Por The New York Times | David E. Sanger and James C. McKinley Jr.
Cuando el presidente Joe Biden hizo una advertencia directa en un evento de recaudación de fondos el jueves de que la guerra en Ucrania podría convertirse en un “armagedón” nuclear, planteó una perspectiva aterradora que a muchos estadounidenses no les preocupaba tanto desde el final de la Guerra Fría.
Los funcionarios de la Casa Blanca no se retractaron de la declaración de Biden; sabían que reflejaba una profunda preocupación que ha llevado a los funcionarios del Pentágono y de los servicios de inteligencia a sopesar distintos escenarios, desde una detonación de prueba en el mar Negro hasta el uso de un arma nuclear contra, por ejemplo, una base militar ucraniana. Pero, el viernes, la Casa Blanca hizo hincapié en que Estados Unidos no había visto señales de que Rusia se estuviera preparando para usar armas nucleares.
Han pasado 30 años desde que la mayoría de los estadounidenses no hablan de disuasión nuclear, de la diferencia entre armas tácticas y estratégicas y de los estragos que puede provocar una bomba de 10 kilotones frente a una de 100. Entonces, ¿a qué se refería el presidente?
A continuación, lo que sabemos:
A medida que su Ejército pierde terreno, Putin ha comenzado a ondear su sable nuclear.
El mes pasado, en un airado discurso plagado de provocaciones y retórica antiestadounidense, el presidente ruso, Vladimir Putin, dejó clara la posibilidad de utilizar las armas nucleares para mantener sus crecientes victorias territoriales en Ucrania.
Putin dijo que usaría “todos los medios disponibles” para defender el territorio ruso, que, según declaró, incluye cuatro provincias del este de Ucrania que Rusia ha intentado anexarse de manera ilegal. También argumentó que las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre Japón en 1945 “sentaron un precedente”.
El jueves, Biden dijo: “Por primera vez desde la crisis de los misiles en Cuba, tenemos una amenaza directa del uso de armas nucleares, si las cosas continúan por el camino que van”.
Hasta ahora, los funcionarios estadounidenses afirman que son pocas las probabilidades de que Rusia recurra a las armas nucleares.
Los altos funcionarios estadounidenses dicen que no han visto pruebas de que Putin esté moviendo alguno de sus activos nucleares, en particular en el arsenal ruso de unas 2000 pequeñas armas tácticas.
Aunque Putin hizo un llamado para que sus fuerzas nucleares entraran en alerta a fines de febrero, no ha habido pruebas de que así sucedió. Pero acontecimientos como el ataque al puente de Crimea del fin de semana preocupan a los funcionarios que temen que sea más probable que un Putin humillado ataque.
Aun así, las autoridades estadounidenses han estado sopesando los posibles escenarios.
Los altos funcionarios estadounidenses están mucho más preocupados que al principio del conflicto por la posibilidad de que Putin despliegue armas nucleares tácticas.
Tras una serie de retiradas humillantes, un índice de bajas demasiado elevado y la tan impopular medida de reclutar a jóvenes rusos para el servicio militar, Putin considera que la amenaza de su arsenal nuclear es una vía contundente para infundir miedo y, tal vez, recuperar algo de respeto a la autoridad de Rusia.
Durante meses, las simulaciones por computadora del Pentágono, los laboratorios nucleares estadounidenses y las agencias de inteligencia han intentado modelar lo que podría ocurrir y cómo podría responder Estados Unidos.
Se desconoce el umbral en el que Putin recurriría a las armas nucleares o cómo las utilizaría. Según varios funcionarios estadounidenses, la principal utilidad de un ataque nuclear táctico sería como parte de un último esfuerzo de Putin para detener la contraofensiva ucraniana que amenaza con hacer inhabitables partes del país.
Lo más probable es que Rusia despliegue armas nucleares tácticas, cuya carga útil es menor que la de los misiles balísticos intercontinentales.
Según los analistas, si Putin recurre a las armas nucleares, lo más probable es que se trate de un ataque táctico relativamente pequeño, ya sea en el campo de batalla o como disparo de advertencia en una zona inhabitada.
Las armas tácticas tienen varios tamaños y variedades, algunas con una fracción pequeña del poder destructivo de las bombas que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945 y otras mucho más potentes. Pueden dispararse desde un cañón de artillería o lanzarse con un misil.
Pero son difíciles de usar y de controlar. La destrucción y la radicación resultante dependen de factores que incluyen el tamaño del arma y la fuerza del viento. Incluso una pequeña explosión nuclear podría matar a miles de personas y dejar inhabitable una base militar o el centro de una ciudad durante años.
Los riesgos para Putin podrían superar fácilmente cualquier beneficio: dependiendo de las condiciones naturales del viento, sería fácil que la radiación liberada por las armas rusas regrese a territorio ruso.
Occidente ha sido ambiguo sobre cuál sería su respuesta.
Hace poco, Biden declaró que Estados Unidos “respondería con fuerza” si Putin usa un arma nuclear táctica. En mayo, escribió en un ensayo para The New York Times que “cualquier uso de armas nucleares en este conflicto, a cualquier escala, conllevaría graves consecuencias”. Su asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, afirmó el 25 de septiembre que habría “consecuencias catastróficas” y que ya se le habían comunicado a Moscú.
Pero eso no necesariamente significa un ataque nuclear en represalia, que podría desencadenar una guerra más amplia. Durante meses, los funcionarios gubernamentales han dicho que no han encontrado circunstancias en la que una detonación nuclear por parte de Rusia en Ucrania pudiera dar lugar a una respuesta nuclear de Estados Unidos.
Se han discutido otras respuestas militares, como el uso de armas convencionales contra una base o unidad desde la que se origine el ataque o dar a las fuerzas ucranianas el armamento para ese contraataque.
Pero muchas de las opciones que se discuten también implican medidas no militares, como aislar aún más a Rusia de la economía mundial y convertir a Putin en un paria internacional. Algunos funcionarios comentan que una posibilidad sería incorporar a China e India, junto con gran parte de Asia y África, al esfuerzo por imponer sanciones a Rusia, con lo cual disminuirían de manera importante el mercado que le queda para su petróleo y gas. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pronuncia un discurso durante una visita a las operaciones de Volvo Group Powertrain en Hagerstown, Maryland, el viernes 7 de octubre de 2022. (Oliver Contreras/The New York Times)