Seré curioso

SERÉ CURIOSO

Fischer: “La mirada histórica del Uruguay está sesgada por una visión pro-colorada”

El escritor acaba de lanzar otra novela histórica. Dice que el plagio de Zíngaros fue el episodio “más lamentable” de su carrera.

16.12.2021 09:37

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2021-12-16T09:37:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

Diego Fischer (60) trabajó en prensa, radio y TV, pero no fue hasta que empezó a escribir libros que se hizo conocido, odiado/admirado y galardonado. Se define -en la solapa de su último libro- investigador y novelista, y allí mismo dicen de él que es “el escritor uruguayo más leído en el país”. Él dirá, en el suntuoso living de su casa en Parque Rodó, que en realidad es el más vendido, pero eligió cambiarlo por “leído”, para evitar lecturas de corte meramente comercial.

Fischer ha logrado reunir una comunidad que espera cada fin de año su último libro. Ya van 19 títulos. Sigue la solapa: “Toda su obra se sustenta en originales y reveladoras investigaciones que han sido clave en la revisión de figuras relevantes y de episodios trascendentes sucedidos en el Río de la Plata en los siglos XIX y XX”. Pues, así, ha escrito novelas históricas que han tenido como protagonistas a Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Cándida Saravia, China Zorrilla, José Batlle y Ordóñez y su enfrentamiento con Washington Beltrán, Carlota Ferreira, o Bernardo Berro, en su último trabajo, Qué poco vale la vida, de editorial Planeta.

En esta charla, a propósito de su reciente lanzamiento (ya está a la venta la segunda edición), repasó los mojones de su carrera literaria, recordó el episodio que lo enfrentó en la Justicia a Ariel “Pinocho” Sosa, ex director de Zíngaros, por plagio (“fue el episodio más lamentable de mi carrera profesional”), y dijo que no se siente proscripto por ningún medio de comunicación, aunque nunca lo hayan entrevistado en TV Ciudad, canal donde, de todos modos, no le interesa estar (no le resulta imparcial, y tiene una “resonancia acotada”).           

Nacido y criado en una casa de blancos que leían mucho y donde lo acostumbraron a presenciar el último estreno de la Comedia Nacional, despuntó el vicio de la escritura a temprana edad escolar. Tanto, que había profesores en la escuela que pensaban que sus creativas composiciones la habían escrito sus padres. Dice Fischer que la historia uruguaya ha sido contada desde una visión “pro-colorada”, y eso -afirma- él ya lo dejó claro en Qué tupé o ahora en Qué poco vale la vida. 

Fischer ve puntos de contacto entre Bernardo Prudencio Berro y Luis Lacalle Pou: “Berro era un tipo con una visión altruista de la sociedad. Quiso rodearse de gente de otros partidos… colorados, no había otra opción. Él trató de llevar un gobierno de conciliación, que trajera paz, y que de allí viniera el progreso para llevar adelante reformas sociales importantes”. Agregó: “Ahora tenemos una coalición de gobierno republicana, inspirada en buscar puntos de encuentro. Creo que tiene mucha vigencia el espíritu de aquel gobierno de Berro, con el espíritu del actual gobierno”.

"Ser el escritor uruguayo más vendido no afecta mi ego, afecta mi bolsillo. Y no hagamos historias porque es Uruguay, yo acá tengo un techo. Ahora con Planeta puedo vender mis libros en el exterior y me da una perspectiva interesante a mediano plazo"

-¿Qué quería ser de niño cuando fuera grande?

-Médico, porque vengo de una familia de médicos. Hasta que un día en mi grupo de amigos una chica se cayó de la bicicleta, tuvo un feo accidente y cuando vi tanta sangre, casi me desmayé. Dije: “Yo no puedo hacer medicina”.

-¿En qué momento dejó de ser periodista para ser escritor, novelista?

