Por Valentina Temesio
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Guillermo Franchi no usaba WhatsApp hasta que su “barra” de la Facultad de Agronomía se lo instaló en su celular, después de insistir un largo tiempo. Sus amigos buscaban algo simple y concreto: que él estuviera en contacto con ellos a través de un grupo. Nada hubiese dicho en aquel entonces que aquel productor agropecuario reacio a la tecnología terminaría siendo uno de los voceros de un movimiento social.
Un día le llegó un mensaje de un tal Federico Holzmann. No tenía ni idea de quién era, pero hablaba de cosas que lo interpelaban: el aumento de la pobreza en el interior después del boom agrícola de 2009 a 2013, lo insostenible que era tener un negocio agropecuario, las regulaciones del gobierno de Tabaré Vázquez, los costos.
Aquel texto lo citaba a encontrarse en Paysandú, un 8 de enero de 2018. Al principio, Franchi no iba a ir. Sin embargo, por alguna razón, la noche anterior cambió de idea. Le dijo a su esposa que iría, que aprovecharía una embarcación de ganado para viajar de Tacuarembó al departamento del norte. No sabía a dónde se dirigía.
Cuando llegó, aquella reunión para la que esperaban a unas 80 personas había excedido las expectativas. No solo había productores agropecuarios, sino también maestras, policías, camioneros, jubilados. Entonces, la cifra su multiplicó: en total, contaron a 450 personas. Se quedó afuera, pero cerca de la puerta; escuchó, incluso habló. Se dio cuenta de que el problema que atravesaban en el interior del país era “más generalizado que solo lo agropecuario”.
Franchi tampoco sabía que se encontraría con uno de sus grandes amigos de facultad: Marcelo Nogué. No lo veía hacía 27 años; la vida, de algún modo, los había reencontrado. Esa reunión marcaría un punto de inflexión en la vida de aquellos autoconvocados. Establecería un principio, el de un suceso que marcó una voz del interior del país, que sorprendió a la cúpula del gobierno y hasta a los propios organizadores.
La siguiente sería en Durazno, el 23 de enero. Las imágenes llegaron a las pantallas de gran parte del país: camionetas todoterreno con banderas, una caravana, miles de personas reunidas sobre el verde campo duraznense. Para una parte del país, esa era su idiosincrasia; para otra, sería lo opuesto.
Nacido en Montevideo, criado en Tacuarembó
Franchi, el candidato del Partido por los Cambios Necesarios, es el único de sus tres hermanos que nació en la capital, donde también lo bautizaron. Después, casi enseguida, marchó para la ciudad donde estuvo toda su vida, su casa: Paso de los Toros, en Tacuarembó. Los Franchi —Elizabeth, la madre, oriunda de Rocha y Gustavo, nacido en Durazno— llegaron a la ciudad del icónico pomelo por la profesión del padre. Un colega escribano estaba por jubilarse, y le pidió que lo reemplazara. Al principio, viajaba todos los días en una Ford A. Después, se instalaron.
El productor agropecuario y su familia vivían en un edificio que está pegado a la Iglesia. Allí, había “una comunidad de gurises”. “No estaban muy claros los límites: todos sabíamos que íbamos a comer y dormir a nuestras casas, pero, en definitiva, después era todo como si fuese lo mismo, con una barra espectacular”, recuerda el presidenciable en diálogo con Montevideo Portal. La ciudad era “chica” y en ese momento los niños se movían a pie y en bicicleta.
La mayor parte de su infancia fueron cinco, su hermana llegaría a sus 14 años. Se acuerda de su “vieja”, a la que “no le daban las manos” para agarrar a sus tres hijos varones, que eran unos “demonios”. De los veranos en La Paloma, donde vivía su abuela, de cuando volvían como unos “chicharrones” por estar todo el día al sol.
El exvocero de Un Solo Uruguay dice que trabajó “toda” su vida, desde que se acuerda. A los 14, bañó ovejas y cargó lana en alguna barraca próxima a su Paso de los Toros; a los 15, fue bolichero: cerraba en el turno de la noche y después se iba al liceo. Trabajó en estancias, con gente que admiró y con otra que prefiere olvidar; en Punta del Este, donde dormía en las obras de la terminal de ómnibus; inseminó ganado mientras sus amigos se iban a la playa. Su vida, entonces, tuvo “mucho de recursos propios”, porque quería ser independiente.
“Yo me pasaba arriba de un caballo parando rodeo, apartando vacas e inseminando como forma de generar ingresos. Era para mí, totalmente personal, para tener mi dinero y gastarlo. Siempre fui bastante independiente, más allá de la ayuda de los viejos, y de un hermano mío, Eduardo, que ya vivía en Montevideo y me daba una mano impresionante”, cuenta.
