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Fernando Pélaez: “Éramos menos del 5% de la gente de una clase la que apreciaba el rock”

Año de nacimiento: 1958. Lugar: Montevideo. Profesión: matemático e investigador de historia del rock nacional. Curiosidad: su padre le recordaba que, durante su primer año, no dejaba de llorar

16.08.2021 11:50

Lectura: 18'

2021-08-16T11:50:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

Fotos: Javier Noceti | @javier.noceti

Su faceta pública está más vinculada, en realidad, a los últimos años de su vida. Digamos, a partir de los 42 años, cuando publicó De las cuevas al Solís. La mayor parte de su tiempo vivo estuvo vinculado a otras áreas como la matemática y la enseñanza de la misma.

"He tenido cambios en mi vida casi que por décadas", dice Fernando Peláez. La década del 60 tiene que ver con la escuela, con los contactos con otros niños, con ir a ver a Peñarol y a Wanderers religiosamente los fines de semana, con acompañar a su padre a las canchas de básquetbol porque era director técnico de dos equipos (antes, como jugador, había ganado con Uruguay el bronce en la olimpíada de Helsinki) y con hacer los deberes bien prolijos para la escuela con su madre.

También recuerda algunas hazañas de Peñarol en 1966, como cuando jugó con River Plate en el Centenario o contra el Real Madrid. Por esos años, Peláez era un niño tímido. "En la escuela me destacaba, siempre me encantó la matemática y me iba muy bien. De alguna manera, me hacía no deprimirme", agrega.

Recién sobre finales de la década apareció el primer tocadiscos en su casa. Como es hijo único, las referencias musicales las sacaba de hermanos mayores de sus compañeros, todo cercano al rock. El primer disco que tuvo fue un simple de Matt Monro, Those Were The Days y un long play que era una ensalada bajo el nombre de Soul and Beat. Después, vino Creedence, aprender a tocar la guitarra y una banda amateur con la que tocaba en cumpleaños y eventos escolares. Fue por radio que se enteró lo que había pasado en Woodstock.

En la década del 70, fue que pasó a liceo. Ahí apareció el básquetbol como parte importante de su vida. "Si bien nunca llegué a ser profesional, tuve una actuación destacada", comenta. Sus padres, además, habían agarrado la cantina del Club Universitario así que pasaba de cantinero a jugador de cancha y así todos los días. También apareció la evolución auditiva: de los Beatles y los Rolling Stones a la psicodelia, al rock sinfónico, al jazz rock, al blues.

Cuando fue momento de elegir una carrera, empezó con Facultad de Ingeniería. En la década del 80 la dejó y empezó con la Licenciatura en Matemática. Ahí empezó su carrera, no solo como profesor, sino como matemático. Tendría que esperar hasta la segunda mitad de la década del 90 para convertirse, además, en investigador de rock nacional.

¿Qué es lo que te apasiona de la matemática?

Siempre me gustó muchísimo dar clases de matemática, enseñar o fomentar los procesos de aprendizaje de matemática. Siempre me gustó mucho y te diría que, hace mucho tiempo, es lo que más me interesa. Me he concentrado en los estudiantes a nivel universitario, aunque durante mucho tiempo di clases en sexto de secundaria.

Muchos profesores hablan de que ellos aprenden, también, con sus alumnos. ¿Qué aprendés tu dando clase en un área como la matemática?


Lo fundamental es que, mediante preguntas o motivaciones, se fomenta a que ellos vayan haciendo una reconstrucción de la matemática, que reconstruyan el proceso creativo de la matemática, que pregunten de manera permanente. Es "tenemos esta idea, qué se les ocurre, qué proponen", ir viendo los aciertos y los errores, los hallazgos. Es intentar que en la clase se intente reproducir, en lo posible, ese proceso creativo de lo que un matemático vio por primera vez, se rompió la cabeza, se equivocó y volvió atrás. Eso, tratar de reconstruirlo con los estudiantes.

