Dos veces en la vida
le pasaron cosas grandiosas y decisivas en la vida a Vanessa Estol (35), y las
dos fueron “de casualidad”, dice. De adolescente se topó en una tienda del
Montevideo Shopping con el organizador de Miss Uruguay y éste la invitó a
modelar. Incentivada por su madre y su abuela, ambas misses, aceptó. Desfiló,
posó, hizo comerciales, castineó y fue Miss Uruguay. La competencia no le
gustó, pero el modelaje le dio una oportunidad laboral en México y allá fue.
La segunda azarosa oportunidad fue cuando buscando desenchufarse de tanto estudio, entre libros que hablaban de Freud y Lacan, buscó un plan light para el fin de semana en el DF mexicano, donde todavía vive. Buscó algo al aire libre, vinculado a la naturaleza y encontró una expedición a una montaña. Se anotó. Y ahí descubrió una pasión oculta: el montañismo.
Hoy, la uruguaya que se crió andando en bici por Lagomar, planifica volver al Monte Everest, en Nepal, donde en mayo llegó a la penúltima escala, a los 8.000 metros de altura. Un ciclón en la cumbre (y el Covid) no le permitieron completar la expedición. Pero no se amilana tan fácil la mujer criolla. Ya está juntando fondos para volver a trepar el Everest dentro de un año. La mentada aventura no es nada barata: puede costar entre 50.000 y 150.000 dólares. Pero no hay tarjeta de crédito que pague un amanecer visto desde allá arriba.
Con un doctorado en Psicología -hasta 2019, su mayor montaña personal-, Estol comenta que empresas mexicanas y europeas la han ayudado con recursos varios, pero se lamenta por sentirse ignorada por el Estado uruguayo.
-¿Cómo recordás tu infancia en la Costa de Oro?
-Toda mi niñez en Lagomar, y fue súper linda, muy diferente a cómo crecen los nenes ahora. Salía el sol y nos íbamos con mis hermanos a andar en bicicleta con un grupito de amigos, y nos volvíamos a casa sobre las nueve o diez de la noche todos los días. Jugábamos con amigos, nos metíamos en bosquecitos a explorar en El Pinar. Fue muy linda, muy sana. También íbamos mucho de campamento, a mi papá le gusta pescar, entonces lo acompañábamos a José Ignacio o al Río Negro, a pescar.
-¿Cómo fue tu inserción en los concursos de belleza? ¿Qué te atrajo de ese camino?
-Fue por casualidad. Una vez estábamos en Montevideo Shopping, en una tienda de fotografía, y ahí conocimos a Ángel Cairo, que es el organizador de Miss Uruguay, y él me invitó. Mi mamá y mi abuela habían participado en concursos de belleza, entonces ellas me dieron manija para que me metiera. Eso fue a los 16 años.
"Encontré lo de las montañas de casualidad. Estaba buscando algo que hacer un fin de semana, encontré una publicación de estos grupos que llevan gente a una expedición a una montaña en México, y fui. Pero nunca se me había pasado por la cabeza"
Lo hice más como un hobby en ese momento, y en uno de esos concursos me salió una oportunidad laboral con un contrato de trabajo acá en México, entonces coincidió con que mi mamá se quería ver por proyectos personales a México. Venía, en principio, por tres meses, pero me terminé quedando. Me metí a estudiar mi carrera de psicología, una maestría y un doctorado después. Me mudé a México en 2005.
-Estudiaste psicología. ¿Era tu vocación más "formal"?
-Siempre me gustó, mi abuela también es psicóloga, entonces desde chica me llamaba la atención. MI familia es toda de médicos. Yo quería meterme en psiquiatría, pero terminé decidiéndome por psicología. Me atrajo entender a la gente, la forma de comportarse.
-En 2005 participaste en Miss Universo en México. ¿Cómo te fue?
