Cándida Cuervo González y José Antonio García Llana, residentes en la ciudad española de Oviedo, cerraron el pasado 22 de enero un viaje vital de más de medio siglo. Se casaron la iglesia de San Esteban de Sograndio en 1970, y allí mismo fue el funeral de ambos, después de fallecer, con solo 45 minutos de diferencia, a las 13:30 y a las 14:15 horas del pasado domingo.
Según informa El Periódico Español, los dos se habían trasladado en los últimos tiempos a una residencia para adultos mayores. Ella, de 89 años, falleció en el mencionado residencial, y él, de 86, en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde había ingresado el viernes anterior.
Él era natural de Villapérez, en la falda del Naranco, y ella tenía sus orígenes en Sograndio, donde los cuerpos de ambos recibieron sepultura al día siguiente a su deceso. Pepe trabajó toda la vida como mecánico y Cándida fue siempre ama de casa.
De acuerdo con el citado medio, la pareja no tuvo hijos, pero en el barrio de Teatinos, donde vivieron siempre, muchos vecinos los consideraron como familia. “Siempre fueron muy queridos por sus vecinos, les tenían en muy alta estima”, dijo María Jesús, una de las sobrinas de la pareja. Eran precisamente los sobrinos los parientes más cercanos que tenían y quienes se ocupaban de que todo estuviera bien, aunque les gustaba hacer una vida independiente.
Siempre aficionado al volante, era habitual ver a Jose, incluso ya mayor, conduciendo en compañía de su esposa. En el barrio los recuerdan como personas afectuosas y solidarias. “Era muy habitual verlos en funerales y dando pésames, siempre querían estar con la gente que perdía a algún familiar”, relató un allegado.
José había ingresado primero al residencial de Montecerrao, porque su deterioro cognitivo así lo ameritaba. Cándida se mudó allí recién el pasado 2 de enero y con su salud ya delicada.
El estado de ella se agravó el pasado viernes 20. José estaba aparentemente estable, pero su deterioro se aceleró al inicio del fin de semana, por lo que se lo llevó al sanatorio. Cándida moría en la residencia de madrugada y el que fuera su inseparable marido lo hacía en el recinto sanitario 45 minutos más tarde.
“Cuando llamamos para comunicar la muerte, lo primero que nos preguntaron era si había sido un accidente, pero en realidad fue una curiosa y hasta romántica casualidad”, explicó la sobrina.
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