-Es que nunca dejé de ser periodista. Y pienso no dejarlo. Hace 41 años que ejerzo el periodismo. Ahora como columnista (de El País) y cada tato con alguna nota histórica, pero hace 10 años como columnista. En escritor me empecé a transformar en el 97 cuando publiqué sobre Punta del Este (Al este de la historia 1 y Al este de la historia 2), pero si pusiéramos una fecha que marcara una inflexión o que me permitió pensar que podía vivir de la escritura sería cuando publiqué Al encuentro de las tres Marías, el libro de Juana (de Ibarbourou).

-¿Cuándo le empezó a picar el gustito por la historia, y las ganas de escribir novelas históricas?

-Yo era muy bueno en redacción, en la escuela. Y las bases están en haber tenido la enorme fortuna de crecer en un hogar donde había libros, se leían libros, se compraban dos diarios por día, y en la mesa se hablaba de política. Tenía una madre que nos llevaba a los estrenos de la Comedia Nacional, a los conciertos del tajamar de Carrasco.

-¿Familia de cuna blanca, nacionalista?

-Sí, sí, sí… mucha tradición había. Ascendencia de Juan José Muñoz, mi abuelo había peleado con (Aparicio) Saravia, tuve el placer de escuchar a mi abuelo Requena contarnos sus historias de aquellos hechos.

-La solapa de su último libro dice que es "el escritor uruguayo más leído en el país". ¿Es más leído que Onetti, Felisberto, Quiroga, Benedetti o Galeano?

-No lo puedo decir eso. La solapa la escribió la editora, obviamente con mi anuencia. A mí no me gusta usar el término “el más vendido”, porque puede tener otras connotaciones. Pero va por ahí, porque soy el escritor uruguayo que más vende. Cambiamos “leído” por “vendido”, me gusta más. Y habla de los que publicamos hoy.

-¿Y cómo le afecta eso a su ego? 

-A mi ego, no; al bolsillo me afecta (se ríe). El poder vivir con cierta tranquilidad, y no hagamos historias porque es el Uruguay, yo acá tengo un techo. No vendía fuera de fronteras, ahora con Planeta sí voy a empezar a vender mis libros en el exterior, y eso me permite tener una perspectiva interesante a mediano plazo.  Vos sos autor, sabés lo que es el mercado. Mis libros se venden mucho, tengo un público que me sigue que es muy fiel, llega esta época del año y esperan la novedad.

Y respecto al ego, todos lo tenemos… Creo que lo sé dominar, no ta la podés creer. Es muy lindo que la gente te lea, te salude en la calle, que te digan alguna cosa linda (también alguna puteada), pero creérsela no. Sería perder todo tipo de perspectiva.

"En dos libros mostré lo sesgado de la historia uruguaya. Hablo de la mirada histórica del Uruguay, desde una visión pro-colorada. El Dr. Enrique Beltrán me agradeció y me dijo: 'Después de todos estos años, me puedo morir tranquilo; ahora sé en qué circunstancias murió mi padre'"

-¿Desde cuándo puede vivir de sus libros? Supongo que fue tras su primer gran boom editorial...

-Fue con Al encuentro de las tres marías, agosto de 2007. Ese libro lleva vendidos 50.000 ejemplares a la fecha. Es un libro que hoy, que pasaron 14 años, vende 800 0 1.000 ejemplares por año. Es algo que sorprendió, incluso a mí. Creo que fue por Juana, el mayor mito femenino del Uruguay. Ese libro humaniza al mito, muestra sus miserias sin destruirla. Y permitió que un personaje extraordinario de nuestra literatura, y nuestra historia, que había sido olvidado, volviera a ser considerado por la gente, y volviera a ser estudiado. Por ejemplo, por el instituto de aspirantes a docentes del IPA. También a nivel del liceo y bachillerato se había dejado de estudiarla, y se retomó.

