Hanna Pick (86) aún la recuerda. La niña judía holandesa, Ana Frank, que para muchos en el mundo se convirtió en un símbolo del Holocausto debido a su diario, fue su amiga de la infancia. Y Hanna no podía olvidarla.

A pocos días de estrenarse en NAT GEO el documental "Los últimos días de Ana Frank" -en el que aparecen tanto Hanna como otra amiga, Nanett Konig-, Pick nos recibió en su departamento en Jerusalem. Combina sus amplias sonrisas -al recordar todo lo compartido con Ana Frank- con la mirada triste al pensar en lo que sufrió en sus últimos años.

Sabe que su vida muy distinta de la de su íntima amiga de la niñez. Ana Frank murió enferma de tifus a los 15 años, en Bergen Belsen. Hanna, hoy ya de 86 años, logró llegar a la Palestina del Mandato Británico en 1947, que un año después, en parte de su territorio, se convirtió en el Estado de Israel. Fue enfermera durante decenas de años y siente que la única "venganza" en la que alguna vez pensó fue haber formado una familia después del Holocausto, trayendo al mundo tres hijos, 11 nietos y 12 bisnietos.

Del hoy famoso "Diario de Ana Frank" se enteró años después de la guerra, cuando el padre de su amiga, Otto Frank, el único de la familia que sobrevivió, se lo dio personalmente. "Para el mundo, es un símbolo. Para mí, era mi amiga de la infancia", dice.

"Nos conocimos un día en el almacén, donde yo estaba con mi madre y ella con la suya", recuerda Hanna. "A los pocos días nos encontramos al comenzar el jardín de infantes. Ana estaba jugando con unas campanas. Cuando se dio vuelta, me reconoció por la espalda y corrió a abrazarme. Allí comenzó una fuerte amistad".

Las experiencias vividas fueron numerosas. Ana pasaba más tiempo en lo de los Pick que viceversa, ya que dado que la familia de Hanna era respetuosa de los preceptos religiosos judíos, ella no podía comer en una casa en la que no se los observara. "Pero Ana comía en casa, salíamos a pasear juntas y era un disfrute. Además, su familia era un encanto, su padre Otto una persona maravillosa y todos inspiraban un gran cariño".

Ana Frank es la segunda desde la izquierda. Hannah Pick es la cuarta

Hanna recuerda las fiestas compartidas, aunque cada familia las vivía de modo muy diferente. "Todas las fiestas judías las celebrábamos en mi casa, Janucá, Purim. En Iom Kipur, mi mamá iba a la sinagoga y me daba un sándwich para comer en lo de Ana. Recuerdo que una vez llegué y vi al Sr. Frank y a Ana en la casa, mientras que Margot, la hermana mayor, y la madre, estaban en la sinagoga".

Hanna recorre el tiempo perdido a través de unas fotos que guarda en un viejo álbum. El rostro de Ana Frank es fácilmente distinguible. Se las ve jugando en la calle, de pequeñas. Y ya más grandes, en el secundario, con otros amigos. Hanna recuerda a su amiga con una sonrisa y destaca que estaba siempre llena de vida.

"Mi mamá siempre decía que el Todopoderoso sabe todo, pero Ana lo sabe mejor. Es que tenía mucha ‘pimienta'. Era muy divertido estar con ella, una niña común y corriente. Jugábamos, saltábamos, como todos los niños".

Le preguntamos si pensó qué habría sido de Ana si no hubiera muerto en Bergen Belsen. "El padre dijo que Margot, la hermana mayor, quería ser enfermera en Palestina, y que Ana quería ser escritora en Holanda. Una vez, cuando estaban escondidos, hablaron de lo que cada uno querría hacer si lograban salvarse, y allí fue que cada una dio su respuesta. Pero no descarto que en algún momento Ana también hubiera venido a Palestina, luego Israel, con su hermana".

