Seré curioso

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Gil Iribarne: “Hay que aplicar las leyes antilavado que ya tenemos; hoy no se investiga”

El exsecretario antilavado es coautor de un libro que repasa la historia del lavado de activos en Uruguay.

11.10.2024 08:35

Lectura: 32'

2024-10-11T08:35:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

Dice Ricardo Gil Iribarne (75) que en este país tenemos que dejar de ver al lavado de activos como un delito de escritorio. Tenemos que verlo “como parte de una cadena delictiva donde está el señor de corbata en el escritorio, está el sicario, está el dueño de la boca, y está el dueño de la empresa que está en la Ciudad Vieja, en Carrasco, o capaz que en Argentina, Brasil o Colombia, pero es parte de una empresa delictiva y no es menor responsable y no tiene las manos limpias”.

Gil Iribarne sabe de lo que habla. Actuó durante 20 años en el sector financiero privado y desde 2005, con la llegada del Frente Amplio (FA) al poder, fue designado responsable de las políticas antilavado del gobierno. Hasta 2010 fue secretario nacional antilavado. Luego fue coordinador nacional de Uruguay ante la Gafisud, hoy Gafilat (Grupo de Acción Financiera de Latinoamérica), y de 2010 a 2015 fue director de Proyectos de Gafilat. Y como sabía mucho, se juntó con Daniel Espinosa —otro ex secretario nacional antilavado— y el sociólogo e investigador Gabriel Tenenbaum, y los tres lanzaron el libro Vendedores de cuchillos. El lavado de activos en Uruguay (Penguin Random House).

Hoy “estamos mejor” que en los años 70 y 90, dice Gil Iribarne. “Pero seguimos teniendo carencias, porque se mejoró, pero no al nivel que uno aspiraría. Y en los últimos años ha habido un retroceso”, opina el experto, crítico de la gestión de Jorge Chediak en la Senaclaft (Secretaría Nacional para la Lucha contra el Lavado de Activos y el Financiamiento del Terrorismo). Para Gil, esta oficina gubernamental ha tenido resultados muy pobres.

“Si vos me decís: ‘Le sacamos el auto y agarramos al narco de un barrio porque había comprado un auto, y eso es lavado’. Sí, eso es lavado. Pero de esa manera nunca vas a desarmar una organización. Tenés que ir a los movimientos financieros pesados y no a lo que el tipo se compró con la última guita que hizo. Estamos muy mal y el próximo gobierno tiene que poner a andar la máquina, que está montada”, sostuvo.

Empecemos por el principio: deme una definición de lavado de activos. 

Son las distintas formas que tiene el crimen organizado para legitimar o intentar legitimar la plata que viene de distintos delitos. Eso es lavado de activos.

Si digo que son delitos de cuello blanco, que, en definitiva, mueven la economía del país, pero se trata de un “blanqueo” de dinero (muchísimo dinero) que se hizo, previamente, con actividades claramente ilegales y deleznables como el narcotráfico o la trata de personas, ¿está bien?

Está bien si decir “delito de cuello blanco” no quiere decir “son delincuentes pero chiquitos”. En realidad, lo importante es lo otro. Ellos ayudan, desde un estudio, desde la Ciudad Vieja, a lavar plata que viene de los delitos sangrientos del narcotráfico, del secuestro, de la trata de personas. Entonces no son menos delincuentes y no tienen las manos más limpias que un sicario. En el libro hay una definición del doctor Curbelo [Tammaro] que dice: “Yo los defiendo porque son delincuentes distintos, a los que vale la pena defender”. Como que es una defensa de una calidad de “no muy delincuente”, se minimiza el grado de delincuencia o de criminalidad, y la importancia de su participación.

Esa gente le lava plata no al narco del barrio, sino al dueño de los negocios o a los mayoristas, a las empresas delictivas grandes. Entonces son responsables y a veces más responsables que el que está en la punta con una pistola. Lo que pasa es que la gente no se siente víctima del lavado, lo ve como una cosa lejana y está más cerca de lo que parece.

¿Por qué son tan difíciles de rastrear y de probar?

Porque ¿qué tengo que hacer yo para lavar? Ponele: si me pagaron una coima cuando yo estaba en la Jutep [Junta de Transparencia y Ética Pública, también conocida como Junta Anticorrupción]. Bueno, lo que tengo que hacer es meterla en algún lado que no se sepa que es una coima. Lo puedo meter en un banco, comprando una casa, invirtiendo en un negocio, un auto o haciendo una transferencia al exterior. Ninguna de esas cosas de por sí son delitos. Hacer una inversión, un giro, comprar una casa es una operación legal. Es ilegal, en este caso, porque el origen de la plata es ilegal. Entonces no es fácil dar con eso.