-Al encuentro de las tres marías fue llevado al teatro y fue Libro de Oro. Qué tupé (2010) tuvo mucho éxito, así como la biografía de China Zorrilla (A mí me aplauden, 2012). Otros títulos también fueron Libro de Oro: Carlota Ferreira (2016), El sentir de las violetas (2018), Doña Cándida Saravia (2019) y El robo de la historia (2020). Dejando el primero a un lado, que fue el primero que le tuvo un éxito descomunal, ¿le tiene más cariño a alguno de ellos?

-Qué tupé es un libro que me conmovió muchísimo. Generó mucha polémica. Con ese libro mostré muchas cosas, por ejemplo, lo sesgado de la historia uruguaya. Hablo de la mirada histórica del Uruguay. Este libro (Qué poco vale la vida, que acabo de lanzar) también lo muestra. Muestran que todo se ha visto desde una mirada…

-…¿colorada? ¿Pro-colorada?

-Pro-colorada, sí. Es una realidad. Cuando terminé de publicar Qué tupé, que versa sobre el duelo entre Batlle y Ordóñez y Washington Beltrán, en el que muere Beltrán, que tenía 35 años cuando Batlle tenía 65. Ese duelo marcó un antes y un después en la política uruguaya. Cuando terminé de publicar Qué tupé me llamó el Dr. Enrique Beltrán, hijo de Washington Beltrán. Toda la familia me había dado el Archivo Beltrán, cuatro cajas enormes, con documentos y papeles sin ordenar. “Tomá lo que quieras y revisalo, sin ningún tipo de cortapisas”, me dijeron. Fue todo lo contrario a la otra familia, los que son custodios del archivo de Batlle y Ordóñez.

Te decía: salió publicado el libro, y le alcancé uno de los primeros ejemplares al Dr. Beltrán ahí en el diario (El País), que entonces tenía 93 años. Al día siguiente me llamó Elena y me dijo: “Tío Enrique dice si puede venir a hablar con él”. Fui ese mismo día, me recibió en ese despacho enorme que él tenía en el cuarto piso, encabezado por una foto de su padre, con el pañuelo blanco y esa mirada entre interpelante y desafiante. El Dr. Enrique Beltrán tenía una característica: cuando se emocionaba, le temblaba la mandíbula. Me siento y me dice: “En primer lugar le quiero agradecer…”. Le digo: “Doctor, ¿usted agradecerme a mí? En todo caso, yo le tengo que agradecer a usted”. “Déjeme hablar”, me dice. “Quiero agradecerle porque después de toda esta vida, de todo este tiempo, me puedo morir tranquilo. Sé cómo, en qué circunstancias, murió mi padre”. Se levantó y se fue, para que yo no lo vea llorar. Y para mí eso fue… imaginate. Ese libro le dio paz a un hombre que había vivido casi 90 años (el padre murió cuando él tenía 3 o 4 años) sin saber cómo murió su papá.

"El juicio a Ariel Sosa no lo hice por la plata, de hecho, no cobré un peso. No cobré porque el señor nunca quiso pagar, nunca pagó. Lo que quería era sentar jurisprudencia. Esto no me benefició solo a mí, benefició a otros escritores y artistas en general"

-Le cambio de tema. En 2016 usted le inició juicio a Ariel "Pinocho" Sosa y un letrista de Zíngaros por entender que habían plagiado su libro Al encuentro de las tres marías, al parodiar a Juana de Ibarbourou en la parodia "Juana de América". Usted ganó el juicio. El propio Sosa me dijo que ese juicio lo afectó muchísimo, al punto de ser uno de los motivos de su cáncer terminal. A la distancia, ¿cómo ve lo sucedido? 

-Lo veo como uno de los episodios más lamentables en mi carrera profesional. Nunca pensé verme envuelto en una situación de esa naturaleza y ser difamado de la manera en que fui difamado durante cinco años consecutivos, aún con sentencia de primera y de segunda instancia por el señor -del que no quiero hablar porque está muerto- y por su abogado. Salieron meses en programas de TV diciendo que yo había cobrado derechos de autor, que estaba haciendo abuso… Que yo les había pedido 10.000 dólares… Fue deplorable. Si lees la sentencia de primera y segunda instancia (que votaron por unanimidad), solo bajaron un poco los montos.

