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Internacionales

Por The New York Times

Estados Unidos y el frágil equilibrio en la confrontación con Rusia

No ha llevado a cabo, al menos no de forma manifiesta, una ciberguerra agresiva para disminuir la ventaja tecnológica de Rusia.

21.03.2022 20:37

Lectura: 11'

2022-03-21T20:37:00-03:00
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Por The New York Times | Mark Mazzetti, Helene Cooper, Julian E. Barnes and David E. Sanger

WASHINGTON — En las primeras semanas de la primera gran guerra terrestre europea del siglo XXI, Estados Unidos envió al Ejército ucraniano armas antitanques, pero no aviones de combate y equipó a los soldados ucranianos asediados con drones de ataque “kamikaze” ligeros, pero no ha llevado a cabo, al menos no de forma manifiesta, una ciberguerra agresiva para disminuir la ventaja tecnológica de Rusia.

 

La Casa Blanca no enviará aviones estadounidenses o de la OTAN a los cielos de Ucrania, debido a que los funcionarios estadounidenses temen que esta medida pueda convertir una guerra regional en una conflagración mundial, pero sí le está proporcionando a Ucrania misiles que podrían cumplir la misma tarea: destruir aviones rusos.

 

Tal es el tenue equilibrio que el gobierno de Joe Biden ha tratado de mantener al tratar de ayudar a Ucrania a dificultar el avance de Rusia sin provocar un conflicto más amplio con un adversario con armas nucleares ni cortar las posibles vías de distensión del conflicto.

 

Este camino conlleva innumerables decisiones y distinciones, que pueden llegar a ser una pesadilla, sobre el tipo de ayuda que debe prestar Washington, aun cuando la situación en tierra empeora, las imágenes de civiles muertos circulan por todo el mundo y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski le suplica al Congreso y al presidente de Estados Unidos que hagan más por ayudar.

 

Todos los aspectos de la política estadounidense en materia de guerra están determinados por este frágil acto de equilibrio, incluido el alcance de las sanciones impuestas a la economía rusa, la precisión de la información sobre el campo de batalla que se proporciona al Ejército ucraniano, la potencia de los sistemas de armamento que llegan a la frontera y si, como hizo Biden la semana pasada, hay que considerar al presidente ruso Vladimir Putin un criminal de guerra.

 

Las autoridades de la CIA están ayudando a garantizar que las cajas de armas se entreguen a las unidades militares ucranianas autorizadas, según los funcionarios estadounidenses. Pero por el momento, Biden y su personal no ven la utilidad de un esfuerzo encubierto expansivo mediante el cual la agencia de espionaje se encargue de transportar armas como hizo Estados Unidos durante los años ochenta cuando Afganistán se enfrentó a la Unión Soviética. Consideran que una campaña de este tipo sería una provocación innecesaria, en parte porque las líneas de suministro de la OTAN siguen abiertas y el gobierno ucraniano sigue funcionando en Kiev.

 

La nueva guerra ha obligado a replantearse otros frentes. Por ejemplo, los funcionarios estadounidenses pusieron sobre la mesa la idea de que el gobierno de Turquía proporcione a Ucrania el sofisticado sistema antiaéreo S-400. Este sistema, fabricado por Rusia, es el mismo por cuya adquisición Estados Unidos sancionó a Turquía (un aliado de la OTAN) hace varios años. Ahora, los diplomáticos estadounidenses creen que esa sería una manera de evitar que Turquía siga comerciando con Rusia y de dar a los ucranianos uno de los sistemas antiaéreos de largo alcance más potentes que existen.

 

En la Casa Blanca y en el Pentágono se ha debatido mucho qué armas letales entregadas a Ucrania cumplen las matizadas interpretaciones de lo que permite el derecho internacional. Los funcionarios estadounidenses reconocen que los juicios de los abogados del gobierno son valiosos solo hasta cierto punto y que lo único que en verdad importa es lo que opine una sola persona: Putin. Un enfrentamiento sobre los aviones de combate

 

El miércoles, la tarea de articular las complejidades de la política militar de Estados Unidos hacia Ucrania recayó en un grupo de generales sometidos a un aluvión de preguntas de los principales miembros de las comisiones de Servicios Armados de la Cámara de Representantes y el Senado.

