Graciela Bianchi es elocuente y eso es vox populi. Jura que es normal —lo repetirá varias veces, incluso en mensajes posteriores al encuentro—. La han tildado de loca en más de una ocasión desde que, en 2013, se alejó del Frente Amplio (FA) en el que supo estar por varias décadas. Su carácter la ha catapultado al tercer lugar en la línea sucesoria, como presidenta del Senado. Al momento de esta entrevista ejercía provisoriamente la vicepresidencia de la República y, respetuosa de las instituciones, advirtió que se cuidaría más en sus declaraciones. Su escritorio rebasaba de papeles.
“Cada tanto ordeno, pero enseguida se llena de nuevo”, advertía mientras corría un libro al que, dice, no le había prestado atención. Su título la espantó genuinamente: Ideología de género. El verdugo de nuestros niños. Dijo que cree que la ideología de género es mala, pero que “esta gente” es peor que sus defensores. Luego alejaría el libro con vehemencia. Como esa máxima que reza que en política los espacios vacíos son ocupados, sus papeles cubrieron rápidamente el hueco que había dejado ese libro. Graciela Bianchi se acomodaría entonces en su asiento y tomaría un sorbo de agua. Se tocaría los lentes, los acomodaría, y luego el pelo. Finalmente, dejaría boca abajo su celular.
Fue abogada, escribana, presidenta de la Caja Notarial y directora de escuela secundaria. Dirigió dieciocho años el Liceo N° 6 Francisco Bauzá, donde aún la recuerdan por haber liderado con firmeza una institución con más de 7.000 personas en su comunidad educativa. También la recuerdan por el famoso video que, en 2011, se filtró por todos lados: estalló en las redes sociales, podría decirse. En el video se la ve a ella, a pura firmeza y verba, en desafío al cuadrado: se planta, portentosa, ante el desafío de un estudiante. “Acá mando yo”, lanzaba entonces ante una cámara que no sabía encendida, pero que la catapultaría al éter viral y despiadado. Sobre el episodio también habló durante la conversación, de más de una hora, con Montevideo Portal. Aunque lamentó el hecho, sabe que terminaron beneficiándola.
Defensora acérrima de la educación pública, nieta de empleadas domésticas y jardineros que escaparon del fascismo de Benito Mussolini, hija de primera generación escolarizada. En las paredes de su despacho del primer piso del Palacio Legislativo se arremolinan los libros, algunas fotos de sus hijos y nietos cuando eran más pequeños, el ya famoso portarretratos roto con la foto del presidente, Luis Lacalle Pou, y muchos, pero muchos papeles. También cuelgan pergaminos y diplomas: especializaciones en estudio del crimen organizado, especializaciones educativas. En suma, aquellos que reconoce como sus campos de especialidad.
Entre tanto vivido, Bianchi cuenta que en 1989 era secretaria técnica de Democracia Avanzada del Partido Comunista (PC), en el Frente Amplio. Y que el día en que tiraron el Muro de Berlín su reacción fue inmediata: “Cuando empecé a leer las noticias dije: ‘¿Qué pasó acá, nos estuvieron mintiendo?’”. Desde entonces, dijo, no distingue más entre izquierda y derecha.
¿Qué figura histórica le apasiona?
Aparicio Saravia. Siempre admiré al Partido Nacional (PN) a pesar de que siempre estuve en la izquierda. Cuando pensé en mi monografía final pensé en él y en Leandro Gómez, porque siempre rescaté del PN su lucha por el sufragio universal. Y es hora de terminar con la historia oficial.
¿Y una mujer?
Rosa Luxemburgo. Si bien ya no estoy de acuerdo con ella, reconozco que en esa época tuvo un valor muy grande para enfrentar a un sistema aristocrático y explotador a grados infinitos.
Cuando el Partico Comunista cumplió 102 años replicó un tuit de Yamandú Orsi para cuestionar el modelo de país que él pretendía (al que tildabas de autocracia). ¿Cuál es su modelo ideal?
Los nórdicos.
¿La socialdemocracia?