-Me fue bien, pero ahí me di cuenta que lo de los certámenes no me encantaba. Me gustaban más otras cosas, como hacer comerciales o sesiones de fotos, o modelo de pasarela. Acá a México llegué con un contrato de una agencia muy buena, Élite, y trabajé de eso para pagarme todos los estudios. Pero me di cuenta que no quería dedicarme a eso, lo tomé como una forma de ganar dinero.
-Tuviste una propuesta para estudiar modelaje en Japón y tus padres no te dejaron ir por ser menor de edad.
-Esa propuesta fue en el primer certamen en el que me metí, que era Miss Uruguay para Miss Italia. Lo de Japón era parecido a lo de México: un contrato de trabajo con una agencia de modelos, pero allá. Como yo era menor de edad, mis padres me dijeron que primero terminara el liceo, cumpliera la mayoría de edad, y ahí decidía qué hacer.
-Quizás si hubieras ido, hoy no estarías escalando montañas...
-Quién sabe, la verdad… Encontré lo de las montañas de casualidad, también. Estaba buscando algo que hacer un fin de semana, algo vinculado a la naturaleza, encontré una publicación de estos grupos que llevan gente a una expedición a una montaña no muy alta acá en México, y fui. Pero nunca se me había pasado por la cabeza, como en Uruguay no tenemos montañas…
-Después de ese certamen elegiste México como país de residencia. ¿Por qué?
-Me gustó el país. Al principio fue muy caótico, porque nada que ver pasar de vivir en Lagomar a Ciudad de México, con 23 millones de habitantes, Entonces, al principio fue difícil la adaptación. Pero después de un tiempo fue más fácil. Si te gusta el deporte hay kitesurf, hay playas, hay selva, montañas, hay más oportunidades laborales. Me gusta la cultura mexicana y ellos son súper abiertos y amigueros. Por eso me gustó el país como para quedarme.
-¿Cómo se da el pasaje del mundo de los concursos de belleza al montañismo? Porque no parecen tener mucho que ver... ¿Hubo un episodio puntual?
"En esas montañas siempre están con 'la sudafricana más joven de no sé qué en subir la montaña', 'el colombiano más viejo en subir la montaña'. Yo soy la primera persona uruguaya en subir una montaña de más de 8.000 metros. Quiero escalar las 14 que hay"
Estaba buscando actividades que hacer que tuvieran que ver con la naturaleza. Yo estaba terminando mi carrera, muy metida en el estudio y encerrada, entonces los fines de semana buscaba algo para desconectarme. Ahí apareció la oportunidad de subir una montaña y me encantó, desde la primera. Aparte me gustan los retos. Después fui queriendo subir cada vez montañas más altas. La primera medía 4.600 metros. Y a los dos o tres meses me fui por primera vez al Himalaya, a hacer mi primera montaña con más de 6.000 metros.
-Tu primera cumbre fue el Nevado de Toluca. ¿Cómo recordás esa
experiencia?
-Fue muy linda. Yo pensé que nunca iba a hacer cumbre, porque nunca fui súper deportista, de entrenar o salir a correr. Pregunté cuánto tiempo había que caminar a la cumbre y me dijeron: “cuatro horas”. Pensé que no iba a hacer cumbre (llegar al pico más alto de la montaña), pero me encantó ponerme desafío y retarme, superar mis límites. Nos tocó un día muy feo, nevaba, yo iba con un amigo colombiano que tampoco lo había hecho nunca y estaba sufriendo. Nos costó como cinco horas y media, por el clima, y porque no estaba tan fácil como imaginamos. Bajamos súper cansados con una tormenta.
Esa noche estrenaban en el cine una película llamada Everest (2015), y nos fuimos a ver la película. Y fue gracioso porque cuando salimos de ahí, yo estaba súper motivada porque había hecho cumbre, entonces les dije que iba a subir al Everest, y se reían todos. Me decían: “No, pará un poco, fuiste al Nevado de Toluca nomás”…
-El 2 de octubre de 2018 dijiste en tus redes sociales que habías "cumplido un sueño" y posteaste: "Primer 8.000 para mí y primer ascenso de Uruguay a un 8.000". Traducime esto.