 

Biden ha dejado claro que no accederá a las insistentes peticiones de Zelenski de que la OTAN imponga una zona de exclusión aérea sobre Ucrania. Despejar los cielos de aviones hostiles pondría a Estados Unidos y a sus aliados en combate con las fuerzas rusas. Además de que un paso necesario para una zona de exclusión aérea (suprimir el armamento antiaéreo enemigo) significaría atacar las instalaciones de defensa aérea rusas dentro del territorio ruso.

 

No obstante, durante la sesión a puerta cerrada, los legisladores presionaron a los miembros del Estado Mayor Conjunto del Pentágono sobre otra cuestión candente: la decisión del gobierno estadounidense de no ayudar a Ucrania con los aviones de combate MiG-29 que Polonia ofreció y que Zelenski ha dicho que sus fuerzas necesitan con urgencia.

 

Las autoridades estadounidenses declararon que la medida sería una “escalada” y, según personas informadas de los intercambios, los legisladores les preguntaron a los generales si había alguna información sólida que indicara que los aviones pudieran hacer que Putin intensificara el conflicto y tratara a Estados Unidos como un “cobeligerante” en la guerra.

 

De hecho, los funcionarios de inteligencia le comunicaron al gobierno que los MiGs podrían hacer que Rusia actúe contra la OTAN. Durante la sesión informativa en el Congreso, los generales dijeron que la cuestión principal era la capacidad de un MiG-29 para amenazar el suelo ruso.

 

En contraste con un misil antitanque Javelin que solo tiene un alcance limitado en el campo de batalla, un MiG-29 podría volar desde Kiev a Moscú en cuestión de minutos, dijeron los generales, una capacidad que el Kremlin podría ver como una amenaza directa.

 

El mismo día, la Casa Blanca expuso otra consideración: que para poder entregar los MiG a Ucrania, las aeronaves tendrían que despegar de una base aérea en un país de la OTAN, lo que podría dar lugar a represalias por parte de Rusia en el territorio de la OTAN.

 

Algunos funcionarios estadounidenses afirman que, según el derecho internacional, el suministro de armamento e inteligencia al Ejército ucraniano ya convirtió a Estados Unidos en un cobeligerante, un argumento que algunos expertos en derecho cuestionan. Pero aunque Putin ha amenazado con lanzar ataques para impedir la asistencia militar, todavía no ha actuado para detenerla mediante el ataque a las bases de los países vecinos de donde proviene el equipo y que son aliados de la OTAN.

 

Eso podría cambiar, dijeron los funcionarios estadounidenses, en especial si Putin piensa que está acorralado o que corre el riesgo de perder la guerra.

 

“Se trata de una línea muy delgada por la que el gobierno se mueve en todas las dimensiones de su apoyo a Ucrania”, afirmó Andrea Kendall-Taylor[AGG1] , quien fungió como alta funcionaria de inteligencia especializada en Rusia y que ahora forma parte del Center for a New American Security, un grupo de expertos. “Están tratando de dilucidar cómo transitar esa línea sin cruzarla de manera que se corra el riesgo de una confrontación directa con Rusia”.

 

Quizá los aviones con pilotos estén fuera de la mesa, pero los drones armados no lo están. La semana pasada, Biden anunció que Estados Unidos enviaría a Ucrania pequeños drones Switchblade que podrían utilizarse para hacer estallar vehículos blindados rusos. Estos drones kamikaze de un solo uso tienen alas parecidas a navajas, no requieren ni una larga pista de aterrizaje ni un complejo enlace por satélite y pueden controlarse para dejarse caer sobre tanques o soldados, autodestruyéndose al explotar.

 

A diferencia de los grandes drones Predator y Reaper, utilizados durante décadas en Irak, Afganistán, Pakistán y otros países, los drones portátiles no suponen una amenaza para el suelo ruso. Aun así, la Casa Blanca autorizó un envío inicial de tan solo cien a Ucrania, un pequeño lote que podría estar destinado a ver cómo reacciona Putin a su despliegue en el frente ucraniano. Dependiendo de la respuesta, podrían enviarse cientos o miles más.

 

La propuesta de que Turquía suministre a Ucrania sistemas antiaéreos S-400 de fabricación rusa también pondría a prueba lo que Putin está dispuesto a aceptar de la OTAN, y hasta dónde está dispuesto a llegar un aliado de la OTAN que en los últimos años parecía tender puentes hacia Moscú para reiterar su compromiso con la alianza y respaldar a Ucrania.

 

La idea surgió cuando Wendy Sherman, la subsecretaria de Estado de Estados Unidos, visitó Turquía hace dos semanas. Sherman se negó a hablar de sus conversaciones.

