Fotos: Javier Noceti | @javier.noceti

Tenía trece años y estaba caminando por un techo. Él y sus amigos le habían dejado el champión a otro en una fábrica de arroz y, por suerte, un compañero suyo vivía al lado.

Cuando lo fueron a buscar, pisó un vidrio y cayó desde el techo al piso. Después de eso, estuvo en coma doce días. Él no se acuerda, pero cuando cayó, uno de sus amigos desde el techo, le dijo al otro: "chau, computadora", asumiendo que no podría jugar más porque había muerto.

Los padres de Gastón Milano vienen ambos del interior. Su madre, de Mercedes. Su padre, de Florida. Él hubiera preferido una hija, pero la vida le dio un hijo que sería muy apegado a él.

"Nací en una familia muy humilde", dijo. Con un padre ferroviario, que trabajó prácticamente hasta que desaparecieron los trenes y una madre empleada. Tras esa introducción, Gastón aclaró enseguida que la inteligencia no tiene nada que ver con el saber. Sus padres supieron darse cuenta que lo que podía sacar a sus hijos de los apremios del dinero era la educación. Hicieron todo para que ellos estudiaran.

Con pocos años de vida, Gastón empezó con crisis de asma. Recuerda las carpas de oxígeno en las que entraba en el Hospital Británico y a las que lo acompañaba su madre. Aunque no tuvieran plata, el ferrocarril cubría la salud de sus empleados y sus familias, en el único hospital de origen inglés. Fueron años difíciles, porque su padre viajaba y su hermano, dos años mayor que él, no podía quedarse con su madre porque vivían yendo al hospital.

Todo esto pasó hasta que lograron ir a un médico con el que empezaron tratamientos para frenar las crisis de asma. Después del tratamiento, el doctor recomendó ventolín y natación, así que empezó a hacer club.

Durante esos años de asma vivió, primero, en un apartamento cerca de Cerro Largo y Ejido. De ahí no tiene muchos recuerdos, más que el jugar con su hermano, porque enseguida se fueron a otro apartamento sobre la calle Magallanes. En ese edificio, había una vecina que fue como su abuela. Teté cocinaba bananas fritas y, tal cual como si Gastón y su hermano fueran sus nietos, nunca se enojaba con ellos.

Ahí la infancia era comer Ricardito los Días del Niño, ir a La Paloma de vacaciones en el ferrocarril y dormir en la casilla, y las hormigas. Con ellas experimentaba: ponía las rojas con las negras, las buscaba debajo de las piedras, las hacía andar de acá para allá, les daba cosas para cargar.

Y aunque no fue gran jugador de fútbol, el deporte siempre le apasionó. Se hacía futbolitos de cartón, jugaba partidos con sus amigos del barrio sobre la calle Magallanes, que es una calle bastante inclinada. La calle lo hizo crecer.

Fue a la Escuela Estados Unidos de América y ahí se hizo infinidad de amigos, pero cuando estaba en quinto año, sus padres dejaron de alquilar y compraron una casa, con ayuda del Banco Hipotecario, en Arroyo Seco. Aunque siguió yendo a esa escuela y, más tarde, el Liceo Guayabo, lo único que lo convenció de pasar del apartamento del Centro a la casa, fue que iba a haber un altillo que iba a ser suyo.

A medida que fue creciendo, el único problema en su familia, y el que se mantuvo casi siempre, fue el del dinero. Entonces, Gastón empezó a trabajar para ayudar y para poder darse lujos que sus padres no podían darle.

Con 13 años no sabía que quería ser ingeniero, pero le gustaban las matemáticas y empezó a atraerle el mundo de las computadoras. Por esos años, su madre hizo un esfuerzo enorme y lo anotó en unos cursos de programación. Ahí sintió que el tiempo lo disfrutaba tanto como cuando jugaba al fútbol.

Así que en ese momento, lo que más quería era tener una computadora. Lo que hacían, obviamente, era jugar juegos clásicos como el Space Invaders. Con la Atari lo mismo, jugaban al tenis con dos barritas. Llegó a ir a campeonatos de juegos en la misma galería sobre 18 de Julio donde hoy queda el bowling.

