Por The New York Times | Andrew Higgins

Russia

Ni siquiera sus hijos sabían que la familia tenía vínculos con Rusia hasta que volaron a Moscú la semana pasada como parte de un gran intercambio de prisioneros.

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A Darja Stefancic, pintora eslovena conocida por sus paisajes multicolores, le pareció extraño que una galería de arte en línea desconocida, dirigida por una mujer argentina, la contactara inesperadamente y le ofreciera unirse a su reducida plantilla de artistas.

La pintora sospechó que se trataba de una estafa y temió que la galería, de la que prácticamente nadie había oído hablar en el pequeño y cerrado mundo del arte esloveno, “solo quisiera engañar a la gente”.

Y sí, eso era justamente lo que quería, pero de una forma que superó con creces sus más oscuras sospechas.

La galería en línea era una fachada de la inteligencia rusa, parte de una elaborada red de espías encubiertos entrenados para hacerse pasar por argentinos, brasileños y otros ciudadanos extranjeros por el servicio de inteligencia exterior ruso, el SVR, en toda Europa.

Eran versiones reales de los protagonistas de The Americans, una serie de televisión inspirada en la detención en 2010 de una red de agentes durmientes rusos en Estados Unidos.

Rusia, y anteriormente la Unión Soviética, tiene un largo historial de destinar grandes recursos a los llamados “ilegales”, espías que se adentran en los países objetivo durante muchos años. A diferencia de los espías “legales” que operan bajo cobertura diplomática en embajadas rusas, estos no gozan de inmunidad judicial ni tienen conexiones evidentes con Rusia, y son extremadamente difíciles de detectar.

Vladimir Putin, presidente de Rusia y exagente de la KGB, “ha dedicado enormes recursos a esta muy excéntrica prioridad”, afirmó Calder Walton, director de investigación del Proyecto de Inteligencia de la Escuela Kennedy de Harvard. “Tiene una verdadera fijación por los ilegales, que se remonta a su época en la KGB”.

La galerista de Eslovenia, cuyo verdadero nombre es Anna Dultseva, hizo tan buen trabajo haciéndose pasar por una argentina vinculada al mundo del arte llamada Maria Rosa Mayer Munos que, según el Kremlin, ni siquiera sus dos hijos sabían que la familia tenía vínculos con Rusia hasta que volaron a Moscú la semana pasada como parte de un extenso intercambio de prisioneros Este-Oeste.

Putin saludó a los niños —una hija de 12 años y un hijo de 9— en español, el idioma que la familia había estado hablando en Eslovenia, junto con inglés, para encubrir sus conexiones con Rusia. “Buenas noches”, se oye decir a Putin en un video de la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Moscú difundido por la televisión estatal. También les saludó Sergey Naryshkin, jefe del SVR.

Tanto Dultseva como su marido fueron detenidos en diciembre de 2022, cuando las autoridades eslovenas, que llevaban meses vigilando a la pareja tras recibir un aviso de parte de un servicio de inteligencia extranjero, allanaron la confortable vivienda de la familia en Crnuce, un suburbio de Liubliana, la capital de Eslovenia.

Una persona informada del caso comentó que la redada se había programado para pillar a la pareja con las manos en la masa mientras se comunicaban con Moscú utilizando un equipo especial que evitaba las líneas telefónicas y de internet. De acuerdo con esta persona, el aviso procedía del Reino Unido, nación que la pareja visitaba con frecuencia en viaje de negocios. Dultseva organizó dos exposiciones de arte en la ciudad escocesa de Edimburgo y visitó el Reino Unido varias veces con el nombre de Rosa Mayer Munos.

Aún se está evaluando lo que Dultseva y su marido, Artem Dultsev, quien en Eslovenia se hizo pasar por un argentino llamado Ludwig Gisch y manejaba su propio negocio falso, una empresa emergente de tecnología, lograron como espías antes de sus arrestos en 2022.

Los vecinos de Crnuce, el barrio de Liubliana donde vivían, dicen que la familia era reservada, tenía un perro pequeño y rara vez recibía visitas.

Los niños, que fueron puestos en programas de acogida tras la detención de los padres, asistían cerca de ahí a la British International School, cuyos costos —más de 10.000 dólares al año por alumno— superaban con creces lo que la pareja podía pagar según los informes financieros que presentaron para sus negocios.

La galería de arte de Dultseva, llamada 5'14, reportó una pérdida de 10.827 euros (casi 12.000 dólares) en 2019, una ganancia de 483 euros en 2020 y una ganancia de 3.032 euros en 2021, el último año para el que presentó sus resultados anuales a las autoridades.

Los modestos resultados y la calidad deficiente de las obras de arte de la galería, explicó Tevz Logar, un importante curador esloveno, deberían haber levantado sospechas. Sin embargo, el arte en Eslovenia “es un espacio seguro” porque “no hay escrutinio ni control”, añadió.

La mayoría de las obras que Dultseva ponía en venta, señaló, “son el tipo de arte que uno encarga de China”.

