Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Juan Manuel López
Adolfo Garcé García y Santos era un militante de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC) y quería que Uruguay pudiera tener un sistema modélico como el de sociedades más justas como la soviética, cuando primero no ganó el voto verde en Uruguay -que buscaba derogar la Ley de Caducidad- y luego se desmoronó el muro de Berlín, y con él el socialismo real. Y ahí cayó en la cuenta de que esas sociedades más libres y justas no lo eran tanto, que no sabía nada, y que para entender debía estudiar.
Entonces, en 1990, con el telón de fondo de los goles de Totó Schillaci en el Mundial de Italia y la guerra de Irak, se anotó en la Facultad de Ciencias Políticas. Hoy, el connotado politólogo analiza que tras el sorprendente resultado del balotaje, Uruguay es un país de dos mitades, obligadas a respetarse y pactar todo el tiempo. Por eso, dice, medio en broma, medio en serio, piensa organizar un asado para invitar a Luis Lacalle Pou y Daniel Martínez. "Para que dejen de gruñirse. Ya que tanto hablan de diálogo, empiecen por casa, den el ejemplo".
Garcé, que unos días antes de la segunda vuelta dijo que "las chances del Frente Amplio tienden a ser nulas", confiesa que esperaba una amplia victoria de 10 puntos del blanco sobre el oficialista. Y se equivocó. Lo excusa -a él y los encuestadores- dos "meteoritos" de último momento, que fueron el video de Guido Manini Ríos a los soldados y el virulento comunicado del Centro Militar. Y desmenuza el fenómeno Manini.
Dado este triunfo pírrico de Lacalle sobre Martínez, Garcé dice que más le gusta. Prefiere presidentes débiles, que tengan que negociar y conciliar todo el tiempo, con una oposición que le pise los talones, a un presidente con amplios poderes y chequera libre.
-¿Qué querías ser cuando fueras grande?
-De niño quería ser jugador de fútbol, como corresponde. No jugaba mal. Todavía la muevo. Por cierto, igual que en el análisis político, le puedo pegar bastante bien a la pelota con las dos piernas. A los 15 años quería ser médico, me fascinaba la biopatología, mi sueño era tener un microscopio y eso duró hasta los 17 años, cuando me agarró el torbellino de la política, entre el 80 y el 82, ponele. Te hablo del plebiscito por la reforma constitucional, las elecciones internas, la transición, el torbellino de la política que agarró a toda mi generación.
-Comenzaste a militar en el Partido Comunista, a principio de los '80, ¿no es así?
-Mi primer contacto con la política fue el semanario Opinar. En 1982 fui por primera vez a un acto político. Era un acto de la CBI en el que hablaron "Manolo" Flores Silva y Luis Mosca. Pero rápidamente me atrapó el imaginario revolucionario. Leyendo textos de Rodney Arismendi, como Lenin, la revolución en América Latina, y en el verano del 1983 me hice comunista. En junio de 1983 me afilié a la UJC y milité con mucha pasión hasta el invierno de 1989.
-¿Y por qué te alejaste? ¿Qué te desencantó de la militancia política?
-Dejé de militar en el invierno de 1989, después de la gran desilusión para mí y toda mi generación del fracaso del voto verde. Saqué la conclusión de que había algo que no funcionaba en el modelo voluntarista, eso de querer cambiar las cosas a fuerza de pasión y militancia. Y a eso hay que agregarle que durante el resto del 89 se desmoronó el socialismo real, y muchos de mi generación empezamos a saber todos los problemas que había en lo que nosotros considerábamos sociedades mucho más justas y mucho más libres. Concluí que creía saber y no sabía nada, concluí que no había entendido nada, y que valía la pena ponerse a estudiar.
-¿En qué año y circunstancias empezaste a estudiarla como fenómeno?
