Contenido creado por Federico Pereira
Entrevistas

Orfebre del jaque mate

Es gran maestro de ajedrez, venció a Fischer y Karpov, y dará pelea en Montevideo

“La mayor locura de Fischer fue no ser feliz con todas las posibilidades que tenía”, contó el argentino Carlos García Palermo.

04.02.2023 12:57

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2023-02-04T12:57:00-03:00
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Por Nicolás Dovat

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti  

El gran maestro ítalo-argentino Carlos García Palermo tiene en su historial triunfos ante los campeones del mundo Robert “Bobby” Fischer y Anatoli Karpov. Cuando le preguntan —otra vez— por estos hitos deportivos, el experimentado jugador responde con serenidad y traslada la conversación a lo más sustancial.

Viajó de Italia a Uruguay para disputar la VI Copa Duchamp, que se realiza en la Intendencia de Montevideo entre el 3 y el 11 de febrero. Es un torneo de gran dimensión a nivel nacional y en la región, por lo que cuenta con el apoyo económico de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE, por sus siglas en francés).

En diálogo con Montevideo Portal, el maestro habló con gran pasión de Bobby Fischer y sus múltiples encuentros, entre los que se destaca —además de las simultáneas que gana y entabla en los años 70— una extraña reunión en los años 90, en Buenos Aires, donde conversaron cerca de tres horas.

García Palermo, de La Plata, migró a Europa y allí logró vivir del ajedrez competitivo. Antes, un esfuerzo enorme para progresar, aún en entornos complicados, como cuando estudiaba con libro y tablero en las guardias militares. No contaba con entrenador salvo por algunos referentes que más adelante se cruzaría en el camino. Su proyecto de ajedrecista le era propio, y lo complementó con estudios universitarios de Derecho. Su consejo a los que quieren ser ajedrecistas: también estudiar otra cosa.

Le ganaste a Fischer y para confirmar le sacaste tablas un año después. Eso fue en simultáneas. A Karpov lo derrotaste bajo un ritmo de juego clásico. Ya habrás contado esta historia varias veces...

Algunos cosas se repiten. Eso creo que es vejez. Todo se empieza a repetir, entre esas cosas está mi historia personal, que la he contado varias veces.

La segunda partida contra Fischer en 1971 no la encontré, así continuamos el relato.

Una simultánea en San Martín, Buenos Aires, que dio Fischer a los mejores jugadores del país excepto maestros. Me invitaron, hice tablas, después descubrí gracias a las computadoras que estaba perdido, pero él no lo vio. No perdió ninguna partida en esa simultánea. Tanto en la primera como en la segunda simultánea, él siempre jugaba arriesgado, muy en el filo. En muchas partidas no tomaba precauciones, iba directamente a la yugular. Eso lo hacía un jugador admirado y temerario. Pero [Boris] Spasski le criticó eso en algún momento, no se puede jugar a ganar en todas las posiciones.

Ficha de la segunda partida entre Bobby Fischer y Carlos García Palermo. Foto cedida por García Palermo a Montevideo Portal

Ficha de la segunda partida entre Bobby Fischer y Carlos García Palermo. Foto cedida por García Palermo a Montevideo Portal

¿Qué efecto anímico te generaron estos valiosos resultados?

Es una simultánea, no le di tanto valor porque también estaba jugando contra otros jugadores al mismo tiempo. Yo también he dado simultáneas, he perdido partidas. La primera partida de 1970 tiene un cierto valor porque hay un momento táctico que puede ser vistoso. Me sorprendió, porque uno no esperaba empatar con semejante jugador. Además de que yo calculaba de que se acordaría de mí, porque los jugadores en esos niveles tienen una memoria privilegiada, y había perdido conmigo de manera un tanto escandalosa. Y yo en un año no había cambiado tanto.

Tiempo después conociste a Fischer más de cerca.

Conversé tres horas con él, en el año 97. Se iba a hacer en La Plata entre los maestros Pablo Ricardi (Argentina) y Eugenio Torre (Filipinas) la presentación mundial del Fischer Random. La iniciativa se frustró por distinas razones, pero fui a verlo a Fischer, me llamó por teléfono para que le diera una mano, y ahí conversé con él unas tres horas. Fui el último que lo vio en Argentina y yo lo llevé al aeropuerto. Un privilegio para mí, más que la partida.

¿Qué pudiste captar de Fischer?

Me mostraba las partidas de [Anatoli] Karpov y [Garri] Kasparov, me decía que estaban todas arregladas. Me mostraba posiciones, "¡esto no lo puede hacer!". Donde veía un error, había un arreglo. Le pregunté cuál es el negocio de Karpov de arreglar todo en contra, y me dio una respuesta: Karpov entrega al otro, y el otro después entregará al siguiente. Cosa que de hecho pasó; no es que lo “entregó”, pero Kasparov perdió con [Vladímir] Krámnik después, él lo habrá visto como una confirmación de sus teorías conspirativas.