Yo no lo hice por la plata, de hecho, no cobré un peso. No cobré porque el señor nunca quiso pagar, nunca pagó. Pero yo nunca fui por la plata, lo que quería era sentar jurisprudencia. Esto no me benefició solo a mí, de futuro; benefició a otros escritores y artistas en general.

-¿Usted entendió que "Pinocho" Sosa debió comprarle los derechos de autor del libro, para poder tomar elementos que leyó en el libro?

-Él debió llamarme por teléfono, pedirme autorización, y yo iba a considerar si se los daba o no. Y no haberse apropiado de mi libro. Yo me enteré por la televisión y por el diario El País que esa parodia iba a estar basada en mi libro.

-¿Por qué se fue de Penguin Random House a editorial Planeta?

-Porque se cumplió un ciclo en Penguin, las relaciones humanas se desgastan… No me sentía valorado, sobre todo en la última etapa. Y porque, además, Planeta me había venido a buscar, y la última vez coincidieron una serie de cosas y acepté. Tuve una mejor oferta. Siempre le pedí a Penguin que ofreciera mi obra en el exterior y nunca lo hizo, y Planeta lo hizo de entrada. Y fijate que mi anteúltimo libro -el primero con Planeta- Cuando todo pase, ya está en Argentina, en México y en España.

"Veo muchos puntos de contacto entre el gobierno de Berro y el actual gobierno. Berro trató de llevar un gobierno de conciliación, que trajera paz, y que de allí viniera el progreso para llevar adelante reformas sociales importantes"

-Acaba de lanzar Qué poco vale la vida (Planeta), la historia de Bernardo Berro, "un sembrador en el vendaval", como usted lo define en la bajada del libro. ¿Por qué dice en el spot publicitario que fue "un presidente negado y olvidado"?

-Porque es una de las tantas figuras uruguayas molestas que los historiadores no han querido investigar. ¿Por qué? Porque es una persona incómoda en la historia, porque es un hombre tan libre, con pensamiento propio, que iba a contramano de lo que dominaba en esa época (la admiración hacia Francia y la Ilustración francesa). Él rechazaba abiertamente a Napoleón III, que era un tirano, a quien todo el mundo le tributaba pleitesías, y él decía que “ese hombre hace uso de la libertad ajena para beneficio propio”. Lo rechazaba a él “y a su mono Simón Bolívar”, decía. ´Él no ocultaba su admiración por George Washington, y por los congresistas norteamericanos que decían “trabajad mucho y en silencio”.

-¿Cómo podría definir al blanco Bernardo Prudencio Berro, y a su presidencia (1860-1864)?

-Él fue un hombre ilustrado, que no tuvo ninguna formación académica, pero fue un hombre muy culto. De clase adinerada, pero terminó mal económicamente, él y su familia. Fue sobrino de Dámaso Antonio Larrañaga, una figura clave en su formación intelectual y humanística, y en despertar en él cosas que son de una vigencia increíble hoy, como el medio ambiente y el respeto por la naturaleza. Estamos hablando de 1850. Pero era un hombre con ideas propias, un hombre con una honestidad y transparencia pocas veces vista. Su presidencia -está en el libro- fue elogiada por la prensa argentina y la prensa uruguaya opositora: hablan del fenómeno del cambio que se ha producido en la Banda Oriental desde que asumió Bernardo Berro. Ordena las cuentas, la administración del Estado, puede gobernar dos años en paz (la revolución de la Cruzada Libertadora de Flores empieza en 1863), y empieza a sentar las bases de transformaciones muy importantes que se darán en las décadas que viene.

Tuvo un compromiso enorme con la educación, un compromiso enorme con los esclavos, libertos ya en la letra, pero marginados en los hechos. Su hermano, Adolfo, que era poeta (como él) muere con el cargo de protector fiscal de los esclavos.

