Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Su escritorio no está lleno de papeles y expedientes. Más bien, está bastante ordenado y las carpetas son pocas para lo saturados que, confiesan, están los fiscales hoy en día. Tiene un porqué, y ella se encarga de dejarlo claro de entrada, mucho antes de la pregunta final: “Cumplí 60 y me voy, ¡por eso estoy feliz! Te lo digo con una alegría tremenda”.
Esa descarga emocional rigió toda la charla de una hora y media.
En una suerte de catarsis, la fiscal que fue ganando protagonismo conforme iba perdiendo peso el apellido Astesiano en la agenda mediática habló de todo: de sus inicios, de por qué el Caso Astesiano no la dejó conciliar el sueño, de las “presiones” que sufrió “todo el tiempo”, de su temprana militancia con Wilson Ferreira, del respaldo que le rogó al fiscal de Corte, Juan Gómez (y que nunca sintió), y por qué cree que el ex fiscal de Corte, Jorge Díaz, está “detrás de todo”.
Cuenta por qué —opina— fue un error archivar la causa contra el exdirector de Convivencia y Seguridad del Frente Amplio (FA), Gustavo Leal, “en 20 días”. Revela que está escribiendo un libro sobre cómo es trabajar en Fiscalía desde la implementación del Código del Proceso Penal (CPP) en 2017 y bajo “presiones políticas”. Y, a propósito, revela que Gómez decidió apartarla de las investigaciones tras el Caso Leal por “presiones ejercidas desde el Frente Amplio”.
También dice que, en algún momento, hasta Álvaro Delgado y Luis Lacalle Pou fueron “sospechosos”. “Pero al final puedo decir que la institución afectada fue la que más me ayudó”, dijo. Responsabiliza al presidente del FA, Fernando Pereira, de que ahora ella cuente con custodia, cuando nunca la necesitó a pesar de recibir “millones de amenazas”.
La magistrada explica además por qué decidió denunciar penalmente a su colega, el fiscal Fernando Romano. “Me dijo mentirosa, que quería destruir la institución, que me metí con Jorge Díaz, con Gómez, con Perciballe. A los gritos. Para mí es violencia”.
Y revela cómo el Caso Astesiano mudó su vida para siempre: “Todo lo que uno siente, lo que uno adhiere, lo que uno pensaba que tenía que ser, y lo que tenía que brindar la Justicia… entre lo que siento que debe ser y lo que vi hay un abismo… Más no te puedo decir, porque si te dijera más, me llamarían a responsabilidad”.
“Si le preguntás a abogados y fiscales, todo el mundo estaba sorprendido por el buen acuerdo al que llegamos [con Astesiano]. ¡Yo creo que fue un exitazo! Fue el mejor acuerdo que se hizo, para esos delitos, en el país”
¿Por qué decidió estudiar abogacía?
No tenía mucha idea qué quería. Tenía dos opciones: abogacía o periodismo. Y mi padre, muy inteligente él (grado 5), me dijo: “Si no sabés, estudiá abogacía, porque así, cuando te decidas, podés hacer las dos cosas”. En ese momento, fue una buena sugerencia. Ese fue el motivo.
¿Cómo entró al Poder Judicial?
El título me lo habían dado en abril de ese 89. Le había presentado mi CV a todos los ministros de la Suprema Corte [de Justicia] porque yo ya sabía que quería ser juez. Nadie me llamó. Y en diciembre del 91 me llaman por teléfono porque se retiraba un ministro de la Corte, [Rafael] Addiego Bruno. Antes de irse, él revisó todos los currículums y le gustó el mío. Me llaman por una vacante como secretaria en el juzgado de trabajo. Yo estaba a punto de parir, pero no dije nada. Dije que sí, estaba interesada. Y cuando ingresé, se sorprendió al verme a punto de parir. Y le dije: “Bueno, yo quería entrar. ¿Usted qué hubiera hecho?”. Addiego me mira y me dice: “Hizo lo correcto”. Entré al Poder Judicial como secretaria del juez Eduardo Vázquez Cruz, un caballero. Gracias a él entré, en 1993, a ser jueza en Santa Lucía.
¿Militó políticamente en algún momento? ¿Fue adherente o militante de algún partido?
Mi militancia fue muy reducida, porque en la época del referéndum del 80 tenía 16 años. Milité con la coordinadora de Wilson [Ferreira Aldunate], en el Partido Nacional. Y en la facultad no milité, pero era adherente a la CGU. Me enojé con la Ley de Caducidad, y a partir de ese día, no milité nunca más ni participé de nada político.
