Por Federica Bordaberry
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Lo que sucedió, y lo que sucede, es el D1, el primer día luego de la muerte de la reina Isabel II. Dónde sucede es en el interior de Inglaterra, en la segunda ciudad más grande del país, en Birmingham. Lo que se dice es que a los brummies no les gusta decirse “los segundos”. Entonces: dónde sucede es en la ciudad con la biblioteca pública más grande de su país, con la escuela de joyería más grande de Europa, el teatro más concurrido de Gran Bretaña y la primera en fábricas, en manufactura, en el mundo entero.
Dónde sucede es, por ejemplo, el centro de la revolución industrial (por la cantidad de fábricas) y una de las ciudades más bombardeadas de las guerras mundiales, debido a la gran cantidad de producción de armas y productos utilizados para la guerra. Son 162 kilómetros hasta el Palacio de Buckingham, en Londres, donde la mayor actividad con respecto al luto por el fallecimiento de la reina se está llevando a cabo.
En Birmingham, sin embargo, este primer día de la operación London Bridge podría ser un feriado más. A pesar de contar con un millón de pobladores en la zona metropolitana, prácticamente toda la ciudad continúa trabajando. De negro visten algunos, más bien pocos.
Los puntos de encuentro para rendir homenaje, por lo menos la primera mañana luego del fallecimiento, se distribuyen por el centro de la ciudad.
Está, por un lado, el luto realizado en St. Phillip’s Cathedral, la catedral principal de Birmingham. Allí se juntaron personas de varias nacionalidades y religiones para hacer honor. Dentro, durante la mañana inglesa, sonó un órgano. Mientras, quienes entraban firmaban un libro (dos disponibles, uno a cada lado de la iglesia) dejando condolencias y, de forma opcional, prendiendo una vela roja. Afuera, además del cura de la catedral y varios medios de prensa, había un lugar donde, quien quisiera, podía dejar flores para la reina.
Por el centro también estaba el homenaje realizado por la Biblioteca Nacional de Birmingham, un breve conjunto de placas con imágenes de los paseos de la reina por la ciudad y folletos antiguos del año en que asumió. A pocos metros, el Hall of Memory, un monumento cilíndrico dedicado a los fallecidos en guerra. Bajo techo, contaba con dos libros más para firmar y dejar condolencias, acompañado de las llamadas “poppies” (en español, amapolas) por todas partes. Son las flores que crecían en los campos con cuerpos de soldados enterrados en las batallas de la Primera Guerra Mundial.
Un poema famoso, del inglés John McCrae, lee lo siguiente:
In Flanders fields the poppies blow
Between the crosses, row on row,
That mark our place; and in the sky
The larks, still bravely singing, fly
Scarce heard amid the guns below.
We are the Dead. Short days ago
We lived, felt dawn, saw sunset glow,
Loved and were loved, and now we lie
In Flanders fields.
Take up our quarrel with the foe:
To you from failing hands we throw
The torch; be yours to hold it high.
If ye break faith with us who die
We shall not sleep, though poppies grow
In Flanders fields.
En los campos de Flandes soplan las amapolas
Entre las cruces, hilera tras hilera,
que marcan nuestro lugar; y en el cielo
Las alondras, todavía valientemente cantando, vuelan
Apenas se escuchó entre los cañones de abajo.
Somos los Muertos. Hace unos dias
Vivimos, sentimos el amanecer, vimos el resplandor del atardecer,
Amamos y fuimos amados, y ahora mentimos
En los campos de Flandes.
Retoma nuestra disputa con el enemigo:
A ti de manos fallidas te tiramos
La antorcha; ser tuyo para mantenerlo en alto.
Si quebrantáis la fe con nosotros que morimos
No dormiremos, aunque crezcan las amapolas
En los campos de Flandes.
Finalmente, el cuarto lugar donde se rindió homenaje a la reina fueron los Peace Gardens, un jardín alejado del centro, más bien cerca de los canales de Birmingham, que cuenta con un monumento a la paz. Allí empezaron a acumularse ramos de flores destinados a Isabel. Y, de punto en punto de homenaje, se encuentran paradas de ómnibus y carteles de tránsito con el rostro de la reina fallecida, esa a la que llamaban “Su Majestad”.
Por Federica Bordaberry
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