Por Federica Bordaberry y Federico Pereira

Gabriel Gurméndez dirige la operativa de su campaña desde un gran escritorio de madera que perteneció a dos presidentes de la República, Luis Batlle Berres y Jorge Batlle Ibáñez. Fue la familia del último jefe de Estado en llevar ese apellido —su mentor— quien se la prestó. Del mismo modo, la de Eduardo Jiménez de Aréchaga, ministro del Interior de Jorge Pacheco Areco, le prestó un sofá de tres cuerpos que completa el despacho de su sede. 

El primer presidente uruguayo del siglo XXI también está presente en la única foto que tiene la oficina, de cuando Gurméndez fue nombrado por Batlle para ocupar el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. El recuerdo de una charla con su “padre intelectual” fue clave para que el expresidente de Antel definiera aspirar a la Presidencia. 

A un mes y medio de las elecciones internas, que en su partido presentan un escenario muy parejo, en entrevista con Montevideo Portal Gurméndez plantea una reducción de impuestos como el IASS y el IRPF —dice ser el único precandidato en hacerlo— en base a una estrategia de ahorro del Estado, y un “superministerio del Interior” a cuya órbita se pasen la Prefectura Naval, Aduanas y, de ser posible, todas las dependencias en materia de inteligencia, incluida la que está bajo la órbita de Presidencia.

Este viernes, Gurméndez anunció el apoyo de Guzmán Acosta y Lara a su precandidatura, donde destacó las “coincidencias” entre colorados. “Acosta y Lara me planteó la idea de bajar su candidatura y apoyar la nuestra, pero con el compromiso que ambos impulsemos un conjunto de propuestas en las que coincidimos vinculadas a la economía, la participación del Estado, la desregulación, en seguridad y en aportar a la tecnología. Es un hecho político significativo que se baje un precandidato y apoye a otro a falta de 44 días para la elección interna. Viento de Cambio aporta una importante estructura de agrupaciones políticas en muchos departamentos del país. Esto es clave en una interna en la que el voto no es obligatorio”, dijo el ingeniero ante la consulta sobre cómo espera que impacte la nueva adhesión.

A continuación, la entrevista con el precandidato colorado.

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Usted ha dicho que su presencia entre las precandidaturas tiene que ver con un sentimiento de orfandad en el Partido Colorado. ¿Quiénes son sus padres políticos?

Mi padre político fue Jorge Batlle. Fue el que me inculcó esa pasión, ese amor al país, esa pasión por la libertad. Es un padre intelectual, que influye en el pensamiento, en el llamado a la acción y la militancia. Siempre lo sentí como una persona que me marcó y a la que recuerdo cada día.

Después, en el Partido Colorado la orfandad viene de liderazgos que fueron pasando. El de (Alejandro) Atchugarry que no se dio, el de Pedro (Bordaberry) que de alguna manera completó y cumplió con el mandato ciudadano en el Senado. Y después el de (Ernesto) Talvi, frustrado. Fallido, diría yo. Entonces, eso a mí me dio un sentido de deber, de dar el paso para representar al Partido Colorado que yo quiero; que lo haga crecer y, especialmente, trascender hacia adelante.

¿En qué momento fue que visualizó tirarse a la precandidatura?

Yo fui convocado por (Luis) Lacalle Pou en 2020. Estaba en otra actividad, privada, que por su naturaleza no me permitía ejercer la actividad política, y sentí que era mi obligación colaborar con el gobierno de coalición.

Fue una designación que se hizo por fuera de las cuotas partidarias. A mí no solamente me distinguió, sino que realmente lo asumí con un compromiso de lealtad a ese espíritu de coalición en el que se me dio esa confianza. En algún momento sentí que había cumplido, que estaba cerrando el ciclo que me había trazado para esa misión en Antel, y creo que fue un proceso que se fue dando por varias razones. Primero la desaparición o la fuga del líder que había sido votado. Más que líder, la fuga del que había recibido la confianza de los votantes [en referencia a Talvi].

En este proceso en Antel fui teniendo más visibilidad frente al público y los resultados de la gestión fueron bien evaluados. Se fue poniendo el foco un poco en mi persona por parte de algunos. Fue un proceso que fue gradual, pero que se terminó de definir, en realidad, muy cerquita del momento que tomé la decisión de renunciar al borde del plazo constitucional. Porque en ese momento quedó claro que los que podían eventualmente presentarse no se presentaban y que alguien tenía que tomar la posta. Eso fue lo que yo sentí.

Recibí apoyos de mucha gente, además de distintos sectores del Partido Colorado que se fueron manifestando. Originalmente fue de la Lista 15 tradicional, pero se fue acercando gente que se fue separando de Ciudadanos, se fue separando de Batllistas, e incluso gente que había perdido un poco las ganas de trabajar, que venía de Vamos Uruguay y estaban un poco sabáticos. Entonces sentí que podía nuclear un ánimo de reconstrucción, que fuera superador de esa visión de sectores.