Sí, pero dejando un poco más de lugar para las iniciativas privadas. Mirá a Finlandia o Noruega, hasta hace un siglo eran países atrasados que crecieron con el apoyo estatal y el empuje a la iniciativa privada. La diferencia entre izquierda y derecha ya está. Yo tenía una amiga personal que había estado siete años con Jaime Pérez, el secretario del PC, exiliada en la República Democrática de Alemania y cuando cayó el muro le decía: “¿No vieron esto? Ya no va”.
Ahora, uno puede decir autocracia, no, y lo que ocurrió con los comunismos existentes, no, pero que el capitalismo genera problemas es una obviedad…
Sin duda, por eso me gustan los países nórdicos. Porque nivelan mejor y evitan la concentración salvaje de la riqueza, que es el defecto mayor del capitalismo actual.
Karl Marx, El Capital, Tomo 1 Capítulo 1…
Sí. Lo que pasa que cuando se pusieron en funcionamiento los regímenes alternativos fueron peores.
Recién corría el libro sobre la ideología de género… ¿Usted es feminista?
Soy feminista de la segunda generación. Quiero la igualdad de derechos, el sufragio, obvio que ya ni se discute eso, pero no estoy de acuerdo con la ideología de género y esa oposición cerrada y fundamentalista contra el macho violador y patriarcal, que además en Uruguay nunca se dio.
¿Pero ve la desigualdad entre hombres y mujeres?
No, para llegar a los mismos lugares tal vez tengas que esforzarte un poquito más, pero si te esforzás y te hacés respetar, no hay inconvenientes. Cuando la izquierda inventó lo de la ideología de género… A ver, no, no fue la izquierda, porque viene de otros lados, pero no me voy a poner conspirativa…
Me iba a dar el título de la nota…
(Ríe.)
Es que no puedo creer que la izquierda no vea que la desigualdad, la falta de oportunidades, la discriminación no pasa por donde realmente tiene que pasar, que es la situación económica, social y cultural de la persona. Yo les pregunto a las mujeres: el hombre que se levanta a las cinco de la mañana para hacer changas y gana tres pesos para parar la olla, ¿tiene las mismas posibilidades que el hombre de clase media? ¿Es problema de género? No, es el sistema económico y social.
Es la más marxista del Partido Nacional.
Y bueno, porque hay que ir a las causas de fondo. No es problema de género.
¿Es materialista histórica?
Bueno, te voy diciendo que sí. Lo que obviamente no soy es leninista ni estoy de acuerdo con la dictadura del proletariado, por eso fui de la corriente del Partido Comunista Renovador. No quiero nada que se parezca a Cuba, Venezuela o Irán; el tema es que reconozco las injusticias de este sistema que provoca esa concentración a la que hacía referencia. Por eso me preocupa que la izquierda no se dé cuenta de que es funcional, aun con la mejor intención, y eso no lo pongo en duda, a grandes poderosos del mundo que deben pensar: “Que se peleen ellos por el género mientras nosotros seguimos acumulando”. No son problemas de género: es social, económico y cultural.
Críticas, el caso Astesiano y el crimen organizado
Graciela Bianchi es normal, entonces. Tiene 68 años, dos hijos y dos nietos. Trabaja muchas horas al día, participa en siete comisiones legislativas y dice que, “a los que la acusan de trabajar poco, los mataría”. Maneja sus redes sociales sin intermediarios y, desde allí —especialmente en Twitter—, ha blandido su defensa constante para el oficialismo actual. Ha peleado o discutido con casi todo el arco opositor. Incluso ante temas peliagudos y delicados, como el caso Astesiano, al que llamó “perejil”. Aunque reconoció el “error humano” del oficialismo, sostuvo una defensa cerrada de Luis, como llama a su “amigo, el presidente”. Y dijo que él no la cuestiona ni la reta, pero que si lo hace —o lo hiciera—, ella cambia su actuación. “Él me quiere así, ya me conoce”, insistió.
¿Pasa muchas horas en Twitter?
