que hacían los romanos. Es parte fundamental de la política"
-Hace una semana, en este mismo espacio, la excandidata a la vicepresidencia por el Frente Amplio, Graciela Villar, a la que recién aludiste, me dijo: "Yo tenía razón cuando dije que la cosa era entre oligarquía y pueblo". ¿Tenía razón Villar?
-Yo creo que hay intereses de clase, sí, claro. Y creo que el FA representa unos intereses, y que en el amplio abanico de la coalición se representaban otros, probablemente no todos los mismos intereses. Graciela Villar generó un encantamiento a nivel de la base frenteamplista que no lo generaba Daniel Martínez.
Si vos me preguntás si Villar tenía razón cuando dijo eso, sí, tenía razón. Si me preguntás si se equivocó (al decirlo), sí, se equivocó. Si vos me preguntás quién asesoró a Graciela en ese momento, nadie. Y creo que el gran problema que hubo fue ese, porque las cosas que callan los candidatos en una campaña son mucho más que las cosas que dicen. Ella venía de una gran gestión en la Junta Departamental, donde era querida, y de pronto la oposición la transformó en un ogro porque habló de oligarquía y pueblo. Yo te puedo hablar de proyectos, de intereses, y todo expresa más o menos lo mismo. Pero ojo, en el abanico de la coalición no todo es oligarquía, ¿está claro? Por eso, era importante que eso no fuera dicho públicamente.
-¿Estamos gobernados por una agencia de publicidad, como han sostenido muchos en la izquierda? Lo dijo Mujica, lo repitió MIranda…
-Naaa, eso es una tontería. No me importa quién lo dijo, lo puede haber dicho el propio Marx. ¡Es inteligencia comunicacional lo que hacen! Es lo que te decía: tienen gente muy capaz en el equipo, y un esgrimista profesional que es el propio presidente. Ahora bien, yo también dije -y disculpame la autorreferencia- que la kriptonita del marketing es la realidad. Eso lo demostró la historia: los imperios han caído, por más que se han intentado sostener en actos comunicacionales. Yo creo que comunican muy bien, no siempre, han cometido errores. Y han cometido picardías, que más vale no pensar en ellas, porque están muy mal.
-Si tu yo de hoy con 64 años pudiera acercarse al jovencito de 18 que está con el pincel y la pintura a punto de mirar un muro con la leyenda "Abajo la dictadura", ¿qué le dirías?
-Le diría “metele pa’ adelante”, “dale nomás”. Es más, voy a decir algo por lo cual me pueden excomulgar. El otro día hablando con alguien le dije: “Yo pasé cuatro años adentro de una universidad” (NdeR: se refiere a la cárcel, en los años 70). Fueron años duros, era una ‘universidad’ violenta, pero para mí fue una universidad. Me preparó para la vida (se emociona), me hizo aprender en cuatro años lo que me hubiera llevado 20, salí un poco viejo para tener 22 años, sí. Volvería a elegir pintar ese muro, y si me tocaba la cana, como me tocó, y bueno… Para mi era una responsabilidad, mezclada con un poco de inconciencia, quizás. ¿Cómo le voy a decir a ese botija que mejor no, que se vaya para su casa tranqui? Ojo, yo no elijo la cana, elijo la responsabilidad, no elijo que me torturen. Voy a elegir una y otra vez la libertad, pero libertad, no la falta de una Constitución que te proteja y que te permita decir lo que pensás.
-¿Sos feliz?
-Bah, yo que sé… siempre estoy peleando cerca de la felicidad. Tengo cuatro hijos divinos, una mujer de la cual estoy enamorado, tengo perros, tengo amigos y amigas por todos lados. ¿De qué carajo me voy a quejar?
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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