Por César Bianchi
@Chechobianchi
Era 2010, él venía cruzando la cordillera de los Andes en moto, cuando el birrodado patinó en un terreno bastante hostil, y sufrió un accidente grave. Perdió mucha sangre, creyó que perdería una pierna, y pensó que quizás también la vida. En ese momento de angustia e incertidumbre, el tucumano Facundo Garretón recordó una enseñanza de su abuelo. Este le había dicho que los dos días más importantes en la vida de un ser humano son el día de su nacimiento y el día en que identifica su propósito.
Para cuando se puso a meditar sobre esa cuestión tan profunda, ya era un empresario exitoso, si se entiende por éxito haber visto los albores de internet en Silicon Valley, ambicionar traer el famoso internet a su país (con 19 años) y parir emprendimientos redituables. Entonces se preguntó para qué trabajaba tanto, para qué había creado una empresa tan grande, para qué quería estar presente en tantos países, para qué quería ganar más dinero o tener más empleados o más oficinas. Y ahí, como por arte de magia, entendió cuál era su propósito.
“Descubrí que tenía que hacer cosas para generar impacto a mayor escala. Mi propósito estaba en tratar de solucionar grandes desafíos que tiene el mundo hoy”, dice Garretón (48) hoy desde su casa en Punta Ballena, el sitio que eligió para vivir. Y apostó a las empresas de triple impacto (económico, social y medioambiental).
Incursionó en política de la mano de Mauricio Macri, fue diputado un período y se alejó, decepcionado del sistema representativo. Ahí se metió de lleno en el mundo empresarial del cannabis, y eligió residir en nuestro país.
Hoy dice que Uruguay, otrora pionero en legalizar la venta de marihuana en farmacias, está desperdiciando una oportunidad dorada de generar impacto al no avalar la venta de cannabis para turistas y tener en stand by, por falta de reglamentación, el cannabis medicinal.
Cuenta que a su hijo Tobías siempre le fomenta que sea curioso. “La curiosidad te hace lograr mayor conocimiento: te preguntás cosas, y eso te permite aprender más. Y si aprendés más, podés solucionar más cosas”, piensa.
“Con 18 tuve la suerte de irme a Silicon Valley, y ahí vi cómo esas computadoras se conectaban entre sí. Ahí dije: ‘Esto va a llegar a Argentina’. Con un amigo, nerd como yo, empezamos a hablar de cómo podíamos poner internet en Tucumán”
—¿Cuál es su vocación?
—Depende cómo se defina vocación, pero a priori diría emprendedor. Hay un modelo que me gusta y suelen usar los japoneses, que se llama ikigai: es un gráfico que tiene cuatro círculos. En un círculo está lo que amás hacer, en otro lo que sabés hacer, en otro lo que el mundo necesita y en el otro es lo que te pagan por hacer. Y en el medio de todos ellos está el propósito. Sin embargo, en la intersección de esos círculos, entre lo que el mundo necesita y lo que te pagan por hacer, está tu vocación. Pero tu profesión está en lo que sabés hacer y lo que te pagan por hacer. Yo me considero un emprendedor, una persona que ve oportunidades de mejora, y trata de capturarlas para mejorar las cosas.
—¿Cómo fue su infancia en Tucumán? Lo escuché decir que pasó algunas necesidades...
—Mi abuelo era de origen muy humilde, viene de Villa Chicligasta, en el interior profundo de Tucumán. Mi abuelo llegó desde ahí a la capital de Tucumán, donde mi padre nació y tuvo oportunidades de estudiar, pero en una época compleja, donde había necesidades. A mediados de los 70 fue el golpe de Estado en Argentina, y en el 76 a mi padre lo llevaron secuestrado y después fue preso político. Y ahí era difícil conseguir empleo, entonces al comienzo crecimos en un período de escasez, donde era difícil acceder a cosas a las que, por suerte, luego sí tuvimos acceso. Eso fue cambiando con el tiempo. Mi padre era profesional y de alguna forma, emprendedor, empresario, le fue bien con los negocios, y tuve otra calidad de vida en la adolescencia.
—Su padre fue preso político, y usted solía visitarlo en “el parquecito”, que en realidad era la cárcel... Dijo en Infobae que le parecía fantástico “el parquecito”, donde visitaba a su padre los fines de semana. Y agregó: “Creo que eso me ayudó a ver hasta las cosas más feas desde otro punto de vista. Yo iba a ver a mi padre a un lugar que era muy lindo y disfrutaba eso. Y creo que en la vida siempre vi las cosas lindas antes que las feas”. ¿Cómo es eso?
