El pasado diciembre, el periodista y docente Leonardo Haberkorn anunciaba su renuncia a la cátedra de Periodismo en la Universidad ORT. ¿El motivo? "Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook", publicó en una sentida carta.
Posteriormente, el periodista pasó por Canal M y charló con Leo Lorenzo en el programa Juegos de Poder sobre los desafíos del periodismo y este episodio que marcó su carrera. "Hoy ser docente es algo tan duro, tan complicado y tan difícil, que el profesor tendría que estar 100 % pensando en la clase que va a dar, los recursos que va a usar... Y nunca lo tuve", reflexionó.
Transcurridos los meses, la carta cruzó el charco y se hizo eco en varios medios de prensa argentinos. Incluso figuras del entretenimiento como Marcelo Tinelli compartieron las palabras de Haberkorn en sus redes.
La otra cara de la moneda
Rosina de Armas, estudiante de periodismo de la Universidad ORT y ex alumna de Leonardo Haberkorn, escribió su descargo a través de una carta abierta que hizo llegar a la redacción de Montevideo Portal.
A continuación, la reflexión personal de De Armas:
Fui una de las últimas alumnas de Leonardo Haberkorn.
No importa mi nombre, tampoco mis aspiraciones ni virtudes, claro. Para la gran mayoría soy parte de esa masa homogénea que, según él, hizo que se sintiera como Alex DeLarge en La Naranja Mecánica y, por tanto, presentara su renuncia.
Publicada en diciembre del año pasado, "Con mi música y la Fallaci a otra parte", tuvo una tremenda repercusión. Abrió múltiples debates en programas de televisión, radio y redes sociales que fueron, al menos, decepcionantes. Las principales líneas discursivas se centraron en el enfrentamiento entre las viejas y nuevas formas de enseñanza, cómo incorporar los avances tecnológicos a ésta y, cuándo no, en el antagonismo entre la educación pública y la privada.
En las últimas horas lo escrito por Leonardo volvió al tapete, tras su publicación en Infobae. Mauricio Macri y el mismísimo Marcelo Tinelli, entre otras figuras, tuvieron algo que comentar al respecto.
Paradójicamente, no hay mejor analogía que la del Tratamiento Ludovico para explicar qué siento cada vez que releo sus líneas y la polvareda que levantaron. Al igual que Alex es sometido por las autoridades a una oleada de imágenes que buscan, en esencia, suprimirlo, yo tampoco puedo dejar de lado la cantidad de comentarios que de mí y de mi generación se ha hecho indiscriminadamente. Es ésta una defensa, en el sentido más literal del término.
Antes de continuar, tengo que sincerarme. Admiro a Leonardo como profesional. Aún recuerdo su materia como una de las más interesantes de la carrera. Lo sigo en Twitter y de vez en cuando leo su blog. Sin embargo, sostengo que falló tremendamente al hacer pública su renuncia.
En el transcurso del semestre, varias veces ahondamos en qué distingue a un buen periodista de uno malo. Teóricamente, sensacionalismo, tergiversación, descontextualización y escasez de fuentes son el anticristo para alguien que aspira realizar una buena labor.
Luego del revuelo mediático, Haberkorn no fue honesto. Dijo que, al publicar su descargo, no imaginó que causaría lo que causó. Resulta difícil de creer. En esas tres horas semanales, varias veces concordamos que la mayor satisfacción de quien escribe es ser reconocido. Si no, ¿por qué alguien con semejante trayectoria compartiría con lujo de detalles una elección que, según dice, premeditó durante todo un semestre? Parece inverosímil que al hacer click en "publicar" esperase poco quórum.
Sin embargo, no es eso lo que más ruido hace. En su construcción da a entender que todos sus alumnos éramos un grupo de incultos -definición que merece, por lo menos, ser cuestionada-, que nada sabía sobre el contexto actual de Uruguay y Latinoamérica. Sí, es cierto: más de un pibe estaba despatarrado mirando Facebook. También es verdad que varias veces la falta de interés rozaba la de respeto. Pero no éramos todos, ni siempre era así. Haberkorn no sólo recortó los fragmentos que más se adecuaron a su narrativa -la de dejarnos como los victimarios de su renuncia - sino que mintió descaradamente. Sé quién es Almagro. Puedo hablar tanto del conflicto en Venezuela como el de Siria. Por supuesto sé a qué partido es aliado tradicional el PIT-CNT. Ninguna de esas preguntas quedó en mi clase sin ser respondida. Y sin embargo, la gente se deshizo en comentarios sobre nosotros, los chetos que vamos a una universidad privada bancados por papi y mami. O nosotros, los pertenecientes a una generación que lejos está de ser aquella, "la de los tiempos de antes". La demonización corrió por cuenta del lector.
Esto me lleva al último punto, que refiere a la falta de fuentes. Parece increíble la asunción de lo escrito como verdadero, únicamente "porque él lo dijo". Los cazanoticias -sí, existe semejante término- hicieron móviles en cuanto lugar fue posible preguntando a los transeúntes qué opinaban sobre lo escrito. ¿Y nosotros, la cara más gastada de la moneda? Cri-cri.
En una columna de opinión de julio de este año (titulada "Hipocresía, ideología y nada") Haberkorn nuevamente se refirió a la educación. Explicó, a raíz de la quita de los estímulos fiscales a las empresas que donan a universidades privadas, que "el mazazo siempre cae en el rubro educación y afines". Además dijo: "...una vez que un tema educativo logra llegar a las primeras planas de los medios, lo que se está discutiendo es un tema totalmente colateral, marginal, para nada responsable del mal funcionamiento del sistema". Cuánta razón.
En diciembre de 2015 ese "mazazo" aplastó, en forma de renuncia viral, a unos pocos.
Yo nunca quise que terminara su clase. Lástima que él sí.
Posteriormente, el docente respondió a la alumna.