-En 1989 decidí entrar a estudiar Ciencia Política, y arranqué en 1990 siguiendo los pasos de mis amigos Daniel Buquet, hoy colega, y Carlos Varela, hoy diputado de Asamblea Uruguay, con quienes había compartido muchas horas de militancia. Mi padre apareció en setiembre de 1989 con un recorte de La República en el que se detallaba el plan de estudios de Ciencia Política y me puse a estudiar solamente para sacarme el gusto de aprender, sin soñar que alguna vez iba a poder trabajar en esto. Entré a la facultad jurando dudar de todo lo posible. Nunca más dejar de leer un libro. Nunca más tenerle miedo a las ideas de los otros. Se me cayó el leninismo en seis meses y el marxismo en un año. Descubrí a Rodó y Carlos Vaz Ferreira. Nunca más logré dejar de dudar. Nunca más pude tener un partido político.
-¿Qué te atrapa de la docencia universitaria?
- Me encanta dar clases. Cada clase es una batalla por la libertad de pensamiento. Les digo a los estudiantes que aprovechen para dudar, dudar de todo, tanto como sea posible, como enseñaba Descartes. Cada clase es una batalla por interesar a los estudiantes en la política, por hacerles entender el valor de la democracia y porque comprendan la suerte que tienen, que tenemos, de vivir en Uruguay.
"Tenemos un país de mitades. Dos 'patrias subjetivas', retomando el concepto acuñado por Martínez Lamas en 1930 para referirse a los partidos tradicionales. Dos patrias subjetivas que se necesitan mutuamente, que están obligadas a respetarse y pactar".
Vengo de una familia de docentes y todos amamos la docencia: mi hermana es profesora de Literatura, mi hermano es profesor en la Facultad de Derecho, yo soy profe, mi padre fue profesor de Filosofía toda la vida, mi madre fue profesora de Francés, mi abuelo materno era profesor en la Facultad de Veterinaria, mi abuelo paterno fue profesor en Minas y acá en Montevideo, fue el fundador del Liceo 15 de Carrasco, y así podemos seguir hasta el primer Garcé que bajó de un árbol. Es de familia la pasión por la docencia. A veces pienso que cierta cosa histriónica o cierta exageración en la comunicación puede venir de la docencia. Para mantener la pasión, para explicar, para motivar, tenés que ser un poco actor, eso me explicaba mi padre. Y a veces hay que exagerar para conquistar la atención.
-¿Cuánto nos interesa la política a los uruguayos? Tengo la sensación de que creemos que somos una sociedad súper politizada, donde en cada boliche y en cada casa se discute de política como de fútbol, pero que en realidad no es así.
-Agustín de Hipona, San Agustín, decía en La Ciudad de Dios que cada pueblo se distingue por sus objetos amados. Los uruguayos amamos el fútbol y el asado, el mate y el carnaval, el aire del campo y la brisa de la rambla. Pero antes incluso, amamos la política y la libertad, amamos la participación, amamos votar, y le tenemos fobia a las jerarquías y a la concentración del poder. Tenemos como país muchas cosas muy buenas. Algunas espléndidas. La política -instituciones, prácticas, actores- es una de ellas.
-En 1994 Sanguinetti se proclamó presidente ganando la elección por apenas 23.000 votos. ¿Puede pasar algo parecido ahora?
-Es lo que va a pasar. Luis Lacalle Pou será electo presidente con una diferencia de 1 o 2% respecto a Daniel Martínez. Tenemos un país de mitades. Dos "patrias subjetivas", retomando el concepto acuñado por Julio Martínez Lamas en 1930 para referirse a los partidos tradicionales. Dos "patrias subjetivas" que se necesitan mutuamente, que están obligadas a entenderse, a respetarse, a pactar.
-Dado que el 92% de los votos observados deberían ir para Daniel Martínez para poder ganar, algo que parece algo harto improbable, ¿está bien que Martínez no haya reconocido la derrota el domingo 24?
-Sí y no. Me parece bien, dado que matemáticamente tiene chances, que humanamente tenga la esperanza de ser electo presidente y que los militantes frenteamplistas sientan lo mismo, me parece bien. Desde el momento en que matemáticamente tiene chances, hasta me parece que hubiera sido hasta una irresponsabilidad llamar a Lacalle Pou y reconocer la derrota. Porque mira qué pasaría si empiezan a contar los votos y de repente ocurre una cosa rarísima -que matemáticamente puede pasar- que es que casi todos los votos observados fueran para Martínez. Resulta que reconoció la derrota, Lacalle habló como presidente y hay que meter marcha atrás.