Un amor no heredado
Hasta que Franchi llegó a 5° de liceo, nunca había tenido claro a qué iba a dedicarse. Se le pasaron miles de cosas por la cabeza, fantaseó con ser piloto profesional, pero huyó de la enseñanza militar porque, por su personalidad —no le gusta que le den órdenes— “iba a terminar mal”. Entonces, se aferró a la “oficina más grande”, al ambiente que le gustaba: el campo. Con 17 años cursó 6° en el liceo Miguel Rubino de Durazno para luego ir a la Facultad de Agronomía.
A pesar de que su padre nació en el campo, en San Borja, su familia nunca tuvo un vínculo con el campo. Aunque su padre, como inversión, compró unas fracciones. A aquel joven Franchi le atrajo la vida de campaña, con horarios propios, con intercambios humanos.
“Compartís los ratos, las tareas, con gente que muchas veces tiene una capacidad increíble, pero que no tuvo las condiciones. Ibas a trabajar a una estancia de inseminador —que es básicamente un trabajo de peón, pero tenés una responsabilidad técnica— y, de repente, tenés a alguien que te ayuda. Muchas veces, es gente increíble”, dice.
En campaña encontró gente de pueblo con pocas posibilidades de salir de ahí, personas que lo complicaban. Encontró también la soledad, y le gustó. Dice Franchi que, como peón de campo, pasó por todo tipo de lugares, de los excepcionales y de esos en los que no se puede creer que personas vivan en esas condiciones.
“Hay muchos nombres y famosos nombres que las condiciones en las que tienen a la gente es lamentable”, afirma, y recuerda el tiempo en el que pasó almorzando un “pedazo de cogote con una papa” durante 70 días.
Pero también rememora las otras, cuando le daba “vergüenza” y no sabía “qué hacer”, cuando sus patrones con vidas “increíbles” invitaban al joven Franchi de 17 años a compartir la mesa. Personas con miles de hectáreas, con servicio doméstico uniformado, con capataces, con más de 30 caballos, dice.
“El campo es tan increíble como cualquier mundo laboral de cualquier cosa, porque podés trabajar en un taxi y tener un patrón que sea espectacular, o una lacra. Se castiga mucho al campo con eso, como que todos los estancieros son unos cajetillas, que son todos malos tratos con el personal. Al revés, son muchos menos los lugares donde realmente se pasa mal”, expresa.
Vida de campo e interior vs. la capital
Aunque intentó saltearse los primeros años de facultad en Montevideo, Franchi no tuvo suerte. Cursó un semestre de la carrera en Salto, pero, como los cupos eran pocos, quedó afuera. El joven del interior, de pueblo, se instaló en la capital.
Dice que en Montevideo vivió en 11 lugares, que pasó por Ciudad Vieja y Capurro, donde a la noche había que “apechugar” cuando llegaba a su casa a las 22:00 de un teórico; que pasó por Pocitos, que estuvo por Canelones y Convención. Dice, también, que cuando se mudó a Montevideo estaba viviendo la “juventud a pleno”, que la capital era más cara que Paso de los Toros, que salir era costoso y que, aunque tuviese amigos, era diferente.
Pero otras cosas no cambiaron: su ímpetu independiente. En la capital, Franchi trabajó como chofer de UTE, y recorría más de 200 kilómetros por día. Cuando se recibió, en 1999, entró como peón a la Caja Notarial. Pero se encontró con una “situación económica desastrosa”, con el sector agropecuario afectado por el “atraso cambiario del gobierno de Luis Lacalle Herrera”. Entonces, ser ingeniero agrónomo para los productores era casi mala palabra. Si quería trabajar, tenía que ser un peón.
Con ese panorama, Franchi dice que trabajar como ingeniero era “duro”. Por eso le planteó una idea a su padre que forjó su futuro profesional: arrendarle sus campos, aquellos que había comprado como inversión, para “hacer algo”. Fue al Banco República y pidió un crédito. Es que, si no, dice, su otra opción era irse. No fue necesario: su padre lo ayudó.
Cuando terminó de armarse, la crisis de la aftosa y de 2002 lo rompieron. En ese entonces, aún no estaba casado ni tenía a sus tres hijos —Victoria, Juan y Francisco—, así que hizo del trabajo su vida: lo hacía desde las 4:00 hasta “cualquier hora”. Fue peón, capataz, patrón, escribiente, mayordomo y cocinero.
Ese empuje de su padre hizo que Franchi se forjara como productor agropecuario. Solo una vez trabajó como ingeniero agrónomo, pero la aftosa también lo aplastó, y duró 10 meses.