Es cierto que eso no se puede hacer todo el tiempo porque tenés que cubrir ciertas temáticas y esto de llevar a que la clase sea un taller permanente no te permite abarcar todas las temáticas, pero sí hacerlo la mayor parte del tiempo. No es hacer una disertación presentando, sino preguntar tomando elementos de los estudiantes y, junto a ellos, ir desarrollando y construyendo la teoría.

¿Qué áreas de la matemática te apasionan?

Cuando decidís hacer una licenciatura en Matemática es porque ya tenés gustos por alguna de las grandes áreas como análisis, geometría, sistemas dinámicos, álgebra, probabilidad y estadística. Elegís dentro de las posibilidades de nuestro país porque tiene que haber investigadores en esas áreas que te puedan dirigir una tesis, plantearte problemas abiertos. Después, podés cambiar de área o subárea.

Las áreas de la matemática en las que trabajé, ya no las investigo más. Tienen que ver con lo que en matemática se llama el análisis funcional, es una de las áreas grandes. Es muy difícil tratar de bajar a tierra y tratar de explicar qué tipo de problemas son los que se tratan. En algunas áreas, es más fácil. En la matemática aplicada, sin duda, en problemas de aplicación estadística, en otras más bien vinculadas a la geometría, aunque no es la geometría tridimensional que uno estudia en el liceo, es bastante más complejo. Para llegar a eso, que son problemas abiertos, tenés que llegar a lo que se llama la frontera de conocimiento. Tenés que estudiar durante diez años para llegar a poder abordar esos problemas abiertos. Entonces, es difícil poder explicar cuáles son los tipos de problemas que se estudian, por lo menos en el área que estudié yo.

¿Qué implica ser matemático de profesión?

Implica hacer investigaciones matemáticas. Hacer investigaciones matemáticas, para decirlo muy brevemente, quiere decir crear o descubrir cosas nuevas, teorías o teoremas que no se conocen en el tiempo ni en ningún lugar del planeta. Tienen que ser cosas originales las que uno tiene que resolver y, en algunos momentos, es bastante estresante porque te encontrás con que hay otras personas, en otros lugares del mundo, que están pensando en tus mismos problemas. Si ellos lo publican primero vos te perdiste tres años de trabajo, porque si lo publican marchaste.

Claro, además la matemática es universal, entonces tenés más competencia.

Claro, sí. Y dentro de la matemática siempre tuve una barrita donde seguíamos yendo a distintos tipos de recitales, nos juntábamos para escuchar música, en el ´80 vimos estos recitales de bandas uruguayas más vinculadas a la fusión como Zafhfaroni, Siddhartha, entre otros.

O sea que, dentro del mundo de las matemáticas, también tenías con quién pasar al mundo del rock.

Éramos una barra bastante grande, de ir diez o quince a un festival o un concierto. Fue por manija de ellos mismos que vino el "click". Por la mitad de la década del ´90, me empezaron a dar manija de por qué no hacía algo vinculado con la historia del rock uruguayo de los primeros ´70. Yo ahí tenía 37 años ya.

Cuando salió el libro de Guilherme de Alencar Pinto, Razones Locas, me fascinó. Me pareció una maravilla el rescate que había hecho Guilherme, el rigor que le había puesto, la investigación que se había mandado y, en parte, yo dije que había que hacer algo así porque los protagonistas de aquella época van envejeciendo, otros se van muriendo, y hay que tratar de hacerlo cuanto antes.

Si mirás los ´80, muy poca gente en nuestro país conocía lo que había pasado con el rock uruguayo de las décadas del ´60, del ´70. Yo le contaba a mis compañeros anécdotas de aquellas épocas, les decía que los músicos uruguayos de grupos como Psiglo y Días de Blues tocaban de igual a igual con Spinetta, con Pappo, y eran compinches de ellos. Pero eran exiliados y andaban por distintas partes del mundo, entonces habían desaparecido. No me podían creer y yo llevaba discos para que los escucharan y bueno, ahí arrancó una gran manija de parte de ellos para que me pusiera a trabajar. Ahí arranqué la primera investigación.