Además de la 15, ¿qué otros sectores acompañan? ¿Usted irá con lista propia?

Vamos a llevar el 29 para las elecciones de octubre; pero las listas nuestras van a ser muy diversas, precisamente por el origen de nuestro sector (Impacto). Tenemos listas con el 15, tenemos listas 85, tenemos listas 123 en algunos departamentos. Y después muchas combinaciones del 29, la 29.000, la 2931, que es la 30 de Ciudadanos que se incorporó con nosotros, de (Carlos) Rydström, la 1513. Va a ser una gran ensalada numérica. Por suerte, porque refleja esa construcción bien plural y superadora de los sectores.

La 15 sola, ¿se tira? 

Si, la 15 se tira también. Hay carteles ya que dicen 15 Batlle. En Montevideo vamos a tener muchas listas. Me parece que hay 31 listas en Montevideo que apoyan nuestra candidatura, de muy distintas agrupaciones.

Me parece bien importante transmitir esa construcción, de gente de Batllistas, de Ciudadanos, de la Lista 15, de gente que se reesperanzó. Y gente joven. Por ejemplo, en Montevideo, todos los candidatos a diputados son todos muchachos jóvenes. Con militancia joven, caras frescas, eso está bueno.

Volviendo a la precandidatura, ¿por qué tomó la decisión de tirarse usted y no apoyar a otro?

Una vez tuve una conversación con Jorge Batlle, que fue el que me hizo esa pregunta. Yo le había hecho unos señalamientos respecto de la candidatura de Talvi, la que él apoyaba y él me retrucó y me dijo: “Y entonces, ¿por qué no sos tu? Porque es lo que debieras”. Y la verdad que esa reflexión a mi me pegó muy fuerte. De alguna manera, es la respuesta que doy. Siento que uno tiene esa obligación de estar cuando es necesario. Es el impulso que uno siente, que debe hacer. Yo estoy en una etapa de mi vida en que sentí que esto era algo que tenía que asumir, que necesitaba hacer. 

¿Qué tiene como precandidato que no traen otros?

Lo primero es que traigo una concepción de poner la libertad en el centro de la sociedad, en toda su extensión imaginable. La visión mía es de la persona puesta en el centro, amparada en sus derechos, en la posibilidad de su búsqueda personal de la construcción, en la que el Estado no lo limite, pero que al mismo tiempo le dé las posibilidades y las oportunidades a todos. Tengo esa visión que seguramente me diferencia de otros candidatos.

Creo que traigo una trayectoria de compromiso partidario y un aporte de experiencia de gestión, de conocimiento del país y del saber hacer, que es muy importante en la vida política. No solamente el haber estado al frente de entidades públicas o haber sido ministro; también tengo un diferencial, de conocer ese mundo, el que yo llamo el mundo real —en el Uruguay y en el extranjero—, que es el del sector privado, el mundo profesional. El mundo que arriesga, que siembra, que innova, que invierte, que se adapta a las circunstancias, que tiene que tomar decisiones. Que, para mí, en política, es muy importante.

Yo digo que en política se promete y se sueña, pero es más importante después, en el gobierno, poder volver esos sueños y esas promesas en realidad. Me diferencio creo que en esa visión.

Me diferencio en que tengo una historia partidaria de mucho compromiso y mucho tiempo, que tengo esta experiencia, que la incorporo a la vida y creo también que tengo, por suerte, el respaldo de equipos y de gente solvente y experiente que me acompaña, sin los cuales no podés aventurarte a eso que es manejar un país. Eso también le da una característica a nuestra candidatura y es que tenemos una amplia gama de temas sobre los que proponemos y sobre los que hablamos. Es decir, no es una candidatura monocolor, que habla de un solo tema.

En su último tiempo en la actividad privada, en esos 17 años, ¿cómo fue su vínculo con el Partido Colorado?

Yo estuve en el exterior y en las otras actividades en las que estuve, como era en gran parte muchas veces concesiones de servicios públicos, tenía una inhibición para actuar políticamente, una restricción profesional. El contacto con el partido en realidad siempre fue personal e íntimo. Siempre estuve, naturalmente, vinculado a todo y sabiendo todo, porque esto no se puede dejar: uno está en esto y no puede dejar de estar. Pero no estuve activamente militando. 

Al haber estado en varias compañías privadas y tras dirigir una de las principales empresas públicas del país, como es Antel, ¿cuál es la principal diferencia que ve entre la gestión pública y la privada?

Son mundos bien distintos. En el privado están muy claros los objetivos, en función de en qué vas a ser juzgado y por cuáles resultados.

En las entidades públicas no tenés todos los elementos que suele tener un líder empresarial privado. Por ejemplo, muchas veces no podés cambiar la estrategia, el objetivo, o el rumbo, porque está fijado por leyes y rigideces externas. No podés tomar decisiones de mercado, no podés tomar decisiones de precio, no podés tomar decisiones de presupuesto, no podés a veces seleccionar siquiera tu gente, tu equipo.