-Hay 14 montañas en el mundo de más de 8.000 metros de altitud. Y en ese momento no había (registrado) ningún ascenso de ninguna persona de Uruguay. Fue mi primera montaña de más de 8.000 metros y la primera persona de nuestro país en lograrlo. Fui antes a comprobar a un lugar, donde había una base de datos en Himalaya, de cada montaña, y no había ningún hombre y ninguna mujer de Uruguay que hubiera subido a ninguna de las 14. En esas montañas siempre están con “la sudafricana más joven de no sé qué en subir la montaña”, “el colombiano más viejo en subir la montaña”…
-El 21 de mayo pasado tenían pensado llegar al pico más alto del Monte Everest, de 8.848 metros, el más alto del mundo. Pero tuviste que cancelar la expedición por varias complicaciones. ¿Qué pasó?
-Varias cosas. En primer lugar y lo más decisivo: el clima. Había un ciclón arriba del Everest. Cada día que subíamos el pronóstico que nos daban estaba errado para peor. Nos decían que del campamento base al campamento 1 habría un centímetro de nieve, y caían 20. Siempre le erraban, que es raro, y para peor. Y cuando llegamos al campamento 4, que es el último antes de la cima, todas las carpas (que habían dejado ahí para nosotros) estaban rotas, tardamos dos horas en volver a armarlas, porque había 80 km/h de viento. Llegamos como las 12 del día al campamento 4, se suponía que iba a amainar el viento y eso nunca pasó. Nos despertamos a las 22 horas, pero el clima seguía horrible, lo cambiamos para medianoche. Ahí lo cambiamos para las 2 de la madrugada y así. A mí me llegaban mensajes al aparato satelital diciéndome que había un ciclón en la cumbre, y que el clima se iba a poner peor, que nos bajáramos.
Además, los guías locales -que se llaman sherpas- estaban raros… No sabíamos qué les pasaba exactamente, pero estaban raros. Pensamos que era cansancio nomás. Decidimos no subir ese día, bajar al campamento 2, y esperar ahí unos días a la siguiente ventana de buen clima. Pero cuando bajamos al campamento 2, ellos se pusieron peor y resultó que tenían Covid. Yo había tenido Covid antes, a mitad de abril, cuando llegué al campamento base.
-¿Por qué se termina frustrando la expedición?
"Llegué a 8.000 metros del Monte Everest y desde ahí se ve increíble, se ve toda la cordillera de los Himalayas, un montón de montañas, y se alcanza a percibir un poquito de la curvatura de la Tierra. Un amanecer o atardecer ahí es impresionante"
-Porque cuando estábamos en el campamento 4 (que está a 8.000 metros), cuando el clima estaba horrible, y nuestro equipo no estaba al 100, bajar al campamento 2 (a 6.500) y esperar en el campamento 2 unos 3 o 4 días a que mejorara el clima para volver a subir. En ese momento los sherpas se empiezan a poner mal, y bajan al campo base algunos como para recuperarse, y ahí se testearon y supimos que tenían Covid. En nuestro grupo había 46 sherpas o guías, y 40 tenían Covid. Ya no quedaba apoyo para poder subir, porque es imposible subir solo. Éramos 33 expedicionarios y 46 sherpas. Ellos ayudan con la logística, llevan provisiones para arriba, nos ayudaban con el oxígeno también.
-¿Y ahora cuándo llegarás a la cumbre?
-Esto se hace una vez al año, en abril. Si vuelvo a juntar los fondos, me iría en abril del año que viene.
-¿Cómo imaginás la vista desde ahí arriba?