¿Cuál fue el caso más complicado en el que le tocó trabajar en 32 años como fiscal? ¿Hubo alguno que no la dejara dormir?
Que no me dejaran dormir por lo terrible, por lo crudo, una cantidad. Siempre que hay niños y muertes muy violentas, esos me dejan mal. Uno se va endureciendo con el tiempo, pero hay casos que son muy fuertes. Pero que no me dejara dormir por la incidencia y las presiones políticas, claramente, fue el Caso Astesiano, de los pasaportes, el Caso Leal… Porque en mi vida imaginé que iba a ser acosada como lo fui durante esos cinco meses, entre setiembre de 2022 y marzo de 2023.
¿Cuánto cambió su carrera como fiscal el Caso Astesiano?
Lo que te puedo decir es que decidí ser juez porque tenía la vocación muy definida. Dejé de ser juez y pasé a ser fiscal porque el Dr. [Oscar] Peri Valdez me hizo varias propuestas, y la última era imposible de rechazar. Yo sacrifiqué mucho de mi vida personal, mucho de mi familia, mi matrimonio, los hijos…
Cambió absolutamente todo. Todo lo que uno siente, lo que uno adhiere, lo que uno pensaba que tenía que ser, y lo que tenía que brindar la Justicia… entre lo que siento que debe ser y lo que vi hay un abismo… Más no te puedo decir, porque si te dijera más, me llamarían a responsabilidad.
Ha sido muy cuestionada, se le criticó el acuerdo abreviado al que llegó con el imputado: cuatro años y medio encarcelado, una multa de 100 UR y cuatro años de inhabilitación. Si revisamos el delito de asociación para delinquir en la historia, ¿es poco o mucho? ¿Usted está conforme con esa pena?
En mi humilde opinión, quienes lo cuestionaron fue por intereses políticos. Ningún cuestionamiento puede ir de la mano de la realidad normativa, porque fue el mejor acuerdo que se hizo de estos delitos en la Fiscalía, desde el nuevo CPP. No hay ningún argumento real, que esté fundado en las normas, que no indique fue un excelente acuerdo (no solo mío, sino de mi equipo con la Dra. Gloria Nicolini y la Dra. Giuliana Realini, con quien trabajé a la par). Si le preguntás a abogados y fiscales, todo el mundo estaba sorprendido por el buen acuerdo al que llegamos. ¡Yo creo que fue un exitazo! Fue el mejor acuerdo que se hizo, para esos delitos, en el país.
Considerando las implicancias que el caso tuvo para el gobierno, dado que se ponía el foco en Torre Ejecutiva, en Presidencia y el Ministerio del Interior en particular, ¿no cree que un juicio oral y público hubiera transparentado todo mucho más para la opinión pública?
Eso sería así si uno pensara que podría tener un mejor resultado en un juicio oral y público. Yo soy fiscal y estoy para sacar el mejor resultado en mis casos. No es mi rol buscar dar un ejemplo a la ciudadanía. Y el fiscal de Corte nunca me indicó que quería que hubiera un juicio oral y público, y tampoco me dio los recursos para eso. Él mismo [Juan Gómez] reconoció que el acuerdo fue muy bueno. Yo estoy convencida que el resultado que se pudo haber obtenido en un juicio oral y público hubiera sido peor que el que obtuve con juicio abreviado.
En este caso tuvimos una pena alta, un penado que reconoció su culpa, y que tenía derecho, además, a pasar la página, porque él fue muy expuesto. El sistema no lo protegió como debía protegerlo. Mientras no estaba penado era inocente. Se lo exhibía, le sacaban fotos, se lo acosó.
Usted dijo en el programa En la mira de VTV que Astesiano “no es un monstruo”, y que “aprovechó el lugar” en el que estaba, que prometía cosas que pensaba cumplir y otras que no. Y que llevarlo a juicio hubiera sido una forma de “cosificarlo” o “deshumanizarlo”. ¿Qué quiso decir?
A ver, él estaba asumiendo la responsabilidad, asumió una pena muy importante, y se lo estaba exhibiendo, prácticamente, como un mono. Porque esa es la realidad. Se armó un show alrededor del Caso Astesiano, fueron cinco meses de show.
