El suicidio de dos hermanas horas antes de ser desalojadas este lunes de un apartamento en Barcelona (España) por el impago de 9.000 euros vuelve a mostrar la cara más cruda de la presión inmobiliaria en una ciudad donde, pese a las iniciativas adoptadas, el precio medio del alquiler alcanza los 1.200 euros mensuales.

Las dos mujeres tenían 64 y 54 años y dejaron de pagar el alquiler en 2021, justo cuando falleció su madre tras contraer covid, lo que este lunes hacía presumir entre los vecinos del barrio que la pensionista era la única con ingresos en la casa y con su muerte nadie volvió a pagar el alquiler.

El caso era desconocido para oenegés de ayuda a la vivienda, con las que nunca se pusieron en contacto, pero también para la gente del barrio, pues las hermanas no parecían haber compartido con nadie la situación que las llevó a poner fin a su propia vida.

Núria, la mayor de las dos, era la única que salía de casa, para hacer recados y las compras, y también la única que tenía nombre propio para los vecinos, pues la más joven llevaba “años sin salir a la calle”, aseguran.

“La noticia nos ha cogido por sorpresa porque no nos lo esperábamos ni imaginábamos que estuvieran en esa situación”, contó a EFE una vecina.

La mujer aseguró que las dos hermanas “no hacían mucha vida de barrio” y solo conocía a la mayor, con quien mantenía alguna vez charlas informales de portal y poco más porque “apenas salía de casa”.

Un caso desconocido en el barrio

Los servicios municipales de Vivienda no hicieron un informe de vulnerabilidad porque en sus visitas “nunca pudieron contactar con nadie” ni “se respondieron los mensajes” que dejaron.

Este lunes, especialistas del Consistorio se desplazaron para dar apoyo psicológico a los vecinos.

“Conocía a Núria. Aunque hacía tiempo que no venía, solía comprar en la charcutería una vez al mes y charlábamos. Lo de la madre le afectó, siempre llevaba mascarilla y me pedía que mantuviéramos cierta distancia”, relató a EFE Dolors, propietaria de una carnicería a escasos metros del edificio.

Ella, a diferencia de los vecinos del inmueble, que mayoritariamente se enteraron de la noticia a primera hora de la tarde, conoció lo sucedido por la madrugada, cuando abrió su negocio, aunque desconocía la identidad de las hermanas, ni tampoco que fueran a ser desahuciadas.

La carnicera lamentó que el precio del alquiler en la zona de Sant Andreu haya provocado que muchas de sus clientas “se hayan ido del barrio”.

“Este era un barrio muy tranquilo y se estaba muy bien, pero ahora un piso de 1.000 euros aquí debe ser terrible”, concluyó.

Este es el segundo caso de suicidio por desahucio que se conoce en la región española de Cataluña en 2024, un desenlace que las entidades de defensa de la vivienda conocen bien desde hace más de una década.

Antes de estas hermanas se quitó la vida Álex, vecino de la ciudad de Sabadell, de 70 años, que tras treinta años en la misma vivienda había sido desahuciado.

Una agrupación de inquilinos de esta región denunció: “Los desahucios son la forma más cruda y evidente de atentar contra la vida de las clases más populares y precarizadas”.

La Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Barcelona convocó una concentración bajo el lema: “No son suicidios, son asesinatos”.

Álex Gutiérrez - EFE