También noté que tenía mucho rencor hacia los judíos; tenía un discurso antisemita que no se escucha en los más antisemitas. A su libro Mis 60 mejores partidas le hicieron una versión no autorizada en Inglaterra, corrigieron cosas, lo cambiaron. Él mostraba los dos libros, y me marcaba las diferencias, además de que las tapas son azules y negras. En cambio —me decía-— los que yo había puesto eran amarillas y marrones, quieren que Fischer tenga una imagen siniestra. ¿Y por qué no le hace juicio? No, Fischer no va a los tribunales. Una cosa curiosa que me acuerdo ahora, es que Fischer hablaba de sí mismo en tercera persona. Es muy probable que Fischer sea hijo de padre judío; hay dos candidatos a padre de Fischer, no se sabe bien, aunque hay uno que es muy parecido, un físico alemán. Hay quien interpreta que esa aversión por los judíos viene de esa relación con su padre ausente, pero ahí habría que ponerse a sutilizar temas que uno no domina.

¿Se estaba volviendo loco?

Diagnosticar una enfermedad mental no es mi tema, no soy quien para decirlo. Siempre tuvo actitudes un poco raras. Coloquialmente uno usa la palabra “loco” de manera liviana, pero la locura es cosa seria. Puede tener algún trastorno, pero depende el criterio que se use. Si una persona puede andar por la calle, puede tomar un avión, no mata a nadie, puede estar creyendo que recién se bajó de un plato volador, y no se lo considera enfermo mental. Vos podés tener la cabeza en cualquier estupidez. Los profesionales de la salud mental son los que dictaminan, y por ahí ni siquiera ellos. Fischer era un personaje muy excéntrico, carismático y muy magnético. No creo que estaba más loco que antes. Su mayor locura fue no ser feliz con todas las posibilidades que tenía, al final vivió una vida traumática, huyendo de Estados Unidos, no jugó más ajedrez, siempre peleado con el mundo. 

Unos años antes de jugar contra Fischer, algo impensado, salías campeón juvenil en el 68.

Puede ser que haya sido un torneo local, yo nunca fui campeón juvenil argentino: salí tercero dos veces y una vez segundo. Y salí subcampeón intercolegial argentino en mi adolescencia. Era uno de los jugadores que más o menos pintaba.

¿Cómo fue crecer ajedrecísticamente en La Plata, Argentina?

A los 16 años ya era campeón de La Plata. Habían jugadores fuertes ahí: Claudio Amado que había sido campeón juvenil argentino, Raúl Ocampo que estaba entre los 10 mejores, y estaba también Paul Michel, que formó parte del equipo alemán que ganó la Olimpíada del año 39 en Buenos Aires y vivió muchos años en La Plata. Daba clases en Estudiantes, yo iba a estudiar con él cuando tenia 12 años. No hablaba y te jugaba partidas sin reloj. Rara vez me dijo algo. Es uno de mis referentes en ese momento. La oportunidad nuestra es jugar la copa AFA: los clubes de fútbol mandaban equipos de ajedrez, cinco jugadores por equipo. Yo jugaba por Estudiantes y era la oportunidad de viajar 50 kilómetros y estar en Buenos Aires.

¿Qué diferencias notabas entre la escena de La Plata y la de Buenos Aires?

Los jugadores de Buenos Aires eran otra cosa. Tenían otra visión. Ahí a los 16 años conseguí por primera vez jugar una partida con [Óscar] Panno. Ahora se usa mucho tener entrenadores y coach. Recién a los 18 años entrené una semana con Héctor Rosetto, en general me he formado solo. Estar solo también te obliga a formar tu propio criterio y hay cuestiones que no te dicen, es más difícil, pero es más formativo. Uno termina haciendo su propio método de pensamiento.

Podrías identificar algunos momentos en tu carrera que notaste un progreso real en ajedrez

Sentí que avancé cuando leí un libro a los 20 años que se llama "Finales y peones" y fue escrito por Ilya Maizelis. Yo lo leí prácticamente entero porque coincidió con mi servicio militar, cuando estaba de guardia me llevaba el libro y lo leía con el tablerito. Eso fue un punto de inflexión, mejoré mucho. Después de eso el tablero me parecía que estaba lleno de piezas. Me creó otra manera de ver el ajedrez.