En otro esfuerzo, su madre le compró una computadora Adam y muchos amigos suyos empezaron a ir a su casa para jugar videojuegos. Tener esa computadora también le permitió hacer más cursos y aprender más. No era una PC, pero funcionaba. Llegó a hacer la carrera de ingeniería sin una computadora personal.

Mientras tanto, trabjó de todo y con todo: juntar botellas en la calle y venderlas, ayudar a su madre en la feria, almacenero, profesor particular de matemáticas con alumnos que le pasaba su hermano, en la panadería de su tía, cargando baldes de portland en una obra, acompañando a su padre de sereno de autos, recolectando y vendiendo paltas, ayudando el kiosko que adquirieron sus padres cuando se quedaron sin trabajo y siendo mozo. Esos, son los que recuerda fácil, hubo muchos más.

Su último trabajo antes de dedicarse de lleno a GeneXus, una plataforma de desarrollo de software uruguaya, fue el de mozo. Renunció cuando la empresa organizó una fiesta donde él trabajaba.

A 23 años de haber empezado a programar, Gastón todavía sabe que la vaca no da leche, que la leche hay que sacársela. Esa metáfora usó en la entrevista para esta nota, pero siempre supo que la plata no venía sola y que su fuerte no era necesariamente la creatividad. Más bien, siempre lo fue el unir puntos. Y una cuota de suerte, claro, cruzarse con las personas indicadas en el momento indicado.

¿Cómo llegaste a GeneXus?

Tenía un grupo de amigos de facultad y uno dijo que se había anotado en una beca de un curso GeneXus. Yo le pregunté qué era eso y me dijo que era un lenguaje de programación y que la inscripción había cerrado el día anterior. Me explicó que, si quedabas, después te pagaban y podías quedar como becario. La paga eran como 300 dólares. Esa noche la pasé re mal pensando cómo me podía haber perdido eso porque, para mí, era pila de plata.

Lo llamé a Eugenio, un amigo, y le dije que iba a mandar mi currículum igual. Mi currículum era una hoja en blanco que decía "contacto temprano con la computación", "me gusta la matemática" y mi escolaridad de facultad hasta terecero. Fui con esa hoja, con una vergüenza total, y llegué a Laura Passaro que hoy es secretaria de Nicolás (Jodal). Se acuerda todavía porque llegué con una colita, me gustaban los Guns´n Roses y toda esa onda. Eugenio y yo dejamos el papelito en 18 de Julio y Minas, donde estaban en ese momento. El lugar me pareció fantástico porque cuando llegué había masitas en el living. Pensé en trabjar ahí comiendo masitas, tomando café, con todo prolijo y me fui para mi casa. Laura me había dicho que la beca había cerrado, pero que igual se lo pasaba a los directores. Yo no sabía ni quién era Nicolás Jodal, ni Breogán Gonda, no sabía ni lo que era GeneXus. Llegué ahí porque me dijeron que era bueno.

Al otro día me llamaron. Miraron mi escolaridad, vieron que estaba bien en matemática y tuve una entrevista. Yo no sabía nada, me dieron una oportunidad en mi vida. Entré al equipo de desarrollo y tuve una entrevista con Nicolás que hasta el día de hoy me la acuerdo porque tenía dos pantallas para porgramar. Empecé a trabajar con gente muy capaz y fue la primera vez que veía, además de en mi casa, una gran cantidad de valores de humildad, respeto y confianza.

En las escuelas nos inculcan que preguntar es no saber o no ser inteligente y eso rápidamente lo desaprendí. Los fenómenos preguntan desde las cosas más sencillas hasta las más complejas. Fue la forma de empezar a entender que eran mucho más importantes las preguntas que las respuestas. Eso lo aprendí apenas llegué. Después, obviamente, hice una carrera en GeneXus, lenta, pero segura.