-Imaginar no, ¡yo la vi! No trepé a la cumbre, pero estábamos a 800 metros, muy cerquita de la cumbre. Me faltó el último tramo nomás. Llegué a 8.000 metros y desde ahí se ve increíble, se ve toda la cordillera de los Himalayas, un montón de montañas, y se alcanza a percibir un poquito de la curvatura de la Tierra. Hay fotos en mis redes sociales… Básicamente ves, para todos lados, toda la cordillera de los Himalayas. Lo más lindo ahí son los amaneceres y los atardeceres. Eso se ve impresionante.
-¿Crees que habrá un antes y un después en escalar 8.848 metros y llegar al pico más alto del mundo?
-Es un logro, algo que quería hacer hace mucho, pero no creo que sea un antes y un después. Voy a buscar algún otro reto.
-¿Qué otras montañas altas has escalado?
-Fui al Aconcagua en Argentina, dos veces, por dos rutas diferentes. A Bolivia, donde hay muchas montañas de más de 6.000 metros, fui dos años seguidos. Hice ahí cuatro o cinco montañas, que están cerca de La Paz. Fui a Ecuador, ahí hice Chimborazo, y las más conocidas. Y algunas montañas técnicas en Ecuador. Las montañas técnicas no son montañas a las que subís caminando, sino escalando, en hielo y en roca. Fui a Patagonia también, eso es escalada técnica también. A Himalaya, en Nepal, fui tres años seguidos. La cordillera de los Himalayas también se prolonga hacia China y Pakistán, pero yo estuve en Nepal. Ahí hice Manaslu, que tiene 8.163 metros.
-¿Cómo es la preparación para subir al Everest? Decías en nota con Eme de El País que hay que aclimatarse por la falta de oxígeno.
-Para empezar, subimos caminando desde los 2.000 y algo de metros, desde un aeropuerto que se llama Lukla, que es el aeropuerto más peligroso del mundo -dicen-, porque la pista es muy cortita y hay barrancos y montañas enfrente. Ahí llegamos en una avioneta y empezamos la caminata de 2.000 y algo de metros. Después llegamos hasta el campamento base que son seis días de caminata. Antes de eso, cerca del campamento base subimos una montaña de 6.119 metros, que se llama Lobuche (Nepal) y luego de llegar al campamento base, no podés subir a cumbre de una. Hay que subir a campamento 1 primero, dormir ahí, subir al campamento 2, bajar. Se llaman rotaciones, que es subir y bajar pedacitos de la montaña para generar glóbulos rojos y aclimatar el cuerpo a la altitud. Todo ese proceso dura un mes y medio. Poder salir hacia la cumbre o la cima dura un mes y medio de aclimatación.
-¿Cuál es el equipamiento? ¿Qué cosas llevan?
-Llevás un traje de plumas completo, que aguanta temperaturas de 40 grados bajo cero, las botas especiales como para montañas de 8.000 metros (cada una pesa como un kilo), llevás crampones, que son como unos picos que se le ponen a las botas para poder pisar en la nieve y no resbalarte, casco, un teléfono satelital, guantes para -40, gafas. ¡Llevamos de todo! Por eso hacemos rotaciones, y vamos dejando cosas arriba.
-¿Hay 40 grados bajo cero?
-Sí, en la noche. Lo malo es que en el día puede haber 30 grados. Se hace como un microclima, estás en un glaciar, rodeado de montañas sin viento, a veces, y en una parte en especial, entre el campamento 1 y el 2, llegamos a los 30 grados de calor. Y en la noche, -30 o -40.
-¿Y las provisiones? ¿Cómo se alimentan?
-En el campo base la comida es casi igual que acá, porque hay cocineros, y la comida es muy normal. Comíamos variado, de todo, pero antes de subir, cada uno elegía lo que quería comer arriba y cada uno carga su comida, de acuerdo a sus gustos. Pero no hay muchas opciones, hay que llevar cosas hechas. Yo llevaba salamín, chocolates, esas comidas que se hacen agregando agua caliente nada más…
-Supongo que escalar el Everest no debe ser barato. ¿Cuánto cuesta la expedición? ¿Tuviste que ahorrar o hacer algo extra para costearla?