—Yo no era consciente que estaba en la cárcel. Yo iba a visitar a mi padre, y cuando ves a tu viejo, está todo bien. Recuerdo que entraba por un caminito, había árboles al costado, y después ellos estaban en un pabellón común donde estaban los presos políticos. Había una especie de juegos para niños, que iban a visitar a sus padres. Había una cancha de bochas, y una pequeña capilla que íbamos a visitar también. Con el tiempo me di cuenta que eso era la cárcel. Pero yo en ese momento no era consciente que era una cárcel, y veía algo lindo, porque veía a mi padre ahí.
Creo que eso me ayudó a tomar perspectiva de la vida, y a ver cosas que pueden ser feas, verlas desde otro punto de vista. Y suelo ver así la vida: a pesar de los momentos duros o las cosas feas, trato de ver el vaso medio lleno, ser positivo y ver que en el fondo, todas las cosas tienen algo de bello. Ese es el desafío: ver la belleza de las cosas, aunque no sean del todo lindas.
—¿Cómo se da su primer contacto con una computadora? ¿Fue en Silicon Valley?
—No, fue antes de ir a Silicon Valley. Yo tendría 13 años y venía leyendo sobre estas computadoras que estaban apareciendo en Estados Unidos. Un amigo de mi padre, en los 80, había viajado a Estados Unidos y había vuelto con una computadora personal, lo que me voló la cabeza. Él me la prestaba, yo no tenía mucha idea de cómo funcionaba, pero me gustaba sentarme con ella. Al año y medio o dos años conseguí que me regalen una. En realidad, mi padre compró una computadora para trabajar, y cuando la recibió no sabía cómo usarla. Entonces me la dio y me dijo: “Fijate si te sirve par algo”, y yo empecé a “jugar” con estas primeras computadoras, que después fueron avanzando. Apareció una Sinclair, después las Commodore, después las Atari, y todas esas computadoras en los 80 que después evolucionaron a las PC, las X-86.
Cuando estaba terminando el colegio y ya aparecieron las PC y se empezaron a utilizar, tuve la suerte de irme a Silicon Valley, y ahí vi cómo esas computadoras se conectaban entre sí, y ahí me volví loco…
—¿Ahí se prometió llevar el internet a la Argentina? Tenía 19 años y quería ser un pionero vendiendo internet en su país. ¿Es así?
—Es así, es así. Era principios de los 90. Yo había visto cómo funcionaba internet y quedé fascinado. Ahí dije: “Esto tiene que llegar a Argentina. ¿Qué digo? Va a llegar en algún momento”. En ese momento en Argentina empezaban las privatizaciones: llegaban Telecom y Telefónica y ya decían que iban a poner internet. Yo llegué un poco antes que ellos, y con un amigo que era nerd como yo, empezamos a hablar de cómo podíamos hacer eso, cómo podíamos poner internet en Tucumán.
Conseguimos una de esas antenas satelitales grandes, la pusimos en el techo de un edificio y arreglamos con una empresa, Imsat, para ver si nos podíamos conectar con nuestra antena a este servicio satelital para mandar los primeros emails. Y ahí, en el departamento que era de mis viejos, pusimos una oficina, una antena en el techo, y a la noche nos conectábamos y ofrecíamos servicio de internet… que en ese momento solo era email. Y había un sistema que permitía conectarse a la persona para chatear. Eso fue a principio de los 90, no existían los monitores a color. Eran los monitores verdes o naranjas que se utilizaban en esa época, y no había resoluciones gráficas. La web que nosotros conocemos no existía aún, y así fueron los primeros pasos. En el año 94 lanzamos y en el 95 sí ya había world wide web y empezamos a ofrecer ese tipo de servicios en Argentina.
—Estudiaba ingeniería informática. ¿Qué fue Tucumán BBS?
—Yo estudiaba ingeniería informática en ese momento, aunque me ocupaba más de la parte de los negocios. Mi socio estudiaba negocios, y se ocupaba más de las computadoras, por lo cual estábamos cruzados. Pero ahí arrancó Tucumán BBS, este proyecto en net, que después vendimos a una empresa. Después, mi socio la recompró y actualmente sigue existiendo, es proveedora de conectividad de datos en Tucumán y el norte de Argentina más orientado a lo corporativo, aunque también ofrece conectividad de ancho de banda.