¿De las cuevas al Solís?

Sí. Mi primera idea era hacer solo un libro vinculado con el movimiento del rock uruguayo que va del ´70 al ´75, que es cuando desaparece todo, que era algo que yo había vivido, además. Yo sabía qué músicos tenía que intentar entrevistar, a qué comunicadores, pero pensé que ya que estaba por qué no arrancaba desde el principio de la década del ´60, que fue lo que me dio más trabajo.

Hay libros que escribiste que tienen el título Álgebra y otros que tienen títulos, por ejemplo, como Rada. ¿Qué tienen en común la música y la matemática?

En la música hay mucho de matemática. Para empezar, las notas musicales fueron descubiertas por Pitágoras, que era un matemático. Hay mucha cosa de la matemática dentro de la música desde el punto de vista formal, aunque mi involucramiento con la música viene de manera paralela. Fue casi de casualidad hacer este proyecto y, si no hubiese hecho De las cuevas al Solís, tal vez no hubiese desarrollada nada de la historia de la música popular uruguaya, vinculada al rock.

¿Por qué rock?

Creo que no lo podría explicar. Cuando uno piensa en las primeras canciones, escuchábamos porteñadas que eran grupos argentinos de finales de los ´60 y los primeros ´70. Nos acompañaron en las primeras relaciones interpersonales, en mi caso con otras niñas, las primeras novias, etc.

Eso que tiene sus raíces en el blues, en el folk norteamericano y en el country es muy difícil de explicar su porqué desde el punto de vista auditivo. Desde el punto de vista sociológico puede tener otras connotaciones, es como una música que acompaña el sufrimiento de los jóvenes, de los que por primera vez se consideraron jóvenes. Antes de la década del ´50 uno pasaba de ser niño a ser adulto, hasta que aparece una nueva cultura juvenil y es justo la música del rock la que acompaña esa movida de la rebeldía. Esos nuevos jóvenes y la rebeldía estuvieron presentes durante varias etapas del rock, incluso hasta cuando aparece el movimiento punk que rechaza y rescata la rebeldía del primer rock. Pero desde el punto de vista auditivo no tengo explicación, éramos menos de un 5% de la gente que estaba en una clase que apreciaba esa música. El resto, escuchaba otra cosa.

Y con De las cuevas al Solís (tomos 1 y 2), Rock que me hiciste mal con Peveroni, curador de exposiciones, radio, revistas, medios, Días de blues, Rada, profesor de Historia del rock y jurado Premios Graffiti, ¿cómo se pasa de investigar de las matemáticas a las humanidades?

Yo no tengo formación como investigador en historia, ni mucho menos. Yo, lo que hice, fue copiarle a Guilherme de Alencar Pintos. Vi que hizo entrevistas, que había ido a bibliotecas y yo fui a las bibliotecas durante años. Revisé todas las publicaciones periódicas de diarios y revistas que pude encontrar y terminé haciendo más de setenta entrevistas. Me dio mucho trabajo porque era muy tímido y no conocía a ningún músico ni comunicador, personalmente.

Entonces, empecé a conseguir teléfonos de algunos y le pedí a mi esposa que llamara. Ella decía que era la esposa de un tipo que estaba por hacer un libro y quería hablar con tal persona. Una genia total.

Otros aspectos, que me parecen relevantes, porque en todo esto de cuestiones que tienen muchos años hacia atrás, los historiadores lo saben muy bien, pueden aparecer mitos, bolazos de los que se corrió la bola porque alguien lo dijo y después repiten. Cosas que, en realidad, es muy difícil que se sostengan. También me preocupé de que cada afirmación que hiciera tuviera distintas fuentes, no que uno dijera que había pasado tal cosa, sino tener distintas fuentes. Así que seguir ese proceso es lo que, de alguna manera, se suele hacer en ciencias sociales para este tipo de investigación. También es parte del rigor de la matemática.