Por eso es un arte de mucha más complejidad en cuanto a las restricciones y a las rigideces que se imponen para poder manejar una empresa, y a veces muchos pierden el sentido en función de en qué van a ser juzgados. No sabés si te van a juzgar por los resultados económicos, por los resultados de mejor servicio, por mejores precios o porque gastaste mucho en publicidad y tenés una buena imagen.

Eso puede tener que ver con la discusión sobre la portabilidad numérica, ¿no? El cambio de estrategia y las críticas por la soberanía de Antel.

A mí me parece que las empresas públicas están para brindar un servicio. Su razón de ser es servir a la gente. Entonces creo que esa es la cuestión central.

Cuando vino la cuestión de la ley de portabilidad, claramente yo entendí y así quedó demostrado, que eso iba a permitir servir mejor al Uruguay. Servirlo mejor, porque le iba a exigir a la empresa un esfuerzo de ofrecer un mejor precio, como ocurrió. Un mejor servicio, como ocurrió, una mejor tecnología, mejores planes y al mismo tiempo, someter a la empresa al rigor de administrar los recursos como se debe, en forma eficiente, para poder estar sometido a las disciplinas que impone competir. El objetivo de las empresas públicas no es servirse a ellas mismas o servir a sus administradores, sus presidentes, sus gerentes o sus funcionarios. Son para dar servicio a la gente. Ese fue el enfoque que yo le quise dar y creo que el del gobierno, que impuso esta ley y el resultado estuvo muy claro. Eso frente a las profecías apocalípticas que, además, en algunos casos ponían a Antel por arriba de la gente.

En su tiempo al frente de Antel, ¿cuál cree que fue su principal logro?

Tuve muchos (ríe). El principal logro seguramente haya sido que finalmente el acceso a internet fuera igual para todos los uruguayos, independientemente del nivel socioeconómico en el que están. Es decir, se logró ese clic. Además, medido científicamente, que en el Uruguay se accede a internet por igual desde los tres segmentos socioeconómicos, bajo medio y alto. Porque al bajar los precios se tuvo un alcance mayor. Porque geográficamente se tuvo un alcance mayor; la tecnología llegó a lugares que habían sido olvidados. Barrios de Montevideo, pueblos y villas del interior. Y porque se accedió a comunidades, por ejemplo la comunidad educativa, con un grado de amplitud más importante.

Me parece que ese resultado de haber logrado la igualdad en el acceso a los servicios, la equidad, compendia el resultado de una gestión que supo equilibrar dos aspectos. El aspecto profesional, comercial, de eficiencia, de manejo austero de los recursos financieros y, por otro lado, el aspecto del rol social de lograr igualar para arriba en el acceso a internet, que hoy es la línea de vida con el mundo.

Una de las críticas que se escucha a empresarios que se pasan de lo privado a lo estatal está vinculada a los cruces entre lo personal de uno con lo público. ¿Alguna vez estuvo en una situación donde esos mundos chocaron?

No, porque en las actividades en las que yo estuve no tenían relación una con otra, lo privado y en lo público. Creo que es enriquecedor poder incorporar, en la vida pública, la experiencia de lo privado. Yo siempre digo que, haber tenido una vida empresarial tan diversa —yo estuve en el sector de aeropuertos, en el sector hotelero, en el sector de la construcción, en el sector de comercio, hasta en el rubro panadería— te da una polinización cruzada. Porque esas experiencias tú las trasladas. Justamente, es lo contrario de pensar que la conducción de las empresas públicas se va a nutrir de un vivero de funcionarios públicos, es una visión equivocada.

Le hacíamos esa pregunta porque en algún medio salieron en su momento acusaciones en torno a su trabajo en el aeropuerto de Cancún, que había un vínculo entre su dueño y América Móvil, compañía que buscó en 2004 lograr un contrato con Antel.

Eso nunca escuché. ¿Eso en las redes?

No, en medios. En La Red 21.

Ah, sí. Eso yo lo desmentí y con contundencia. Es falso y hay una carta por allí muy clara. Nunca trabajé para Claro, nunca trabajé para América Móvil, no conozco al señor (Carlos) Slim (dueño de ambas empresas), ni en donde trabajé tiene el señor Silm ninguna influencia ni ninguna propiedad. Es parte de los inventos que después las redes replican. Está documentado y clarito.

La oferta para ir México, al aeropuerto, ¿cómo se dio?

Yo venía del sector aeroportuario, había sido director general de Laguna del Sauce en Punta del Este. Un proyecto que surgió del green field, o sea, del campo verde, hasta su construcción, financiación, puesta en operación y administración durante ocho años. Y recibí una oferta para trabajar allá a partir de una selección de un head hunter internacional de la empresa ASUR, que era, del punto de vista operativo, manejado por el Aeropuerto de Copenhague. De hecho, no solamente yo publiqué un desmentido, sino lo hizo el propio ejecutivo principal de la empresa referido a este caso.