Nooo, la gente se hace un bocho con eso. La usé mucho en la campaña por el referéndum, que íbamos de pueblo en pueblo y, mientras mi marido manejaba, yo iba tuiteando. Pero en lo general no es tanto. A ver… de mañana cuando me levanto, y de noche, sobre todo. De día es muy raro, pero ya me hice la fama…
Mala copilota que mira tuiter y no ceba mate…
Ah no, mi marido no toma mate. De repente te pasás hasta Artigas en el auto y bueno, ahí fue cuando más lo usé. De repente lo uso más viernes a la tarde o sábado.
¿No tiene gente que le maneja las cuentas?
No, no podría. Me gusta manejarlo. Es como un toc desde niña y de estudiante de facultad, que jamás revisé un escrito o examen, nunca vuelvo a leer algo que escribo. Por eso, a veces lo leo después y veo que está mal redactado.
¿Solo redacción o se arrepiente de una opinión o de un modo vehemente?
No, eso en absoluto. Cuando me equivoco en algún dato concreto, como cuando dije que la directora de la Unidad de Víctimas de la Fiscalía era la esposa del exfiscal Jorge Díaz, y no, era la de Carlos Negro, que es lo mismo igual porque son amigos, pero lo borré. Aunque no soy de borrar, solo digo que me equivoqué, pero lo dejo.
Cuando me equivoco (no cuando uso la ironía) pido DISCULPAS. Así lo hice y ratifico con el ex fiscal @jdiazalmeida. Es así: la Directora de Unidad de Víctimas es Mariela Solari, esposa del fiscal de homicidios Carlos Negro, persona muy cercana al ex Fiscal.
— Graciela Bianchi (@gbianchi404) June 22, 2022
Es vehemente…
Sí, pero soy así, no es que soy diferente fuera de ahí.
¿No es una estrategia?
No no no, mirá, cuando no estaban las redes, porque viví más años sin redes que con, escribía cartas a semanarios por temas que me interesaban. Buscaba la forma de expresarme y solía mandar a Búsqueda y Brecha. Y siempre fui muy firme: en el acierto o el error me gusta decir las cosas claras.
Usted dijo que, cuando debe hacerlo, cuestiona incluso a sus amigos. ¿Cuáles son sus principales críticas al Gobierno?
Por ahora las voy a seguir haciendo en privado.
¿De qué depende que sostenga esa reserva?
Debemos ser leales, pero no incondicionales. Eso le dije a Luis desde que me vino a buscar (porque él me vino a buscar, eh). Yo ya era una persona pública por haberme peleado con mi propio gobierno.
¿Cree que la buscó por eso precisamente?
Bueno, me di cuenta de que tenía mucha visibilidad y que ya habían hecho encuestas de opinión previa. Tenía mucho apoyo mi proyecto educativo e incluso subieron ese video para hundirme y me llevaron para arriba. Ta, pero igual ojalá nunca hubiera pasado.
¿Nunca dirá por qué se puso así?
No, fue algo muy grave que habían hecho algunos alumnos, pero no.
Bueno, ¿y entonces qué no le gusta de este Gobierno?
Yo no creo que todo lo que haga el Gobierno esté bien, y sé que hay cosas para corregir, pero por ahora no me han parecido graves. Y las digo donde las tengo que decir.
Está claro que no me lo va a decir…
No.
(Ríe.)
Igual, tampoco son tantas cosas. Y, cuando sean muchas o me desilusione, me voy a mi casa. Ya lo hice dos veces en el Frente. Estoy muy conforme con el Gobierno, pero hay errores que se han cometido y hay que reconocerlos, hay que ir mejorando. Lo peor que podemos hacer es perder la autocrítica. Yo si tengo que decirle, le digo: “Luis, me parece que eso no”.
Me imagino que lo llama, pero pregunto: ¿Y en el caso Astesiano? ¿No le dijo nada?
Ya me pronuncié, fui la primera.
¿Pero no le dijo “Luis, acá te equivocaste”?