Bueno, era el jefe de custodia del presidente de la República, y en los chats revelados él invocaba al presidente dos por tres…
¿A vos te parece que yo no tuve presente esa situación? ¿A vos te parece que fue fácil para mí pedir la detención del jefe de seguridad móvil del presidente de la República, sin siquiera haberle avisado al fiscal general, que me llamó para recriminarme cuando se enteró por el ministro [Luis Alberto] Heber? La hice yo la investigación. Fue una investigación que ya se había presentado y se había archivado. Más que yo y mi equipo nadie puede saber lo difícil que fue esta investigación.
El caso de los pasaportes tuvo sus ramificaciones. ¿Cómo evalúa usted toda la investigación?
Esa investigación sigue abierta. Hasta ahora, todos los resultados son los que tuvimos con mi equipo; no me he enterado de nuevos resultados. Nosotros estábamos investigando unas maniobras de un ciudadano ruso, y un escribano en Uruguay, y a partir de la detención de un ruso con documentación, de apariencia adulterada, pedí una orden de detención, de allanamiento, y de incautación de celulares. De la información que tuve llegué a Astesiano, y ahí tuve 24 horas para pedir su detención, cuando él estaba de viaje en el exterior, con el presidente. No tenía idea con qué me iba a encontrar, podía no encontrar nada y, en ese caso, me hubiera metido en un problemón. Yo siempre me preocupé por respaldar a mi equipo, para que no sintieran presión, pero yo no sentí ese respaldo de parte de mis superiores.
Era un riesgo, lo asumí, y en ese riesgo obtuvimos un teléfono. Nunca me enteré que hubiera tres, nadie me lo informó, nadie me dijo nunca que hubiera dos más. Empezamos a ver ese teléfono y fue una caja de Pandora. Cuando al otro día yo tenía que formalizarlo, y ahí el oficial de scanner me dijo —con el equipo presente— que se había obtenido un 3%, y que no se habían pagado aplicaciones, software, y por eso no se había obtenido toda la información del celular. Era obvio que eso no podía ser…
¿Y cómo se consiguió el otro 97% de la información del celular?
Lo primero que dije ante el juez, con la prensa presente, fue que se había obtenido solo un 3% porque había habido problemas técnicos. Por lo que me dijo un compañero tuyo de Montevideo Portal, el director de Inteligencia [Claudio Correa] lo había llamado para decirle que se había recuperado el 100%. Mi comentario no fue inocente. Todo lo que se sabe fue por el trabajo nuestro. De hecho, se investigaron o se están investigando todos los consulados, gracias al trabajo nuestro. Se hicieron investigaciones en todos los ministerios gracias al trabajo nuestro. Se investigó Presidencia y se hicieron investigaciones internas, gracias al trabajo nuestro.
¿En algún momento estuvo en tela de juicio alguna responsabilidad del presidente?
Es que yo, al principio, no lo podía descartar, con las conversaciones que tenía. No podíamos descartar a nadie.
¿Y?
Y estuvimos dos meses solas. Y nos pegaba todo el mundo. Acuérdese el mes de octubre: nos pegaban los blancos, nos pegaban los socios de la coalición, nos pegaban de la oposición. Y nosotras solas. Y le tomamos declaración al presidente.
“Se investigaron o se están investigando todos los consulados, gracias al trabajo nuestro. Se hicieron investigaciones en todos los ministerios gracias al trabajo nuestro. Se investigó Presidencia gracias al trabajo nuestro”
¿El presidente, finalmente, le aportó su celular personal sin cortapisas?
Yo tenía autorización judicial para incautar todos los teléfonos de Alejandro Astesiano. Cuando llega el momento en que están realizando la actuación, se me ocurre decirle a Lescano —oficial de la Dirección Nacional de Identificación Civil— que verificara de quién era el teléfono que estaban incautando. Y ahí me entero que era de Presidencia. Por lo tanto, podía no ser parte de la autorización judicial que yo tenía. Atento a eso, le pedí que le preguntaran al presidente si él autorizaba que me lo entregaran (yo ya tenía autorización de Astesiano), y el presidente autorizó. Lo que me dijo el oficial en ese momento es que el presidente había pedido que se excluyeran sus conversaciones con Astesiano. Yo no sabía que estaba el director Correa en la actuación [N. de R.: Claudio Correa, encargado de Dirección Nacional de Información e Inteligencia Policial], no me llamó nunca él a mí. Y como lo que no se acepta en el momento, se pierde, yo acepté la condición. Por lo menos era algo.