La empresa de su marido, DSM & IT, declaraba unas ganancias totales de solo unos miles de euros al año. Ambas empresas tenían un solo empleado.

“Nunca saludaban a nadie y vivían vidas totalmente separadas”, dijo Majda Kvas, una mujer de 93 años que vive frente al inmueble que habitaban los espías, una casa de tres plantas con un pequeño jardín rodeado por una valla de madera. Según Kvas, a veces los vecinos hablaban entre ellos sobre quiénes eran y qué hacían, pero en general los ignoraban porque nunca causaban problemas. “Pensaba que eran venezolanos”, afirmó.

Vojko Volk, secretario de Estado esloveno responsable de los servicios de seguridad e inteligencia, declaró que los investigadores seguían intentando averiguar qué hacía exactamente la pareja antes de su detención en 2022, pero que “no tienen ninguna duda de que eran muy, muy importantes”.

El descubrimiento de grandes sumas de dinero en efectivo en su domicilio ha suscitado especulaciones sobre la posibilidad de que estuvieran implicados en la financiación de operaciones rusas, incluyendo equipos de sabotaje, en toda Europa. Sin embargo, Volk restó importancia a esa posibilidad.

Marjan Miklavcic, exjefe de la inteligencia militar eslovena, dijo que los agentes durmientes rusos se infiltraban a menudo sin una misión clara y servían como una fuerza de reserva oculta que podía activarse en un momento de crisis.

La falsa pareja argentina se trasladó a Eslovenia en 2017 pero, según Miklavcic, probablemente no fue activada completamente hasta después del inicio de la guerra a gran escala en Ucrania, cinco años después, cuando se expulsó a los presuntos espías de varios países europeos.

En noviembre de 2022, el jefe del servicio de seguridad británico MI5 dijo que más de 400 espías rusos habían sido expulsados de toda Europa, asestando “el golpe estratégico más significativo contra los servicios de inteligencia rusos en la historia europea reciente”.

Debido a la desorganización de las redes de espionaje rusas, dijo Miklevcic, “Rusia perdió muchas de sus fuentes de información habituales, y probablemente activó agentes durmientes” para tratar de llenar los vacíos.

“Pero, por supuesto, no son James Bonds”, añadió, aludiendo al hecho de que habían sido capturados y a que aparentemente habían cometido grandes errores.

La distancia entre la manera en que los espías son retratados en el cine y sus vidas reales, a menudo monótonas y a veces incompetentes, ha sido vista de primera mano por Nina Khrushcheva, una académica de origen ruso en la New School de Nueva York. A principios de la década de 2000 tuvo un alumno llamado Richard Murphy que decía haber nacido en Filadelfia pero, según recordaba Khrushcheva, “se parecía a Boris Yeltsin y tenía un marcado acento ruso”.

Murphy, cuyo verdadero nombre es Vladimir Guryev, fue detenido en 2010 por espionaje en Nueva Jersey junto con su esposa. Eran parte del grupo que inspiró The Americans. Posteriormente fue deportado a Rusia como parte de otro intercambio de prisioneros. La detención, recordó Khrushcheva, apenas fue una sorpresa, ya que Murphy “claramente mentía de forma descarada”.

Los falsos argentinos en Eslovenia parecen haber sido agentes de mayor calibre. Según Mariken Heijwegen, una artista neerlandesa que utilizó sus servicios como agente de ventas, el español de Dultseva prácticamente carecía de acento.

La artista relató que conoció a Dultseva en una feria de arte en Croacia y que vendió dos de sus cuadros gracias a la rusa. “Parecía argentina”, recordó Heijwegen, y era “muy linda y amable”.

La artista dijo que no tenía idea de que la mujer a la que conocía como Maria Rosa Mayer Munos había sido detenida como espía rusa hasta que los cuadros que había dejado con ella en Eslovenia fueron enviados de vuelta a los Países Bajos sin previo aviso.

Damian Kosec, veterano de la escena artística eslovena y propietario de la mayor galería en línea y física del país, dijo que nunca había oído hablar del negocio de Dultseva, hasta que la noticia de su detención y la de su marido saltó a los medios de comunicación.

La elección del arte como fachada, añadió, tenía sentido, pues “en Eslovenia hay tan poco dinero en esto que nadie en el gobierno le presta atención”.

Agregó que llevaba años presionando en vano a los funcionarios del gobierno para que tomaran medidas contra los agentes sospechosos que venden falsificaciones. “A nadie le importa. Aquí puedes hacer lo que quieras en el negocio del arte”, dijo. “A estos rusos no les importaba el arte. Solo necesitaban un negocio para cubrirse”.

Rosanne Kropman colaboró con reportería desde Ámsterdam, y Kristina Bozic desde Liubliana.

Andrew Higgins es el jefe del buró de Europa Central y Oriental del Times con sede en Varsovia. Cubre una región que se extiende desde las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania hasta Kosovo, Serbia y otras partes de la antigua Yugoslavia. Más de Andrew Higgins