¿Sabés lo que faltó? Faltó una llamada, la llamada de Daniel Martínez a Lacalle Pou diciéndole: "Luis, tenemos un problema. No lo tengo yo el problema, lo tenemos juntos y lo está teniendo Uruguay. Mirá lo que está pasando, hay un guionista increíble, un rey del suspenso, una especie de Fede Álvarez (director de cine uruguayo de películas de suspenso y terror, con gran éxito en Hollywood) de la política, un genio del suspenso. Y mirá lo que inventó -le diría Martínez-, inventó que estamos empatados, me llevás un poquito de ventaja, pero resulta que hay un poco más de votos observados. Yo no puedo reconocerte como presidente, yo creo que lo más probable es que seas electo presidente pero no lo puedo hacer, porque mirá si llega a pasar otra cosa". Y con eso alcanzaba.
-Faltó un gesto...
-Exacto. Alcanzaba para que Lacalle Pou pudiera decir: "Miren, me acaba de llamar Martínez, me explicó una cosa y la verdad que tiene razón. Así que bueno vamos a tener que esperar, tengamos mucha paciencia y vayámonos en paz a nuestras casas" y ya estaba. Faltó una parte muy importante, por eso te dije sí y no. Sí y no. Falta comunicación entre ellos, entre Lacalle Pou y Daniel Martínez.
-El domingo 24, en rueda de prensa, le pregunté a Lacalle Pou si había hablado con Martínez y me dijo que no había vuelto a hablar con él desde el segundo debate. Además, aquella relación afable, cordial y de respeto que había entre ambos, da la impresión que quedó atrás hace un tiempo...
-Sí, se fue perdiendo y hay que recuperarla porque además, los dos tomaron nota del empate. Daniel Martínez lo dijo y también lo dijo súper bien Lacalle Pou, que hay un país de dos mitades. Un país de dos bloques, decimos los politólogos. Los dos dijeron que tiene que haber diálogo. Bueno muchachos, empiecen por casa. Den el ejemplo. La gente en la rambla dio el ejemplo. Fue maravilloso. Entonces falta que los dos principales dirigentes políticos de esta elección, los dos principales protagonistas de esta elección, también den el ejemplo. Yo un poco en broma, un poco en serio, dije que voy a organizar un asado y los voy a invitar a los dos. Estoy seguro que alguien me va a robar la idea, porque hace falta que estén juntos. Hace falta que dejen de gruñirse, hace falta que den el ejemplo como dio la gente en la rambla
-El domingo 24 la militancia del Frente Amplio estaba exultante por el resultado -que además era inesperado-, y comenzaron su reacción gritando contra los militares.
-Sí, se confirma que habrá un cambio político muy importante en el Uruguay, semejante al del año 2004. Cae el telón de la era progresista, son 15 años del frente gobernando que se terminan. Lacalle Pou va a ser electo presidente. Tiene que pasar una cosa rarísima que muy difícilmente pase (para que gane Martínez).
-Pero ya pasó una cosa rarísima...
-Ya pasó una cosa rarísima pero no va a pasar algo tan, tan raro. Lo que la mayoría de la gente hizo fue elegir a Lacalle Pou como presidente aunque falta contar algunos votos y por lo tanto falta que Daniel Martínez reconozca la derrota y no pasa nada.
-¿Pierde gobernabilidad Lacalle al ganar tan justo? Hay quienes dicen que no, porque tiene mayoría parlamentaria con los socios de la coalición en el Parlamento.
-Pierde un poquito de autoridad porque, claro, una cosa es ganar ajustadísimo y contando los votos observados, por más que la mayoría parlamentaria la tiene y le sobra en las dos cámaras. Pero él como presidente pierde un poquito de autoridad, un poquito de legitimidad, dado que no le sacó 10 puntos de diferencia, como yo pensaba que iba a pasar. Yo era de los que pensaba: va a haber 10 puntos de diferencia porque ya hubo una diferencia muy grande el 27 de octubre. ¿Pero sabes qué? A nosotros los politólogos no nos encantan los presidentes superpoderosos, y para hablar solo de mí y no involucrar a los colegas, te diría: a mí me ponen muy nervioso los presidentes poderosos, yo prefiero los presidentes débiles.