Pero hoy dudo que el presidente hubiera puesto esa condición. Eso fue lo que a mí me transmitió el auxiliar del director de Inteligencia. Incluso, yo lo tuve en calidad de imputado a Correa y lo archivó la Dra. [Sabrina] Flores, no sé los motivos. A mí Lescano me dijo que ese era un requisito del presidente para aceptar dar su celular. Luego me enteré que el presidente no había puesto ese requisito. Eso me lo hicieron saber de Presidencia.
Entre los citados vino [el prosecretario de Presidencia, Rodrigo] Ferrés y [el secretario de Presidencia, Álvaro] Delgado, teníamos que interrogar a todos, porque todos eran “sospechosos”. Lo primero que hacíamos era filtrar el nombre, para ver si estaba en alguna conversación de los audios. Cuando vino Delgado encontramos que no había habido ninguna llamada entre él y Astesiano, casi no tenían contacto. Eso fue en noviembre, hasta ahí estábamos en la más absoluta soledad.
Y luego de interrogarlo, con mi equipo empezamos a plantearle lo que estábamos viviendo, que pedíamos informes y no nos contestaban, que pedíamos aclaraciones de cosas que nos parecían irregulares y nos respondían que estaba perfecto. Yo sigo pensando que había cosas que no tenían nada de regulares, pero las respuestas eran esas. Había muchas contradicciones entre las respuestas de la Dirección de Identificación Civil y Relaciones Exteriores. Había muchos comentarios hacia mi persona de los ministros, de Presidencia, que “eran todos inventos”, que “no había nada”. Es muy difícil trabajar así. Estamos hablando que estaba investigando al poder máximo del país, yo una simple fiscal, que no tiene ningún poder.
Usted dijo que fue un antes y un después esa reunión con Delgado, que él bajó la orden de que había que colaborar con la investigación, y así sucedió.
Sí, fue un antes y un después. Él salió y dio un mensaje de que había que colaborar con la investigación, que estábamos cumpliendo un rol. Desde ahí, todas las oficinas del Estado colaboraron. Y él me dijo que el presidente nunca había puesto la condición de no acceder a las charlas de él con Astesiano. Y me dijo que las comunicaciones estaban en el teléfono del presidente y él las ponía a mi disposición. Incluso, fuimos a Torre Ejecutiva, al despacho de Astesiano, e hicimos una inspección con el personal nuestro, fue lacrado por escribano (orden del presidente) y puso el despacho a disposición de nuestra inspección. Eso fue en noviembre [de 2022].
¿Y encontró algo?
Sí, algo se encontró… Algunas partidas de ciudadanos rusos, algo se encontró.
“Entre los citados vinieron Ferrés y Delgado, teníamos que interrogar a todos, porque todos eran ‘sospechosos’. Eso fue en noviembre, hasta ahí estábamos en la más absoluta soledad.Y luego de interrogarlo, empezamos a plantearle lo que estábamos viviendo”
Más temprano me dijo que en ningún otro caso sintió más presiones…
Todo el tiempo sentí presiones.
¿Presiones de quiénes?
Hasta ese desahogo que tuvimos con Delgado, de todo el mundo. No había quien no filtrara información, a través de ustedes, negativa sobre nuestro trabajo.
¿Hubo presiones de Presidencia de la República?
No… Bueno, se puede tomar como una especie de presión esa conferencia de prensa que hizo el presidente enseguida de la detención de Astesiano, donde él le dio su apoyo. No es fácil para una fiscal que no se siente respaldada por su superior, escuchar al presidente decir eso. Ese fue el único episodio. Pero al final puedo decir que la institución afectada fue la que más me ayudó. Cuando yo hablo de presiones de todos lados hablo de comentarios que hacían los ministros, los jefes de Policía, todos hacían comentarios públicos.
En un diálogo con el colega Carlos Peláez que se divulgó, usted le dijo: “Acá el tema es que surgen los nombres de todas las personas que están dirigiendo los organismos que me tienen que investigar, en realidad, quienes tienen que preocuparse por limpiar la situación, o tendrían que estar preocupados por los resquicios evidentes que hay en sus instituciones, [por] lo único que se preocupan es por tratar de taparlo”. ¿Quiénes querían “tapar” el caso?