“Bancos, inmobiliarias y casinos son sujetos obligados. Pero el principal es el Estado. Si el Estado no hace lo que tiene que hacer, no le podés tirar a los bancos, a los escribanos o a los contadores ninguna obligación; eso sería hipócrita”

Si vos ves a un tipo que sale corriendo de un Abitab con un arma en la mano, decís: “Este tipo robó”. Con eso nomás la Policía se lo lleva. Si vos ves a un señor de corbata, buena pinta, buen coche, que para en un banco y hace una transferencia, ¿cómo sabés que es un delincuente que está lavando plata del narcotráfico? No sabés. Por eso precisás mucha investigación, mucha participación del Estado. Y en este delito, el Estado les dice a algunos actores: “Vos me tenés que ayudar y me tenés que avisar si ves algo raro”. El banco hace años que tiene la obligación de ver el perfil de sus clientes y darse cuenta de si hay algo raro. Todas las instituciones financieras, no solo los bancos, también casas de cambio, empresas de valores, empresas de seguros, todo lo que está controlado por los bancos centrales.

Cuando se empezó a controlar en todo el mundo y se empezó a complicar un poco lavar en un banco (aunque se sigue lavando en los bancos), se dijo: “Bueno, ¿a dónde van?”. Al sector inmobiliario. Vamos a darles obligaciones también a los inmobiliarios y a los casinos. Y después a los escribanos, a los contadores, a las zonas francas, a los abogados, para que te avisen si ven algo raro. Si una operación que parece que es normal, en realidad, detrás hay algo raro, no se les pide que investiguen o que se pongan de Policía; eso lo hace el Estado. A esos actores se los llama “sujeto obligado”, pero el principal sujeto obligado es el Estado. Si el Estado no hace lo que tiene que hacer, no le podés tirar a los bancos, a los escribanos o a los contadores ninguna obligación porque eso sería hipócrita.

¿Por qué el libro se titula Vendedores de cuchillos? Sé que alude a una frase del exministro de Economía Ignacio de Posadas, que luego refrendó el expresidente Lacalle Herrera. Cuénteme usted.

Ahí hay una historia vieja, de los 90, cuando estudios que se dedicaban a vender sociedades para que operaran de mecanismo para ocultar quién estaba atrás. Y ahí estaban las famosas SAFI [Sociedades Anónimas Financieras de Inversión], que se crearon en el 48, pero empezaron a usar más para esto en los 90. Lo que decían estos señores es: “Yo vendo sociedades, lo que hacen los compradores no es problema mío”. Entonces el ejemplo que ponía es: “Es como un fabricante de cuchillos que vende cuchillos. Si cortan pan o asesinan a un cristiano no es problema mío". Y acá es lo mismo. Lacalle [Herrera] dijo algo parecido también. Como que cuando se criticaba a los bancos por estos temas “se veía solo el lado malo”, y también decía: “Porque hayan usado un cuchillo para matar, no vamos a cortar el asado con un tenedor”. El asunto de: “A mí no me interesa para qué se usa, yo no tengo nada que ver”.

En aquella época no se hablaba de responsabilidad social empresarial como se habla hoy, pero en el fondo era una postura muy hipócrita. A partir de 2009, lo que se hizo fue ponerles ciertas obligaciones también a esos actores: abogados que fabrican sociedades o estudios que fabrican sociedades, que son responsables de mirar razonablemente si su cliente no está haciendo algo raro. En ese caso tienen que informar al Banco Central (BCU) de una operación sospechosa o no habitual. Y después el Estado se encarga de investigar a ver si hace algo. Antes no tenían ni siquiera esa obligación, que no es porque sean sospechosos de ser delincuentes, sino porque pueden ser usados. Si sos sospechoso o si estás cooperando con el delincuente, por más obligaciones que tengas, no las vas a cumplir. ¿Qué hay que hacer? Si no cumplís con la obligación de avisarle al Estado, sos pasible de una falta administrativa, tenés una multa. Si sos cómplice, tenés que ir en cana, no se arregla con una multa. Son dos situaciones totalmente distintas.

En el medio están los que saben o sospechan, pero se hacen los distraídos. Y es muy difícil probar que sabían, porque para que una persona sea condenada por lavado, la plata tiene que venir de ciertos delitos, por ejemplo, tráfico de armas. Pero la persona que participó tiene que saber, tenés que probar que sabía que venía de ahí, y estos tipos decían: “Yo no sé, yo le vendí a la sociedad, andá a saber qué pasó”. Es muy difícil probar por eso.

Ustedes citan el comienzo de la historia de Uruguay y el lavado de activos en los años 70, plena dictadura, cuando la economía la dirigía Végh Villegas, dado que había entrada y salida libre de capitales en Uruguay, mientras en nuestros vecinos Argentina y Brasil, el dólar estaba más controlado y no había mucho movimiento. En rigor, ¿por qué ahí se inician los movimientos ilícitos de capitales?