 

Otro alto funcionario estadounidense dijo que Estados Unidos sabía que la propuesta enfurecería a Putin. Ucrania ya utiliza aviones no tripulados de fabricación turca, pero a Turquía le preocupa que el suministro de los sistemas antiaéreos pueda hacer del país un objetivo de la ira de Rusia. El conflicto del futuro, retrasado

 

La guerra de Ucrania incluye columnas de tanques y trincheras, todas ellas características de los sangrientos conflictos europeos del siglo pasado. Hasta ahora, hay pocos indicios de que Estados Unidos, o Rusia, estén dispuestos a intensificar el conflicto en el campo de batalla del siglo XXI, el ciberespacio.

 

Días antes de que comenzara la guerra, se produjo una oleada de ciberataques contra instituciones financieras y ministerios ucranianos, incluido uno que fue descubierto y neutralizado en parte por Microsoft. Además, un sistema de satélites europeo que a veces utilizan los militares ucranianos fue atacado, y quedó fuera de servicio, aunque todavía se desconoce si los rusos llevaron a cabo el ataque.

 

Sin embargo, hasta el momento no se ha producido un ciberataque ruso a gran escala que inutilice la red eléctrica o los sistemas de comunicaciones dentro de Ucrania, que en su mayor parte siguen funcionando a pesar de la fulminante descarga de artillería y ataques aéreos rusos.

 

No fue sino hasta que comenzó la invasión que el Comando Cibernético de Estados Unidos estableció una unidad en Kiev que ayudaba al gobierno a defenderse de los ataques. Ahora está operando desde un país cercano perteneciente a la OTAN. Existen indicios parciales de que Estados Unidos y sus aliados trabajaron para contrarrestar algunos de los ataques y evitar que se lanzaran otros. Pero la acción parece haber sido limitada.

 

Al interior del gobierno de Biden, existe la opinión de que Putin podría estar esperando el mejor momento para lanzar un ciberataque contra el sistema financiero estadounidense en represalia por las devastadoras sanciones financieras impuestas a su país por Estados Unidos y sus aliados. A menos y hasta que eso ocurra, el gobierno parece decidido a no lanzar un primer ataque significativo que invite a las represalias, sobre todo teniendo en cuenta los riesgos para la economía y el sistema financiero en caso de un ataque ruso.

 

Cómo evitar que la situación escale

 

“El agua en Afganistán debe hervir a la temperatura adecuada”, dijo el entonces presidente de Pakistán, el general Mohamed Zia Ul-Haq, a su jefe de inteligencia cuando Pakistán comenzó a abastecer a los muyahidines en su cruenta batalla contra el Ejército soviético en el vecino Afganistán.

 

En otras palabras, el agua debía estar lo suficientemente caliente como para convencer a los rusos de que no valía la pena luchar en el país, pero no tan caliente como para provocar una guerra más extensa en la región.

 

Las armas que ayudaron a cambiar el rumbo de ese conflicto, los misiles tierra-aire Stinger que se disparan apoyados sobre el hombro de los soldados, ahora se descargan de los aviones de carga en los países de la OTAN y se entregan a las fuerzas armadas ucranianas en el frente para ayudar a evitar que Rusia controle el cielo. Teniendo en cuenta el sangriento historial de Rusia con los misiles Stinger, las autoridades estadounidenses han sido cautas a la hora de anunciar su uso en Ucrania. Este mes, cuando el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, visitó un aeropuerto cerca de la frontera ucraniana donde se estaban descargando los Stinger, se les prohibió a los periodistas que viajaban con él revelar la ubicación de la base.

 

Incluso después de que dos altos funcionarios estadounidenses declararan a la Comisión de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, durante una audiencia pública, que los misiles Stinger formaban parte de las municiones enviadas a Ucrania, los voceros evitaron utilizar la palabra "S" desde los atriles de la Casa Blanca y el Pentágono.

 

La Casa Blanca guardó silencio hasta la semana pasada; el miércoles, publicó una lista detallada de las armas que envió a Ucrania como parte de un paquete de armas que asciende a 800 millones de dólares.

 

La lista iniciaba con: “800 sistemas antiaéreos Stinger”.

  En la Casa Blanca en Washington, el 16 de marzo de 2022, el presidente estadounidense Joe Biden firmó una autorización de delegación de fondos para ayudar al Ejército ucraniano. (Kenny Holston/The New York Times) Un soldado ucraniano inspecciona un tanque ruso inhabilitado en Mykolaiv, Ucrania, el 6 de marzo de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times)