Eso fue un diálogo privado con un amigo de 25 años… ¿Quiénes querían taparlo? ¿Qué te estaba diciendo? Que nadie me ayudaba hasta que vino Delgado. Ese diálogo con Peláez fue el 19 de noviembre, Delgado vino a declarar el 22 de noviembre. Cuando ese audio, yo había venido de un viaje, y me encontré con mi equipo en un estado de estrés total, porque no los habían alivianado en nada. No se había podido avanzar en los casos, no habían dado ninguna respuesta a todos los oficios que yo había pedido. Y cuando respondían desde los ministerios, era la nada misma. Lo que le transmití a un amigo era que si había irregularidades o ilicitudes en sus dependencias, ellos eran los que debían estar más preocupados. Lo que yo veía en los medios eran críticas a mi trabajo, demoras en las respuestas, respuestas incompletas. Lo que pasa es que Peláez lo dejó como si yo lo hubiera dicho en febrero.
Lo de “tapar” es un decir, porque si yo pido un informe y me dicen “está todo correcto”, si le pido un informe a Cancillería y me dicen que “está todo perfecto” y yo tengo documentación que dice que no... Debo destacar que el trabajo no hubiera sido tan bueno si no hubiéramos contado con un funcionario público como el director de Pasaportes, [Juan] Martínez. Lo destaco porque trabajó como loco y me daba los informes, y los informes de él no me cerraban con lo que me decía Relaciones Exteriores. No había posibilidad de conectarlos.
En ese mismo audio, dijo que ya “no estaba para inmolarse” a esa altura de su vida, dijo que el tema era “una bomba de tiempo” que a nadie le interesaba, y que a los que les interesaba, era para sacar un rédito político.
La visión que yo tenía —hasta que vino Delgado— era que a la gente del gobierno lo que le interesaba era que no se supiera nada, no investigar profundamente. Estaba sola, sola, sola. Desde el otro lado, tampoco querían saber la verdad. Por suerte —es lo que pudimos comprobar— no estaban involucradas las autoridades, y como país deberíamos estar todos contentos con que no estaban [involucradas]. La oposición pretendía que yo prácticamente hiciera caer a todas las autoridades del gobierno. Yo buscaba la verdad, nada más. Y desde los investigados, yo veía que me respondían cualquier cosa, que se contradecían y no me daban nada. “Inmolar” es una palabra que yo uso mucho, la uso con frecuencia. Yo solo me voy a inmolar por mis hijos y por mis amigos, por nadie más.
Se le ha señalado afinidad con el Partido Nacional, usted lo sabe. Incluso, se le señalaron “me gusta” y retuits a críticas al Frente Amplio. ¿Qué tiene para decir?
Que todos los jueces y fiscales tenemos nuestra simpatía política. Todos nos conocemos. Yo sé que Jorge Díaz era comunista, cuando estábamos en facultad; que [el fiscal Carlos] Negro estaba también en ese sector, que [Fernando] Romano es radical de izquierda. Todos sabemos dónde está cada uno, porque además, nos conocimos. Yo te conté que milité en las coordinadoras de Wilson, en el Partido Nacional. Tengo una hermana que es muy frenteamplista, y toda su familia, y el resto, es una familia blanca. Tuvieron que recurrir a mi familia porque nunca me pudieron conectar a mí con el PN. Que yo tenga simpatías y que las sepan, ¡las sabemos todos de todos! Yo sé qué piensan ellos, ellos saben qué pienso yo.
Pero siendo fiscal de un caso tan importante, políticamente, ¿no hubiera sido más prudente no tener expresiones políticas en Twitter?
Yo no tuve expresiones políticas en Twitter. A Juan Gómez le llevaron un dossier con supuestas expresiones mías, y él me lo muestra en una reunión de coordinación. “Mirá lo que me dieron”, me dice. Yo lo miro y reconozco como míos solo tres tuits. [La doctora] Giuliana Realini entra en Twitter y me dice: “Gaby, hay 12 cuentas con tu nombre”. Los tres míos que reconocí, ninguno tiene contenido político, salvo que uno crea que el presidente es solo presidente de los blancos, y no el presidente de todos los uruguayos. El me gusta era un comentario de un grado 5 de Derecho Civil que había destacado que el presidente estaba solo comiendo un pancho en La Pasiva, sin custodia, y había puesto “qué bueno que en nuestro país los presidentes se puedan manejar así”. Otro me gusta era un premio que le daban a Cristina Morán, a quien admiro (y creo que es del FA), y el premio se lo daba Beatriz Argimón. Yo el me gusta lo puse por la premiada, no por quien entregaba el premio.