En ese momento, el delito no estaba tipificado en Uruguay. No podemos hablar de lavado de activos, pero sí de condiciones que favorecen el lavado de activos. Si yo digo que en este país la entrada y salida de capitales es totalmente libre —cosa que al día de hoy sigue siendo así—, si yo digo que hay secreto bancario rígido, y eso lo publicito en el exterior, y que su país, aunque sea de evasión fiscal no se va a enterar.... Para un delincuente que quiere ocultar los fondos que obtuvo, y quiere legalizarlos, ¡es ideal! ¡Y es un paraíso! Si además el proyecto de país es ese, porque hay decisiones que se fundamentan diciendo: “la plaza financiera que queremos construir” en la dictadura, es esa… ¿Qué pasa? Uruguay pasa a ser, para toda la región, un antro de lavado, un centro de lavado.

“En los 70, si pagabas una coima en Alemania, la podías deducir de impuestos. Era una joda legalizada. Era que venga plata de donde sea, como sea, y nos comprometemos a que no se sepa nada y esa plata la usará el país para su proyecto de desarrollo”

Cuando se tipifica el lavado, pensás que van a empezar a controlar, y no se controló nada. Se tipificó en el 98 porque había cierta presión internacional. Y en el 2005, en octubre de ese año, se dio el primer caso en Uruguay. Fue un caso muy aislado, con Jorge Díaz como juez de Ciudad de la Costa: un empleado de un cambio que recibía plata de un vendedor de drogas, y le daba dólares, porque precisa los dólares para pagar la merca. Era chiquitaje.

¿Qué pasaba con los bancos y las casas de cambio? ¿No controlaban quiénes eran los depositantes? ¿No se investigaba el origen de los fondos?

No, no se investigaba. Recién en el 2000 se crea la Unidad de Inteligencia Financiera en el BCU, donde estuvo Daniel [Espinosa, coautor de Lavadores de cuchillos], y ahí se empiezan a poner algunas exigencias, pero hasta 2004 los bancos decían: “Si yo reporto una operación sospechosa, el cliente me va a hacer juicio”. Entonces hasta el 2004, cuando por ley se puso que, si el banco cumplía de buena fe, no podía ser denunciado por sus clientes, recién ahí empezó a haber reportes. Diez por año, es poquísimo, pero en ese momento —última etapa del gobierno de Batlle, con Leonardo Costa en la Prosecretaría y Alejandro Montesdeoca en lo que sería el origen de la Secretaría Antilavado—, recién ahí empieza a haber un poquito de control.  Pero recién en 2005 tenés el primer caso con procesamiento. Y en el 2006 la primera operación grande: Campanita.

Otro coautor del libro, Gabriel Tenembaum, dijo en La Diaria que, en realidad, todo comenzó cuando en los años 60 empezaron a llegar dólares desde el exterior y se pudo abrir una cuenta en dólares, algo que no es común en otros países. Y pone otra fecha clave: cuando en 1982 se establece el secreto bancario. ¿Qué implicancias tenía eso? ¿No cooperar con Argentina y Brasil?

En realidad, con nadie. Era decirle a cualquier depositante: “Vos traé tu plata que nadie se va a enterar que vos la tenés acá”. Chau. Aunque me lo pida quien me lo pida, si me lo pide tu mujer, tu amante, tu hermano o la policía brasileña.

¿Y por qué es interés de mostrarse como una plaza internacional opaca? Porque desprestigia al país…

Desprestigia al país, pero en ese momento no tanto. En ese momento no había organismos como hay hoy que te evalúan y te sancionan si no cumplís con ciertos estándares. En aquel momento, si vos pagabas una coima en Alemania, la podías deducir de impuestos. Esa era la situación del mundo. Era una joda legalizada. El proyecto era que venga plata de donde sea, como sea, y nos comprometemos a que no se sepa nada y esa plata la usará el país para su proyecto de desarrollo. La plaza financiera para ser como un fundamento explícito en los planes de desarrollo de la dictadura. Entonces vos ubicate al lado del delincuente grande, en Estados Unidos o en Europa, y decís: “Bueno, yo estoy generando un millón de dólares por mes. ¿Qué hago?”. En Estados Unidos se había empezado a controlar, y tenés a este país chiquito de América que publicita que, si voy para allá, nadie se va a enterar”.

Argentina y Brasil se enojaban, pero nadie te apretaba, y, si no tenés sanción, lo seguís haciendo. Después, pasa a tener costos, aparecen las listas grises, las listas negras, y te tenés que cuidar. Pero te empezaste a cuidar por la presión internacional, no porque vieras que eso afectaba la calidad de vida de la democracia uruguaya.

Ustedes también hablan de cuando por decretos-leyes Uruguay liberaliza el pasaje de metales preciosos. Se buscaba dejar al país como plaza financiera internacional, pero ¿cuáles eran los bemoles de esa decisión?

