Fotos: Javier Noceti | @javier.noceti

Cada vez que recibían visitas, ella lloraba. No lloraba porque no le gustara, sino que era al revés: lloraba porque se iban. Eso le pasaba a los dos años, cuando vivía en Punta Carretas y sus padres estaban juntos. Lloraba como si no fuera a ver a esa persona nunca más, pero tranquilamente podía ser su tía, que volvería a ver en una semana. Ese es su primer recuerdo, el de sufrir desconsoladamente cada vez que alguien se iba de su casa.

Francis Andreu no jugaba a las muñecas, ni a ser mamá, ni a pintarse. Ella jugaba a la guerra de bosta. Su infancia es fácilmente resumible en eso, en aire libre, en caballos y en escuchar música que le traían otros.

Su padre siempre le quiso inculcar a ella y a su hermano, Bruno Andreu, guitarrista de Once Tiros. Para no obligarlos a hacer nada puntual, los hizo hacer todo. Francis pasó por el optimist, por el golf, por el hockey, pero se quedó en los caballos. La primera vez que se subió a uno supo que lo había encontrado, era eso lo que quería.

Cuando sus padres se separaron, ella tenía 8 años. A partir de ahí, pasó a tener varias sedes en Montevideo. Iba de Punta Carretas a Punta Gorda y, también, al Liceo Francés. No creció en un solo lugar, creció en varios, así como también creció entre muchos perros y mucha música.

Bruno empezó a musicalizar su infancia cuando ella era una niña. Tenía 9 y escuchaba Queen. Su madre ponía Elton John y su padre era un hombre del soul. Cuando era joven, su padre fue DJ del boliche Zum Zum y cuando le dijeron que ya no se pasaba más Barry White, y que lo que estaba de moda era Palito Ortega, se fue. Ese era su amor por la música, el mismo que Francis respiró.

Entonces, había mucho rock americano y mucho Jaime Roos, que fue lo primero de música uruguaya que se escuchó en su casa. Era prácticamente la única música nacional que consumían.

Pero entre rock, soul y Jaime, llegar al tango sería difícil. El abuelo de Francis, el padre de su padre, era obsesivo de la radio Clarín. Incluso, escuchaba el informativo con la radio prendida.
Dice Francis que hay olores y sonidos que te llevan a ciertas personas. Un año después de fallecido su abuelo, ya con 15 años, empezó a escuchar radio Clarín para recordarlo. Así fue como llegó el tango, escuchándolo y recordando a su abuelo.

En realidad, Francis sabía que tenía oído porque bailaba bien, pero no cantaba. Se enteraron que podía cantar, ella y su familia, después de cantar entre el público en un show al que había ido, como había ido a tantos otros.

Y le preguntaron: ¿cómo no nos dijiste que cantabas? Es que ella tampoco lo sabía.

Francis Andreu se presenta en el escenario de La Trastienda el 17 de diciembre con artistas invitados. Es una fecha ineludible.

¿Cómo llega una chica de 16 años, que no sabía que cantaba, a subirse a un escenario en El Ciudadano con Alberto Magnone?

El tema de la voz grave venía desde siempre. Ya, de arranque, porque mi mama se asustó porque tenía la voz muy grave y me llevó al fonoaudiólogo a ver si estaba todo bien, porque yo era muy chica. El fonoaudiólogo le dijo que yo era una nena de voz grave.

El tema de la cantarola llegó porque siempre fui muy musiquera. A los 16 años, fui a ver a Adriana Varela y, desde el escenario, pidió que cantara el público. En ese "canten ustedes" yo estaba sentada, por esas cosas de Dios, al lado del manager de ella.

Me escuchó cantar y cuando terminó el show me vino a buscar. Me dijo que me había escuchado cantar y a los dos días llamaron a mi casa. Me ofrecieron un contrato con una gira por Argentina y yo dije que no. Ninguno de mis viejos me dijo "hacelo" o "no lo hagas", me preguntaron si tenía ganas porque todos quedamos un poco sorprendidos. Yo nunca dije en mi casa "quiero cantar", fue de la nada. Yo sabía que quería ir a facultad, no quería dejar de montar y no quería dejar a mis perros de esos años. Entonces, dije que no y lo tomé como un cuento divertido. Me di cuenta que me divertía cantar, pero no estaba para firmar un contrato por diez años con gente que no conocía, era un poco mucho.

El tema es que esa noche, aparte de ese hombre, había varias personalidades. Yo era guacha y no conocía, ni tampoco me importaba mucho. Me llamó Magnone, ser hermoso, y me dijo que me había escuchado cantar, que me cantaba todo, y que quería hacer algo conmigo. Yo dije que sí, con la inconsciencia de una niña. Hicimos mi primer show en El Ciudadano con piano y voz. Estaba lleno de familiares y amigos sorprendidos que yo cantara.

Yo creo mucho en Dios, es como que hay algo ahí que se ocupa de acomodar las cosas. Fijate que rechacé el contrato con Argentina, me llamó Magnone y el segundo show de mi vida fue en la Sala Zitarrosa con los hermanos Ibarburu, Magnone, Horacio Ferrer y el Canario Luna. Yo era una niña, lo vivía copada, pero para que fuera mi segundo show como artista era grosso.

¿Cómo creciste en ese ambiente, habiendo entrado tan chica?

Por suerte, siempre estuve muy bien rodeada. En mis comienzos siempre fue de hombres, pero muy bien rodeada. Me cuidaron mucho los músicos, Jaime Roos, mi viejo que me hizo de manager siete años de carrera. Después apareció Lea Ben Sasson que ahora es mi socia y mi hermana. Tuve mucha suerte porque los músicos con los que toqué siempre me cuidaron como a una hermana. No puedo decir ni que me sentí maltratada, al contrario. Todos me cuidaron y me hicieron cobrar más cuando yo no sabía que valía tanto.