—¿Qué idea lo catapultó sin escalas al éxito? ¿Invertironline.com quizás, una empresa que compraba y vendía acciones por la web?
—Depende cómo se defina éxito. Pero la que más beneficios económicos me dio claramente fue Invertironline.com. Nació en el año 2000, formalmente la lanzamos en el año 2001, hoy es el broker dealer más grande de Argentina. Debe estar haciendo más del 60 % de todas las transacciones de la Bolsa de Argentina. La vendimos en 2018 al Grupo Supervielle, que cotiza en la Bolsa de Nueva York. Yo vendí la empresa y hoy sigue siendo la empresa número de transacciones en Argentina.
—Vende Invertironline.com y se pone a estudiar Finanzas. ¿Por qué?
—Finanzas ya había estudiado cuando estuve en Berkeley, Estados Unidos. Me especialicé en finanzas. De alguna forma, Invertironline nace de ahí, de la combinación de mi conocimiento de la tecnología y las finanzas. Es como mi core. Después de la venta de Invertironline me empiezo a focalizar más en proyectos de triple impacto, sustentabilidad, políticas públicas: en esas cosas me empecé a enfocar a partir de 2015. Tuve la suerte de tener información y acceso a una serie de cosas que debían ser utilizadas también para ayudar a todos en los desafíos que tenemos en el mundo. No solo hacer una empresa para ganar guita, sino que se trata de cómo solucionar los grandes problemas que tiene el mundo.
“Mi abuelo me dijo: ‘El primer día más importante de tu vida es cuando nacés. Y el segundo día más importante es cuando descubrís cuál es tu propósito’. Y cuando tuve el accidente, empecé a pensar cuál era verdaderamente mi propósito”
—¿Cuál es la asociación entre un horrible accidente en moto que sufrió en 2010 y un consejo clave que le dio su abuelo? ¿Hay un nexo entre una cosa y la otra?
—(Risas) Tuve un accidente en moto, fuerte. Me encanta andar en moto, las manejo desde los 15 años. Ese año tuve un accidente fuerte en la moto cruzando la cordillera entre Argentina y Chile. Me lastimé mal una de las piernas y perdí mucha sangre… pensé que me podía morir, la verdad pensé eso. Ahí me vino a la cabeza una pregunta que mi abuelo me hacía siempre. Él me preguntaba cuáles eran los dos días más importantes de tu vida, y yo siempre le contestaba cualquier cosa: el día que salí campeón jugando al fútbol en un cuadro de barrio, ponele.
Hasta que un día mi abuelo me dijo: “El primer día más importante de tu vida es cuando nacés, porque empieza tu vida y podés hacer lo que quieras, podés descubrir el milagro de la vida. Y el segundo día más importante de tu vida es cuando descubrís cuál es tu propósito”. Y ahí, cuando tuve el accidente, empecé a pensar cuál era verdaderamente mi propósito. Para qué laburaba tanto, para qué había creado una empresa tan grande, para qué quería estar en tantos países, para qué quería ganar más guita o tener más empleados o más oficinas. Y ahí empecé a cuestionarme para qué hacía un montón de cosas…
—¿Y descubrió cuál era su propósito?
—Descubrí que tenía que hacer cosas para generar impacto a mayor escala. Mi propósito estaba en tratar de solucionar grandes desafíos que tiene el mundo hoy. Y en todo lo que hago en la actualidad trato de que tenga algún tipo de impacto. Mis inversiones están relacionadas a eso: o impacto medioambiental, o impacto social o que trate de solucionar alguno de los problemas que tiene el mundo.
—¿Por qué son importantes las empresas de triple impacto (económico, social y ambiental)? ¿Por qué son fundamentales en el mundo de hoy?
—Yo soy fanático del modelo de sistema B, que en Uruguay es muy activo. En el sistema B creemos que las empresas tienen que ser agentes de cambio, que no tienen que estar enfocadas solo en darle beneficios a los accionistas, sino que tienen que contribuir también con un montón de otras variables que pueden estar relacionadas a generar algún tipo de impacto en la sociedad. No solo generar una movida social, ayudar a los colaboradores o las personas que trabajan en la empresa, sino también buscar generar un impacto positivo en el medioambiente también. No se trata solo de buscar mayor retorno, si no de solucionar grandes problemas que existen en el mundo. Y creemos que las empresas tienen que tener como objetivo también eso: no solo ganar más guita, sino solucionar parte de los problemas que tiene el mundo.