Mirá, hoy el pasaje de metales preciosos es absolutamente libre, pero tenés que declararlo. Si es por más de 10.000 dólares, tenés que declararlo. Si declarás que llevás un millón de dólares, seguís de largo, pero el Estado puede decir: “Voy a investigar a este muchacho”. Pero, en principio, no es un delito. Y si no lo declarás, es una falta administrativa: tenés una multa, pero no vas preso.

Entonces, al no haber ningún control, habilitaste mecanismos de lavado con exportaciones truchas de oro. Expido esta plata que viene de exportación de oro y, como nadie controla, nadie puede chequear si eso es así. Nosotros contamos la Operación Hydra, de 2008, donde las principales casas de cambio en Uruguay que traían oro de contrabando en autos con doble fondo, lo descargaban en los garajes de las casas de cambio o de los dueños, y después lo exportaban legalmente. Pasó dos cosas: no pudimos probar lavado, porque no pudimos probar el origen de la plata en Argentina; y lo otro que pasó es que en 2008 Uruguay exportó 104 millones de dólares de oro, y en el año 2009 exportó 4 millones. ¡La exportación cayó en 100 millones de dólares! ¿Por qué? Porque la Policía y las unidades antilavado les cortaron el negocio. Y el argumento de las casas de cambio fue: “Yo no sé de dónde venían, esto no es delito”. Lo que pasó fue que se cerraron algunas casas de cambio porque le mintieron al BCU, esas sociedades eran de Islas Vírgenes. Después resultó que las sociedades inventadas eran de ellos mismos, para tapar a su verdadero cliente.

Ustedes analizan los grandes casos paradigmáticos de lavado de activos en el país. Dicen: “La primera organización criminal dedicada al tráfico de drogas ilegales que lavó dinero utilizando la plaza financiera uruguaya fue Medellín, el grupo delictivo liderado por Pablo Escobar, Carlos Lehder y los hermanos Ochoa”. ¿Cómo fue eso?

Lo que pasa es que, si vos le ofrecés eso al mundo, ¿quién va a venir? El “pichulito” de Haití no. Los que vienen son los grandes. Yo creo que ya en esa época el cambio es que la cancha pasa a ser el mundo. Todavía no teníamos el auge de internet ni las comunicaciones electrónicas. Hoy, la cancha es el mundo. Los tipos detectan dónde hay debilidad y ahí van. Y como con la droga, si paso 100 millones y al final me caen cuatro, es parte del costo. Escobar consiguió socios en Argentina y Uruguay y montó una operación que estaba encubierta en los movimientos de oro. Eso se siguió haciendo.

Los movimientos aparecían como exportaciones de oro. Y no había oro. No había impedimento [de mover oro] porque la dictadura había establecido que ya ni se controlaba de dónde salía el oro que se exportaba. Si no tenés oro, si no producís, de algún lado lo sacás, ¿de dónde sale? El tema es que no salía de ningún lado. Hacían movimientos financieros, justificaban los movimientos de plata con eso.

Luego se detienen en la recordada Operación Campanita, de 2006, durante el primer gobierno de Vázquez. Usted trabajó en esta investigación. ¿Por qué fue tan importante este caso?

En esa época había tres organismos. El primero era el Centro de Capacitación en Prevención del Lavado de Activos. Yo estaba ahí y era el presidente del consejo directivo.

Ese caso fue importante por muchas cosas, pese a que tuvo muchas debilidades y muchos errores. En el 2006 aparecen los colombianos lavando en Uruguay, pero, además, montando una estructura que era para lavar, no para traficar. Tenía una estructura montada para lavar con uruguayos que se la administraban, se la gerenciaban, con contadores, abogados, escribanos, sociedades anónimas, inversiones en Punta del Este. Estos tipos detectaron que los bancos, a raíz de la crisis financiera, tenían clavos de inmuebles que se habían quedado porque los clientes no habían pagado las hipotecas. Les compraban a los bancos muy baratos, remodelaban esqueletos. Era un negocio brutal. Mandaban droga a España, no pasaba generalmente por Uruguay, pero la plata sí venía por acá.

“Hoy, la cancha es el mundo. Los tipos detectan dónde hay debilidad y ahí van. Pablo Escobar consiguió socios en Argentina y Uruguay y montó una operación que estaba encubierta en los movimientos de oro, pero no había oro”

Entonces, por un lado, no era un “casito”. Fue la organización más sofisticada de lavado que se detectó acá en Uruguay desde entonces. Ese caso, como la gran mayoría, lo detecta la Policía, en ese caso, la Policía de Drogas, con [Julio] Guarteche a la cabeza.