Mi próximo movimiento
La política entró en la vida del ahora candidato a la Presidencia en el año 84. En ese momento, el adolescente criado en silencio bajo el régimen de la última dictadura cívico militar, comenzaba a entender que había elecciones, que la gente podía elegir a quién votar.
Aunque no llegó a votar en las elecciones del 89 porque aún no era mayor de edad, su discusión con amigos comenzó a politizarse. “Le presté el voto a mucha gente en la que creí, sin importar los partidos ni los colores, y básicamente terminé en una decepción con cada uno de los gobiernos que fueron pasando”, dice.
Sin embargo, con “mucha manija personal de estar solo”, con crisis que le “pegaban permanentemente”, surgió una inquietud que terminó de forjarse aquel 23 de enero de 2018 en Durazno, cuando después de que los 65.000 autoconvocados tomaran el centro del país, surgió el movimiento social Un Solo Uruguay.
Fue un martes, y todavía se le pone la piel de gallina cuando lo recuerda. En dos semanas, un grupo de productores agropecuarios, de empresarios de varios rubros, de personas del interior, crearon un movimiento que se plantó contra el gobierno de Tabaré Vázquez, y tuvo repercusión en todo el país.
Organizaron un evento, escribieron las proclamas, buscaron quién los representara. Dice que en dos semanas hicieron lo que hoy, en 2024, se hace en seis meses.
Para Franchi, el factor fue la disconformidad de la gente, por tener impuestos de europeos, servicios de África y costos de vida de Suiza. Según dice, a la gente “no le daba la plata para llegar a fin de mes” y los productores tenían que despedir a los empleados por los Consejos de Salarios.
Pero el movimiento era apartidario, e intentó que los que sí eran políticos lo escucharan. Un Solo Uruguay fue una herramienta y permitió, de algún modo, centralizar la información de las distintas realidades del sector rural del país. Una paradoja para ellos, que insistían en que el país se descentralizara.
“Estuvo fuerte al principio, y creo que fuimos el disparador de la campaña electoral de 2019. Porque esto nace un año y medio antes, pero los que pusimos la primera piedra, sin partidismos, no le preguntábamos a nadie si era frentista, colorado, blanco o yo qué sé qué. Había respuestas concretas para lo que eran los sectores productivos todos”, dice Franchi.
Con Un Solo Uruguay llegaron a juntarse con Vázquez. Según el productor agropecuario, Un Solo Uruguay “le masacró la interna al Frente Amplio”, porque se generó “un movimiento social que no era de izquierda”. Insiste también en que no lo supieron interpretar ni leer. Entonces, “encasillaron”: los oligarcas, los jodedores, los estancieros. Un prejuicio que, según Franchi, dista de la realidad de aquellos hombres que llevaban “la camisita guardada en una bolsita y se la ponían en el bar de la esquina”.
A pesar de que antes de que Luis Lacalle Pou asumiera en 2019 se reunió con Un Solo Uruguay, dice que su gobierno tampoco los escuchó.
“Cambia quién pilotea el barco, pero sigue en el mismo rumbo. A este gobierno, nosotros, antes de que asumiera en cada uno de los ministerios, hicimos llegar a la Presidencia y a cada ministro los temas que nos preocupaban, con propuestas, no reclamos. No nos respondieron ni una”, dice.
El poder de los ignorados
Quizá hubiese sido más fácil unirse a otro partido político, ser un sector de cualquiera de los que reúne más intención de voto; más estratégico. Pero ser ignorados los “empujó”, y aunque nunca vio Un Solo Uruguay como un partido político, Franchi creyó que formar uno era solución. Dejó el movimiento, y creó el Partido por los Cambios Necesarios. No todos lo acompañaron.
Entonces, el partido del productor agropecuario surge “por las cero respuestas de los políticos”. “Si los políticos solo van a discutir entre políticos, como nos decían, nos vamos a transformar en políticos, vamos a pujar por esos votos, por esos puestos, para ir a hacer lo que ellos no hacen durante los períodos de gobierno. Por lo menos, durante los últimos cinco años”, dice.
El Partido por los Cambios Necesarios no tiene ideología, sino que es “pragmatismo puro”. Buscan, entonces, “solucionar el perjuicio que está ocasionando el descontrol del gasto político en el Estado para llevar alivio a la población, y reducir el déficit fiscal para que a la gente se le transmitan beneficios tributarios”.
Entendieron que “la falla está en los partidos políticos”, y no se identifican con ninguno.
No saben a dónde van, pero sí qué es lo que quieren: reformar el Estado. Las encuestas no los incluyen, no son políticos, y nunca hicieron política partidaria.
“Nos obligaron a entrar”, insiste Franchi. “Queremos entrar para hacer los cambios que hay que hacer”.
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