Más cercano en el tiempo, se le acusó de mezclar lo personal con lo público cuando se tomó la decisión de iluminar el Antel Arena con la bandera de Israel. ¿Por qué se definió eso?

El gobierno de Uruguay había hecho un pronunciamiento respecto al ataque terrorista que el Estado de Israel había sufrido y la solidaridad con los uruguayos residentes en Israel en ese momento. Entonces, en adhesión a ese pronunciamiento del gobierno y en sintonía con él nos expresamos. Me parece muy claro. El Antel Arena fue iluminado muchas veces con colores asociados a días y temáticas que se celebran y esta me pareció que correspondía hacerlo. Y lo haría de nuevo.

Usted es una de las principales figuras de la coalición a la hora de cruzarse con Carolina Cosse, a quien desde la coalición se la acusa de haber usado Antel como una plataforma política. ¿Qué le diría a la gente que le puede señalar lo mismo a usted, al pasar de la presidencia de la empresa a una precandidatura presidencial? ¿Es una plataforma política?

Yo creo que la gestión en Antel avala las credenciales de resultados y de gestión para encarar la conducción de un gobierno, entre otras cosas. Pero acá se refiere a la manera antagónica de gestionar. Yo gestioné la empresa de Antel para ponerla al servicio de los uruguayos. Es decir, para servir. No para servirme de ella. Creo que tuvimos visiones totalmente distintas de cómo manejar la empresa y con qué objetivos.

Hablando de Antel Arena, hace poco La Diaria publicó, en su sección de factchecking, que no es real que se gastó tres veces más del monto original, luego de que usted afirmara que costó 120 millones de dólares. ¿Qué responde a eso?

Digo que está mal hecho el factchecking. Indudablemente, porque yo lo que hice fue sumar, con una empresa experta en procedimientos de auditoría, a la que se le encomendó que hiciera la suma de todos los gastos y costos de cualquier naturaleza que tuvieran que ver con la puesta en marcha del Antel Arena. Eso es una suma contable y da 119, casi 120 millones de dólares. Así que lo que diría es que el factchecking está mal hecho. Por suerte, en el mundo, nadie es dueño de la verdad. Esos factcheckings normalmente tampoco tienen porque reflejar la verdad. La verdad es la que yo vi.

Ahora que el fiscal de Lavado de Activos, Enrique Rodríguez, pide reabrir la causa del Antel Arena, ¿cree que puede cambiar algo?

Eso lo va a determinar el fiscal. Yo hice la denuncia con la convicción de que existían elementos de irregularidad y como funcionario público no tengo la libertad de elegir si tengo que hacer o no hacer la denuncia. Estoy obligado por ley. Por lo tanto, con la misma convicción con que en su momento presenté la denuncia ante la Fiscalía y ante la Jutep (Junta de Transparencia y Ética Pública), que se pronunció sobre el tema cuando la causa fue archivada, discrepé con el archivo que el fiscal (de Delitos Económicos de 1° Turno, Alejandro Machado) había determinado.

Entendí que no había explorado todas las líneas de investigación, que no había diligenciado todas las pruebas, que no había tenido colaboración suficiente con el denunciante. Entonces, la noticia de que el fiscal Rodríguez decidió reexaminar la causa, a pedido del directorio de Antel, —que yo ya no integro—, me pareció bueno. Para que se vaya tras últimas instancias, para que los uruguayos conozcan con cabalidad todo lo que ocurrió y eventualmente se puedan asignar responsabilidades personales. Eso en cuanto a la causa fiscal.

Yo ya no estoy en Antel; estoy trabajando políticamente. Parte de mi trabajo político es evitar que en el Uruguay de vuelta haya administraciones como estas que manejen los dineros públicos al arbitrio del gobernante, fuera de los objetivos de los organismos que dirigen y con secreto que los uruguayos ni siquiera puedan saber qué se hizo con su dinero.

¿Hubiese construido el Antel Arena?

No (ríe). Está fuera del objeto de Antel, del principio de especialización que le confieren las leyes. En este caso fue un favorcito que le hizo Antel al compañero intendente (de Montevideo, Daniel Martínez), porque es una obra que se construye para la intendencia. De hecho, es propiedad de la intendencia, ni siquiera es propiedad de Antel.

Antel tiene su uso, por un cierto tiempo, pero la propiedad es de la intendencia y después de terminado el plazo, pasa a ser gestionado por la intendencia. Es una obra hecha por Antel para la intendencia compañera. Más allá de si es lindo o de si algunos uruguayos gozan de lindos espectáculos allí, que está fuera de duda.

¿Cuánto dura ese plazo?