Ya habíamos empezado a hablar de temas de lavado, había habido algunos cursos, estábamos en contacto con la Policía y con el BCU. Ahí fue que empecé a trabajar con Daniel [Espinosa]. Pero además se dio que se alinearon los astros. La jueza, la fiscal, Daniel y la DGI: habíamos estado todos juntos en un curso que habíamos organizado nosotros desde Presidencia con un policía francés, que era muy bueno. Ese francés sabía muchísimo y nos formó en investigaciones. Cuando salta Campanita, ese era el equipo y nosotros le dijimos a la jueza: “Acá tenemos ganas, pero ninguno sabe investigar lavado”.

La participación nuestra empieza el día que hacen los allanamientos. Llegamos a Ciudad Vieja —un contador famoso, Ruben Weiszman— y estaba lleno de papeles, todas carpetas de sociedades anónimas. Él no estaba, estaba en Buenos Aires, pregunté dónde estaba la computadora, la desenchufé y me la llevaba. Viene un compañero y me dice: “¿Qué hacés?”. “Me llevo la computadora, acá está todo”, y me dice: “Eso no sirve para nada, porque él va a decir que lo que se encuentre ahí se lo pusiste vos. Tenés que lacrarla”. Yo ni idea tenía, yo quería meter para adelante.  Entonces, nos formamos y se armaron los equipos multidisciplinarios. En todos los casos a partir de ahí estaba BCU, el Centro de Capacitación, la DGI, el Instituto Técnico Forense, la Policía, el fiscal y el jefe era el juez. Pero se había empezado a generar confianza. Ese caso arranca en 2006, enseguida hay un montón de procesados por lavado, pero la parte sofisticada nos llevó años.

También recuerdan la ruta del dinero K, y las confesiones de Leonardo Fariña, quien trabajaba para Néstor Kirchner y Lázaro Báez. Al respecto, Uruguay fue una plaza apetecible para los lavadores. ¿Cuál fue el papel de nuestro país en esta trama?

El papel de esa trama es que [Uruguay] fue el destino de buena parte de la plata que surgió de esos delitos en la Argentina. No había controles tan laxos como 10 años antes, pero todavía había agujeros y todavía hay hoy. Argentina cíclicamente cierra los mercados de dólares y cierra los movimientos de dólares hacia el exterior, y vos no podés transferir ni llevar ni sacar dólares de la Argentina, y al lado tenés un país abierto y con secreto bancario… Hasta el 20 de enero de 2018 los delitos tributarios no generaban lavado, entonces traerlo acá no era lavar plata y el verso era: “Esto es evasión fiscal, esto es porque yo no le quiero pagar impuestos al gobierno”.  Eso seguía siendo una cosa atractiva.

Además, vos tenés dos países vecinos con mucho control, donde no se pueden mover dólares, donde no se pueden tener cuentas en dólares, generás dólares, querés sacarlos, precisás dólares, y tenés un país pegado que tiene un agua de un lado y tierra del otro y es muy fácil pasar de un lado a otro. Y tenés computadoras que te permiten hacer cualquier movimiento sin mover plata. El mecanismo actual, más allá de que pueda haber alguna entrada de efectivo escondida, es: “Yo quiero mandar plata a Uruguay, te hago un giro a vos. Vos querés mandar plata a Argentina, me hacés un giro a mí”. Cada uno tiene sus clientes. Una vez al año en Nueva York decimos: “Bueno, te quedé debiendo tanto, te lo pago” o “vos me quedaste debiendo a mí”, cerramos la cuenta y pagamos en Nueva York. Esos son los mecanismos actuales.

En Brasil, en tanto, existe el doleiro, que es el cambista clandestino, que no es como el “arbolito” que está en la Argentina. El doleiro tiene clientes que precisan dólares y que no pueden comprar, y no pueden tener una cuenta en dólares. Entonces yo preciso dólares, él es doleiro y tiene dólares, y hacemos negocio. Pero puede pasar que él no tenga y yo precise, entonces aparecés vos que sos el mayorista de los doleiros. Acá hubo dos muchachos, el Tony y el Juca Bala, que movieron 1.600 millones de dólares acá, desde una salita con dos sistemas muy sofisticados. Tenían 3.000 empresas en todo el mundo, y en 52 países movieron 1.600 millones de dólares: es el 1 y pico por ciento el PBI uruguayo. Y eran dos locos que eran los doleiros del gran doleiro que ahora está preso, amigo de [Horacio] Cartes, el expresidente paraguayo.

¿Qué particularidad tuvo el Caso Balcedo, también analizado en el libro?

[El empresario y sindicalista argentino Marcelo] Balcedo fue muy llamativo por los volúmenes y por la ostentación. Balcedo era ostentoso, era un tipo inteligente. Vos no vas a encontrar ni un solo movimiento bancario, la plata estaba físicamente, es más fácil entrar plata física en este momento. Los autos entraron ilegalmente, las compras se hacían escalonadas para evitar mover mucha plata. No había, para algunos operadores, mucha señal de alerta; para otros sí y no hicieron nada, y ahora acaban de formalizar al abogado que lo ayudaba. ¿Cómo entró toda esa plata? ¿Cómo entraron esos autos de alta gama?