Entraste en 1997 en el equipo de desarrollo, ¿cuál es tu trabajo hoy?

Hoy soy gerente de tecnología. Me tengo que encargar de entender hacia dónde van las tendencias tecnológicas para que nuestro lenguaje de programación pueda soportar esas nuevas tendencias. GeneXus se utiliza como un seguro tecnológico. Si lo programás en GeneXus hoy, en unos años, cuando cambie la tecnología, eso va a seguir estando vivo.

Si hace un tiempo uno programaba para Windows, hoy ese mismo programa tiene que correr en un celular con un sistema operativo totalmente distinto. No es ir haciendo futurología, pero sí ir viendo las tendencias del mercado. Si bien programo, miro un poco más el bosque y sus diferentes jugadores, lo que me permite mirar detalles de cada uno de los árboles, que también son importantes. Estoy un poco más en la mirada global de tecnologías del futuro y hacia dónde va.

¿Cómo cambió el mundo tecnológico desde que entraste?

Cambió muchísimo. Yo estoy hace 23 años en GeneXus y apenas teníamos mail e Internet, no era lo que es hoy. La revolución del Internet, la del mail, lo audiovisual, el internet de las cosas, el internet artificial, todas esas las viví.

Hoy programar es, quizá, hacerme las preguntas correctas. Aquel mundo en el que entré era el mundo de la escasez. Había escasez de información y de datos, de internet, de comunicaciones y, ahora, estamos en la abundancia de datos. En aquel momento era mucho más importante saber cómo encontrar algo y hoy es mucho más importante filtrar. Antes, demoraban meses los libros en venir y te emocionabas cuando llegaba la revista Muy Interesante con algo que hablaba de Marte.

En este mundo es muchísimo más importante saber filtrar, tener un pensamiento crítico y saber dividir. La investigación exploratoria es mucho más compleja, antes teníamos dos o tres fuentes y con eso armábamos las cosas porque era complejo estar en otros círculos.

No existían las redes sociales. Los de mi generación no sabemos cómo movernos en las redes e igual nos movemos, pero seguramente pasemos vergüenza. Yo tengo tres hijos y, por ahora, estoy empapado en pila de cosas. Soy un padre que está en TikTok, no porque me guste, pero a veces interactúo con mi familia por esos lugares.

¿Cómo le seguiste el ritmo a todos estos cambios?

En general, es gracias a la familia, por los amigos diversos y ambientes en los que estoy. Tengo muchísimos inputs de diferentes ambientes y niveles de todo tipo. En eso, soy bastante de empatizar con cada uno de esos lugares y entender algunas necesidades que, a veces, a alguien se le puede escapar.

Desde el punto de vista de la tecnología, es gracias y exclusivamente al lugar en el que estoy en GeneXus, que es un lugar de aprendizaje continuo, de libertad, de saber que cada año nos tenemos que poner objetivos no solamente curriculares, saber que el valor no está solo en la tecnología sino en otros ámbitos y así conectar con la tecnología. Yo no soy bueno en política, pero sé de política. No soy bueno en medicina, pero sé de medicina. No es que yo hable del tema, pero escucho y sé para dónde va la tecnología en esos ambientes.

También doy clases en la Universidad de la Empresa y tengo un emprendimiento de fútbol, entonces yo creo en la juventud, en la gente que viene con ímpetu, ganas de estudiar y cambiar las cosas y cuestionar las que ya están. La universidad me da eso, contacto con gente de 19 años en adelante. Los escucho y aprendo pila, realmente.

Entonces, los aprendizajes están detrás del telón.

A los seres humanos nos queda fácil pensar en un ídolo. Nos queda bien fácil pensar que Steve Jobs hizo el iPhone o que Bill Gates inventó Windows. Por eso nunca tuve grandes ídolos, en definitiva son los equipos los que han sacado esas cosas. Estoy lejísimos de esas personalidades, pero tomo los aplausos y no por eso pienso que llegue a ningún lado. Siempre intento ser lo más transparente con el equipo que está atrás y manifestárselo. También sé que es parte de las reglas del juego que, quizá, Nicolás sea el que sale más en las fotos. Es mejor que sea así, porque después me voy a distraer y si salís en la foto al que le pegan es a ti. Si no, te pasa como a mi que cada dos por tres me caliento en Twitter y le contesto a alguien que es anónimo.