—Otro de sus emprendimientos fue Social Lab, que llegó a desarrollarse en varios países. ¿En qué consistía?
—Social Lab estaba vinculado a eso, a tratar de identificar emprendedores que utilicen tecnología, preferentemente, para solucionar los grandes problemas que tiene el mundo hoy. Con Social Lab empezamos ayudando a varios emprendedores. Acá en Uruguay, quien lo trajo fue Maxi Pérez hace muchos años, y fue uno de los fundadores de Sinergia. Hoy Sinergia es un monstruo que tiene oficinas por todos lados, compraron varios hoteles, tienen espacios de coworking y coliving. Pero en cada país, Social Lab se fue desarrollando de distintas formas, con el objetivo de promover el desarrollo de empresas de triple impacto.
—Quizás algún malpensando puede pensar que no le importa realmente lo ambiental, sino que es redituable y políticamente correcto preocuparse por el medio ambiente... ¿Cómo lo convence de que su interés es genuino?
—Hay una frase en latín que me gusta mucho: res non verba, esto es: hechos, no palabras. Cuando vos analizás las inversiones que yo hago están todas vinculadas a este tipo de cosas que te estoy mencionando. Yo, además de ser emprendedor, invierto en varias empresas y todas tienen el ADN vinculadas a estas cosas.
Quizás una de las empresas más relevantes en las que invertí es Pachama. En Pachama yo fui el primer inversor. Es una empresa que hoy está bancada por el fondo de Jeff Bezos (el fundador de Amazon), como también por la fundación de Bill Gates. Hoy Pachama hace cosas increíbles: utiliza imágenes satelitales para identificar bosques y analizar cómo absorben el dióxido de carbono para la emisión de bonos verdes. Hoy te diría que está entre las empresas medioambientales más importantes del mundo, y tengo el orgullo de ser el primer inversor. Por lo cual, no son solamente palabras. Son hechos. En las empresas en las que me involucro activamente están orientadas a generar impacto medioambiental, social o que solucionen los grandes problemas del mundo.
“Me decepcionó el sistema. No hablo del sistema político, sino las instituciones que representan el sistema, y no hablo solo de la Argentina, sino el problema que tiene el mundo con los sistemas representativos actuales. Quedaron obsoletos. Son instituciones muy viejas”
—¿Por qué se metió en política, al ser candidato de Mauricio Macri en Tucumán?
—(Piensa) Me convencieron de que la política podía ser un instrumento, una herramienta para generar impacto a mayor escala. El expresidente Macri me llamó para tener una reunión y contarme de qué se trataban sus planes en Argentina y cómo yo podía contribuir a eso. De alguna forma me mostró que con una serie de iniciativas políticas podía generar algo más amplio que, por ejemplo, con Social Lab. Con Social Lab impactábamos en 300.000 personas con los distintos proyectos que teníamos. Y si yo iba de candidato en Tucumán (donde viven 1.900.000 personas), iba a llegar a mucha más gente: era como una gran oportunidad. Me convencieron de que me involucre. Fui candidato a diputado nacional, me tocó encabezar la lista.
—Fue cuatro años diputado por Cambiemos. ¿Lo decepcionó Macri o la política?
—Me decepcionó mucho el sistema, cómo funciona. No hablo del sistema político, sino de las instituciones que representan el sistema, y no hablo solo de la Argentina, sino el problema que tiene el mundo con los sistemas representativos actuales. Quedaron obsoletos. Son instituciones que son muy viejas.
Estamos en el siglo XXI, pero con instituciones como el Congreso de allá, o el Parlamento de acá, que son del siglo XVIII, y con tecnología del siglo XV, donde hay que ir a sentarse y levantar la mano para votar una ley. Todas esas modalidades son obsoletas, burocráticas, lentas, y hacen que todo eso termine dañando a la democracia, y uno termine desilusionado con sus representantes. Pero en el fondo los problemas están vinculados a estas instituciones que están viejas, y cambiarlas es súper complejo. Así que te diría que la mayor desilusión fue con el sistema representativo y las instituciones que tiene hoy. La gente no se siente representada por sus representantes, y el problema ahí son las instituciones.
Después, obviamente se cometieron errores en la ejecución y un montón de cosas, pero bueno… Liderar un país es súper complejo.
“En virtud de que estaba por invertir en la industria del cannabis, Uruguay me pareció el más atractivo para eso. Y sobre todo por la estabilidad de Uruguay, que por más que cambie de gobiernos y de partidos, en el fondo las instituciones son mucho más sólidas”
—¿Por qué decidió radicarse en Uruguay?