También mis padres, con apoyar y no presionar, hicieron que esto fluyera de la mejor manera.

¿Tus primeros shows, a esa edad, ya eran de tango?

Siempre fue tango. Con Alberto Magnone fue tango y cuando encaré el trío también fue haciendo tango.

Después de Sala Zitarrosa te fuiste de gira a Chile...

Esa fue la tercera vez que canté, con el mismo cuadro que hicimos en la Zitarrosa, Me invitaron a subirme a esa gira y me fui con ellos. Eso fue increíble porque vos cuando tenés la suerte de dar con gente tan divina, y con cuidado que fue siempre de un lugar tan hermoso, te ayudan a ser una mejor persona y a crecer con la música. Andrés Ibarburu fue un hermano paternal y Alberto Magnone fue un paternal conmigo también.

¿Cuándo llegó el primer disco? ¿Qué sentiste con un primer disco propio?

Me embolaba. Tenía veinte años, vivía en pareja y mi viejo se había cansado un poco de manejarme porque laburábamos mucho. Yo no había sacado un disco y laburaba muchísimo igual. Entonces, para mí no era necesario sacar un disco. Yo quería tocar en vivo, no meterme en un estudio. Por eso, decía que no al disco.

Cuando me agarra Lea me dice que el disco hay que tenerlo porque es una carta de presentación y que había que encararlo. Como yo quisiera, en el estudio que yo quisiera, con los músicos que yo quisiera, pero había que encararlo.

Y me fui a grabar el disco a L´Autentika, que son amigos míos. Eso fue una maduración artística y menos mal que lo grabé. Con el mundo ahora, con Spotify, hay que estar. Pero eso no me cambió mi gusto por tocar en vivo.

¿De qué show nunca te vas a olvidar?

En diciembre de 2013, estábamos de gira en Argentina y estábamos en San Luis, en el Festival Internacional de Tango de San Justo Daract. En Argentina, en las provincias, juega mucho la cultura propia, se fomenta mucho el tango y hay festivales de tango que parecen Broadway. Un show maravilloso, había abierto la Tana Rinaldi y yo no podía creer q estuviera en esa grilla.

Ese año me había quebrado la clavícula montando una yegua que era bravísima, me tiró y me la quebré por desplazamiento. Me había pasado a mediados de año pero seguía tocando. Ese festival lo conducía Teté Coustarot. Termino de cantar y estaba cerrando el escenario cuando entra Teté y dice "Francis, no te vayas, este público no se apaga, este aplauso quiere seguir", y dijo que me había ganado el premio revelación de cantante de tango. Me regalaron un cóndor de oro que pesaba mucho y yo lo tenía que agarrar con el brazito. Se me caían las lágrimas, pero eran de dolor. Teté decía que qué divina que estaba emocionada, pero era de dolor.

¿Tenés influencias a la hora de componer algo?

Yo no compongo, soy cantautora. No soy creativa. No escribo y no siento que lo necesito. Hay gente muy talentosa que escribe y que no canta. De hecho, me críe en un género donde ningún cantante escribe. Todos los tangos de Goyeneche, de Julio Sosa, ninguno lo escribieron ellos, son canciones de alguien más.

A la hora de interpretar arriba del escenario, ¿mirás a tus ídolos?

Tengo ídolos, sí. Mi ídolo del tango es Goyeneche y mi ídolo de la música nacional es Jaime Roos. Escucho mucho los consejos y escucho las críticas. Me gusta escuchar las de Jaime. Cuando va, le pregunto qué le pareció porque me interesa mucho su punto de vista, sus comentarios son muy certeros. Pero creo que en el escenario, si perdés tu autenticidad, perdés tu arte. No hay mucho más misterio.

¿Cuál fue el momento más triste de tu vida?

La muerte de mi abuela materna. Se murió hace un año y todavía no puedo con eso. Era de esas abuelas que se venía de Punta Carretas a Carrasco para traerme milanesas. Murió tomando whisky, yo lavé su vaso y eso me puso muy feliz. La extraño tanto.

¿Qué es felicidad para ti?

Es un momento que hay que tratar de estirar las 24 horas del día, para que la vida sea más amena y más divertida. Un poco por eso, yo trato de ser feliz con lo que tengo todos los días. Trato de encontrar un motivo que me genere felicidad. Los tengo, pero a veces uno se olvida. Nos olvidamos de valorar cuando todo está bien. Ya, la salud de los demás, tiene que ser motivo de estar bien y de ser feliz, porque en un segundo se complicó y te cambió la vida. Creo que es un laburo y hay que proponérselo todos los días.

¿Algo que la vida te haya hecho aprender a golpes?

Que no existe el amor a primera vista.

¿Qué te queda por hacer en esta vida?

De todo. Me queda seguir viajando, seguir grabando, seguir ayudando animales. Me quedan un montón de cosas por hacer.

¿Un sueño por cumplir?

Cada vez que me subo a la camioneta le digo a Dios, "por favor no me cruces a un perro que me necesita en el camino". Sufro mucho. Cada vez que los rescato, más allá de que es mucha plata económicamente, mi corazón también sufre. Uno de mis sueños es que se terminen los animales pasándola como el culo en todas partes: en la calle, peleas de pitbull, carreras de galgos, las criollas, riña de gallos, el raíd. Con los animales no estamos evolucionando. Mi sueño es que la raza humana evolucione y respete a los animales de otra manera.

Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?

Creo que iría al cielo porque mi abuela me cazaría de los pelos y me llevaría con ella. Y porque creo que trato de ser una buena mina. Trato de ser empática, trato de ser solidaria, trato de siempre habilitar. Creo que hice las cosas bien, que Dios me va a recibir.