Treinta años. Tendría que gritar como Les Luthiers “suéltame, Antel Arena”, “suéltame, pasado”. Es una especie de fantasma, de espíritu que reaparece en mi vida, cada tanto. Lo que pasa es que no hay cosa más injusta que cuando uno ve gente de un pueblo del interior profundo del país, que no tenía conexión de telefonía celular y veían que la empresa de telecomunicaciones del Uruguay estaba dedicada a construir un centro de espectáculos en Montevideo, que nunca iban a poder siquiera acceder o ver, cuando tenían una carencia esencial del servicio. Es de una inequidad y de falta de visión absoluta.

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Volvamos a la campaña electoral. Usted ha hecho propuestas en materia de seguridad, enfocadas principalmente en el combate al narcotráfico. Ha dicho que, al haber estado en México, pudo ver bastante de cerca cómo el gobierno intenta combatirlo. ¿Qué haría en el Ministerio del Interior para lidiar con eso?

Nosotros hemos hecho la propuesta que hemos llamado “Superministerio del Interior”. Que es dotarlo, fortalecerlo, con la incorporación de un cuerpo de la Armada, que es la Prefectura Nacional Naval. Con 1.500 efectivos, que son, en realidad, personas preparadas para las funciones de seguridad y con preparación policíaca. Es distinto que lo que se ha dicho de poner las tropas en la calle.

Esto es personal de formación similar a la Policía que hoy está limitado en una jurisdicción, particular y bajo un comando distinto. Entonces, nosotros proponemos fortalecer el ministerio con estos efectivos y ponerlos bajo el comando único del Ministerio del Interior, para darle potencia a la represión del crimen organizado, que es el enemigo público número uno hoy de los uruguayos. Es el tema principal de preocupación.

Y a ese ministerio también darle funciones de coordinación central y una cantidad de reparticiones públicas que tienen que ver con la represión del delito, que hoy están diseminadas en distintos ámbitos del Estado. Que tienen que ver con servicios de información y de inteligencia, que están dispersos en Presidencia, Ministerio del Interior y de Defensa. Información financiera. También agregarle al Ministerio del Interior una capacidad de control y supervisión de otras reparticiones, por ejemplo, la Aduana. Para poner un ejemplo, en el escaneo de los containers en el puerto de Montevideo. A mí me gustaría que por arriba de la Aduana también haya un control, siempre dos pares de ojos ven más que uno. Así que esa es una propuesta de robustecer las capacidades de efectivos y de comando centralizado del Ministerio del Interior en una batalla que es la prioritaria hoy para los uruguayos.

Mencionó inteligencia, ¿pasaría la Secretaría de Inteligencia Estratégica de Estado de Presidencia al Ministerio del Interior?

A mí lo que me importa es que realmente la coordinación central esté en el Ministerio del Interior. Pero podría ser sí, eso es tema ya de debate operativo legal. A mí no me gusta mucho tener tantas oficinas en la Presidencia de la República, si soy franco.

La otra gran propuesta es la rebaja impositiva de 500 millones de dólares a través de un 10% de ahorro de los gastos operativos del Estado.

Si, y un poquito más.

¿Eso quiere decir que hoy el Estado podría prescindir de un 10% de sus gastos?

Yo creo que hay espacio en el Estado para ahorrar para la gente. Nosotros estamos haciendo esta propuesta, que en realidad es un ahorro de 1.000 millones de dólares, de los cuales 500 millones los queremos destinar para bajar impuestos, básicamente el IASS y lo que se pueda de IRPF.

Lo hemos planteado con seriedad, porque surge de un equipo que está integrado por Julio De Brun, Isaac Alfie, Edgardo Favaro  —que fue fundador de Ceres—, Álvaro Rosa, que es experto en reforma del Estado, Graciela Pérez Montero, que es experta en empresas públicas, y Verónica Acosta, economista de la OPP (Oficina de Planeamiento y Presupuesto), entre otras. Gente que conoce y sabe cómo se puede hacer.

Supone una serie de medidas que estamos proponiendo para generar crecimiento económico. Implica el ahorro en el Estado en materia de gastos no personales del orden del 10% de gastos operativos, e incorporar tecnología para poner un poco más de eficiencia en los servicios públicos; asociado a un reperfilamiento de la deuda pública para aliviar el costo del servicio de la deuda.

Para mí, lo más importante de todo, es el mensaje. O sea, ser el único candidato que propone una baja de impuestos. Porque yo creo que es el tema central de la competitividad del Uruguay, el déficit fiscal. El país es un país caro, porque tiene un peso muy importante del Estado sobre la economía. Para la economía uruguaya es fundamental este esfuerzo, porque el costo país o, hasta si se quiere, el famoso atraso cambiario, es un tema que en el mediano y largo plazo solamente se puede corregir si realmente logramos abatir el déficit fiscal. No hay otro camino.

Me parece muy importante como señal política de que nosotros estemos hablando de ahorrar para la gente y de reducir impuestos. Alguno me ha dicho, por qué ese impuesto y no otro. Y yo les digo, con mucho gusto tenemos esa discusión, pero la discusión más importante acá es que yo soy el único que está hablando de que este es mi camino. Los demás están hablando de mantener los impuestos y otros están incluso planteando eventualmente subirlos. Esto claramente es un diferencial de propuesta.