"Voy a organizar un asado y los voy a invitar a los dos. Estoy seguro de que alguien me va a robar la idea, porque hace falta que estén juntos. Hace falta que dejen de gruñirse, hace falta que den el ejemplo como dio la gente en la rambla"
-¿Cómo es eso?
- A mí me gustan los resultados como los del domingo...
-Para que tengan que conciliar y negociar permanentemente...
-La democracia es el gobierno de la mayoría en el que la minoría tiene un lugar y se hace respetar. La democracia es un pacto, nace de un pacto entre una élite en el poder y una oposición desafiante. Así nació la democracia en el mundo entero. Así nació la democracia en el siglo XIX en Uruguay, con los colorados en el poder y los blancos desafiando. Y el día que pactaron nació ésta, la mejor democracia de América Latina. Fue y es la mejor democracia de América Latina porque blancos y colorados mientras fueron patrias subjetivas diferentes -para citar de nuevo a Martínez Lamas- pactan entre sí. Pactaron frecuentemente entre sí y salieron de la dictadura pactando. Desde el '85 para adelante pactaron entre sí y gobernaron juntos.
-Salvo en el pacto del Club Naval, el que estuvo ausente el Partido Nacional.
-Ahí no estuvo el Partido Nacional, está muy bien la salvedad que ponés, pero la historia del Uruguay fue durante mucho tiempo la historia de los pactos entre los colorados y los blancos y eso hizo fuerte a la democracia uruguaya. No fue solo que los colorados gobernaban y los blancos se oponían, es que los blancos de alguna manera coparticipaban. Eran una minoría respetada, una minoría incluida.
-Después se formalizó esa alianza en lo que Sanguinetti dio en llamar las familias ideológicas.
-Exactamente, después pasó que se movió la frontera. Antes había dos patrias subjetivas: colorados y blancos. Pasó a haber otras dos patrias: la patria frenteamplista y la patria blanquicolorada. Y a esas dos patrias les cuesta mucho negociar. Venimos de 15 años de poca comunicación entre esas dos patrias, entre esos dos bloques. Y el mandato del domingo 24 es un mandato de necesaria comunicación entre los dos bloques, un mandato de puentes, de entendimiento. No quiere decir de consenso, ¿sabés? Es imposible pensar que se gobierne por consenso todo el tiempo, pero sí de respeto. El domingo la nueva minoría que es el Frente Amplio se hizo oír, se hizo respetar.
-Es curioso, porque hablás de minoría, pero tras 15 años de gobierno sigue siendo el partido político mayoritario.
-Absolutamente. De este ciclo electoral sale un mapa político de mayor dispersión del poder y soy de los que piensa que la dispersión del poder es saludable. Exige mucha prudencia, exige mucho tacto, mucha negociación, mucho respeto y todo eso es bueno.
-Yamandú Orsi decía el domingo: "Nos vendieron que el 60% quería sacarnos de acá con eso de ‘se van', ahora vemos que no es así".
-Y no, quedó claro que en este país hay dos mitades que siguen siendo bastante parecidas, hace mucho tiempo que esto es así -por lo menos desde 1999-. La de 1994 fue la elección de tercios, partir de 1999 tenemos dos bloques, muchos partidos y dentro de cada partido a su vez fracciones. Fracciones y partidos, pero dos grandes bloques. Dos grandes bloques mandatados a entenderse. Daniel Martínez y Lacalle Pou, es hora de hablarse.
-El domingo vimos dos actitudes completamente distintas de los candidatos a la hora de subirse al escenario. Un Martínez que se subió exultante, saltando, golpeándose el pecho. Parecía que había ganado. Y por otro lado, un Lacalle Pou que continúa leyendo el manual del perfecto estadista. Como dando porte presidencial cuando es orador.
-Sí, dos actitudes distintas que tienen que ver con lo que pasó. Martínez es humano, él esperaba sacar una votación muy mala. Martínez personalizó la campaña. Yo fui de los que criticó la personalización de la campaña, probablemente fue un error, además.
-Ustedes los politólogos hablaron de parricidios, al cortar con Mujica y Astori.
