El senador del Partido Nacional Jorge Gandini divulgó a través de la red social TikTok el momento en que compró un Ricardito, producto clásico uruguayo que el Grupo Bimbo anunció se dejará de producir en el país a fines de mayo.

“Voy a comprar el último Ricardito de mi vida después de tantos años”, expresó el senador, que posteriormente recordó en el mismo video cuando le compraban el mismo producto al salir de la escuela.

La publicación de Gandini generó críticas de varios usuarios en Twitter debido a que el cierre de la planta de producción de chocolate Ricard implica que 62 trabajadores vayan a ser despedidos.

“A la sensación de nostalgia del senador Jorge Gandini respecto a la imposibilidad de seguir consumiendo Ricardito que seguro muchos comparten, y como parte del sector política de gobierno, le falta autocrítica y debería analizar por qué está pasando eso en Uruguay. ¿No le suena competitividad?”, escribió Alfredo Lago, presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz.

Por su parte, la exdirectora de Comunicación de la Intendencia de Montevideo —actual asesora de Carolina Cosse— Ana De Rogatis compartió lo expresado por el politólogo Daniel Chasquetti y escribió: “La vergüenza que me da no tiene parangón”.

“El sentido común es el menos común de los sentidos”, había cuestionado Chasquetti.

“Espantosamente malo”

En tanto, el consultor gastronómico Gabriel Bialystocki cuestionó el pasado viernes en la red social LinkedIn la calidad del Ricardito como bocado dulce.

“Era espantosamente malo: un cono de seudo merengue de sabor y consistencia absolutamente sintéticos, sobre una base de masa que parecía y sabía a cartón, bañado de una cobertura símil chocolate que te dejaba el paladar recubierto de grasa luego de comerlo. ¿El packaging? Prehistórico, una cartulina que parecía recortada a mano, con gráficos que podría haberlos diseñados un escolar”, afirmó el crítico.

Y añadió: “La historia de Ricard es bastante análoga a la de muchos productores de alimentos uruguayos: ofrecer productos de calidad muy floja, subestimando a un consumidor que en su momento era por un lado poco educado en su paladar (no se viajaba como hoy, no se consumía información sobre gastronomía), y por otro lado tenía pocas opciones en cada categoría. Eso explica la pérdida progresiva de espacios frente a productos importados de mayor calidad y valor para el consumidor, y especialmente en la categoría golosinas, donde se ve más claramente como han ganado productos mucho más atractivos y, básicamente, más ricos. En suma, un producto de poca calidad, incambiado desde hace por lo menos cuarenta años, que no supo acompañar la evolución en el paladar del consumidor. ¿Sería raro esperar un desenlace distinto, no? Que en paz descanses, Ricardito”.

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