No, porque lo conozco y es demasiado confiado. Yo con Luis hablo poco, porque en realidad nos adivinamos. Algún WhatsApp y ya está…
Pero son como un matrimonio…
Sí. Con Álvaro Delgado sí hablo más, o con los ministros, que hablo mucho, pero con Luis no porque ya nos conocemos. Si él no me dice nada yo ya sé que voy bien. Y, si me manda WhatsApp, entonces yo hago al revés. Mi problema con Luis es que pierdo la objetividad porque lo quiero mucho. Tengo mucho cariño. En la intervención por el caso Astesiano dije algo que me quedó grabado del libro de Graciela Fernández Meijide, cuando ella habla de la búsqueda de la verdad en Argentina y dice una frase de ella que usé porque me vino a la cabeza: [Luis] es humano, no es un héroe. Ya lo dije en sala: no voy a insistir, pero lo que me importa es que la institucionalidad funcionó porque el presidente y el ministro no sabían nada y se enteraron cuando la fiscal libró la orden de detención. Y, además, el ministro, siendo amigo o hasta pariente de él, como creo que son los Heber y los Lacalle Herrera, no dijo nada tampoco hasta que volvió. Pero además lo hablé con Luis Alberto y él dice: no corresponde que lo llame. Cuando pisó suelo uruguayo le dije lo que iba a pasar y evitó el arresto en el aeropuerto por los hijos del presidente. Me interesa esa institucionalidad funcionando, que la fiscal investigó y actuó bien, que la policía no avisó a ministro ni presidente…
¿Pero qué gravedad institucional representa lo que pasó?
Somos muy aldeanos los uruguayos. Porque a Luis nunca le dieron los antecedentes y, si bien tenés anotaciones, nunca parecen graves: son averiguaciones.
¡¿Pero son veinte?!
Estamos de acuerdo, ahí cometió un error, pero él fue el primero que lo dijo. ¿Acaso lo ocultó? Ahora, ya está. Lo que me parece mal es el manejo que hace la oposición del tema, porque podríamos haber hecho eso de cosas más graves que han hecho y todavía nuestros votantes nos reclaman, por ejemplo, que no fuimos más duros con [el exvicepresidente Raúl] Sendic. Una vez que presentó su renuncia en Asamblea General ya nadie habló.
¿Y se arrepiente?
No, cuando pasó me preguntaban qué opinaba, y dije que me sentiría mal desde lo institucional si pongo en situación de un uso no adecuado de ese mecanismo político. Que cada ciudadano saque sus conclusiones, pero yo estuve de acuerdo y aún estoy. Los que no están de acuerdo son nuestros votantes. Y, mirá el caso de Gerardo Núñez, que en las redes le dicen que está desaparecido, y yo no he dicho nada. Y si fuese al revés nos habrían matado.
¿Le parece?
Escuchame, una persona que lo han hecho desaparecer, lo dejan sometido al escarnio público, y el Partido Comunista debería tomar una decisión disciplinaria por el bien de Núñez. Nosotros no hemos planteado el artículo 115 en Diputados, no se llamó a nadie a sala. Podríamos haberlo pretendido, al menos, pero no se quiso hacer.
Pero la gravedad institucional de lo que pasó en Torre Ejecutiva…
El Frente Amplio y el PIT-CNT, que para mí son lo mismo y ya no lo disimulan, están diciendo cosas muy graves. El presidente del FA está diciendo cosas que me dieron mucha lástima, porque dice que en la Torre Ejecutiva se había instalado una asociación delictiva. Pero Astesiano era un perejil, no era jefe de la guardia presidencial, eso ya lo publicamos, y estas cosas le hacen mal al país, no al Gobierno. Lo mismo que hicieron con la pandemia y las críticas. Hay cosas que son causa nacional: esto también lo es, porque estamos luchando contra el crimen organizado.
Astesiano se suma después a esa organización, y hay datos concretos de que toda esta operación habría arrancado en 2009. No sé, porque la fiscal a veces habla y a veces no. Ojo, esto no justifica lo demás, pero es causa nacional, porque el crimen organizado es internacional. Y así como somos aldeanos para confiar en personas que tiene notorias inconductas, somos aldeanos en no tener cuidado que tenemos que revisar muchas cosas en seguridad. Por ejemplo, en seguridad informática. Estoy estudiando esto desde los 90 en el exterior, es un problema de seguridad de los Estados.