-Bueno, pero él personaliza la campaña, lo que vimos en la última semana fue la cara de Daniel Martínez. Era poco menos que Martínez transformado en Superman. Como diciendo: "Yo voy a rescatar al FA de este pozo". Y resulta que empiezan a contarse los votos y él araña la posibilidad de ser presidente. Cómo no va a estar exultante dando vueltas carnero en el aire, si le fue muy bien.
-No hubo ningún guiño a reconocer el triunfo, nada.
-Faltó, la verdad que faltó, pero a Daniel Martínez le ha faltado durante toda la campaña. Yo puedo entender la alegría o la euforia de Martínez, parecía que había ganado y en realidad había perdido. Lo puedo entender, faltó bajar un cambio, falto sí llamar a Lacalle Pou. Sí, claro que sí, ahora, tiene que ver con que se levantó pensando: "Capaz que es el fin de mi carrera política" y ahora capaz que está pensando en ser candidato a la Intendencia. Y Lacalle Pou organiza tremenda fiesta, no faltaba nadie y resulta que no pudo festejar...
"Cuando Lacalle Pou dice: 'No somos la mitad que viene a sacar la otra mitad, no somos la mitad que viene a a avasallar la otra mitad, somos la mitad que viene a unir las dos mitades', yo suspiro de alegría y lo celebro"
-¿Y cómo ves la actitud de Lacalle?
-Serena, aplomada, madura. La hemos visto en las malas como el domingo -que si bien fue electo presidente, no fue el escenario que él se imaginaba- y lo hemos visto en las buenas, como el 27 de octubre, o lo vimos también la noche que ganó las primarias. Es decir, hemos asistido a un Lacalle Pou muy autocontrolado, muy sereno, muy reflexivo... Y dio un gran discurso, para mi gusto. Cada vez que Lacalle Pou dice: "No somos la mitad que viene a sacar la otra mitad, no somos la mitad que viene a apabullar, a avasallar la otra mitad, somos la mitad que viene a unir las dos mitades", yo suspiro de alegría y lo celebro porque la verdad es una convicción teórica muy profunda. No hay democracia sin puentes entre los que piensan distinto. Entonces en ese sentido está extraordinariamente bien parado en el escenario político.
-¿Existe una mística frenteamplista? Porque para tomar una analogía futbolística, da la impresión que este casi batacazo que mete fue "con la camiseta"...
-Claro que sí. No hay partidos que sobrevivan sin mística. Jaime Yaffé lo dijo magníficamente hace tiempo. El FA es la tercera divisa. Tiene su historia, sus tradiciones, sus mártires, sus canciones, su identidad, sus emociones. No hay política sin emoción, no hay militancia sin pasión.
-Recién decías: "Yo fui uno de los que pensaba que iba a ganar por 10 puntos". De hecho, una frase tuya se transformó en un hecho político cuando dijiste en entrevista con Para empezar el día de radio Oriental, que "las chances del Frente Amplio tendían a ser nulas". Quizás menos temerarias que vos fueron las encuestadoras, pero daban una diferencia de entre 5 y 8 puntos. ¿Qué pasó? ¿Las encuestadoras fueron las grandes perdedoras?
-No, las encuestadoras hicieron muy bien su trabajo, las encuestadoras anunciaban entre 5 y 8 puntos, y quizá hubiera habido entre 5 y 8 puntos de no haber mediado un meteorito, un factor de esos que ocurre una vez cada tanto, que los propios encuestadores todo el tiempo están señalando cuando nos dicen, como dice (el director de Equipos, Ignacio) Zuaznábar: "Miren que esto es una foto, si cae un meteorito esto puede cambiar".
-¿El meteorito fueron el video de Manini y el comunicado en el periódico Nación que difundió el Centro Militar?
-Claro, pasó algo excepcional. Manini Ríos votó muy bien en la primaria, nos dejó de boca abierta. Manini Ríos votó extraordinariamente bien en la elección de octubre, y Manini Ríos hizo una moña de más, como decimos en el fútbol. Probablemente quiso ayudar a Lacalle Pou, quiso asegurar algunos votos. Quiso evitar una eventual pérdida de votos de la familia militar, él se siente fuerte, se siente que tiene autoridad. Creo que tiene buenas razones para pensar que tiene un electorado muy predispuesto a escucharlo y acompañarlo, y entonces envió este WhatsApp que circuló, que se viralizó.