Faltó un trabajo de inteligencia en Uruguay. “A ver, estoy mirando la cancha por acá, y está pasando esta inversión en tal lado. Algo no cierra, vamos a ver por qué no cierra económicamente”. Eso no lo hace ninguno de los actores hoy, y por ejemplo la Secretaría de Inteligencia está muy alejada de estos temas, nunca ha participado. Creo que hay que incorporar inteligencia. Como te decía más temprano: ¿quién tenía que detectar que Uruguay estaba exportando oro, cuando no había oro? Todos decimos que en Punta del Este hay muchísimos edificios que no prenden las luces de noche porque nadie los ocupa. ¿Alguien investigó? El Estado tiene muchísima información de los registros, hay edificios que se venden cinco veces y hay que ver dónde está fallando el sistema.

Yo creo que el sistema mejoró. La voluntad política es imprescindible, pero no alcanza. Vos tenés que saber, tenés que trabajar bien. Investigar lavado es una especialidad, hay que formar gente a nivel de la Policía. La gente que trabajó con nosotros ya no está más, entonces hay que formar gente. Y generar confianza.

El periodista argentino Hugo Alconada Mon señaló a Uruguay por su laxitud en las investigaciones. En los almuerzos de Mirtha Legrand, dijo Alconada: “Los uruguayos no investigan nada del lavado de activos. No entregan información a la Argentina. Le decimos ‘la Suiza de América del Sur’ no porque haga chocolates: es porque es la gran caja de seguridad de América del Sur. Los uruguayos se la pasan señalándonos y diciendo: ‘Ustedes son corruptos’, y entonces tenemos que decirles: ‘Y ustedes son lavadores’”. ¿Cuánta razón tiene Alconada?

Si me dice eso en el 2005, le digo que tiene razón. A esta altura, tengo que decir tiene parte de razón. ¿Por qué? Por un lado, Uruguay desde 2004 y en adelante, no es un tema del FA, ya en el final del gobierno de Jorge Batlle empezó a cambiar y fue avanzando. Logró cambiar la imagen. Fue un proceso muy lento de mejoría. La imagen es facilísima perderla y durísimo recuperarla. Uruguay ha hecho últimamente algunas cosas que ponen en duda si ese proceso sigue sólido o, si en cambio, volvemos a ser amables con los lavadores.

“La voluntad política es imprescindible, pero no alcanza. Investigar lavado es una especialidad, hay que formar gente a nivel de la Policía. La gente que trabajó con nosotros ya no está más, entonces hay que formar gente. Y generar confianza”

Hay cosas sintomáticas. Que hoy puedas mover en efectivo 150.000 dólares es una barbaridad. Cuando los evaluadores de Gafilat hablaron de la bancarización en Uruguay, dijeron que era una medida muy buena, y cuatro años después la sacamos. Visto desde afuera, piensan: “Estos tipos quieren volver para atrás”. Esa es la visión que algunos tienen y es importante demostrar que no es cierto, pero tenés que demostrarlo; no es hablando, no de “boquilla”: tenés que demostrarlo. Si, además, tenés casos internacionales —todos los casos que nosotros contamos en el libro son internacionales, no hay ningún lavado local— y no respondés, no cumplís con tu rol, generás dudas.

En el caso Odebrecht en Brasil, en Uruguay no se detectó ninguna coima: buenísimo. Ahora, hubo 17 profesionales uruguayos implicados en el exterior por haber colaborado con las coimas y el lavado de plata de Brasil, del Lava Jato. Uruguay no solo no juzgó a ninguno de ellos, sino que ni siquiera los sancionó. ¿Cuál es el mensaje para Perú o para Panamá o para la Argentina o para Brasil? El mensaje fue: “en Uruguay la cosa venía mejorando y ahora no sabemos qué pasa”.

Un caso reciente, que también señalan en el libro, es el de Martín Mutio y las 4,5 toneladas de cocaína incautadas en Hamburgo, en 2019. Por un lado, denuncian la vulnerabilidad del puerto de Montevideo, pero también hablan de cómo un empresario poderoso y de familia “bien” puede meterse en el crimen organizado. ¿Está bien si hago esa lectura?

Sí, sí, porque primero hay cosas que han cambiado. Cuando yo trabajaba en el 2006, 2007, se controlaban contenedores de frío, pescado. Abrirlos conllevaba un costo, porque si no había droga, tenías que pagar el daño. Últimamente te encontrás muchos contenedores con cereales. Y encontrás gente a la que le ha ido mal en el campo y alguien lo detectó y le ofreció un negocio muy rentable. Es lógico que pase eso, porque hubo mucha gente en el campo que se vio complicada, se endeudó, y acá dicen en poco tiempo hacen mucha guita.

