Por The New York Times | Roger Cohen

PARÍS — En sus tiempos, el expresidente de Francia Nicolas Sarkozy fue conocido como “Sarko el Estadounidense” por su amor al libre mercado, al debate desenfadado y Elvis. Sin embargo, en fechas recientes, más pareciera ser “Sarko el Ruso”, aun cuando la crueldad del presidente ruso, Vladimir Putin, resulta más evidente que nunca.

En entrevistas que coinciden con la publicación de una biografía, Sarkozy, quien ocupó la presidencia de Francia de 2007 a 2012, declaró que revertir la anexión rusa de Crimea era “ilusorio”, descartó que Ucrania se uniera a la Unión Europea o a la OTAN porque debe permanecer “neutral” e insistió en que Rusia y Francia “se necesitan mutuamente”.

“La gente me dice que Vladimir Putin no es el mismo hombre que conocí. No me convence. He tenido decenas de conversaciones con él. No es irracional”, declaró a Le Figaro. “Esta vez los intereses europeos no están alineados con los intereses estadounidenses”, aseveró.

Sus declaraciones, tanto al periódico como a la cadena de televisión TF1, fueron inusuales para un expresidente, ya que discrepan bastante de la política oficial francesa. Además, provocaron la indignación del embajador ucraniano en Francia y la condena de varios políticos franceses, entre ellos el presidente Emmanuel Macron.

Las declaraciones también ponen de manifiesto la fuerza de los núcleos de simpatía pro-Putin que persisten en Europa. Esas voces se han apagado desde que Europa forjó una postura unificada contra Rusia a través de sucesivas rondas de sanciones económicas contra Rusia y ayuda militar a Ucrania.

La posibilidad de que se hagan más fuertes parece haber aumentado ya que la contraofensiva ucraniana ha resultado decepcionante. “El hecho de que la contraofensiva no haya funcionado hasta ahora significa una guerra muy larga de resultado incierto”, afirmó Nicole Bacharan, politóloga del Instituto de Estudios Políticos de París, una universidad de la capital francesa. “Existe el riesgo de un cansancio político y financiero entre las potencias occidentales que debilitaría a Ucrania”.

En Francia, Alemania, Italia y otros países, ni siquiera las evidentes atrocidades de la embestida rusa contra Ucrania han eliminado la afinidad por Rusia que suele existir entre la extrema derecha y la extrema izquierda. Esto también se extiende a veces a los políticos como Sarkozy de la clase dominante, que sienten cierto parentesco ideológico con Rusia, culpan de la guerra a la expansión de la OTAN hacia el este o buscan beneficios monetarios.

Desde Alemania (donde el excanciller socialdemócrata Gerhard Schröder es la figura más conocida que apoya a Putin) hasta Italia (donde el ex primer ministro Giuseppe Conte, del partido contestatario Movimiento Cinco Estrellas, se ha pronunciado en contra de los envíos de armas a Ucrania), algunos políticos parecen inquebrantables en su apoyo a Putin.

Francia, al igual que Alemania, siempre ha tenido un número importante de rusófilos y admiradores de Putin, sea cual sea su tan conocida disposición a eliminar a sus oponentes, el último de los cuales, al parecer, fue su antiguo compinche y rival advenedizo Yevgeny Prigozhin, que lideró un breve motín hace dos meses. La extrema izquierda, en un resabio de la época soviética, también siente una persistente simpatía por Rusia que la guerra de 18 meses no ha erradicado.

Los simpatizantes van desde Sarkozy, gaullista y de centroderecha, con su resentimiento latente hacia el poder de Estados Unidos en Europa y su admiración por los líderes fuertes, hasta la extrema derecha de Marine Le Pen, enamorada de la postura de Putin a favor de la familia, la fe y la patria frente a un Occidente cada vez más decadente. La extrema izquierda, en un resabio de la época soviética, también siente una simpatía perdurable por Rusia que la guerra de 18 meses no ha erradicado.

Aun así, la franqueza de Sarkozy fue sorprendente, al igual que su inequívoco tono prorruso y lo provocador del momento en el que le da voz.

“La equidistancia gaullista entre Estados Unidos y Rusia es una vieja historia, pero lo que dijo Sarkozy fue impactante”, comentó Bacharan. “Estamos en guerra y las democracias están con Ucrania, mientras que las autocracias del mundo están con Putin”.

La obstinación del vínculo emocional de la derecha francesa con Rusia debe mucho a un recurrente prurito galo de ser una gran potencia y al resentimiento por el alcance del dominio estadounidense de la posguerra, evidente en la actual búsqueda, liderada por Francia, de una “autonomía estratégica” europea. Incluso Macron, un centrista, dijo en una fecha tan reciente como 2019 que “Rusia es muy profundamente europea y creemos en esta Europa que se extiende de Lisboa a Vladivostok”.

Con Putin, el acercamiento ruso también ha sido cuestión de dinero. El partido de extrema derecha Agrupación Nacional de Marine Le Pen recibió un préstamo ruso; el ex primer ministro francés François Fillon formó parte de los consejos de administración de dos empresas rusas (antes de dimitir el año pasado en protesta por la guerra), y desde 2021 Sarkozy está bajo investigación debido un contrato de 3 millones de euros (unos 3,2 millones de dólares) con una compañía de seguros rusa.

Esta conexión financiera con Moscú ha socavado la credibilidad de Sarkozy, pero no por eso ha dejado de manifestarse al respecto.

Exhortó a Macron, con quien se reúne regularmente, a “renovar el diálogo” con Putin, pidió la “ratificación” de la anexión de Crimea a través de un referendo supervisado a nivel internacional y dijo que también deberían organizarse referendos en la región oriental del Donbás para resolver cómo se dividen allí las tierras entre Ucrania y Rusia. Si la meta de Occidente era obtener importantes ganancias militares mediante la contraofensiva ucraniana para lograr una posición de negociación con Moscú favorable para Ucrania (como sugirieron a principios de este año altos funcionarios de Washington y Europa), por el momento ese escenario parece lejano.

Esto, a su vez, podría ejercer una mayor presión sobre la unidad y la determinación de Occidente a medida que se acercan las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo año. En Italia, el partidario más acérrimo de Putin fue Silvio Berlusconi, cuatro veces primer ministro y fallecido hace unos meses. Giorgia Meloni, quien como primera ministra lidera un gobierno de extrema derecha, se ha mantenido en una línea proucraniana, a pesar de las simpatías de los movimientos de extrema derecha de toda Europa por Putin.

Conte declaró hace poco que “la estrategia militar no funciona”, aunque tenga un costo económico devastador.

En Francia, Ségolène Royal, una destacada excandidata socialista a la presidencia que ha denunciado las afirmaciones ucranianas sobre las atrocidades rusas como “propaganda”, anunció la semana pasada su intención de liderar un grupo unido de izquierda en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo año. Fue otra pequeña señal de un posible resurgimiento del sentimiento prorruso.

Putin ha aprovechado los conflictos latentes en Georgia y otros lugares. Si no hay victoria para ninguno de los dos bandos en Ucrania antes de las elecciones estadounidenses de noviembre de 2024, “el resultado de la guerra se decidirá en Estados Unidos”, concluyó Bacharan. Un miembro de la Brigada de la Infantería de Marina de Ucrania se coloca en posición en la línea del frente sur de Ucrania, el 3 de agosto de 2023. (Diego Ibarra Sanchez/The New York Times) Un puente destruido que todavía se puede cruzar a pie en el pueblo de Bohorodychne, Ucrania, el 22 de agosto de 2023. (Tyler Hicks/The New York Times)