Por eso, no soy la persona que tendría que ser pública porque no soy muy políticamente correcto. Seguramente chocaría con mucha gente, sé que no es lo correcto. En algunos ambientes hay que ser mucho más diplomático y cuidar las formas. Sé del valor de eso, pero no soy yo para eso.

¿Cómo es la historia de Coronavirus Uy y su trabajo con el plan de vacunación? ¿Desde dónde participó GeneXus?

Hubo dos o tres etapas distintas. El 2020 fue el primer paso. Nosotros teníamos estas charlas de amigos, con ideas a tratar, y teníamos la percepción de que lo que está pasando hoy en el 2021, iba a pasar en el 2020. Tuvimos pánico temprano y sabíamos que lo que estaba pasando en Italia, en Alemania y en diferentes países de Europa, podía pasar acá de un día para el otro porque entendíamos los procesos exponenciales.

Aunque quedamos como unos locos, propusimos la aplicación de Coronavirus Uy y el gobierno aceptó. Nos paramos en pila de sistemas del Estado e hicimos la aplicación para que la gente pudiera reportar sus síntomas, etc. En esa instancia, nosotros llevamos una idea que fue aceptada, y modificada por todos los actores que participaron, y se sumaron Google y Apple para las notificaciones de exposición. Fue bastante controversial, pero se siguió adelante y cuando liberamos todo eso en junio, en Uruguay había poquitos casos. No servía para nada la parte de exposición y la parte de monitoreo sí siguió sirviendo. Recién ahora, un año después, empezó a tener una utilidad real.

Por ese pánico temprano, hoy estamos con una plataforma muy fuerte en lo que es el Plan Nacional Coronavirus. Nos paramos en todo lo que era la plataforma de interoperabilidad del gobierno ya planteada y ahí creamos un punto de interfase. WhatsApp lo creó otra empresa y nosotros creamos la aplicación Coronavirus Uy con GeneXus y varios colaboradores. Esa fue la etapa previa a la vacunación. En 2020 metimos muchísima tecnología, por ejemplo, plataformas para que prestadores de salud pudieran meter videollamadas. Creo que va a quedar un valor importante.

Y eso de forma totalmente honoraria. Hicimos un equipo increíble y, por eso, decía que no había que politizar nunca eso. Imaginate un grupo de entre 50 y 100 personas, no podés pensar en los partidos políticos. Fue cualquiera que se haya querido politizar eso, a mi me enojaba bastante.

¿Y la etapa de plan vacunación se desarrolló a partir del 2021?

En 2021, se estaba trabajando con un sistema para agenda de vacunas que empezó a fracasar con los primeros grupos, ya medio chicos, y se sabía que con los grupos grandes iba a ser un problema importante. Ahí fue cuando nos llamaron para tratar de que eso no pasara y lo primero que dijimos fue que si más de un millón de personas se querían vacunar, no podíamos pretender que cada una elijiera día y hora. Lo hicimos para que no estén todos los días haciendo refresh en su pantalla, para que entren en una cola y no estén en la incertidumbre de si entraron o no.

Obviamente, la gente que está en la cola quiere vacunarse. Mi señora está en la cola y me pregunta cuándo le van a asignar un lugar, cosa que no decidimos nosotros sino el Ministerio de Salud Pública que va asignando cupos. Por lo menos, el gobierno sabe la demanda de vacunas que hay, que hasta entrar el funcionamiento del sistema, no se sabía, y dónde está esa gente que se quiere vacunar. Es decir, a dónde hay que mandar las vacunas.

