Por Joaquín Symonds y Paula Barquet
El domingo 25 de setiembre de 2022, la Policía detuvo al exjefe de la seguridad presidencial Alejandro Astesiano, investigado por la fiscal Gabriela Fossati por los pasaportes apócrifos a ciudadanos rusos. El gobierno y el presidente Luis Lacalle Pou recibieron con esto un golpe en la mandíbula, de esos puñetazos que agarran desprevenidos, tiran al sueño y marean.
El martes 27 de setiembre, Lacalle brindó una conferencia de prensa en la que no explicó mayores detalles sobre qué había pasado porque aseguró que la situación lo había sorprendido tanto como a la opinión pública.
Desde entonces no faltaron las apariciones públicas del presidente hablando del tema. El argumento que manejó invariablemente fue que la confianza en su excustodio lo había llevado a cometer el error de contratarlo, más allá de expresar su total “respaldo” al trabajo de la Fiscalía. Este “error”, en buena medida, lo llevó a registrar los niveles más bajos de aprobación en lo que va de gobierno, sobre todo entre quienes no lo votaron, según reveló a fin de año la última encuesta de Equipos.
Desde setiembre en adelante la crisis para el Poder Ejecutivo se fue agudizando. Se comenzaron a filtrar las conversaciones de WhatsApp de Astesiano con jerarcas policiales, empresarios y hasta autoridades del Ministerio del Interior, con lo cual el asunto fue cobrando dimensiones de escándalo. Los chats derivaron en más investigaciones judiciales, que siguen en curso.
Y si de tormentas se habla, esta administración venía de surfear la pandemia por coronavirus. En esos meses, uno de los diferenciales fue la comunicación por parte del gobierno, con Lacalle a la cabeza como el principal vocero.
Luego de que distintos analistas consideraran, a nivel nacional e internacional, que esa crisis se había gestionado con relativo éxito, se dio “un efecto revancha” de la oposición, advierten desde el entorno del mandatario. “Como que no podía ser que al gobierno le saliera todo bien. Algo así como ‘en algo la tiene que cagar’”.
En ese sentido, perciben que las sucesivas publicaciones de chats fueron “conformando una historia” de la que —están convencidos—, al final del día, no resultará nada concreto.
Pero, ¿cómo se frena una bola de nieve como esta? Desde el punto de vista comunicacional, en el gobierno piensan que no hay mucho por hacer. “Durante la pandemia, quienes llevábamos las riendas del tema éramos nosotros. Acá ya no; acá hay que esperar”, dijo una de las fuentes.
En el entorno de Lacalle usan la figura de la tormenta como metáfora de lo que ocurrió y sigue ocurriendo: “Salir a enfrentarla es arriesgarte a que se destruya lo que tenés”; lo que hay que hacer es “resguardarse”, entienden.
Resguardarse también significa no salir a dar declaraciones que luego puedan ser usadas por parte del Frente Amplio para atacar políticamente.
“La oposición considera que este es el peor caso de corrupción de los últimos años. Entonces, cualquier cosa que se diga va a estar mal, porque si partimos de la base que hay una asociación para delinquir en Torre… no vamos a poder tener una comunicación y un debate de fondo”, agregó uno de los informantes.
En todo caso, en el gobierno también consideran que el caso Astesiano “instaló algo de farándula en la política”, y en consecuencia ven poco eficiente salir a “defender los logros” o a dar otros mensajes: sencillamente, “no va a interesar”.
Ante este panorama, la postura es aguardar a que exista una resolución judicial, que esperan sea lo antes posible. Si bien en el entorno de Lacalle creen que “algún delito le caerá” a Astesiano, piensan que las revelaciones de los chats no conducirán a grandes conclusiones y, en ese sentido, que todo lo que se ha dicho hasta ahora quedará en la nada cuando la sentencia judicial sea un hecho.
En esa línea, visualizan incluso un “efecto rebote” y auguran que, cuando se despeje la tormenta, se retirará “la espuma” y quedarán a la vista “las rocas”, es decir, los puntos sólidos del gobierno.
Si esto se cumple, el entorno de Lacalle confía que el “astesianocentrismo” y la relevancia que adquirió el tema en el debate público quede en el olvido durante este 2023, año en que el Poder Ejecutivo espera poder concretar las reformas de la educación y de la seguridad social.
“Todas las variables están alineadas para que se empiece a revalorizar la gestión”, expresó una de las fuentes.
El discurso del 2 de marzo
En este marco, los consultados para este informe adelantan que el discurso que dará el presidente el 2 de marzo ante la Asamblea General implicará “un posicionamiento fuerte” sobre todos estos temas.
Es que, además de la rendición de cuentas que Lacalle realiza al comienzo de cada año, en el discurso posiblemente habrá referencias al caso Astesiano y al caso Marset, en el entendido de que entre aquellos a los que está dirigido el mensaje —los legisladores— hay algunos que se han referido a Uruguay como “narcoestado” o a la Torre Ejecutiva como “sede de la mafia rusa”, en alusión a las polémicas mencionadas.
En el gobierno creen que, más allá de eventuales estrategias de comunicación que se puedan llegar a diseñar en tiempos venideros, el del 2 de marzo “es el mensaje más importante del presidente”, y a su vez el presidente “es el mejor comunicador del gobierno”.
La lógica que quedó
El entorno de Lacalle considera que desde el referéndum por la Ley de Urgente Consideración (LUC) la oposición instaló una lógica de que el gobierno “siempre miente”. Le llaman “efecto LUC”.
En los diferentes debates sobre el tema, de acuerdo con las versiones del oficialismo, la coalición de izquierda pronosticaba “grandes desmanes” en caso de que la LUC fuera ratificada por la ciudadanía.
La coalición multicolor entiende que nada de esto sucedió y, finalmente, fueron los hechos los que le dieron la razón al gobierno. En ese sentido, buscan salir de forma similar del “astesianocentrismo”.
Con esa premisa, sostienen que el 90% los discursos de los exponentes de izquierda, y en especial el del presidente del FA, Fernando Pereira— responden al “efecto LUC”: no constituyen debates de fondo sino que buscan “destruir al gobierno”, dicen.
Esa lógica, que también califican de esencialmente electoral, es la que visualizan dominará este 2023.
Candidaturas
En medio de este análisis, hay algo que preocupa al gobierno: los “perfilismos” que con certeza empezarán a emerger con más fuerza en la coalición.
Más que la puja por las precandidaturas en el Partido Nacional, el “problema” para el gobierno puede provenir de las internas de Cabildo Abierto o del Partido Colorado. Ambas fuerzas han mostrado en el último tiempo movimientos que permiten anticipar, a juicio del oficialismo, que comenzarán a marcarse las diferencias con el Ejecutivo.
En buena medida, la salud de la coalición determinará el clima en el que transcurrirá este año una vez que el gobierno logre dejar atrás el “astesianocentrismo” y pase la tormenta que, aseguran, no será más que una lluvia pasajera.