¿Cuál es el riesgo que eso permanezca en una promesa de campaña y que al día de llevarla adelante no se pueda?

Yo cuando hice ese compromiso me paré y les dije, si quieren grábenme con sus celulares. Esto es lo que yo me propongo hacer si accedo al gobierno, porque creo que se puede.

Además, cualquiera que conozca mínimamente el estado sabe que se pueden hacer esfuerzos. Pongo en ejemplo la gestión en Antel. En una empresa pública, nosotros logramos, en los últimos tres años, resultados de 226 millones de dólares en un año, 227 millones de dólares en el anterior, 226 millones de dólares en el tercer año. Son los tres mejores años en resultados económicos de la historia de Antel. Solamente en esa empresa pública, manejando con prudencia y con profesionalidad los gastos.

Hablando de propuestas, ¿hay alguna propuesta o base del Frente Amplio que tome como positiva?

Supongo que sí, siempre hay cosas en las que uno puede coincidir. Obviamente creo que el Plan Ceibal fue algo positivo para Uruguay. Uno siempre enfatiza más en las diferencias que en las coincidencias. 

Lo que está claro es que tenemos una diferencia radical en la forma en que entendemos se debe dar cuenta de la confianza que los ciudadanos te dan para manejar los dineros públicos y el objetivo con que eso se hace. La intendencia de (Andrés) Lima, la gestión de Cosse en Antel, son para servirse de la política y no para servir. 

Y, si faltaba una muestra, hace poco se planteó, en el Parlamento, una ley para evitar que los funcionarios públicos entraran a dedo y por la ventana. El Frente Amplio votó esa ley, pero en las intendencias donde tienen el control de sus departamentos y tienen mayorías en las juntas departamentales no votaron lo que votaron en el Parlamento. Es una hipocresía en materia de gestión. El caso de Lima es muy evidente; las contrataciones que hace y hasta la oferta de vivienda a cambio de militancia política. Es algo que realmente queremos desterrar de la vida política, sea del Frente Amplio o sea de cualquier partido. 

Esa mención da el pie para ir a la interna colorada. Usted fue crítico de la propuesta de Ciudadanos y de Robert Silva, como su precandidato, de llevar a plebiscito ese último proyecto legislativo de Adrián Peña.

A ver, la primera cosa es que naturalmente siempre estuve en contra del clientelismo político, desde siempre. Incluso una de las cosas que me hizo famoso allá en la década del 90 como director de Antel fue que logré que se terminara la práctica de dar bornes, es decir, líneas telefónicas a dedo. Porque en esa época era difícil conseguir un teléfono y los políticos tenían, como favor, poder dar una línea telefónica. Aunque parezca mentira, eso pasaba en Uruguay. O sea que estoy radicalmente en contra de las prácticas clientelísticas. En lo que discrepé fue que, si en el Parlamento no se logra un acuerdo político para sancionar una ley, la primera reacción no puede ser salir a juntar firmas para reformar la Constitución, que me parece que merece no ser tan toqueteada. Debería preservarse la materia constitucional.

Políticamente me pareció una jugada innecesaria para marcar un perfil, como todo el manejo de la propuesta política en la interna del partido y hacia afuera del partido. No se necesitan más leyes ni se necesita reformar la Constitución para hacer las cosas bien. Lo que se necesita es gente que administre la cosa pública con criterio de un buen padre de familia y con transparencia. Yo no necesité ninguna ley, ni ninguna reforma constitucional para no reponer funcionarios en Antel y poder bajar la plantilla en 1059 personas y no nombrar a nadie a dedo.

Es un tema de conducta. De hecho, en el Uruguay eso ya existe como ley, porque ahí está la ley de conducta del funcionario público y de ética pública. O sea que ya tenemos el marco para actuar los administradores. O sea que, en vez de hacer tanta reforma constitucional, que voten los uruguayos gente que maneje bien las cosas del Estado.

¿Estaría de acuerdo con ese proyecto si se vota en la próxima legislatura?

Si, yo lo votaría con mucho gusto.

¿Está de acuerdo con algunos de los plebiscitos que proponen los socios de la coalición?

Yo no soy partidario de estar toqueteando la Constitución. En el caso de los allanamientos nocturnos, hubiera preferido la ley interpretativa de lo que es un hogar. Claramente creo que la ley podía establecer que una boca de drogas no está amparada por el principio del hogar inviolable que guarda nuestra Constitución. Pero de la misma manera que entiendo que la prioridad de los uruguayos es tan fuerte en lo referido a abatir el crimen organizado, en la medida en que concuerdo, yo en lo personal, voy a votar ese plebiscito.

Pero no es una decisión que nosotros hayamos tomado como sector. La mayoría de nuestro sector lo está apoyando. La mayoría de los dirigentes de nuestro sector lo está apoyando, [aunque] hay algunas excepciones de personas que no lo consideran conveniente.