¿Se está trabajando algo en ese campo?
Sí, sí. Ayer tuvimos reunión con Inteligencia, por ejemplo. Pero es reservado.
Me imagino.
Pero igual es de lo que más nos preocupa. No justifico nada, pero tenemos que perder la inocencia, somos muy aldeanos. Hace mucho que sigo el terrorismo. Yo ya lo dije hace mucho, y lo investigué en Argentina, y me trataban de loca. Y todos dicen lo mismo afuera: ustedes no son conscientes del riesgo que están corriendo y el terrorismo y el crimen organizado saben que somos vulnerables. No le echo la culpa al Frente, eh, porque hasta 2013 estuve ahí; pero con 15 años de gobierno, con plata, mayorías absolutas y las manos del Estado, y resulta que todo lo que se ha hecho mal lo hicimos nosotros en dos años y medio y con pandemia. No sean malos, seamos un poco más humildes. Todos, porque creo que salimos todos juntos o no salimos.
Redes sociales y libertad de prensa
Los informes de Reporteros Sin Fronteras, Cainfo, y otros organismos locales y extranjeros han puesto el ojo sobre la erosión de la libertad de prensa o el deterioro democrático que implican ciertas agresiones del sector político sobre los periodistas: sobre todo en redes sociales. Sobre todo focalizando en esos informes en la persona de Graciela Bianchi. Ella dijo a Montevideo Portal que no le quita el sueño. Que jamás bloquea ni se ofende, salvo con el canal de M24 por “el nivel de agresividad”, aunque aseguró que los desbloqueará rápidamente. Puesta a elegir, pondera la democracia como el mejor sistema político.
La prensa es clave en esa sociedad democrática…
La prensa yo la respeto y me llevo bien con todos los periodistas, pero no me gustan los periodistas militantes de ningún lado. Que digan a quién voten está bien, mientras no condicione su trabajo. Lo que no me gusta son los operadores y, sobre todo, los operadores para el exterior: dejando mal al país en cosas que no merecemos. Y, si las merecemos, igual deberíamos resolver puertas adentro y sin deteriorar la imagen del país.
¿Y cuando ves informes diferentes que te señalan como parte de la grieta y que dañás a la democracia?
En Uruguay no hay ninguna grieta. Pero esas son operaciones que salen de acá, de periodistas con conexiones internacionales. Pero voy a seguir haciendo lo mismo. Y ya se ven diferencias incluso en los propios periodistas. Yo creo que en eso tengo derecho de dar mi opinión. Pero jamás perjudicaría a ninguno porque piense distinto.
¿Nunca pediría la cabeza de ningún periodista?
Ay. por favor, no…
¿Pero sabe que ha pasado?
Seguramente, pero yo no lo he visto. De este Gobierno estoy segura que no, es demasiado abierto y jamás lo haría.
Dice que es demasiado abierto y parece que no le pareciera bien…
No, ojo, yo lo quiero así. Lo que me atrajo de Luis fue la naturalidad que tuvo en ese primer encuentro. Es como una cita a ciega que nos hicieron.
Con respeto, parece enamorada…
(Ríe.)
No, no, pero me gustan ese tipo de personalidades que pagan cualquier precio con tal de seguir siendo como son.
Transformación educativa y después
Graciela Bianchi estuvo 42 años en la ANEP, como docente primero y como directora después. Recuerda esa etapa de gestión como la mejor, como el punto que más añora y desea. Advierte que, de elegir, volvería a la dirección escolar, pero sabe que no puede. “No se asusten”, bromeó. De ese ajetreo educativo evocó con brillo el contacto con la comunidad escolar, con estudiantes y docentes. Dijo que no le gustaría ser ministra de Educación, “porque el ministerio no manda”, y admitió que en 2014 pidió dirigir el Codicen en caso de ganar. Pero ahora se siente sin ganas y más cansada para ese lugar, y el futuro le parece incierto: “Estaré en el Legislativo o en el Ejecutivo, donde me precisen”.