—Yo a Uruguay vengo hace 30 años en forma continua. En 2017 me tocó regular en Argentina la industria del cannabis, y viendo ahí legislación comparada, vi la legislación de Uruguay, la de Canadá también, la de Colombia. Veíamos potencialidades como regular la industria de Argentina. Y vi una oportunidad gigante que Uruguay estaba intentando capitalizar con la industria del cannabis, y dije: “Bueno, cuando termine mis funciones me voy a involucrar y voy a profundizar más sobre eso”. Yo en 2018 ya había vendido mi empresa, en 2019 definí que ya no iba a seguir más en la política y estaba viendo qué iba a hacer. En ese 2019 fueron las PASO en Argentina, donde ganó el kirchnerismo de vuelta, y ahí dije: “Bueno, vamos a respetar la democracia. Yo me voy a ir de Argentina, porque no es el país que quiero con este tipo de representantes”, y decidí irme de Argentina. Esa fue la primera decisión.
La segunda fue: a dónde me iba. Y en virtud de que estaba por invertir en la industria del cannabis, Uruguay me pareció el más atractivo para empezar a invertir. Y al estar cerca de mi país era bueno por temas logísticos. Y sobre todo por la estabilidad de Uruguay. Eso de generar una visión a largo plazo, que por más que cambie de gobiernos y de distintos partidos, en el fondo las instituciones son mucho más sólidas. Hay estabilidad institucional.
—¿Qué tenían en común las empresas inversoras en cannabis con las puntocom a fines del siglo pasado?
—Por un lado, que en aquel momento como hace unos años con el cannabis, en ambos momentos había muchos inversionistas interesados, pero poca claridad en el negocio. Al ser una nueva industria es difícil saber para dónde va a ir. Se pone de moda, muchos inversores dicen: “Qué interesante esto, quiero invertir”, pero pocos saben cómo será el funcionamiento después. Hay que tener cierta capacidad de resiliencia para darle claridad a las empresas y ver dónde van a estar los potenciales negocios vinculados a esto. Es un poco lo que estamos haciendo nosotros.
Todo lo que es life science o ciencias de la vida está como al comienzo de la tecnología en el mundo. Entonces, creo que la industria del cannabis puede ser como el comienzo de las puntocom, y no solo esas, todas las relacionadas a la naturaleza como fuente de bienestar. Las plantas tienen algo que se llama ingredientes activos o principios de activos, que sirven para hacer distintos tipos de medicamentos o alimentos. Eso está, de alguna forma, codificado genéticamente. El ser humano, a principios de 2000, pudo secuenciar el ADN, y hace un par de años aparecieron nuevas tecnologías que permiten manipular esos genes. Entonces, la posibilidad de tener el código genético de las plantas y poder manipular ese código genético para producir ingredientes activos, de alguna forma es la programación de nuestros futuros medicamentos, alimentos, materiales. Ahí está el futuro y es donde Uruguay puede jugar un rol clave, y ahí es donde yo quiero participar, en esa industria de ingredientes o principios activos de plantas para el bienestar de las personas.
—En febrero de 2021 compró la mansión de Susana Giménez en el este por 4,6 millones de dólares, según trascendió. Y unos meses después, en mayo, tuiteó: “Gracias @SusanaGimenez por confiarnos tu ‘templo’ en Garzón. Nos comprometemos a mantener el espíritu del lugar, entendiendo la naturaleza como centro de bienestar de las personas. Ahí desarrollaremos el 1er Centro Cannábico del mundo”. ¿En qué está eso?
—Primero quiero aclarar que ese valor que trascendió en los medios no es oficial. Nosotros no decimos ese tipo de información. Más allá de eso, el proyecto que estamos desarrollando está orientado a tener el primer centro cannábico de bienestar en el mundo. Hay varios que están pensando en hacer este tipo de cosas, pero no hay ninguno armado todavía. Por lo cual, queremos ser los primeros. Todo eso está frenado porque estamos dependiendo que el gobierno de Uruguay regule el consumo de cannabis de uso adulto. Como sabemos, está regulado para los uruguayos, pero no para los turistas. Lo que estamos pidiendo es que los turistas tengan el mismo acceso que tienen los uruguayos. Nosotros los residentes tenemos acceso, ya sea comprando [la marihuana] en una farmacia, o siendo socios de un club cannábico, o cultivando plantas. Creo que estaría bueno que los turistas también puedan tener la oportunidad de poder comprar en una farmacia o en un club. De esta manera, nosotros podríamos poner una farmacia o un club dentro de la propiedad que permita desarrollar todo esto.