“Tuvieron que recurrir a mi familia porque nunca me pudieron conectar a mí con el Partido Nacional. Que yo tenga simpatías y que las sepan, ¡las sabemos todos de todos! Yo sé qué piensan ellos, ellos saben qué pienso yo”
En Twitter acusó a Fernando Pereira, presidente del FA, de violento, y dijo que por eso usted había necesitado custodia.
Tengo custodia por él. Ahora cuando salgas [de Fiscalía] lo vas a ver. Es por él, porque a raíz de comentarios que él hizo tras el Caso Leal, empecé a recibir amenazas de todo tipo, insultos de todo tipo, y la realidad es que me sentí en riesgo. En mis 32 años de trabajo nunca me sentí en riesgo. En Maldonado éramos tres: Gustavo Zubía, Juan Gómez y yo. Ellos dos aceptaron la custodia, yo no la acepté. Fui amenazada millones de veces. La primera vez que estuve en riesgo fue gracias a Pereira. Para mí no tiene conciencia de la ascendencia que puede tener el presidente de un partido tan importante cuando habla de una simple fiscal.
¿Qué pasó con la denuncia a Gustavo Leal, por posible encubrimiento? Esa denuncia fue archivada. Y la opinión pública se quedó sin saber qué pasó, y por qué usted lo había investigado...
Lo que te puedo decir es que no entiendo cómo se archivó en 20 días. Él tuvo contradicciones evidentes, Astesiano repite e insiste en que [Leal] le ofreció plata al padre, y repite e insiste en que un funcionario policial de jerarquía lo llevó a la casa. Yo había pedido algo básico que nos hubiera podido determinar si mentía Leal o mentía Astesiano. A través de la localización de las antenas de uno y de otro, con el cual se maneja el policía, era fácil saber si habían estado juntos ahí. Si habían estado juntos, decía la verdad Astesiano. Si no habían estado juntos, decía la verdad Leal.
¿Y por qué Leal no podía ir a hablar con el padre de Astesiano? ¿Que tiene de sospechoso?
Y… Leal era una alta jerarquía del Ministerio del Interior y esta causa se retrotrae a 2013. No es de ahora. Leal estaba ahí. Y hay una persona —no sé si es creíble o no— que maneja que hubo un pedido de dinero de parte de Leal. Elementos para investigar, había. Es una mujer que dice que fue a tramitar una visa para su esposo pakistaní y dice que Leal le habría pedido dinero, porque alguien le habría pedido dinero desde el consulado de Pakistán. Y lo cierto es que nosotros recuperamos partidas de pakistaníes en los allanamientos. Yo no llegué a investigar nada, estaba en una etapa muy primaria.
Usted denunció a su colega, el fiscal Fernando Romano, por haberla agredido, lo denunció considerado la ley de violencia basada en género. Dijo que la encerró y la violentó. Cuénteme qué pasó el pasado 13 de marzo.
Yo estaba de licencia médica, y Romano me estaba subrogando. Romano había abierto un sobre que me había enviado Astesiano a mí desde la cárcel. Él fue a interrogar a Astesiano a la cárcel solo, sin nadie de mi equipo. Lo graba con su tablet. Al sábado le pregunté cómo estaba todo, él me dijo que bien, y me preguntó si yo podía venir el jueves a una audiencia con Leal, porque había dicho que yo me había llevado material a mi casa. Yo no me había llevado ningún material a mi casa, lo aclaró la Dra. Nicolini. Hasta estuvieron rondando mi casa, para averiguar dónde vivía yo.
Él lo subió al sistema (que tiene tres teras) y no avisó a nadie dónde lo había subido. Él debió haber ido con alguien de mi equipo, y haber avisado dónde estaba subido. Cuando escuché el audio de esa entrevista [de Romano con Astesiano] parecía una investigación administrativa sobre mi trabajo. Y, claramente, aprovechó la vulnerabilidad de Astesiano. Pero Astesiano te va a decir lo que vos quieras que diga, si él gana algo. Romano empezó a preguntarle, para tratar de involucrar gente de Presidencia. Y ahí Astesiano dijo que le habían cambiado las condiciones carcelarias por culpa de Delgado.