-Durante su mandato se dio un fuerte conflicto entre el gobierno y la Iglesia que derivó la secularización de los cementerios. ¿Tuvo que ver en esto que Berro fuera masón?

-No sabemos si fue masón, yo pongo la documentación que hay. Él integró la logia de los Caballeros Orientales. Esa logia tuvo un rol importante cuando la Declaratoria de la Independencia, después desaparece, y muchos años después se integra formalmente a la Masonería. Pero si no era una logia masónica, los Caballeros Orientales eran un grupo con simpatías masónicas. No cambia mucho la cosa. Pero él estaba por encima, porque era un hombre libre. Y la Constitución decía determinadas cosas respecto al papel de la Iglesia. Eso fue lo que llevó al enfrentamiento, que no fue solo lo del cementerio, sino el exilio o el destierro del vicario apostólico de Montevideo. Berro tiene una sucesión de desencuentros que empieza con el entierro de Enrique Jakobsen (NdeR: un médico danés que era protestante y masón, casado con una criolla católica, convertida al protestantismo), que en su agonía no quiso abjurar de la Masonería, y los cementerios católicos. Ahí comenzó una pulseada entre masones y la Iglesia que terminó en la secularización de los cementerios. Pero, ¿qué primó en Berro?  El deber. La ley decía que se debía actuar de determinada manera.

-¿Cómo se explica la presencia del pintor Juan Manuel Blanes en la novela? Berro no quiso dejarse retratar por Blanes...

-No, no quiso. Blanes venía recorriendo despachos pidiendo apoyo para poder ir a estudiar a Italia, y recibirlo fue uno de los primeros actos de gobierno de Berro. Algunos lo habían escuchado, pero hasta entonces no había tenido suerte. Berro le dio una beca, modesta, pero que le permitió a Blanes ir a estudiar con Sicheri a Italia. Y es ahí donde Blanes, un hombre con condiciones innatas excepcionales, logra encauzar ese talento. Que lo haya entendido y haya dispuesto esa beca demuestra la sensibilidad que Bernardo tenía. Pero no se dejó pintar. Le dijo: “Si algún día me van a recordar a mí, quiero que me recuerden por mis obras, no por un retrato”. 

-Berro fue "ajusticiado" en el Cabildo, podríamos decir, porque se lo creyó el autor del asesinato del ex presidente (dictador) colorado Venancio Flores. Usted cuenta que, efectivamente, Berro se hace cargo de una revuelta, una intentona revolucionaria, pero no así del crimen de Flores. Es más, hay historiadores que confirman los nombres de cinco asesinos, y no está el de Berro. 

-Que Berro fue quien lo mató es algo que en el imaginario colectivo está, o estaba. Pero nosotros encontramos un documento, que es clave. Sobre la muerte de Venancio Flores hay decenas de libros publicados, sobre la muerte de Berro hay dos, escritos por sus parientes. Y los dos (Flores y Berro) murieron el mismo día, con diferencias de horas, en condiciones horribles. A Venancio Flores lo matan a cuchillazos, y a Berro lo patearon hasta morir, lo quisieron linchar, con diferencia de tres horas. Y el presidente de entonces, (Pedro) Vidal, firmó su ejecución. Sobre el final del libro, el lector va a encontrar un documento inédito, de Raúl Montero Bustamante, un historiador de la década del ‘40, intelectual, colorado, donde nombra los cinco asesinos de Flores, los nombra con nombre y apellido.  Ese documento pertenece a un manuscrito que Montero nunca llegó a publicar, y está en uno de los archivos estatales.

-Eran tiempos tan crispados que los colorados floristas salieron a matar militantes blancos por las calles de Montevideo, haciendo ley por mano propia... Hoy hablamos de intolerancia en las redes sociales, de polarización en la política, pero estamos muy lejos de aquella violencia. Blancos y colorados eran enemigos acérrimos, y hoy son socios de gobierno. ¿Qué tienen en común, en todo caso, aquella política de la década de 1860 y ésta?