No así el tema de los deudores.

No, con el de deudores definitivamente no estoy de acuerdo. Claramente no es materia constitucional y además no estoy de acuerdo con el fondo del asunto. Igual que naturalmente la reforma constitucional por la seguridad social.

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

¿Cómo está el clima político dentro del partido? Hay una percepción en la gente de que es la interna más picante.

Yo el picante que le pongo es el de estar presentando propuestas, estar presentando equipos. Yo me he mantenido en la senda que me he trazado desde el principio de mi campaña, que es plantear respuestas concretas a los problemas de la gente. He evitado entrar en el chusmerío o en el cortocircuito. Yo lo que digo es que nos pusimos las orejeras y galopamos hacia la meta.

En una campaña interna de un partido, por estar dentro de uno, siempre te une más de lo que te separa, pero en una competencia interna, lógicamente los perfiles se enfatizan lo diferencial y eso siempre produce algún cortocircuito. Pero no ha sido la tónica de mi campaña. La relación personal que yo tengo en general con otros es buena. Al que conozco menos es a (Andrés) Ojeda.

¿Comparte los dichos de Guzmán Acosta y Lara de que la campaña de Ojeda es una operación externa?

Creo que cada uno se debe hacer cargo de sus propios dichos.

Las últimas encuestas dan a la cabeza a Robert Silva y a Ojeda…

No, no, no, no es cierto. La última encuesta de Cifra dio empatado a Gabriel Gurméndez y a Ojeda, y a Silva cayendo. A ver, las encuestas, todos los encuestadores, han establecido la alta volatilidad que van a tener la medición de las encuestas de la interna del Partido Colorado. Por el tamaño de la muestra, que da un gran margen de error. Por la dificultad de medir la propensión efectiva de lo que contesta votar, que no es obligatorio, y por la multiplicidad de candidaturas. En esta etapa, hasta ahora, por la falta de atención de la gente a la cuestión política. Lo que si está claramente afianzado en lo que se está viendo en todas las encuestas, es precisamente nuestro crecimiento; y bueno, el decrecimiento de algún otro candidato.

Pero también tomo eso como un elemento sujeto al error. Claramente nosotros tenemos una percepción muy positiva de lo que aspiramos respecto a nuestra candidatura, más allá de que la última encuesta nos haya dado empatados en el podio.

El acto más grande que se ha hecho en Montevideo fue el lanzamiento de nuestra candidatura. La presencia en la calle de la militancia joven. Realmente la renovación de militancia joven del Partido Colorado claramente está presente. Lo ven en las ferias, es nuestro sector. Tener una estructura nacional fuerte es un tema bien importante en estas elecciones internas en las que el voto no es obligatorio. Y eso no lo miden las encuestas.

¿Cómo harán para afianzar ese lugar en el podio?

Yo creo que haciendo lo que estamos haciendo. Yo no me quiero salir de mi eje, vamos a seguir presentando propuestas y presentando equipos.

Para hablar en términos políticos: Uruguay necesita una nueva coalición, que va a existir si tenemos un Partido Colorado grande. Se necesita al Partido Colorado para ganar y para gobernar. Yo creo que el partido que puede cumplir ese papel es un Partido Colorado que tenga clara la visión, la capacidad de hacer y aporte esa experiencia, confianza, credibilidad; que se lo conozca por su trayectoria pasada y por su capacidad en el gobierno. Que aporte mujeres y hombres con la piel curtida y con la historia de haber tenido que tomar decisiones con firmeza en momentos de prueba.

Porque nadie escribe la receta o el plan de gobierno para enfrentar el covid o una tormenta. Ahí se actúa con los reflejos de haber vivido el saber gobernar. Y me parece que el Partido Colorado que se requiere para ganar, para gobernar como confiable, para afianzar el rumbo y para acelerar los cambios, es este proyecto político que yo quiero liderar y que quiero presentar. Esa es la razón de ser de por qué quiero ser candidato colorado. Me parece que ese es el Partido Colorado que se necesita hoy.

Usted formó parte del último ejecutivo liderado por el Partido Colorado, como ministro de Transporte y Obras Públicas en el gobierno de Batlle. ¿Qué se necesita para que el Partido Colorado vuelva a liderar el Poder Ejecutivo?

Hacer lo que estamos planteando nosotros en nuestra campaña.

Gustavo Zubía se bajó de su precandidatura y apoyó a Ojeda, para que no gane Silva, tal como lo explicitó. ¿En algún momento se planteó con su equipo revisar la candidatura, apoyar o formar un acuerdo con alguien más? 

No. Bienvenidos los que se quieran subir a nuestra candidatura. Esa sería la respuesta. Nosotros estamos comprometidos con todo este equipo y toda esta gente a ganar las elecciones internas.

En un escenario en el que no gane la interna, ¿cómo se ve de cara a octubre? ¿En qué lugar?

Nunca me gusta dar respuestas sobre hipótesis futuras.