También sos jurado de los Premios Graffiti que es uno de los tantos termómetros de la música nacional, ¿hacia dónde va este año el panorama?

Debido a todo el trabajo que tengo, en la primera ronda que es nominar a los diez mejores de cada categoría, no participo. Se me hace imposible escuchar 350 discos. Lo que hago, cuando ya están los diez o cinco nominados en cada categoría, ahí sí los escucho con atención, los de algunas categorías, y voto. Tengo que ser sincero en eso, porque la producción es enorme.

Cada vez hay más producción de material y creo que es algo general en la música más asociada al rock que es difícil poder encontrar cuestiones realmente originales y nuevas.


¿Qué es lo que valorás en un disco nuevo, además de lo novedoso?

La calidad de la interpretación, los arreglos, algún elemento armónico, melódico, las letras.

¿Qué motiva cada una de tus investigaciones?

Después de que tenía De las cuevas al Solís prácticamente terminado, en el año 2000, era un libro como de 1200 páginas. Ahí fue difícil conseguir una editorial que lo editara, tenía también muchas fotos. Hasta que apareció Ángel Atienza, director del sello discográfico Perro Andaluz. Entre la respuesta negativa de todas las editoriales que tanteamos, transformó su editora de discos en una editora de libros y se la jugó a sacarlo. Se partió en dos libros, Tomo 1 y Tomo 2, década del ´60 y década del ´70. Se animó a sacarlo en plena crisis porque en 2002 salió el primer tomo.

Luego de ser muy organizados y agregar todas las fotos que conseguimos y no escatimar en nada, yo pensé que había cumplido con esa locura que había hecho, con ese desafío que me habían hecho mis compañeros de trabajo y amigos. Ha terminado, de alguna manera, rarísimo. Durante casi cuatro décadas, muchos de mis ídolos como Rada, los de Psiglo, Días de Blues y otros más, nunca pensé que iban a terminar siendo mis amigos. Pensé que se había terminado y se dieron distintas circunstancias, llegaron invitaciones para otros proyectos. Seguí con eso y ya no lo puedo dejar.

Hubo muchos proyectos que quedaron por el camino o que están, todavía, pendientes, como continuar De las cuevas al Solís, Tomo 3, que sería la dictadura. Después, el movimiento del rock uruguayo de los ´80, etc. En el caso del libro de Rada fue una casualidad enorme porque Rada nunca había querido que hicieran un libro de él y una persona lo convenció, Stella Forner.

Trabajando en esa biografía estaba otro amigo y un domingo muy frío del invierno del 2013 recibí una llamada de esta señora, que yo no conocía, y me contó la historia de que el periodista que estaba trabajando en el libro de Ruben Rada había desistido, que ya estaba armado, que era un libro que se iba a editar en noviembre, estaba todo pronto con la editorial, hasta el número de páginas que iba a tener. Me estaba invitando a mí de junio a noviembre y le dije que sí. No podía rechazar el desafío.

En parte, yo conocía muchísimo de la trayectoria de Rada y por eso lo pude hacer. En diez reuniones que mantuve con él aprendí muchísimas cosas más. En Rock que me hiciste mal fue el director de Banda Oriental que me llamó y me propuso hacer algo sobre los hermanos Fattoruso, creo. Le hice una contrapropuesta de por qué no hacer algo que repasara las distintas épocas del rock uruguayo con pantallazos, desde el comienzo hasta la década del ´90 e invitamos a alguien más, así trabajábamos juntos. Le sugerí el nombre de Gabriel Peveroni.

Creo que en todos los casos fueron invitaciones que fueron llegando. En Días de Blues, al conocer la colección Discos, esta colección tan interesante que está sacando Estuario, me comuniqué yo con Gustavo Verdesio, el director de la colección, preguntándole si no estaba pensando en que uno de los libros fuera sobre Días de Blues y me dijo que sí, incluso habían pensado que fuera el primero de la colección. Estuvimos intercambiando y ahí aceptó que yo lo hiciera.

¿La matemática nunca interfirió con nada de esto?