Cuando hablo con mi coordinador, me dijo: “Ay sí, volvé, la estamos pasando muy mal”. Hablé con el fiscal general y le dije que ya me sentía mejor, que era peor que se enfermara mi equipo, y que me iba a reintegrar el lunes. Me reintegré antes y a Romano no le gustó. Ahí me dice mi equipo que él había dicho en audiencia que yo me había llevado material para mi casa, que [el abogado de Leal, Diego] Camaño había dicho que era una irregularidad, que debía ser sancionada. Yo no me llevé ningún material a mi casa. Entonces le mandé un audio a Romano: “¿Por qué dijiste eso? ¿Por qué me expusiste así?”. Y después un colaborador me muestra una nota de Montevideo Portal, donde Romano había dicho: “La Dra. Fossati va a tener que rendirle cuentas a la sociedad”.
Yo le mandé un mensaje con esa foto y esa declaración y le dije: “¿Por qué me exponés así?”. Subió hecho una fiera, mi despacho era chiquito, él entró a los gritos, cerró la puerta y se me paró a un metro. Me gritó, me dijo: “¡Vos querés destruir a la institución!”. Invocó a Díaz, Gómez, Willian Rosa (presidente del gremio de fiscales), me dijo que era una mentirosa. Yo soy de una generación donde las mujeres no estamos acostumbradas a que nos agredan. Yo le decía: “Andate, bajá el tono”. Él le dijo a mi equipo: “Ustedes se quedan acá, como testigo”. Un colaborador, Pablo, le dijo que estaban muy nerviosos por la institución y ahí, él se fue.
¿La insultó?
Me dijo mentirosa, que quería destruir la institución, que me metí con Jorge Díaz, con Gómez, con [Ricardo] Perciballe. A los gritos… Para mí es violencia. En los tiempos en que yo estaba en la Fiscalía de Género, eso se consideraba violencia de género. Me gusta que haya evolucionado la fiscalía…
El lunes 29, usted se enteró en Twitter que el fiscal de Corte, Juan Gómez, había archivado su denuncia contra Romano. “Fue una discusión propia del ámbito laboral”, dijo el dictamen de Gómez. “Me entero por un periodista del resultado de una investigación, en la que varias mujeres declararon ser insultadas por Romano. Menos mal que no hay filtraciones desde FGN. La violencia parece que preocupa según quien sea el agresor y quien el agredido. Por suerte pronto me voy”, escribió usted. ¿Cree que fue una decisión de Gómez en contra suya?
Me enteré por un tuit tuyo. Yo creo que desde el primer momento, todas las decisiones que toma Gómez y todo lo que dice es en contra mío. Nunca hizo nada para dejarme bien parada. De hecho, le hicimos la mejor investigación que tuvo. Y siempre hubo filtraciones a la prensa… siempre en contra del trabajo, y no sé por qué, porque fue impecable. Tienen a toda la Unidad de Litigación tratando de encontrarle un defecto y no lo encuentran.
Lo que vi, con el archivo de la investigación administrativa, es que hubo un cambio de criterio respecto a qué es violencia de género. Yo lo que te puedo decir es que el mismo día del episodio, estuvimos reunidos, Romano, Gómez, la directora de la Unidad Jurídica y yo, y él dijo “fue una pelea entre pares”. Y el término “pelea entre pares” está usado en los dos informes de Jurídica. Mirá, si come pasto, da leche y muge, es vaca.
“Me dijo mentirosa, que quería destruir la institución, que me metí con Jorge Díaz, con Gómez, con [Ricardo] Perciballe. A los gritos… Para mí es violencia. En los tiempos en que yo estaba en la Fiscalía de Género, eso se consideraba violencia de género”
Esta semana usted denunció penalmente al fiscal Romano por violencia privada. No hay muchos antecedentes de querer mandar preso a un colega. No es común…
No es mi intención mandarlo preso, porque además, yo no soy partidaria de la prisión como medida absoluta. Yo creo que fue un retroceso haber eliminado las medidas alternativas. Yo me sentí muy agredida. Si yo hubiera sido hombre, eso hubiera terminado a los golpes. Si hubieras sido tú en vez de mí, te habrías agarrado a las piñas. Yo no sé si es común o no es común, a mí tampoco me había pasado nunca que un colega me agrediera de esa manera.