"¿Por qué vamos a horrorizarnos con el video de Manini? Yo no prefiero los partidos corporativos. Pero no hay ninguna evidencia de que Manini Ríos sea una persona sin convicciones democráticas. Lo ungió Fernández Huidobro, lo ungió Vázquez. ¿No estaremos exagerando?"
Él jugó muy fuerte sin calcular las consecuencias. Es raro, creo que los militares son en general personas que piensan en los distintos escenarios. Creo que acá le faltó experiencia política, creo que lo que no imaginó Manini es que muchos frenteamplistas podían interpretar ese mensaje. Además hubo otros hechos, otras manifestaciones de militares retirados hablando de: "Por fin se termina el marxismo" que contaminaron, que permearon la interpretación que hicieron muchos frenteamplistas de un mensaje.
Lo que desconoció Manini es la enorme sensibilidad que sigue despertando el tema militar, las enormes sospechas que hay en una parte de la ciudadanía uruguaya respecto a la conducta de Manini con temas que le costaron ser destituido por el presidente de la República del cargo de comandante en jefe, y por lo tanto no calculó el costo político que esto le podía significar a Lacalle Pou.
-¿Alcanza o hay alguna otra variable significativa para entender lo que pasó?
-Vinculada con el efecto Manini hay algo más amplio. El efecto Manini es miedo, miedo a los militares. Yo creo que lo que pasó en la campaña del balotaje es que el FA logró instalar el miedo. Ese miedo al cambio. Es el "¡cuidado!". Lo dijeron los dirigentes, militantes y redes frenteamplistas, y tienen todo el derecho de decirlo y de pensarlo. "Cuidado con el cambio porque el cambio puede significar perder lo conquistado, el cambio puede significar volver al 2002, puede significar una coalición inestable, puede significar que nos pase lo de Bolivia, Chile o Argentina". El FA instaló el miedo al cambio y yo diría en el electorado uruguayo.
-En una sociedad reticente a los cambios...
-Y sí, y ¿sabes qué? Ser un poquito conservador no tiene nada de malo, está bien pensar dos veces. Vaz Ferreira decía: "Bienvenido lo nuevo a condición de que sea mejor que lo viejo". Es una frase obvia y sabia. La verdad es que como el Frente Amplio lo hizo bien a lo largo de 15 años, la gente tiene todo el derecho del mundo de pensar: "¿Qué pasará con lo nuevo? ¿Será mejor que lo viejo?".
-Y Manini Ríos, que venía intentando despegarse del rótulo de "partido militar" y negando el corporativismo, envía un mensaje a las Fuerzas Armadas llamando a no votar al otro candidato.
-Sí, pero te voy a decir la verdad, tampoco me horroriza. ¿Por qué vamos a horrorizarnos? Yo no prefiero los partidos corporativos, la verdad que prefiero los partidos catch-all. Pero no creo que dé para horrorizarnos tanto. No hay ninguna evidencia, creo yo, de que Manini Ríos sea una persona sin convicciones democráticas. Lo ungió (Eleuterio) Fernández Huidobro, lo ungió Tabaré Vázquez. ¿No estaremos exagerando con Manini un poco?. Es cierto que Cabildo Abierto tiene figuras muy de derecha y algunas de extrema derecha que se le han pegado en la campaña y lo que pasa que Manini es lo más de derecha que tiene el espectro político, entonces la gente que es de extrema derecha, ¿a quien se va a acercar si no es a Manini? Ahora... el Frente también tiene gente muy radical de izquierda, y no vamos a juzgar a Vázquez y no vamos a juzgar a Mujica o a Martínez por los súper radicales de izquierda que tiene el FA.
-Ernesto Talvi y Pablo Mieres ya condenaron el video de Manini, dijeron que no correspondía y que no estuvo bien. ¿Empieza mal la coalición, antes de empezar a gobernar?