“Yo creo que Uruguay tiene una oportunidad con el turismo cannábico, por la importancia del turismo para Uruguay. Esperamos que salga una regulación pronto, así nosotros podemos seguir invirtiendo y desarrollando todo esto”
—¿Uruguay está lento y atrasado al no regular y permitir el turismo cannábico?
—Sí, sí, es una pena. No solamente el turismo cannábico, sino también el medicinal. En varias partes del mundo ya se reguló el uso de cannabis medicinal (las famosas gotitas que te venden con cannabis, con la combinación de CBD y THC). Uruguay hizo una ley hace más de dos años, pero nunca la reglamentó. Hoy estamos a la espera que eso se reglamente y que la gente pueda consumir en un mercado regulado y no termine en algún producto en el mercado negro. Desafortunadamente, la gente viene lento con eso. Colombia se aceleró, también autorizó Perú, también Ecuador, ahora también Argentina, pero Uruguay se quedó. Yo creo que Uruguay tiene una oportunidad con el turismo cannábico, por la importancia del turismo para Uruguay. Esperamos que salga una regulación pronto, así nosotros podemos seguir invirtiendo y desarrollando todo esto.
—Es el fundador del holding de cannabis Terraflos. Y tengo entendido que busca invertir más de 4 millones de dólares en el primer hub en la región de investigación, innovación y desarrollo de cannabis. Cuénteme sobre este ambicioso proyecto.
—Terraflos es la holding nuestra, que agrupa varias empresas. Con Terraflos levantamos 8,5 millones de dólares por un proyecto que está vinculado a esto que mencionaba antes de ingredientes activos. El ingrediente o el principio activo es parte de la sustancia que tienen las plantas adentro para hacer alimentos y otros tipos de cosas. Nuestro core hoy, los ingredientes activos son cannabinoides, ya sea CBD, THC, CBG, CBN, que son ingredientes activos de la planta del cannabis, pero también estamos produciendo otro tipo de ingredientes activos, de otro tipo de plantas. Por eso decimos que nosotros nos dedicamos a eso: a producir ingredientes activos de las plantas. Nuestro core son los cannabinoides, porque es donde está la oportunidad hoy.
—Leí en El Observador que usted pretendía construir un hotel boutique basado en cannabis y un restorán sofisticado. “Buscamos generar una experiencia completa”, dijo. ¿En qué consistiría esta experiencia y en qué está esa inversión?
—Hoy tenemos una parte productiva, un par de invernaderos donde producimos cannabis, pero al lado, en nuestra propiedad, queremos tener un hotel boutique, un restorán y todo un spa donde la gente pueda ir a vivir una experiencia completa. Lo mismo que cuando alguien va a una bodega: puede ver las uvas, ve cómo se hace la extracción, cómo se hace el marinado, y después puede almorzar y probar los distintos vinos. Bueno, lo mismo, pero con cannabis: que pueda ver las plantas, cómo se cultivan, cómo se cosecha, cómo se hace la extracción, cómo se producen los distintos cannabinoides y saber para qué sirven. De alguna forma, educar a la gente y mostrarle los beneficios de las distintas plantas, y además, que puedan beneficiarse de algún tipo de experiencia dentro del spa.
—Si tuviera que elegir un solo aprendizaje, que le legara a los jóvenes emprendedores, ¿cuál es?
—El mundo tiene un montón de problemas. Cada uno de esos problemas es una oportunidad para solucionar algo. Mi sugerencia a los emprendedores es que busquen las oportunidades, que busquen la forma de solucionar los grandes problemas que tiene el mundo. Y que se puede, se puede hacerlo utilizando la ciencia, el conocimiento, la tecnología y la innovación.
—¿Cuál es la principal enseñanza que, cree, le quisiera transmitir a su hijo Tobías, de 20 años?
—Yo le fomento mucho la curiosidad. Le digo que sea curioso. Lo que más me gusta de las personas es que sean curiosas: que se estén preguntando todo el tiempo “por qué”. La curiosidad te hace lograr mayor conocimiento: te preguntás cosas, y eso te permite aprender más. Y si aprendés más, podés solucionar más cosas.
—¿Es feliz?
—La felicidad es un concepto subjetivo y depende de las expectativas. En mi caso, claramente mi vida superó todas mis expectativas. Así que sí, soy muy feliz.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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