"Mi subida, con los servicios básicos, cuesta 50.000 dólares, y subo con un sherpa, uno de los guías locales. Hay gente que paga 150.000 dólares, y no cargan nada, llevan dos sherpas (que llevan todo), más un guía de otro país"
-Antes de decidir subir el Everest yo me dedicaba a lo que estudié: veía pacientes. Y cuando decidí hacerlo no me daban los números para pagarlo, porque cuesta unos 50.000 dólares. Entonces empecé a vender expediciones, a armar grupos de gente para llevar a las montañas o para trekking. Me hice mi propia agencia, digamos, pata llevar gente a montañas para principiantes, como el campo base del Everest. Ojo, que puede costar más. Lo mío, con los servicios básicos, me cuesta 50.000 dólares, y subo con un sherpa, uno de los guías locales. Hay gente que paga 150.000 dólares, y no cargan nada, y llevan dos sherpas (que llevan todo), más un guía de otro país.
-Organizar grupos de trekking o montaña para gente que quiere vivir la experiencia se convirtió en una forma genuina de obtener ingresos, ¿no? Sos como una guía.
-Algo así. No estudié para guía, ni es algo que quiera hacer, pero yo organizo la logística, contrato a los guías, voy al grupo a acompañarlos y ver que todo salga bien. Y subo con ellos. Se llama tour leader. Me encanta, pero lo hago para costear mis expediciones.
-¿Contás con el apoyo de empresas privadas o del Estado?
-En Uruguay, de nada. Ni del Estado ni de empresas privadas. Había una chica de El Salvador que quería ser la primera salvadoreña en llegar a una cumbre de 8.000 y cuando llegó a su país la recibieron los del gobierno, con una ceremonia para felicitarla, le dieron un cheque de 10.000 dólares, le dijeron que el año que viene le pagan toda la expedición. Tiene mucho apoyo ella. Pero en Uruguay yo no tuve suerte. Tengo apoyo de algunas empresas en México y europeas, hay una empresa europea que me regaló todo el equipo de montaña, como 10.000 dólares en equipamiento. Otra empresa de suplementos alimenticios para deportistas de acá me apoyó con algo de dinero, pero de Uruguay no.
-Pasaste por la Khumbu icefall. ¿Cómo podrías describir esa experiencia?
-Khumbu icefall es una cascada, pero de hielo. Son un montón de bloques gigantes, del tamaño de edificios de hielo, como todos superpuestos, digamos y abajo hay agua. Cuando pasan las horas del día y se empieza a derretir, se caen, así que pasar por ahí es toda una aventura. Es una ruleta rusa, porque cualquiera de esos se puede caer en cualquier momento. Hay que intentar pasar rápido, pero es relativo porque yendo rápido nos demoramos ocho horas. Eso está entre el campamento base y el campamento 1, y es la parte más peligrosa, la más linda también. Es una ruleta rusa.
-¡Sos una amante del peligro!
-No, me encanta la montaña, y la montaña tiene muchos peligros. Tiene muchos peligros controlables, digamos. El día que suspendimos la expedición a la cumbre del Everest, pudimos haber decidido seguir y arriesgarnos un poco más. Pero ahí tenés que evaluar qué estás dispuesto a perder por la cumbre: ¿perdés un dedo por congelaciones? ‘¿Perdés la vida si todo se pone peor? Sí hay muchos peligros, pero vos decidís hasta qué punto arriesgarte también.
-Tu sueño, dijiste, sería subir las 14 montañas de más de 8.000 metros en el mundo. Ya subiste dos. ¿Hasta qué edad pensás escalar?
-Hay un señor de 83 años que está intentando hacer su penúltima. Creo que todavía me queda tiempo, Este señor se llama Carlos Soria, es un español, y es su décimo intento en la última que le falta.
-¿Dónde quedó la psicología?