Vuelvo un instante el Caso Astesiano: usted le pidió más de una vez el traslado al fiscal Gómez. No quería seguir investigando ese caso. Y de pronto, cuando usted se había sentido amenazada y ya tenía custodia, dijo que en ese momento no era buena señal dejar la investigación. Y justo ahí, Gómez la saca de la investigación. ¿Usted cree que terminó apartada por la denuncia contra Leal?
No creo, estoy segura. Mirá, hasta que no vino a declarar Delgado, cuando yo no tenía respuestas [de organismos del Estado], la gente del FA estaba encantada conmigo; después que él vino, y empezamos a tener respuestas, se enojaron y empezaron a agredirme, empezaron a decir que en mi familia hay muchos blancos. Jorge Díaz sabe todo, Jorge Díaz está atrás de todo, es de una inocencia absoluta pensar que no es así. La primera vez que pedí el traslado del caso es porque del fiscal general tenía cero apoyo. Sola, sin el apoyo del fiscal general, contra todo ese poder, yo no iba a poder. Había un acuerdo para ir a una fiscalía de Delitos Económicos, pero ahí le llegó el dossier [N. de R.: con su actividad en Twitter] y me dijo que el ofrecimiento que me había hecho ya no estaba más.
Acá, hoy día, hay dos mundos políticos. Lo quieran negar o no, acá hay una división política evidente. Hubo un cambio claro en él a partir del dossier. Ahí le dije que, para mí, tenía que poner a alguien de su confianza, porque yo no me sentía respaldada. Le dije millones de veces que él siempre jugaba en mi contra. Le decía que mi equipo estaba muy presionado, que no me expusiera más. Me decía que no. Ahí fue cuando dijo que “en el medio del río no se cambia de caballo”.
¿Y por qué después del Caso Leal sí la sacó de la investigación?
Creo que hubo una incidencia política ahí. Creo que mi apartamiento de las investigaciones fue por razones políticas.
¿Por el Frente Amplio?
Estoy convencida que esa decisión fue adoptada en virtud de la presión que ejerció el Frente Amplio.
¿Temió por su seguridad, en algún momento? ¿Tuvo miedo?
Sí. ¿No te digo que investigaron mi casa? Yo no tengo mi nombre en la puerta de mi apartamento, tiene el de mi hija, que no tiene mi apellido. Yo estaba de viaje, y fueron a mi edificio, tocaron timbre y preguntaron si yo vivía ahí. Atendió la limpiadora, y dijo que no. Uno piensa que no va a pasar nada, “a mí no me va a pasar”, de hecho, te conté que fui mil veces amenazada, y nunca tuve custodia. Pero cuando Pereira salió a decir lo que dijo, Camaño salió a decir lo que dijo, la realidad es que los insultos subieron de tono. Yo no tengo custodia en mi barrio, pero acá [en Fiscalía] sí. Increíblemente, por la calle la gente me felicita. Pero una vez uno me insultó, saltó otro y le dio un piñazo… ¡Yo soy una persona común, no estoy preparada para eso!
“Creo que hubo una incidencia política [en mi separación de la investigación]. Estoy convencida que esa decisión fue adoptada en virtud de la presión que ejerció el Frente Amplio”
¿Está sobrepasada de expedientes que investigar? Porque mucho se habló del Caso Astesiano, pero usted tenía cientos de carpetas más que investigar...
Estoy en plan de retiro. Estoy tramitando para irme, mi intención es irme en setiembre. Lo que estoy haciendo es investigando, para dejarle todo pronto al que venga. Ahora tengo una sola carpeta, chica, y mi adscripta también se va.
¿Se va a jubilar?
¡No! Mirá si me van a hacer jubilar mucho antes de lo que pienso… Pienso trabajar mucho más, pero en otro lugar.
¿Piensa dedicarse a la abogacía?
No, no, pienso que no es ético, y menos en el caso de Díaz. No me parece que esté trabajando como abogado en los delitos en los que él trabaja, cuando en Fiscalía hay colegas que fueron puestos por él. Juan Fagúndez tiene razón: no hay igualdad de trato, y yo la veo.
¿Es cierto que está escribiendo un libro?
Sí, es verdad. Lo escribo cuando llego a mi casa, en la noche. No te puedo adelantar mucho, pero el foco estará sobre el funcionamiento de la Fiscalía y las presiones políticas desde 2017.
¿Es feliz?
Yo sí. Pero no acá en el trabajo. Soy feliz antes de entrar, y cuando salgo de acá.
Por César Bianchi
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