En primera instancia Mutio fue sobreseído y un Tribunal de Apelaciones lo condena —la investigación fue muy buena—; de ahí surge que hay un contenedor, pero que el tipo había sacado un montón de contenedores, de los cuales la mayoría nadie los fue a buscar al puerto de destino. ¿Por qué? Porque los locos sacaban tres [contenedores], pero uno lo cargaban en otro lado. Ese fue el que llevaba la droga. Y en los viajes anteriores, el que se había cargado en el mismo lugar era el único que habían ido a buscar, el resto no los fueron a buscar. El tribunal dice: “Acá está la rentabilidad de negocio”, y él decía: “Se pagó por anticipado, entonces no tuve pérdidas”. “No, la investigación dice que no le pagaron y si todo eso llevaba granos, usted perdió plata. ¿Por qué no perdió?”. Y… porque había dos que no llevaban granos, llevaban otra cosa.

El mundo del fútbol y los pases millonarios de jugadores, ¿por qué es un ambiente proclive al lavado de activos?

Porque hay condiciones que se prestan. ¿Cuál es el precio de un jugador? ¿Cuál es el precio justo? No sabés. Capaz que alguien le echó el ojo a un gurí de 18 años que la rompe, paga 50.000 dólares y dentro de dos años saca 2 millones. Pasa todos los días. Además, en ese negocio no es yo vendedor-vos comprador. No, es: yo vendedor, vos contratista con una sociedad en Islas Vírgenes, esa sociedad le pasa el negocio a otra del Caribe y termina comprando el Lazio de Italia. Ahora, ¿cómo rearmás todo? Es imposible porque los paraísos fiscales donde tienen instaladas las sociedades no te dan información.

En el caso del fútbol desde el 2003, 2004, el GAFI [Grupo de Acción Financiera Internacional], que es el organismo mundial que fija los estándares, dice: “Ojo con el fútbol”. Por un lado, el negocio se presta, y el organismo más importante te alerta. En Uruguay todos sabemos que el fútbol está asociado a las drogas, a las ventas de mujeres, hay mujeres para Italia para explotar… Eso se junta cuando a partir de 2006 o 2007 hay dos operaciones donde aparecen implicados contratistas del fútbol, gente del fútbol en cooperativas para comprar y mandar la droga.

El caso del Vela [Edward] Yern es clarísimo. La Operación Cancerbero es gente vinculada al fútbol. Es como cualquier otro negocio. Tenés que decir: “Ahí hay un riesgo”. ¿Todos los que están ahí son delincuentes? No, pero lo voy a mirar porque hay un riesgo. Hoy, mucho después que los abogados y los escribanos, los clubes de fútbol tienen obligaciones en temas antilavado. Nadie los está controlando en serio y no ha pasado nada, pero ¿cuántos jugadores famosos han “pasado” por un cuadro chico del barrio Palermo, y no jugaron nunca en ese club? Capaz que es un negocio lícito, no sé, pero alguien lo tiene que mirar.

“Llevamos décadas siendo el nodo, el hub del lavado en la región”, ha dicho usted. ¿Cómo es esto? Entonces, tiene razón Alconada Mon...

Tiene razón en cuanto a que seguimos cumpliendo un rol regional. No tiene razón cuando dice es una jauja. No es una jauja: tenemos fortalezas, hemos mejorado, pero tenemos debilidades. Yo a veces discrepo con las autoridades de acá cuando dicen si estamos mejor o peor que Argentina o Brasil. Me importa poco; estamos peor que nosotros mismos. En el 2019 la evaluación que hizo Gafilat decía que había 50 condenas por lavado, y la Senaclaft [Secretaría Nacional para la Lucha contra el Lavado de Activos y el Financiamiento del Terrorismo] en el informe que hace este año dice que el año pasado hubo cuatro condenas por lavado y hubo 4.000 delitos que generaron lavado. Quiere decir que de cada 1.000 tipos agarraste a uno. Entonces, no te tenés que comparar con argentinos, comparate contigo y pensá: “Algo pasó, que no estamos agarrando a nadie”.

¿Son laxos los controles en las zonas francas?

Son. Y lo tenés de vuelta ahora. Nosotros tuvimos problemas con una entidad financiera, que un narco colombiano radicado en San Pablo con una Safi uruguaya que todos sabíamos que era una herramienta para ocultar, metió 2 millones de dólares a través de una institución financiera de la zona franca para comprar una estancia en Salto, y ahí lo agarraron descargando toneladas de cocaína de una avioneta. Estaba él, además. A cualquiera que esté en el tema —y hablamos de una institución controlada por el BCU—, si vos decís un colombiano radicado en San Pablo con una Safi y que mete 2 millones de dólares, miralo. Todas las luces rojas se prendieron. No quiere decir que eso es joda, capaz que no, pero miralo. Bueno, nadie lo miró. Se allanó esa institución, no había carpeta del cliente, no había ninguna información del tipo, no había nada.