Qué te parece la famosa frase del cubano José Capablanca: "Con el fin de mejorar tu juego, debes de estudiar los finales en primer lugar, ya que mientras que los finales pueden ser estudiados y dominados por sí mismos, el medio juego y la apertura deben de ser estudiados en relación con los finales"

Yo creo que la frase —o una parecida— la encontré en el libro de un catalán 80 años antes de que naciera Capablanca. Yo diría que hay que incorporar todo más o menos al mismo tiempo. Lo que dice Capablanca es cierto, hay una correlación lógica. El final es interesante porque no hay mucha discusión, o se gana o no se gana. Es más exacto. En cambio, y lo veo con mis alumnos, si jugamos una siciliana de enroques opuestos, yo te tiro h4, y ahí es muy difícil decir quién tiene razón. A veces es más cuestión de pareceres y gustos. En cambio en el final la demostración es más clara y precisa, aunque también hay finales muy complejos que no se llegan a entender. [Magnus] Carlsen se destaca de los otros, en parte, porque es un gran jugador de finales.

¿Algún final complejo que te tocó jugar?

Una vez en Cuba jugué una partida de 12 horas contra el maestro José Luis Vilela; defendí un final que estaba casi perdido, yo tenía dama y cuatro peones, él tenía dama alfil y dos peones, y era muy difícil de entender.

¿Seguiste creciendo después?

El progreso no es lineal, uno puede mejorar, bajar, subir. Yo mejoré mucho de golpe a los 30 años cuando me saqué la facultad de encima, ahí sentí como un alivio. Y al mismo tiempo me puse a jugar ajedrez como aliviado y empecé a jugar bien, hice mis títulos de Gran Maestro, me fui a Europa, en el año 84.

Estudiaste abogacía, aunque no te convencía.

Yo me puse a ejercer de abogado de manera un tanto atípica, 15 años después de haberme recibido y a los 40 años de edad. No es lo mismo empezar a trabajar de aprendiz a los 40 que a los 20 y pico. Hay que pasar por momentos desagradables y eso también fue complicado. Luego, la responsabilidad. El ajedrez yo sé lo que es colgarse una pieza, no me sorprende nada. Pero en Derecho es distinto porque hay otras responsabilidades. Esto es un juego, vos perdés la partida saludás al rival y te vas a tu casa, no se muere nadie. Lo otro si te equivocás es muy delicado. Y es estresante y dependés de una serie de factores externos. En el ajedrez está todo a la vista. Igual para mí ha sido interesante, aunque no me fue demasiado bien en la profesión tuve vivencias que no hubiera tenido solo como ajedrecista, porque al abogado le cuentan otras cosas.

Parece importante diversificar el campo de actividad.

Como ajedrecistas estamos un tanto encerrados en la dinámica de los torneos, en la jerga en que hablamos, las variantes y todo eso. Habrás observado que en el discurso de los jugadores hay pocos recursos del léxico. Andá a contar las palabras que usan algunos jugadores de elite contemporáneos, no creo que sean más de 300 palabras. Son excelentes intelectos pero están encerrados. Pasar por otras cosas a mí me resultó interesante, y el Derecho como cualquier carrera te da una concepción del mundo, equivocada o no, pero ta da otra realidad. Por eso recomiendo a los chicos que juegan ajedrez que además estudien algo, porque el paso por la universidad es muy interesante, te formás en una ciencia. Lo hablaba con los jóvenes italianos de 18 años, que no sabían que hacer. Y bueno, estudiá algo del mundo: los planetas, los insectos, la historia de Mongolia. Si no esto solo es muy monotemático.  

En su autobiografía “El ajedrez es mi vida… y algo más” el gran maestro Víctor Korchnoi escribe que la actividad de ajedrecista es "extraña".

Interesante... sí, sí, Korchnoi, claro. El ajedrez a veces te elige a vos, tenés que tener un éxito razonable para jugar. El que no lo tiene, tiene que hacer otra cosa. También dijo que todos los Gran Maestro están locos. Con Korchnoi hablé alguna vez, después de ganarle a Karpov, él me envió 400 dólares de regalo por haber ganado la partida. Un tipo excepcional. Además jugó mucho.

No la tuvo nada fácil en la niñez y adolescencia.

Estaba el Sitio de Leningrado. De chico le daban de comer flan y el flan que comía era de cuero hervido. Si vos hervís una cartera de cuero cinco horas, eso se ablanda, y se comían esas carteras y zapatos. Él sobrevivía por los vales de alimentación de los familiares que se iban muriendo en su casa. La vida de esos tipos...comparalo con los Carlsen de ahora, la pilchita, el peinadito. Comparalo con [Alexander] Alekhine, que era alcohólico, lo metieron preso, lo acusaron de nazi. O [Tigran] Petrosian que quedó sordo por limpiar las calles de Erevan. Se cuenta que Petrosian de adolescente, los vales de racionamiento que tenía, en lugar de cambiarlos por comida se compró el libro Mi sistema de Aron Nimzowitsch. Andá a jugar con estos tipos.