-Veo muchos puntos de contacto entre el gobierno de Berro y el actual gobierno. Berro quiso hacer una coalición con ciertos colorados, los colorados fusionistas. El país que surgía tenía un dato: el 80% de la población era analfabeta. Era un hombre obsesionado por la educación y un hombre de tender puentes, no de destruir. Ahí está su cintura política. No le animaban ambiciones económicas. Era un tipo con una visión altruista de la sociedad. Él quiso rodearse de gente de otros partidos… colorados, no había otra opción (dentro de los partidos había facciones). Él trató de llevar un gobierno de conciliación, que trajera paz, y que de allí viniera el progreso para llevar adelante reformas sociales importantes. Ahí está su preocupación por los negros, los esclavos, la gente más desposeída.

-¿Cuál es el punto de contacto con el gobierno actual?

-Ahora tenemos una coalición de gobierno republicana, inspirada en buscar puntos de encuentro. Quizás todavía no haya reformas sociales importantes, pero quizás la pandemia sea un indicador de cómo este gobierno actuó. Creo que tiene mucha vigencia el espíritu de aquel gobierno de Berro, con el espíritu del actual gobierno.

"De TV Ciudad nunca me llamaron, pero no me interesa ir, porque uno pretende cierta imparcialidad en el tratamiento de los temas, y TV Ciudad no es imparcial, ni ahora ni antes. Y además su ámbito de resonancia es muy acotado"

-En 2018 la escritora Mercedes Vigil me dijo que se sentía proscripta o vetada por los medios del Estado durante los gobiernos de izquierda, que ni canal 5 ni TV Ciudad la entrevistaban nunca, como tampoco a usted, a Burel o Susana Cabrera. ¿Fue así? ¿Se sintió vetado o ignorado durante los gobiernos de izquierda?

-No, no me sentí vetado, pero tampoco tuve interés en ir a determinados lugares. Nunca pisé TV Ciudad, es un lugar al que no me interesa ir. Canal 5 sí, habitualmente me han invitado, también en gobiernos de izquierda. A TV Ciudad no me interesa porque uno pretende cierta imparcialidad en el tratamiento de los temas, y TV Ciudad no es imparcial, ni ahora ni antes. Y además su ámbito de resonancia es muy acotado.

--Lo curioso fue que cuando la entrevisté este año, me dijo que eso no había cambiado con el cambio de gobierno. "Sigue la misma inercia. En el MEC no he visto ningún cambio", me dijo. ¿Usted cómo lo ve? ¿Cambió esta realidad con el cambio de signo político en el gobierno?

-César, yo nunca me sentí proscripto. Es más, en los gobiernos pasados -no recuerdo cuál fue- la Intendencia de Montevideo me convocó para ser curador de la muestra sobre China Zorrilla. Y estoy en la vereda de enfrente de la IM, tengo una visión muy crítica. Jamás me sentí proscripto, aunque tampoco fui a golpear puertas. De TV Ciudad no me llamaron, pero no me importa.

-A propósito de Vigil, ella firmó una carta pidiendo la liberación de los presos en la cárcel de Domingo Arena, que tenía la consigna "Estamos todos presos en Domingo Arena". ¿Firmó esa carta? ¿Acompaña el reclamo?

-No seguí demasiado de cerca el tema, tendría que empaparme más en el tema para pronunciarme. Más o menos conozco el meollo del reclamo. Tendría que ver quiénes son los que están presos… pero para eso está la Justicia. Si hay gente que cree que están injustamente presos, me parece bien que lo reivindiquen.

.-Profesionalmente, ¿qué lo hace sentirse realizado?

-Terminar un libro. Cada vez que termino un libro, y siento que cumplí con lo que me había propuesto cuando comencé a escribirlo.

-¿Es feliz?

-Sí, claro. Trabajo de lo mío, a mucha gente le gusta lo que hago, tengo dos hijos maravillosos, una nieta. ¿Qué más puedo pedir?

Por César Bianchi