Como mujer de la educación, y ante el panorama de los malos resultados, sobre todo en lectocomprensión, ¿cuál cree que es el foco más crítico de la educación uruguaya?
El problema fundamental es la formación docente. En la medida en que fue cayendo el nivel académico y nos quedamos con pocos estudiantes de formación docente, donde tenemos muy buena matrícula de 34.000, pero se reciben menos de 2.000, ya estuvo todo mal. Porque en la medida en que tenemos bajo nivel académico docente, no habrá transformación ni reforma ni buena intención que valga. Porque el que traslada eso al aula es el docente. Y la formación docente, que hoy casi no tenemos, es la madre de todas las batallas.
¿Por qué?
Porque se fueron jubilando.
¿Y por qué nadie quiere esa carrera?
Porque el nivel de remuneraciones no es bueno. Y, si bien mejoró en los últimos años de gobierno del Frente, no es bueno en general. Y la gente que tiene posibilidad de hacer otras carreras, las hace. O lo que es peor: mientras hace otra carrera, da clases, con lo cual es un paso intermedio, de tránsito, que le hace bastante daño a la educación.
¿O sea que habría que mejorar la remuneración?
Lo que pasa es que en Uruguay tenemos un problema que se suscitó en 1935, cuando la dictadura de [Gabriel] Terra le sacó las escuelas secundarias a la Universidad, porque era opositora de esa dictadura. Se instaló una discusión sobre si era necesaria la formación docente como una especialización o no. Y en esa discusión todavía estamos y es algo que deberíamos haber resuelto hace rato.
¿Y qué otro problema ve?
El descenso brusco de nivel académico, especialmente en capacidad lectoescritora y razonamiento matemático. Pero hay algo que le agrega plus, que es la inequidad, porque el lugar donde está ubicado el centro educativo determina el nivel de rendimiento. Entonces tenemos centros educativos de nivel medio en zonas ricas o de clase media con iguales resultados que en escuela privada; pero también escuelas y liceos de zonas pobres donde tienen resultados pésimos.
¿Y es por cuerpo docente diferenciado o compromiso de comunidad familiar y educativa general?
En la transformación educativa estamos tratando de que el centro educativo tenga más autonomía, de generar las escuelas María Espínola, y de tratar que los docentes elijan especialmente esos centros educativos en lugares de sectores sociales vulnerables donde la elección de horas se haga cada tres años, se les pague más, y con estatuto y apoyatura de tutorías diferentes. Necesitaríamos más de eso, pero vamos aumentando durante el período de gobierno. Esto nunca pasó en Uruguay, porque los liceos eran muy buenos estuvieran donde estuvieran: eran escuelas heterogéneas, con varias clases sociales diferentes en el mismo centro educativo, que es el modo donde se aprende mejor. Pero eso se fue perdiendo a partir del advenimiento de la democracia, en 1985, y ahora el lugar donde está el centro educativo determina si es mejor o peor por las familias.
¿Hay política de largo plazo? El especialista argentino Mariano Narodowski dice que allí la única política de largo plazo es la privatización escolar…
Si decís esto acá te linchan. Lo que pasa es que acá tuvimos siempre una política muy secular, se separó Iglesia del Estado, y a eso le sumás un muy buen nivel de la educación pública que hizo que pasara a ocupar un lugar preponderante. A la privada iban, en otras épocas, por temas de religión o de idiomas. Al resto no se nos ocurría ir a la privada; y está bien, porque la educación pública es la que asegura el principio de igualdad. No podemos ponernos a discutir mecanismos de privatización como los de España o Chile [Nota de redacción: se refiere al sistema de vouchers educativos que subsidian al cliente para que elija una escuela privada de su preferencia], porque está muy arraigada la tradición de la educación pública bancada por el Estado. Y yo, por ahora, estoy de acuerdo. Acá los que luchamos por la educación queremos una muy buena educación pública. Quisiera volver a las escuelas heterogéneas y, aunque no tengo ojos en la nuca, si levantamos nivel de formación docente y le damos contención a los chicos, podemos recuperar esa escuela pública.