El pasado sábado 18 de diciembre, un hospital de Toulouse, Francia, fue evacuado parcialmente debido a una situación singular: un hombre de 88 años ingresó con una bomba alojada en el ano.
El paciente, cuya identidad no se divulgó, llegó al Hospital Sainte Musse en busca de ayuda para retirar el explosivo de su recto. Su pedido generó un enrome caos, ya que el equipo médico temía que el objeto explotara, según publicara el periódico local Var-Matin.
“Se presentó una emergencia desde las 9:00 p. m. hasta las 11:30 p. m. del sábado, que requirió la intervención de personal de desactivación de bombas, la evacuación de emergencias de adultos y pediátricas, así como el desvío de emergencias entrantes”, dijo un vocero del hospital.
“Ante la duda, tomamos todas las precauciones”, agregó el representante, en referencia a la posibilidad de que el explosivo estuviera activo.
Sin embargo, cuando los artificieros llegaron al lugar determinaron que “había pocas posibilidades de que el objeto explotara dentro del hombre”, detalla la crónica. Tranquilizados por los expertos, los médicos llevaron adelante una cirugía que permitió la extracción del proyectil, de casi 20 centímetros de largo y cinco de ancho.
“Nos aseguraron que era un artículo de colección, una bomba de la Primera Guerra Mundial usada por el ejército francés”, agregó el portavoz.
Contra lo que puede creerse, el paso del tiempo no significa necesariamente que un explosivo pierda su poder destructivo. De hecho, el deterioro de sus componentes lo hace más inestable, y puede estallar al manipularlo. En el presente caso, y al tratarse de un objeto de colección, probablemente estuviera desactivado desde un principio.
Se cree que el sujeto se insertó el objeto en el ano como una forma de obtener placer, y luego no pudo retirarlo. Para retirar la bomba fue necesario abrir el abdomen del anciano, quien ahora goza de “buena salud” y se recupera del procedimiento, añadió el funcionario.
Uno de los médicos que formó parte del equipo de la cirugía hizo declaraciones al citado medio, y no ocultó el asombro que experimentó.
“Estamos acostumbrados a encontrar objetos extraños insertados donde no deberían. Una manzana, un mango o incluso una lata de espuma de afeitar. Pero ¿un proyectil? ¡Nunca!”, declaró.
Sin embargo, y por inverosímil que parezca, existe un precedente reciente. En diciembre del año pasado, el Gloucestershire Royal Hospital, en Reino Unido, atendió a un hombre que se había introducido un obús en el ano. La munición correspondía a un arma antitanque utilizada en la Segunda Guerra Mundial.
Al igual que en el presente caso, el paciente fue intervenido con éxito y el artefacto tuvo la deferencia de no estallar durante el procedimiento.
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