Sí, en varias ocasiones. En particular, parte de muchos de estos proyectos, vinculados con la música, quedaron un poco truncados porque entre 2015 y 2019 fui Prorector de enseñanza de la Universidad de la República. Eso me acaparó totalmente las 24 horas del día y, ni bien dejé el cargo, aunque mantuve una carrera importante en Facultad de Ciencias Económicas, fue que me metí de lleno con el libro de Días de Blues.

¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?

Las dos cosas, el día más feliz de mi vida y el más triste, tuvieron que ver con temas de salud. El día más triste fue cuando me enteré de la enfermedad terminal que le diagnosticaron a mi madre y el más feliz fue, por el contrario, cuando me enteré de un resultado positivo de un análisis que le habían hecho a una de mis hijas.

¿Algo que la vida te haya enseñado a los golpes?

Eso de la timidez. Yo fui perdiendo la timidez, en particular, con la investigación y con las setenta y pico entrevistas para De las cuevas al Solís... En algunos trabajos vinculados a la parte de gestión académica fue donde terminé de sacarme la timidez, pero fue un proceso de muchos años y creo que fue a los golpes, justamente.

Otra cosa que me parece que fui perdiendo, a los golpes, fue esa especie de estrés o nerviosisimo por resultados, empezando por los deportivos. Muy mal acostumbrado al Peñarol de la década del ´60, me llevó mucho tiempo no tener esa preocupación por fracasar en los resultados positivos. A la larga, te terminás dando cuenta de que eso es parte de la vida, de que son juegos. Desde hace un tiempo no me estreso, no sufro, no solo en resultados positivos sino en otras cosas en las que pensás que podés incidir. Por ejemplo, decisiones colectivas en ciertas instancias de trabajo en equipo, lo que puede ser una asamblea gremial. Hace tiempo, también a los golpes, he ido perdiendo el estrés.

Pero sos profesor hace muchos años, ¿cómo manejabas la timidez en la clase?

En ese sentido no tenía problema. No tuve problema para encarar una clase y soy muy callado, salvo en la clase.

¿En qué momento de tu vida sentiste mayor libertad?

En general, me siento libre cuando estoy solo y tranquilo y puedo dedicarme largo rato a hacer algo que me estaría interesando en ese momento, ya sea pensar un problema de matemática o trabajar en escribir historias, tocando un instrumento, escuchando música. Por el tema de la edad, me parece contradictorio porque fue durante la época de la dictadura donde, a pesar de eso, me sentía muy libre. En particular, por el básquet, que me apasionaba y lo hacía con mucho placer, más allá de lo competitivo. También empecé a estudiar lo que quería y, con la perspectiva del tiempo, pasé una etapa muy oscura donde, en particular, con las relaciones interpersonales con otra gente fue muy difícil.

¿Algo de lo que te arrepientas en tu vida?

Me arrepiento de haber dejado de jugar al básquetball. Podría haber seguido un tiempo más. Después, volví en la Asociación Cristiana de Jóvenes y me mantuve hasta que perdí mi talón de aquiles y no hice nunca más deporte.

¿Qué es felicidad para ti?

Será que ahora estoy influido porque tengo un nieto de seis años y una nieta de seis meses. Creo que la felicidad es ver cómo tus hijos, tus nietos, tienen posibilidades de desarrollarse de la manera más adecuada posible para que sean felices en la vida. Lo contrario a la felicidad es cuando ves niños en la calle, digamos, o niños maltratados por sus padres.

Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?

Al cielo no, como dice el Cuarteto de Nos, en broma. No creo en el cielo o en el infierno. A pesar de que hace muchísimo tiempo que no soy creyente, de niño hice catecismo. Así como era muy fanático de Peñarol, era fanático del catecismo también. Me llamaban la atención, enormemente, unos cuadros donde se mostraba el infierno con todo el mundo quemándose ahí. No sé a dónde iría, eso no lo puedo decir yo. Me parece que le corresponde evaluarlo a otras personas y no a mí.

Por Federica Bordaberry