Por The New York Times | Veronica Penney
El huracán Ida se intensificó durante la noche, convirtiéndose en una tormenta de categoría 4 en el transcurso de unas pocas horas. El rápido aumento de su fuerza plantea interrogantes sobre la influencia del cambio climático en los huracanes del océano Atlántico. Aunque los investigadores no pueden asegurar si el cambio climático provocado por el ser humano supondrá temporadas de huracanes más largas o activas en el futuro, hay un acuerdo generalizado en una cosa: el calentamiento global está modificando las tormentas.
Los científicos afirman que las temperaturas inusualmente cálidas de la superficie del Atlántico han contribuido a aumentar la actividad de las tormentas.
“Es muy probable que el cambio climático provocado por el hombre haya contribuido a ese calentamiento anómalo del océano”, afirmó James P. Kossin, científico del clima de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica. “El cambio climático aumenta la probabilidad de que los huracanes se comporten de ciertas maneras”.
Estas son algunas de ellas.
1. Vientos más fuertes
Existe un consenso científico sólido de que los huracanes son cada vez más poderosos.
Los huracanes son complejos, pero uno de los factores clave que determinan la fuerza que adquiere al final una tormenta determinada es la temperatura de la superficie del océano, porque el agua más caliente proporciona una mayor energía que alimenta las tormentas.
“La intensidad potencial está aumentando”, aseveró Kerry Emanuel, profesor de ciencias atmosféricas del Instituto Tecnológico de Massachusetts. “Pronosticamos que subiría hace 30 años, y las observaciones muestran que está aumentando”.
Tener vientos más fuertes implica la caída del tendido eléctrico, daños en los tejados y, cuando se combinan con el aumento del nivel del mar, peores inundaciones costeras.
“Incluso si las tormentas en sí mismas no estuvieran cambiando, la marejada ciclónica se apoya en un nivel elevado del mar”, dijo Emanuel.
Puso como ejemplo la ciudad de Nueva York, donde el nivel del mar se ha elevado unos 30 centímetros en el último siglo.
“Si la marejada ciclónica de Sandy hubiera ocurrido en 1912 en lugar de 2012”, dijo, “tal vez no habría inundado el Bajo Manhattan”.
2. Más lluvia
El calentamiento también aumenta la cantidad de vapor de agua que puede contener la atmósfera. De hecho, cada grado centígrado de calentamiento permite que el aire contenga un 7 por ciento más de agua.
Eso significa que podemos esperar que las tormentas futuras desencadenen mayores cantidades de lluvia.
3. Tormentas más lentas
Los investigadores aún no saben por qué las tormentas se mueven con más lentitud, pero así es. Algunos dicen que una ralentización de la circulación atmosférica global, o de los vientos globales, podría tener parte de la culpa.
En un artículo de 2018, Kossin descubrió que los huracanes que pasaron por Estados Unidos se habían ralentizado un 17 por ciento desde 1947. Señaló que, aunado al aumento de los índices de lluvia, las tormentas están causando un aumento del 25 por ciento en las precipitaciones locales en Estados Unidos.
Las tormentas que se mueven con mayor lentitud y tienen más humedad también empeoran las inundaciones. Kossin comparó el problema con el hecho de caminar por el patio trasero mientras usas una manguera para rociar agua en el suelo. Si vas caminando de prisa, el agua no tendrá la oportunidad de empezar a acumularse, pero si caminas despacio, dijo, “tendrás mucha lluvia bajo tus pies”.
4. Tormentas de mayor alcance
Dado que la presencia de agua más caliente ayuda a alimentar a los huracanes, el cambio climático está ampliando la zona en la que estos pueden formarse.
Hay una “migración de los ciclones tropicales que los aleja de los trópicos y los acerca a los subtrópicos y las latitudes medias”, comentó Kossin. Eso podría significar que más tormentas toquen tierra en latitudes más altas, como en Estados Unidos o Japón.
5. Mayor volatilidad
A medida que el clima se calienta, los investigadores también señalan que esperan que las tormentas se intensifiquen con mayor rapidez. Los investigadores aún no están seguros de por qué sucede, pero la tendencia parece ser clara.
En un artículo de 2017 basado en modelos climáticos y de huracanes, Emanuel descubrió que las tormentas que se intensifican con rapidez (las que aumentan la velocidad de sus vientos 112 km/h o más en las 24 horas previas a tocar tierra) fueron escasas en el período comprendido entre 1976 y 2005. Calculó que, en promedio, la probabilidad de que ocurrieran en esos años era de una vez por siglo.
Descubrió que, a finales del siglo XXI, esas tormentas podrían formarse una vez cada cinco o diez años.
“Es la pesadilla de un meteorólogo”, concluyó Emanuel. Si una tormenta tropical o un huracán de categoría 1 se convierte en un huracán de categoría 4 en el transcurso de la noche, dijo, “no hay tiempo para evacuar a la gente”.
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