-Yo creo que de todo este episodio Manini Ríos sale políticamente debilitado, porque -supongo yo- que sus socios de la coalición lo estarán mirando como diciendo: "General, casi nos hace perder la elección". Probablemente tuvo buenas intenciones. No quería hacer perder a Lacalle, pero evidentemente cometió una imprudencia política importante. Entonces, ¿qué va a pasar con Manini Ríos dentro de la coalición? No lo sabemos. Lo iremos viendo actuar.
Manini es un militar. No es un político tradicional, es un militar. El militar siempre tiene como punto número uno el interés nacional, así se siente un militar. Eso forma parte de su identidad, primero la Patria, primero el deber, primero la lealtad. Entonces yo no me imagino a Manini haciendo cálculos electorales de corto plazo. Quizás con el paso del tiempo descubrimos que era un político con ropa militar. Pero francamente si yo tuviera que arriesgar cuál es la estructura de valores de Manini Ríos, yo veo en él un militar, y los militares razonan distinto que los políticos. Yo lo imagino más como un socio leal que como un socio problemático. Mirá, si esto es así, él debería estar en el gabinete.
-Ya ha dicho que no quiere ser ministro, que será senador.
-Vamos a ver, si él quiere, si primero está la Patria, si primero está el proyecto político de la coalición, él tiene que estar donde lo pide el proyecto. Lacalle Pou lo quiere en el gabinete, como lo quiere a Talvi. Porque quiere un gabinete fuerte, políticamente de peso. Él ha dicho: "Ministros que se hagan cargo". Entonces yo supongo que el lugar donde debe estar Manini es en el gabinete. Porque además los electores de Manini lo que pensarían es, y la interpretación que predominaría automáticamente entre politólogos y periodistas avezados sería: "Manini quiere estar en el Parlamento porque quiere ser presidente y no quiere sentirse tan obligado a cooperar con Lacalle Pou. Quiere tener las manos libres para marcar sus diferencias, entonces, una primera prueba para saber quién es Manini y de qué está hecha su alma es ver qué decisión toma sobre desde dónde cooperar con el presidente electo, si en el Parlamento o en el gabinete.
-Y Lacalle tendrá que estar articulando y mediando cada vez que Talvi o Mieres se molesten con Manini...
-Lacalle tiene que ser, ya es, de hecho, el articulador de esta coalición electoral. Como jefe de gobierno va a tener que estar todo el tiempo articulando con socios que piensan -en algunos temas- cosas diferentes, no tanto en las políticas públicas más convencionales. Yo no veo que tengan diferencias importantes en economía o en relaciones internacionales. Yo creo que hay problemas de piel, problemas epiteliales -podría decir- que no son menores en la política, porque la confianza en la política -como en la vida misma- es importantísima, la confianza interpersonal.
"No me imagino a Manini haciendo cálculos electorales de corto plazo. Quizás con el tiempo descubrimos que era un político con ropa militar. Pero yo veo en él un militar, y los militares razonan distinto que los políticos. Lo imagino más un socio leal que un socio problemático"
Tiene el desafío de construir confianza entre ellos, aunque puedan estar de acuerdo en políticas públicas. Creo que hay diferencias en lo que tiene que ver con la agenda de derechos. Con el plano moral. Ahí hay diferencias un poco más profundas entre Talvi y Manini.
-¿Cómo se sale de la grieta (si es que hay una)?
-Hay una frontera fuerte, que amenaza tornarse grieta. Lo mejor que nos pudo pasar es que el FA votara tan bien. Hay grieta cuando la mayoría puede avasallar a la minoría. Si no puede, porque la minoría es fuerte, está obligada a respetarla y a pactar con ella. Es el caso.
La grieta sólo es posible si hay una patota más grande que la otra (cuando hay empate, es difícil que haya grieta), desde los medios de comunicación, el periodismo, los analistas, la sociedad civil en general, pueden hacer mucho para que no haya grieta. Si nosotros los ciudadanos nos comportamos como unos energúmenos, les dejamos poco margen a los políticos para ser sensatos.
-El sistema político uruguayo, ¿es feliz?
- Hay libertad. Hay militantes vibrantes. Hay alternancia. Hay conflictos, claro. Con sus problemas, es el más feliz lejos de América Latina.
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