¿Qué cambios hubo entre esas épocas?

Cambiaron varias cosas. Estuve en Europa en el año 89 cuando cae el Muro de Berlín, después en el 90 cuando viene la Perestroika: cambió todo. Porque los que antes no podían viajar, ahora sí, y el mercado cambió. Me acuerdo una vez me invitaron a un torneo en Nueva York, dije que sí, me mandaron el pasaje, y apareció otro torneo en la ex Yugoslavia, cerca de Sarajevo, cambié de idea y fui para ahí. Me llamaban por teléfono para invitarme. Después del año 90 tuve que empezar a llamar yo. Había una cantidad de jugadores atrapados detrás de la cortina de hierro que no podían venir a occidente. Aumentó entonces el número de jugadores. Por otro lado, se aceleraron los tiempos: antes jugábamos 2 horas y media (40 jugadas), después pasó a 2 horas 40, después 30 segundos de incremento; eso fue un gran cambio, y después la aparición de la computadora.

Contame sobre tu incursión en el mundo de las computadoras si te parece.

Tuve mi primera computadora en el año 87, tenía 60 megas de disco rígido, y podía cargar una base de 120 mil partidas y echaba humo. Ahora estamos en 10 millones. Además era Chessbase para DOS, porque no había Windows, vino después. El primer Chessbase que yo tenía en la Olimpíada de Manila en 1992, estaba toda la pantalla negra, no había ventanas. Otros cambios también tienen que ver con el desarrollo de internet, la posibilidad de dar clases por ahí. Eso es bastante nuevo, porque el primer internet que hubo era bastante lento. Me acuerdo de preparar partidas con esa computadora.

Han habido algunos cambios grandes entonces.

Como cambios importantes: la desaparación del comunismo, el cambio de ritmo de juego, desaparecieron las partidas suspendidas, y los módulos de análisis se hicieron muy fuertes. Además,  hoy en día se están jugando torneos con doble ronda, y está muy de moda, y yo me niego a jugar ese tipo de torneos, porque no disfruto, me canso, pierdo partidas.

Hoy están los tiempos rápidos y blitz, ¿participás en estas competiciones?

No estoy participando mucho. Hay una estética del espectáculo: a la gente le gusta ver acción. Las partidas pensadas a veces son aburridas de verlas, yo mismo a veces me aburro, pero es otra estética. Además hay una cuestión de mercado, lo que vende es lo que la gente hace. Yo tengo un canal, se llama "la construcción del jugador de ajedrez", donde yo intento con más o menos éxito, analizar en serio las posiciones.

¿Las acusaciones más recientes por trampas en ajedrez son parte de ese espectáculo?

Es un tema complejo, habría que ver como son los hechos. Han habido casos de trampa probados y es una posibilidad hoy en día muy real. Se toman precauciones en los torneos. Nosotros en el campeonato italiano entrás a la sala y te escanean. Cuando un jugador muy fuerte hace trampa es difícil engancharlo. La trampa puede ser un dato por partida, y a veces ni siquiera que te digan una jugada, sino una evaluación en un momento clave.

En la historia del ajedrez uruguayo también han habido casos de jugadores que le ganaron en simultáneas a campeones del mundo, como son los triunfos de Armando Buela Taborda ante el cubano José Capablanca y de Roberto Silva Nazzari ante el holandés Max Euwe.

Silva Nazzari, los dos hermanos. Perdí una partida con uno de ellos, Roberto, que me jugó una Caro-Kann y me ganó bien. Han habido jugadores buenos en el pasado. Cuando tenía 12 años, la primera vez que salía de Argentina, jugamos un match Estudiantes de La Plata contra Peñarol, tomamos un vuelo. Después vine otra vez en el año 76 en el hotel Parque, en Parque Rodó, que ganó el brasileño Francisco Terres Trois, vinimos cinco argentinos, jugaban Silva Nazzari, Dienavorian, Bademian. No se podía salir de noche, había toque de queda. Vine unas cuantas veces a Uruguay. Jugué varias veces con Andrés Rodríguez, siempre con partidas interesantes. Con [Bernardo] Roselli también he jugado.

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Carlos García Palermo nació en 1953, en la ciudad de La Plata, Argentina. Allí comenzó su carrera, hasta que un movimiento fuerte lo llevó a cambiar de escena. Se fue a Europa, y ahí se quedó. A fines de los 80 logró meterse entre los mejores 100 jugadores del mundo. En Italia, dirigió al equipo absoluto de ajedrez, que estaba integrado por el vicecampeón del mundo Fabiano Caruana.