-Todavía sigo. No estoy viendo pacientes, pero estoy viendo de qué forma integrarlo con el tema de la montaña. En los viajes que armo estaba pensando en ofrecerle algo a empresas, para la parte de psicología organizacional. Tal vez en algún momento dé alguna conferencia. Creo que va muy bien el tema de la montaña y las experiencias vividas ahí con la psicología organizacional.
-¿Hay machismo en el montañismo? Por los peligros y esfuerzos físicos que conlleva imagino un ambiente muy de hombres...
-Sí, hay machismo en todos lados. Últimamente eso está cambiando y cada vez hay más mujeres en la montaña. Me llamó muchísimo la atención que desde que volví empecé a promover las salidas que hago yo, para llevar clientes. Y tengo un grupo al Nevado de Toluca y ahí tengo nueve mujeres y un hombre el sábado que viene, y en la otra son las 10 mujeres. Las mujeres se están animando más.
-¿Qué has descubierto de vos misma, dedicándote a escalar montañas y picos de 8.000 metros?
-Un montón de cosas. Pero más que descubrir, creo que trabajás muchas cosas como la paciencia, la resiliencia, aprendés a trabajar en equipo y ayudas a tus compañeros. Te ayuda a ser mejor persona, porque también las montañas sacan lo mejor y lo peor de cada uno. Como vivís un montón de situaciones extremas, aprendés un montón de vos mismo e intentás sacar lo mejor.
-¿Qué dicen tus padres? ¿Pareja? Deben estar con el corazón en la boca...
-Creo que ya se acostumbraron. Al principio sí, incluso a mi madre le tenía que mentir un poco, para que no se preocupara. Le decía que era más trekking, como caminatas, y después veía las fotos y se asustaba. Pero como que ya se fue curando de espanto, y ahora hasta la quiero meter en un curso de meteorología para que me ayude mandándome bien los pronósticos cuando estoy allá. Ahora sí ella apoya las expediciones, y comparte todo lo que yo subo. Y mi papá no la sigue tanto. No se preocupa tanto. Ahora en el Everest mis hermanos, menores, estaban más preocupados. Pareja no tengo y sería muy difícil tener una, porque tampoco estoy mucho tiempo en un lugar.
-¿Cuáles son tus próximos objetivos?
"Trabajás muchas cosas como la paciencia, la resiliencia, aprendés a trabajar en equipo y ayudás a tus compañeros. Te ayuda a ser mejor persona, porque también las montañas sacan lo mejor y lo peor de cada uno"
-En setiembre me voy a Ecuador, a llevar a un grupo de trekking y yoga, en octubre me voy a Himalayas otra vez a llevar a otro grupo al campamento base del Everest, en diciembre me voy al Kilimanjaro en África. En Himalayas voy a aprovechar a hacer una montaña que se llama Ama Dablam (Nepal), que es una parecida a la del Aconcagua, pero más de escalada, en roca y hielo. Los demás son porque me gusta y para juntar fondos para subir a cumbre de Everest, nuevamente.
-Todos tenemos nuestra propia montaña, ha dicho Carlitos Páez. ¿Cuál es la tuya?
-Yo creo que eso va cambiando con los años. Hasta 2019 quizás mi montaña era el doctorado (en Psicología), que yo sentí que era más difícil que el Everest. Ahora estoy con esto de los 14 ocho miles… El tiempo que me lleve dependerá de la suerte con el clima, con los recursos, porque también hay un chico de Nepal amigo mío que subió las 14 en seis meses, con patrocinadores y todos los recursos obviamente.
-¿Cuánto tiempo estimás que te demandará subir las 14 montañas de más de 8.000 metros de altitud?
-(Piensa) Tres o cuatro años, si me va bien con el clima.
-¿Qué extrañás de Uruguay?
-A mis amigos, a mi familia. Ahora que nacieron mis sobrinos, a ellos… La comida, la rambla.
-¿Sos feliz?
-Sí, claro. Obviamente no puedo ser
feliz todo el tiempo, pero en el balance tengo muchos más momentos en felicidad
en mi vida que negativos.