Y pensando en el sueño de Ana de ser escritora, Hanna agrega: "Después de la guerra, estuve en Holanda con mi esposo y fuimos a visitar la escuela en la que estudiábamos. Recordaba dónde vivía la directora, -a la que queríamos mucho, y que lloró cuando sus alumnos judíos se tuvieron que ir-y fui a visitarla. Le pregunté si ella ya sabía en aquel entonces que Ana era especial. Su respuesta fue que en las condiciones en las que tuvo que estar, sólo con adultos, encerrada, sin amigos, separada de todo, algunas cosas se desarrollaron más rápido. Dijo que quizás se habría podido convertir en una gran escritora, pero que por la situación en la que vivió todo sucedió más rápido. Y creo que tenía razón".

Y da un ejemplo concreto. "Ana escribió varios cuentos muy originales, con mensaje. En uno, que está en un libro que compré en Yad Vashem, y que escribió a los 15 años, o sea cuando estaba escondida, se pregunta. "¿Por qué no somos simpáticos con la gente pobre? Si los pisamos, ni siquiera nos disculpamos". ¡Estaba ocultándose y pensaba en esas cosas! Una gran conciencia social".

Ana, agachada, junto a Hannah Pick

Hanna tiene presente cómo una vez ella y Ana recibieron una penitencia en la escuela, aunque ella era la culpable por haberle copiado a Ana en la lección de matemática. Y el susto que Ana tuvo una noche que viajó con Hanna y su familia de vacaciones y súbitamente oyeron truenos. Y cómo le gustaba tener su cabello bien arreglado."Fue una de las primeras cosas que me dijo, amargada, cuando nos reencontramos en Bergen Belsen: que la habían rapado".

Todas las vivencias compartidas, se terminaron cuando un día, recién comenzadas las vacaciones del liceo, Hanna y otra amiga fueron a buscar a Ana. Un hombre que alquilaba allí una pieza, les dijo que toda la familia había viajado a Suiza. "Ni nos despedimos y recién años después me enteré de la verdad, que estaban escondidos no lejos de su casa, en el altillo de una oficina, donde después alguien los delató", recuerda.

Recién después de terminada la guerra Hanna se enteró de la verdad: Margot, la hermana mayor de Ana, había recibido, al igual que otros 400 jóvenes judíos de Amsterdam, una orden de presentarse para un "campamento de trabajo". Otto, el padre, comprendió lo que se escondía detrás de esa orden y decidió que toda la familia iba a desaparecer.

"No alcanzamos ni a despedirnos. Y cuando nos reencontramos años después, todo era distinto". El reencuentro fue en febrero de 1945 en el campamento de concentración Bergen -Belsen. Ambas amigas llegaron al lugar, sin saber una de la existencia de la otra. Alguien le dijo a Hanna que Ana estaba allí. No se vieron y el reencuentro fue a través de una cerca tapada, que permitía únicamente oírse las voces.

"Reconocí claramente que era ella, de eso no tuve dudas... pero fue muy duro... no era esa mi amiga de la infancia feliz", recuerda Hanna con tristeza. "Era una Ana que había perdido la esperanza, que tenía hambre, tifus y lloraba. Lloramos juntas. Además, me dijo que se había quedado sola. Su hermana Margot estaba por fallecer. Pero Ana no sabía que su padre, al que adoraba, había quedado con vida. A veces me pregunto si quizás hubiera logrado salvarse, de saber que su madre no había muerto... pero tenía tifus... y eso era fatal. Un mes o menos después de reencontrarnos, oyéndonos sin vernos, llorando juntas... falleció".

Hanna intenta aferrarse de los recuerdos hermosos, pero estos quedan inundados por la tragedia. "La Ana con la que me reencontré en 1945 en Bergen Belsen, sin verla, no era la amiga sonriente cuya foto el mundo conoce por su diario".

Se detiene un momento y agrega: "Para el mundo todo, Ana se convirtió en un símbolo y yo sé que contar sobre nuestra amistad es importante también para que se conozca lo que pasó en la Shoá. Todo aquel que leyó el diario de Ana Frank dice que ella creía en lo bueno del hombre... y yo digo: ‘sí... pero eso era antes de Auschwitz'".