En la campaña por derogar 135 artículos de la LUC, se decía que la LUC facilitaba el lavado de activos proveniente del narcotráfico, ya que hacía más laxos los controles. Y Daniel Espinosa, exsecretario de la Senaclaft, dijo en M24: “Este gobierno, con la LUC, dio un paso atrás gigante en detección de lavado de activos”. ¿Comparte?

Comparto. El matiz es que fueron dos pasos atrás. El primero es que hoy podés mover en efectivo 150.000 dólares, y es muchísima plata. En el programa de [Jorge] Lanata dijeron que acá viene uno con 5 millones de dólares y le dan un beso. Eso no es así, pero bueno, ahora metés 10 [personas] y tenés un millón y pico de dólares, y nadie te puede preguntar nada, porque no tiene esa obligación de justificarlo. Eso es un retroceso. Hoy todo el mundo lo reconoce. Todos reconocemos que antes había un tope de 4.000 y pico de dólares, que era muy bajo. Bueno, hay que fijar uno nuevo, serán 20.000 o 25.000.

Y lo otro, que se dice poco, es que en la misma LUC, a esos actores no financieros, que serán las inmobiliarias y las zonas francas, la LUC les dice: “Si viene de un banco el pago, se considera de bajo riesgo”. Y no hay que preguntar el origen de los fondos. Entonces, si a mí me viene un giro de un banco de Estados Unidos, que han tenido casos enormes de lavado, ¿yo estoy tranquilo de que el origen de los fondos es legal? Hasta ese momento, había un control del banco y un control de la inmobiliaria, los escribanos, las zonas francas, que se complementaban. Hoy los reportes de situaciones raras de sectores no bancarios, no financieros, cayeron a la mitad. El mensaje fue: “No te compliques, que el que tiene que controlar es el banco”. Eso debilita el sistema.

¿Cómo evalúa la gestión de Jorge Chediak al frente de la Senaclaft?

Yo te diría dos cosas. Tengo una buena relación con él, pero también enormes diferencias respecto a su estrategia. Hay varias diferencias conceptuales. La primera es que yo no comparto esa visión de: “En Uruguay se lava, pero se lava en todo el mundo, así que nada de hacernos el harakiri”. Él transmite eso y es muy nocivo para Uruguay. Creo que, además, él tiene una responsabilidad que no asume. La Senaclaft es el centro del sistema antilavado. No es la responsable de todo, también participan el BCU, el Ministerio del Interior, la Justicia, la Fiscalía y la DGI. Hay un montón de actores, pero la cabeza del sistema, la que tiene que liderar, es la Senaclaft.

“La Senaclaft en el informe que hace este año dice que en 2023 hubo 4 condenas por lavado y hubo 4.000 delitos que generaron lavado. Quiere decir que de cada 1.000 tipos agarraste a uno. Entonces, pensá: ‘Algo pasó, que no estamos agarrando a nadie’”.

Y Chediak lo habrás oído hablar del sistema bicéfalo. Él dice: “Está el BCU que controla los bancos y el lavado, y nosotros que controlamos a los que no son financieros”. Acá pasó que vino un abogado a denunciar lavado, y la Senaclaft le dijo: “Acá no; si es en un banco, tiene que ir al BCU. Y si es un delito, tiene que ir a la Fiscalía. Eso no es mío”. Si a mí me llegaba un tipo y me decía eso, ¡yo lo llevaba a upa a la Fiscalía! “Miren, acá tenemos un caso”.

¿Qué debería hacer el próximo gobierno, gane quien gane, para ser más eficaces como país en el control del lavado activo? ¿Qué es lo que hay que hacer?

Hay que investigar, hay que formar gente para investigar, hay que capacitar gente para investigar. Hay que asumir que atrás de cada organización que trafica droga, que trafica armas, que trafica personas, que estafa, que está metiendo en la corrupción, siempre hay lavado. Y lo que hay que hacer es investigarlo. Hoy no se está investigando. No precisamos ninguna ley. Cuando evaluaron a Uruguay en 2019, los organismos internacionales dijeron que las leyes uruguayas son buenas. “El tema es que hay que aplicarlas”.

Y esa misma evaluación internacional dijo que, en materia de resultados, Uruguay está pobretón. Si vienen ahora ya no dicen “pobretón”, ahora dicen que es un desastre, porque tenemos cuatro casos del año pasado y todo es chiquitaje.

Quienes pretendan lavar activos en América del Sur, ¿piensan en Uruguay y están felices, con las condiciones actuales? 

Si yo fuera un lavador, sí. Yo creo que estarían felices.

Por César Bianchi