Hoy, esa información está y el gobierno la tiene en sus manos. Es información valiosa que va a permitir hacer una logística importante para el despliegue de los vacunatorios y la llegada de las vacunas a esos lugares. Pongo las manos en el fuego por las autoridades y sin duda van a cubrir a toda la población que se quiera vacunar. Lo que nosotros hicimos fue descongestionar y permitir que esa información exista.

¿Cuál fue el día más triste de tu vida?

El día que murió mi padre.

¿Y el día más feliz?

Tengo que decir tres porque son tres mis hijos. Cada uno fue un día único.

¿Un sueño por cumplir?

Soy bastante del día a día, pero mi sueño final es estar rodeado de mis hijos y nietos. Veré si lo cumplo cuando se esté acabando mi vida. No sé si voy a tener nietos, pero si no tengo, porque tampoco se lo voy a exigir a mis hijos, me gustaría tener a mis hijos alrededor antes de irme.

¿Algo que la vida te haya enseñado a los golpes?

Que no hay cenas gratis. Igual, sabés que con cierto grupo de gente cercana tenés cenas gratis, pero para los otros soy bastante desconfiado. 

También que, en general, a todo hay que ponerle esfuerzo. Las cosas más importantes demoran bastante en llegar. Mis padres eran muy timberos y jugué mucho al 5 de Oro, a la Tómbola y a todos los juegos que puedan haber, y los caminos siempre demoraron. Hoy, que todo el mundo cambia de trabajo rápido, tratan de encontrar la satisfacción tan rápido. Lo mismo pasa en la ingeniería, si querés triunfar en algo, estate bastante tiempo en eso para que te vaya bien. Las cosas que he hecho a medias, en nada me ha ido bien. He tenido emprendimientos que no estuve a full y me ha ido muy mal. Las cosas que, en general, hice con pasión pagaron, pero demoró.

Nosotros hicimos un sistema de pencas y ahí nos pegamos palos. Tuvo éxitos, pero nos fue mal en algunas cosas de escalabilidad. Aprendí tanto que, ahora, cuando fuimos a hacer la de las vacunas lo único que había que hacer era todo lo que no habíamos hecho allá.

¿Tendría que haber hecho lo de la penca? Capaz que no y si Jodal fuera otra persona, capaz me hubiera dicho que me concentrara en ver hacia dónde iba la tecnología. Pero en ese proyecto aprendí tanto que, en definitiva, fue bueno para GeneXus haber hecho eso.

¿En qué momento de tu vida sentiste mayor libertad?

Me siento muy libre en todo sentido. Quizá, la mayor libertad sea cuando me fui a vivir en pareja, donde había roto el cordón umbilical con mi familia. Ahí tenía mayor libertad porque decidía qué quería comer.

Pero me he sentido toda la vida un tipo muy libre en la toma de decisiones. Hoy me siento muy libre y no sé si podría estar en un ambiente que me coarte esa condición. Obviamente las sociedades ponen restricciones que hay que cumplir, pero no siento que la sociedad en la que vivo me haga sentir mal en ciertos aspectos. He estado en sociedades y en culturas en las que no podría vivir, más allá que sea muy lindo el país. Siento que en Uruguay a veces no nos damos cuenta de esa libertad que estamos teniendo, inclusive en este momento de pandemia.

Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?

Creo que iría al cielo porque creo que mi viejo está en el cielo y quiero hablar. Si lo mandaron al infierno, me voy al infierno. A donde haya ido mi viejo es la respuesta. Siento que fue al cielo porque lo quiero mucho y porque fue un buen hombre, pero si se fue al infierno, voy al infierno. Espero encontrarme, sea cielo o infierno, con aquel.

Espero que todos encontremos la paz con nuestros seres queridos en el posvida. Yo no soy muy creyente, pero me gustaría creer. Creo que no he dañado tanto, pero tampoco sé cómo es la elección de ir al cielo o al infierno. Capaz que al infierno van los que hicieron las cosas bien. No le tengo miedo al cielo o al infierno, quisiera ir a donde esté esa gente con la que te vas a divertir, que vas a ponerte al día y que le vas a contar las cosas que no pudieron vivir.