Yendo al tema de la paridad, que fue discutido en una reciente sesión del Senado, y teniendo en cuenta que el Partido Colorado es el único que en las elecciones pasadas no presentó una fórmula paritaria, ¿dónde se para en ese tema?

Yo no hubiera votado la ley de paridad. Aunque la votó Carmen Sanguinetti, que integra nuestro grupo. Naturalmente creo que la fórmula no tiene que ser necesariamente paritaria, sino la mejor fórmula que pueda haber en ese momento. Te diría que, si es con una mujer, es mejor, pero no necesariamente. Cuando tuve que elegir colaboradores en Antel, en mi última gestión, para las dos posiciones más importantes de la empresa, que eran la gerencia general y la secretaría general, seleccioné a dos mujeres. O sea, que me juzguen por los hechos. 

¿Carmen Sanguinetti podría ser un nombre?

Yo prefiero no hacer futurología. Eso va a surgir del resultado de la elección y lógicamente de las negociaciones que surjan. El Partido Colorado cometió errores en el pasado respecto a la fórmula, que no deben repetirse. 

Volviendo al equipo económico, parte de ese grupo fue el que gestionó la crisis del 2002. En sus palabras, un “dream team” económico.

Así lo califiqué. El mejor equipo económico del país. 

¿Por qué tomó personas que en su momento estuvieron vinculadas a la crisis de 2002, teniendo en cuenta que, después de eso, el Partido Colorado lo pagó políticamente con votos.

No importa. Es el equipo de la gente que hizo lo que había que hacer para sacar al Uruguay de la peor crisis de su historia. Además, desde aquel momento hasta ahora, ha seguido desarrollándose en términos profesionales y en su actuación.

El propio Alfie fue convocado al igual que yo, por fuera del partido político, por fuera de la cuota partidaria, para colaborar en el gobierno de coalición. Julio de Brun ha tenido una trayectoria formidable en el sector privado. Además tenemos economistas jóvenes que también colaboran. Gente probada, gente que viene con la piel curtida. Con cicatrices marcadas. Gente que ya estuvo al frente del timón en la tormenta. 

El Ministerio de Economía es uno de los principales a nivel político y siempre lo ocupa un funcionario de confianza del presidente. Si usted llegase a la presidencia, ¿a quién pondría como ministro?

Hoy realmente no estoy en condiciones de contestar esa pregunta. Es más, he criticado a la gente que está anticipando esas decisiones. Porque yo no soy presidente aún y porque supone una decisión muy relevante de las personas y los nombres involucrados. Pero por supuesto quiero que sea alguien de los míos. Esa posición no se resigna. Debe ser alguien que conecte con mi forma de pensar y mi forma de ser. Eso sí que es innegociable. 

¿Lo mismo aplica para Interior? 

Sí.

En 2002 lo llamó Batlle para agarrar un “fierro caliente”. En 2020 lo llamó Lacalle para ofrecerle Antel y le preguntó si le gustaría complicarse la vida. ¿Por qué cree que van a usted?

Porque se ve que les digo que si siempre. Mi respuesta con Lacalle fue en el primer minuto de la conversación porque de la misma manera que le había contestado a Batlle, en momentos de dificultades políticas y en un momento en el que se me convoca, sentí que yo debía estar. Honrado, por el hecho que fue una persona que no es de mi partido que me convocó en confianza. 

O sea, la conclusión es que yo no soy de los que se van, sino de los que siempre están volviendo. 

¿Tenía relación con Lacalle Pou antes?

La que se tiene en el Uruguay con alguien que estuvo en el ambiente político. Pero no tenía una relación de amistad ni de conocimiento personal. Lo conocía como diputado, de ser hijo de quien es. Yo fui director de Antel en el gobierno de su padre por el Partido Colorado. Lacalle Pou tiene una memoria extraordinaria y hasta recordó haberme visto en el acto de cierre de campaña del 2014 en San Carlos, cuando ya estaba perdiendo la elección. Me lo dijo cuando me retiraba de la primera entrevista cuando me ofreció el cargo en Antel. 

Ya lo mencionamos, pero sabemos que es una persona importante para usted, un “padre intelectual”. Jorge Batlle es una figura sobre la que hay un afán por revitalizar su memoria (este mes se estrenó un documental sobre su vida), al tiempo que es duramente criticado desde sectores de la oposición. ¿Quién fue para usted?

Para mí fue el político que logró algo muy importante, que es cambiar la forma de pensar hegemónica en el Uruguay, que caracteriza al tiempo pasado. Que fue, en gran parte —no de todo, porque por algo existe todavía el Frente Amplio— capaz de modernizar la manera de pensar; cambiar la matriz prevaleciente del pensamiento político y económico del Uruguay.

Fue muy valiente en enfrentar las creencias establecidas en su partido y en el país con visión y obsesión hacia adelante. Creo que fue esencialmente el gran político de la libertad de este tiempo en el Uruguay.